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“Los disfraces” - Autor y Director Ricardo Prieto
 

Variaciones sobre Strindberg
Jorge Pignataro Calero 

 

“Los disfraces”, de Ricardo Prieto, dirigida por él mismo. Vestuario: Laura Lockhart. Ambientación sonora: Fernando Ulivi. Iluminación: Juan José Ferragut. Intérpretes: Mariana Cardozo y William Selzer. Estrenada en el Nuevo Arteatro el sábado 4 de setiembre.   

Con el atraso que están acostumbrados a padecer los dramaturgos nacionales, llega a un escenario montevideano treinta y cinco años después de concebida esta pieza de uno de nuestros más asiduos y prolíficos autores contemporáneos. Su difusión, sin embargo, se inició a fines de los ochenta por la vía de una edición nominada para el premio “Bartolomé Hidalgo”, y poco después tuvo su estreno en el teatro Florencio Sánchez de Paysandú bajo la dirección de la inquieta y malograda Diva Merello. Es decir, que “Los disfraces” no siguieron la trayectoria que podríamos llamar ortodoxa, y tuvo que ser su propio autor, Ricardo Prieto, quien asumiera la dirección capitalina, en una salita “under” con todos los inconvenientes y carencias que ello supone.

Pero el riesgo bien valió la pena. Encarado como casi todas las obras de Prieto en forma de teatro de cámara (pocos personajes; escenario reducido, despojado e invariable; duración breve), a este texto le bastan esas acotadas condiciones para calar hondo en sus personajes, exigiendo de sus intérpretes y de la dirección un encare milimétrico. En este caso particular, además, la primera impresión a poco de comenzar la representación es una reminiscencia del enfrentamiento entre los sexos que Strindberg planteó en La señorita Julia, tan es ello así que hasta el personaje masculino se llama Juan en ambas piezas. Pero bastan unos pocos parlamentos para marcar diferencias. Mientras el dramaturgo sueco subraya lo visceral sin desdeñar al mismo tiempo los ribetes sociales de ese enfrentamiento, Prieto optó por un diálogo seco, cortante, gélido, tal vez algo mecánico, fruto de una concepción algo intelectualizada de la situación. El artificio completa su función cuando, a determinada altura del desarrollo argumental éste se invierte y los personajes aparecen como el negativo y positivo de una fotografía: el hombre pasa de la actitud pasiva inicial a una desatada agresividad, y la dominadora mujer inicial cae en una total mansedumbre. 

Mariana Cardozo y William Selzer, dos intérpretes de carrera relativamente breve y esporádica, para afrontar sus duros personajes sacan a relucir un oficio que pocas veces han podido emplear y mostrar tan a fondo. Las miradas incendiarias de la actriz, la imperturbable máscara facial del actor, juegan ajustadamente la primera parte; y cuando llega el momento de la verdad, lo asumen con la misma precisa eficacia, de manera que tanto en un “tempo” como en el otro, la tarea del autor-director Prieto se debe haber visto adecuadamente facilitada, ayudado por la prescindencia de recursos visuales y sonoros que aquí apenas importan, aunque Lockhart, Ferragut y Ulivi no los descuidaron ni estuvieron ausentes en ningún momento como para redondear un espectáculo prolijo, cuidado y convincente.

 

Jorge Pignataro Calero 
“Teatro al día” ´- C.X. 38 SODRE

Setiembre de 2004

 

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