Cartas de “Pupeé”
Juan Ramón Pombo Clavijo

Como una cosa lleva a la otra, fue que me vi involucrado en una involuntaria situación que trastocó mi vida y la de los que me rodean y la sacó del cause natural a la que yo la tenía  acostumbrada.

Tiempo atrás, o sea varios años ya de ésta historia, yo como todo hombre o ser humano, me dedicaba a sobre vivir por medio de mi trabajo y con el mismo, tratar de sostener con el mismo a mi familia, aquellos eran épocas muy difíciles.

Mi oficio en aquellos tiempos, era el de Instalador Sanitario o conocido comúnmente como “plomero”.

Teníamos de vecinos de puerta, en aquel entonces a un matrimonio, que con el correr del tiempo, nos hicimos bastante amigos, sobre todo mis hijos, que simpatizaron con ellos enseguida.

Ella, una señora de unos cuarenta años; Maestra de enseñanza primaria y que prestaba servicio en una Escuela ubicada a pocas cuadras de distancia.

Él, también docente, en la Escuela de Artes y Oficios o más conocida como “Industrial”, enseñaba Electricidad en la misma.

Ambos a su vez y como complemento de sus respectivos trabajos, se dedicaban a un hobby artesanal, con cuero, que les reportaba una buena entrada extra de dinero.

Aquello y que desgraciadamente, no tenían hijos, por razones que ya pasaremos a enumerar, les permitía llevar una vida bastante holgada y sin apuros económicos.

Algún fin de semana, ellos y nosotros, nuestra familia, nos reuníamos para degustar algún asado, he incluso compartimos alguna “Noche Buena” juntos.

Sabíamos de sus simpatías por las ideas de izquierda y también, los sabíamos como participes militantes de un partido político que profesaba ideas totalmente en las antípodas de las que sustentaban por la fuerza, los que detentaban el poder y que por aquellos tiempos estaba proscrito..

En esos tiempos en que el País se debatía bajo las garras de una solapada  primero y luego cruel dictadura.

De ella, Roxana Pietracapina o “Pupeé”, como se la llamaba y conocía, sabíamos de su imposibilidad de procrear, al haber soportado ciertas atrocidades de malos tratos (tortura) en una de las varias detenciones, que ella y su marido, Severino Alderette habían tenido en su larga militancia como Sindicalistas.

Aquellas privaciones de libertad, no habían echo más que fortalecer las convicciones de la varias veces golpeada pareja; la que si bien sus ideas no comulgaban con las nuestras, nunca fue motivo de discusión en nuestra relación de amistad.

La cosa empezó así.

Un buen día, cuando yo volvía a mi hogar, en las primeras horas de la noche y luego de una agotadora jornada, al llegar al mismo, me percaté que mis vecinos tenían alguna dificultad con su vehículo.

Metí mi camioneta en el garaje de mi casa y me les apersoné.

Buenas noches, ¿qué les está pasando?

Y haciendo gala de mi irónico humor, agregué.

¿Porqué no se compran un auto como la gente? – Lo dije, sabiendo que con el costo de su vehículo, podrían comprar varias camionetas como la mía, mi humilde “Austin A-40”, modelo 1954.

Me saludaron sonrientes a pesar de la bronca que en esos momentos tenían con su móvil.

<En eso estamos> me respondió él, que tenía su cabeza metida debajo del capó, el que estaba levantado y agregó;

 <Justo cuando más necesita uno de los vehículos, es cuando se rompen; hace más de media hora que estamos renegando con ésta “porquería” y ¡no hay caso! ¡No arranca!>

<Debe de tener alguna basura, ya que no le va nafta al carburador y a ésta hora>

<¡Justo ahora!>   <¡Qué desgracia.>

De inmediato me ofrecí para llevarlos a donde ellos se dirigían, a lo que fueron renuentes en un primer momento, pero dado a mi insistencia, aceptaron, ya que según aquellos , los estaban esperando.

Sólo tuvieron una salvedad, que tendrían que cargar ciertas cosas en la caja de mi móvil, que llevaban en la cajuela del coche.

Con premura descargué los bártulos que tenía en la caja de mi camioneta, mientras ellos cargaban en la misma, un balde con tapa, una pequeña brocha de pintar y varios rollos de papel, que se me antojó que era de los del tipo de panadería, los que usan para envolver.

Avisé en mi casa, a mi Esposa de que iría a llevar a los vecinos y que vendría enseguida a bañarme y a hacerle honores al acostumbrado “viejo y querido Mate”.

Entre risas y cargadas, nos subimos a la vieja “Austin” y partimos; yo al volante “Pupeé” al medio y Severino en el otro extremo y tres personas la verdad, que van apretadas en éste tipo de vehículo.

No habíamos recorrido ni dos cuadras, cuando de pronto, aquella gauchada se convirtió en un pandemonio.

Una gran camioneta de las que usaba el Ejército se atravesó por delante de mi sufrida A-40, ignorando su chofer que mi vehículo, no contaba con el mejor de los sistemas de freno.

De hecho, nos estrellamos contra una de las puertas de aquella, aunque no con mucha fuerza por suerte y nadie salió herido.

De inmediato nos vimos rodeados por efectivos vestidos en traje de combate y armados como para ir a la guerra; todo eran gritos y golpes, de ese modo nos hicieron bajar del viejo vehículo y tendernos de cara contra el pavimento.

Lo que siguió, para mí, fue como si hubiera visitado anticipadamente las profundas fosas del averno.

Largos días de interrogatorio, con golpes incluidos, plantones, torturas de varias formas, mojaduras continuas, colgado de las muñecas, golpes de corriente en partes muy denigrantes y lo peor de todo, estar días con nuestro dolor y con nuestras miserias sin poderme asear.

De mis vecinos y circunstanciales acompañantes, ni noticias, a pesar de que estaban presentes sus nombres en cada interrogatorio.

Aquellos individuos que me agredían e interrogaban con preguntas que ya golpeaban en mis oídos sangrantes, como un sonsonete, a los yo no veía por tener mi cabeza metida en una pestilente bolsa con olores de mil orines.

Luego vino mi internación en un nosocomio, varios traslados de lugar, de los que nunca me pude comunicar con mi familia.

Luego me enteré de las peripecias de aquella por saber algo mí o por lo menos saber si estaba vivo, así como yo, cientos.

Un día, me entregaron una carta que se veía que había sido abierta y cerrada muy burdamente.

Mi corazón, recuerdo que dio un vuelco dentro de mi pecho, me imaginaba que por fin sabría algo de mi familia luego de dos meses de haber salido a llevar a mis vecinos.

Menos mal que le había pedido a mi amada Esposa que me esperara con el mate pronto, así ambos lo degustaríamos luego de mi baño reparador.

Si bien en los últimos días, el trato para conmigo había pasado de ser inhumano a ser casi cordial; porque según adujeron aquellos sátrapas, que hubo una confusión con mi persona y que no me preocupara más.

Según algún compañero en desgracia como yo, aquello anunciaba que me estaban “por largar” y que estaban esperando que me reponga de todas las humillantes palizas que me dieron para que diga cosas de la vida y costumbres de mis vecinos que yo desconocía.

Esperé que se alejara mi carcelero de turno, después de que me diera la misiva, luego la abrí con desesperación y lágrimas en mis ojos, me estaba matando la emoción.

Decía la misma:

Estimado amigo y vecino:

                            Espero que cuando ésta carta llegue a tus manos , tu salud esté en su mejor grado, así como tu estado de ánimo.

Supimos de tu familia y a pesar de todos los nervios del primer momento; ahora están todos más tranquilos.

Por razones obvias, no puedo extenderme mucho pero  te volveré a escribir en cuanto se presente la ocasión.

Saludos de Severino.

Besos........

                                  Pupeé.

 

  

 

         Tan corta que era aquella carta y que pequeño el papel que la contenía, sin embargo para mí significó, un atisbo de ilusión, en aquel odioso lugar.                       

Aquella noche, recuerdo que dormí muy profundamente, como desde hacía mucho no lo hacía, aquella carta me trajo algo de esperanza y por lo menos supe de mi querida familia.

Dos semanas después de haber recibido aquella grata carta, recibí la segunda.

 

 

 Hola vecino:

            ¿Cómo anda ese ánimo y salud?

Espero que lo mejor posible, nosotros por suerte estamos bastante bien y tu seres queridos también.

Con Severino, estamos haciendo bastantes artesanías, así que cuando podamos, las verás y nos aportarás como siempre tu imponderable opinión, que siempre valoramos.

No te hemos podido ir a ver, pero tengo una gran noticia para darte, que creo que te va a alegrar y mucho; tu Libertad, (fíjate que se lo escribo con mayúscula) está muy próxima.

Con tu mujer y tus hijos, estamos programando con Severino, esperarte con un regio asado con ese vino fino que tanto te apetece.

No creo que te pueda escribir de nuevo, pero pronto nos veremos ¡Dios lo quiera!.

Fuerte abrazo de Severino y mío..........

                                

                                      Pupeé.-

  

 

 

Cinco días después de haber recibido ésta  carta, la segunda en poco tiempo, las que aún conservo como si fueran un talismán; recuperé mi Libertad (con mayúscula, como dijo “Pupeé” en su carta) con la algarabía que eso representa para uno y para la familia.

Ellos fueron los que me dieron aquella tan nefasta noticia.

Severino y “Pupeé”, fallecieron veinticuatro horas después de aquella brutal detención ????.

El cuatro de Octubre de mil novecientos setenta y ocho..............* Q.E.P.D. * ¡Amigos!

Juan Ramón Pombo Clavijo
Diálogos de boliche
Del Libro “Batuque”

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