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Sirviendo a la comunidad
por Soledad Platero
soledadplaterop@gmail.com

 
 
 

Hace unos días recibí un extraño mensaje por correo electrónico. Venía con la instrucción, en claras mayúsculas, de "imprimir y guardar a la vista", y no era otra cosa que una colección de aproximadamente cuarenta fotografías judiciales de personas malencaradas que el mensaje agrupaba bajo el diáfano rótulo de "cartelera de delincuentes".

Sin embargo, lo más extraño del asunto venía antes de las fotos, en el texto que justificaba la divulgación de esa grotesca galería de personajes. Decía así:

Escrache a DELINCUENTES !!

Estos "nenes" se especializan en secuestros y copamientos.

Al sentir el timbre de la puerta, fijate bien a quien vas a recibir

¡¡¡AL FIN UN ESCRACHE ÚTIL!!!

( PARA IMPRIMIR Y GUARDAR A LA VISTA)

Mientras aumentan los secuestros Express sin que el Ministerio del Interior reconozca siquiera el nombre del hecho delictivo, mientras la policía está atada de pies y manos por legislaciones que siempre le perjudican en su labor, hay gente que se organiza, hay gente que se mueve y hay gente que quiere escrachar a los delincuentes.

¿Por qué no? Se han hecho tantos escraches por cualquier pavada, era hora que se hiciera un escrache por el bien de todos.

Aquí va. cartelera de delincuentes.

Como resulta difícil decidir cuál de las afirmaciones contenidas en ese texto es más arbitraria o tendenciosa (¿el Ministerio del Interior debería reconocer el nombre de un hecho delictivo para que exista un delito? ¿No eran las leyes las que hacían tal cosa?; ¿La policía está atada de pies y manos por las leyes?; ¿La gente quiere hacer un escrache por el bien de todos?) sería bueno considerar la existencia misma del mensaje como un acto de habla; como una acción en sí mismo.

Intento resistirme a la tentación de la burla -casi inevitable al pensar en alguien que efectivamente imprime el mensaje y lo pega junto a la puerta de entrada, y lo revisa cuidadosamente cada vez que suena el timbre, y evalúa por la mirilla si la persona que está llamando se parece a alguna de las caras de la galería del horror- y considerar que la campaña organizada por la gente es sólo una parte de una campaña mayor, liderada por la televisión y alegremente celebrada por la opinión pública -esa entidad resbaladiza que no tiene existencia si no es en las respuestas dadas a la carrera a noteros parados en las esquinas, o en las mediciones de opinión presentadas por las encuestadoras y divulgadas por la misma televisión, o en las respuestas por sí o por no recabadas en debates demasiado parecidos a programas de entretenimiento.

Hace unos días, un comerciante mató a dos hombres que habían entrado a su comercio. Pensó que iban a robarlo. No hay más testimonio que el suyo propio, porque los dos presuntos ladrones están muertos. Instantes después de los hechos, y ante las cámaras de televisión, el subjefe� de policía de Montevideo, al ser interrogado por los periodistas, dijo que había pasado "lo de siempre: era un asalto y el comerciante se defendió".

No se había iniciado aún la investigación, y la máxima autoridad policial presente en el lugar ya sabía con certeza lo que había ocurrido. No hay que ser muy listo para entender que esa certeza era anterior a cualquier investigación. Era una certeza de base, del mismo tipo que la que tiene la gente cuando decide organizarse y hacer, por fin, un escrache útil, después de tantos escraches hehos "por cualquier pavada".

Algunos días después de la muerte de los dos jóvenes a manos del comerciante, sus familias aparecieron en televisión pidiendo justicia. Decían que los muertos no eran delincuentes, y que el hombre seguramente había disparado por miedo, antes de entender lo que estaba pasando.

La noticia que siguió a esa información en los canales 10 y 12 daba cuenta de una requisa en un centro penitenciario. Las imágenes mostraban una impresionante cantidad de cortes carcelarios, algunos enormes, que no dejaban lugar a dudas acerca de la peligrosidad de estos salvajes, que ni siquiera presos aprenden a respetar las reglas.

La galería de delincuentes que viaja por correo electrónico tiene exactamente la misma finalidad: la de mostrar, con el peso rotundo de la imagen, que estamos expuestos a peligros reales que el sistema no puede o no sabe resolver.

Es claro que la galería de fotos (en la que no aparecen nombres, ni detalles de los delitos, ni nada que permita saber de dónde, de qué país, de qué archivos proceden, ni en qué circunstancias fueron obtenidas) no va a salvarle la vida a nadie. Por el contrario, contribuye a mantener y amplificar el miedo que terminó con la vida de dos personas a manos de un honesto comerciante, en un país que no tiene pena de muerte y en el que nadie es culpable hasta que la justicia lo determine.

Es de esperar que la gente no siga organizándose de esta manera, porque el próximo paso que cabría esperar sería la cacería de delincuentes. Categoría, por cierto, que no parece requerir de la intervención judicial para llenarse de caras y nombres propios.

Soledad Platero
soledadplaterop@gmail.com

 

Publicado, originalmente, en uy.press el 21 de octubre de 2010


uy.press - http://www.uypress.net/index_1.html

Link de la nota: http://www.uypress.net/uc_9472_1.html

Autorizado por la autora - En Letras-Uruguay desde el 13 de abril del 2012

 

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