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El Salvador, el reconocimiento de ”Un Justo entre las Naciones” 
por José Luis Piczenik

En el mes de Setiembre se efectuó un homenaje póstumo en el Museo del Holocausto de Washington a dos diplomáticos salvadoreños que en los años del nazismo colaboraron en el salvataje de judíos. En el acto se hicieron presentes los hijos de ambos y numerosos descendientes de los que recibieron  ayuda en esa época. 

José Arturo Castellanos - reconocido por la Liga Antidifamatoria de los Estados Unidos con el Premio a la Humanidad, el Comité Judío Americano y la Asociación de Visas for Life - fue propuesto por la Fundación Raoul Wallenberg como “Justo entre las Naciones”. El reconocimiento le fue conferido en Mayo de 2010 por las autoridades del Museo Yad Vashem de Jerusalem.

La distinción de 'Justo entre las Naciones' es un título otorgado por el Estado de Israel y el pueblo hebreo a las personas de confesión no judía, que arriesgaron sus vidas para salvar a judíos durante la segunda guerra mundial. La máxima “quien salva una vida, salva al universo entero” inspira el nombramiento. La condecoración,  es otorgada según reglas predeterminadas, por una comisión especial encabezada por un Juez de la Corte Suprema de Justicia. Con Castellanos – único centroamericano galardonado – son cuatro los latinoamericanos que fueron reconocidos como tales. Los brasileros Luiz Martins De Souza Dantas y Aracy de Carvalho Guimaraes Rosa y la chilena María Edwards Mac Clure completan la nómina.

En Junio de 1937 el Coronel José Arturo Castellanos fue nombrado jefe de la misión militar salvadoreña en Checoslovaquia con el objetivo de adquirir armas para las fuerzas de su país. Allí conoció a Gyorgy Mandl Mantello, un comerciante judío nacido en  Berszterce, transilvania húngara, que colaboró con él en la delicada misión. Según acuerdo 231 del gobierno salvadoreño de fecha 25 de Octubre de 1937 fue nombrado Consul General en Liverpool, Inglaterra, y por acuerdo número 82 del 9 de Mayo de 1938 fue designado en el Consulado General de Hamburgo, Alemania. En este cargo otorgó algunas visas a judíos refugiados. El 4 de Noviembre de 1941 por acuerdo 167 se le encomendó el consulado de la ciudad de Ginebra, Suiza. Tras su asunción, su viejo camarada Mantello que se había escapado de Yugoslavia y se encontraba viviendo en Suiza fue nombrado primer secretario de la oficina diplomática.

Mantello entregó cartas de ciudadanía a numerosos judíos esparcidos por Europa Oriental y convenció al cónsul centroamericano de llevar adelante tal medida. Castellanos que era de extracción católica había sido enviado a Europa por el Presidente Maximiliano Hernández quien lo consideraba un rival de fuste en la política de su país. Entre 1942 y 1944 unos cuarenta mil judíos húngaros, rumanos, eslovacos, alemanes y polacos recibieron trece mil certificados de ciudadanía sellados por el  Consulado de la República de El Salvador en Suiza que les permitieron salvar sus vidas.

El Salvador fue el único país que en esos años otorgó pasaportes a judíos, en algunos casos se les concedían visas, pero no ciudadanías. Los certificados salvadoreños les permitían recabar la protección de la Cruz Roja Internacional y de esa forma impedir que sus vidas terminen en una cámara de gas. El consulado los otorgaba en forma clandestina, contra las órdenes expresas de su gobierno que exigía que los visados y demás documentación se realizaran bajo la directa supervisión del Presidente y su Consejo de Ministros. Las autoridades alemanas que carecían de conocimientos sobre  el tema, no se sorprendían con los rasgos físicos de los “nuevos ciudadanos” que poco tenían que ver con las características físicas de los habitantes centroamericanos.

En el año 1944  – con la ocupación nazi a Hungría – las relaciones bilaterales se vieron suspendidas y cesó la emisión de dichos documentos. El 4 de Julio de 1944, el canciller salvadoreño Julio Ávila solicitó formalmente al consulado suizo de Budapest, que diera protección a sus ciudadanos, situación que fue aceptada nueve días después y agradecida por el gobierno salvadoreño. El gobierno suizo en cumplimiento de lo prometido presionó a las fuerzas alemanas a efectos de impedir las deportaciones del territorio húngaro.

La expedición de pasaportes se realizaba sin costo alguno para los beneficiarios y el alto número de ellos posibilitó que en Hungría vivieran más ciudadanos salvadoreños que de cualquier otro país del orbe. Las banderas de El Salvador flameaban habitualmente en los hogares húngaros. El propio Mantello que años atrás salvó su vida cuando la Gestapo lo detuvo y exhibió su pasaporte centroamericano, envió documentación a sus padres que residían en Hungría. Lamentablemente dos días antes habían sido deportados a los campos de Auschwitz.

Ante la desesperación del momento el consulado llegó a emitir documentación en blanco que era entregada en las estaciones de tren a fin de permitir el mayor salvataje posible. Cada certificado tenía un costo aproximado de cuarenta francos suizos en concepto de papel, tinta y sellados notariales, estas sumas eran financiadas por George y su hermano Josef Mantello. El costo total del operativo superó el millón de dólares. A efectos de abaratar el procedimiento, el consulado adquirió un aparato de termofax que permitía confeccionar las cartas de ciudadanía a un costo menor al de un pasaporte que contaba con varias fojas. Más de un millar de estos originales fueron descubiertos en el año 2005 en el sótano de la residencia de quien fuera el abogado de Mantello en Ginebra y donados al Museo del Holocausto de Washington como prueba fehaciente de la labor desarrollada por los diplomáticos.

A pesar de la relevancia que marcan los hechos la situación era casi desconocida en territorio salvadoreño hasta 1972, año en el que el escritor Leon Uris visitó el país y abundó en información al respecto. Su promocionada obra “Éxodo” tuvo inspiración  en los hechos de referencia. Los episodios históricos también fueron profundamente investigados por el historiador neoyorquino David Kranzler y relatados en su obra “El hombre que detuvo los trenes a Auschwitz” así como en el filme estadounidense Glass House de fuerte repercusión mundial.

Recientemente, tras una minuciosa investigación, realizada por historiadores, diplomáticos y juristas contratados por la cancillería salvadoreña al mando de Francisco Lainez Rivas se entregó en Israel un informe del tema y se pidió el reconocimiento del digno diplomático. Yad Vashem le otorgó la más que merecida distinción.

La comunidad judía que cuenta con unas ciento cincuenta personas, residentes en el país por más de tres generaciones nucleados en el Centro Comunitario de El Salvador – fundado en la década del 40 - se unieron a la celebración de los hechos.

Castellanos falleció en el año 1977 en la pobreza y el olvido pero su memoria será bendecida y recordada por la eternidad de los tiempos, por todos aquellos seres dignos que reconocen en su gestión una de las páginas resaltables de la historia universal contemporánea y un país que lleva en su denominación la más significativa obra de uno de sus más preclaros ciudadanos.

José Luis Piczenik
piczenik@hotmail.com

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