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La obra colonizadora del Barón Hirsch cumple 120 años en el continente
por José Luis Piczenik

Un joven judío americano le pregunta a su abuelo nacido en las primeras décadas del siglo pasado en territorio ruso. ¿Por que viniste a este continente? La respuesta retrotrae al anciano a su niñez y con nostalgia responde; "estos países nos recibieron cuando nuestra existencia en Europa carecía de las condiciones mínimas que puede pretender un ser humano". Persecuciones, discriminaciones, ataques, violencia, antisemitismo, muerte; estos son algunos de los conceptos que surgen de las palabras del inmigrante. No conforme con ello insiste el adolescente, pero quien te motivo a venir? ¿Quién te generó la idea de América? El abuelo parece comprender la inquietud y expresa; "el Barón Hirsch pobló las Américas". El rostro del joven denota sorpresa y desconocimiento sobre el referido personaje. Esta escena teatral fue representada en la conmemoración de la colonización judía argentina, por un teatro independiente de la ciudad de Buenos Aires.

 

La obra se realizó el mes pasado, fecha en que se celebró en Argentina los primeros 120 años de la fundación de la primer colonia agrícola judía del país, conocida como Moisesville, en la Provincia de Santa Fe. Maurice de Hirsch fue su mentor y su labor marcó un hito fundamental en la colonización organizada del continente.

 

El 14 de Agosto de 1889, procedente del puerto de Bremen llegó a Buenos Aires el vapor Wesser, alli arribaron 138 familias (824 pasajeros) procedentes de Kamenetz-Podolia (Ucrania) junto al rabino Aarón Goldman en busca de mejores condiciones de vida. La tierra era desconocida y la llegada se tornó accidentada pues los terrenos prometidos a los inmigrantes en la ciudad de Nueva La Plata no se obtuvieron y las familias debieron deambular tortuosamente por el país hasta llegar a la provincia de Santa Fe, donde un terrateniente de apellido Palacios les vendió lotes de diez hectáreas para el definitivo establecimiento del grupo colonizador.

 

La Jewish Colonization Associattion, entidad filantrópica fundada por el mencionado Hirsch en Londres en 1891 se ocupó de regular la llegada de los colonos y el fortalecimiento de estructuras institucionales en las mas de cincuenta colonias creadas, con 25.000 colonos habitando las mismas a lo largo de la geografía argentina. Su gestión se tradujo en la construcción de viviendas, casas de estudio, sinagogas, centros culturales y sociales, facilitamiento de parcelas y elementos de trabajo para todos los pobladores. El crecimiento y la continuidad de la vida judía en Argentina llevó a pensar -a intelectuales de la época- que allí podría formarse el nuevo hogar nacional judío.

 

Maurice de Hirsch nacido en Munich (Baviera, Alemania) en 1831, hijo de Joseph Von Hirsch, banquero de la corte real y de Carolina Wertheimer, descendiente de una familia ortodoxa judía acaudalada, obtuvo el titulo de Barón por rama paterna, gracias a la colaboración que su abuelo Jacobo prestara en la lucha contra Napoleón. Su talento y afición al comercio lo llevaron a incursionar en el mundo de las finanzas y lo enmarcaron socialmente en las más altas esferas del poder europeo del momento. La concesión otorgada por parte del gobierno turco para llevar adelante la construcción del tren que uniría Viena con Constantinopla –denominado el Expreso del oriente– le permitió junto a su esposa Clara Bischoffsheim ser testigo de las pésimas condiciones de vida que detentaban miles de pobladores judíos en el territorio dominado por el imperio turco otomano.

 

La visualización de las condiciones reinantes exigió de inmediato al matrimonio, llevar a cabo una fuerte campaña de fondos para sus congéneres. En 1880 crearon la llamada Fundación Constantinopla –como filial de la Association Israelite Universelle- donándole un monto inicial de un millón de francos (unos doscientos mil dólares de la época) destinados a mejorar la situación de las masas hebreas en la región. Las condiciones de vida y el impulso de la educación fueron el objetivo principal del aporte realizado. Maurice y Clara veían la construcción de centros de estudios formativos como la fortaleza básica en la que debían apoyarse las masas perseguidas para su progreso. Tras la prematura muerte de su único hijo y heredero Lucien, la obra del Barón quedaría sin un continuador físico natural, hipótesis que fue desechada tras su concluyente afirmación "He perdido a mi hijo pero no a mi heredero, pues este será mi pueblo". A partir de allí su meta seria posibilitar la inmigración de miles de familias a las Americas, las que junto a otras culturas pueden considerarse las creadoras de la nacionalidad americana.

 

Sus contactos con Zador Kahn, amigo personal del medico Lowenthal, que dictaba conferencias en la Argentina, le permitió al filántropo conocer a fondo las posibilidades de adquisición de tierras condicionadas al trabajo manual de los inmigrantes. El era un convencido que el desarrollo de las masas oprimidas solo podía lograrse a través de la labor agrícola y que los judíos reunían las condiciones propias para ello, apoyado en el informe que le proporcionara el parlamentario británico Arnold White donde destacaba la resistencia al cansancio, la paciencia ante las dificultades y la dedicación plena a su tarea de los hebreos. Tras reflexionar sobre el lugar físico ideal para ello, concluyó que el mismo debía ser Argentina.

 

Sin embargo su obra no se limitó a este país, también en Brasil se construyeron colonias agrícolas en el Estado de Río Grande do Sul (Phillipson y Cuatro Irmaos). Ante el desinterés de dichos emprendimientos centro su colaboración en la formación de estructuras de recepción para los nuevos inmigrantes que llegaban a las grandes urbes en esos años, subvencionó centros comunitarios, escuelas, instituciones culturales y religiosas del Estado de San Pablo y abrió cajas de crédito para facilitar la integración económica de los llegados al nuevo mundo.

 

Las colectividades de Uruguay, Chile y Paraguay deben parte de su crecimiento a la mano benéfica de la Jewish Colonization Associattion quien adquirió numerosas tierras alli. Si bien la colonización no se consolidó en estos países es de señalar que años mas tarde se afincaron allí definitivamente decenas de inmigrantes procedentes de las colonias fundadas por el Barón en las provincias argentinas. El legado hirschista también dejó su huella en el norte sudamericano donde centenares de judíos sefardíes –procedentes de Marruecos y Turquía- se radicaron en el territorio venezolano y en las islas caribeñas construyendo pujantes comunidades en la región. La Association Israelite Universelle fomentó el estudio de técnicas mercantiles e idiomas en las masas semitas del norte africano que más tarde desarrollaron sus artes en el interior de Brasil y en la selva peruana.

 

En Estados Unidos su nombre también es recordado. Nueve colonias instaladas en Oregon, Kansas, Dakota y Nueva Jersey recibieron apoyo permanente de los fondos por el asignados. Uno de los casos mas reconocidos es el de Woodbine (Nueva Jersey) donde en el año 1891 se adquirieron 1450 hectáreas para su colonización, en esta colonia se instalaron inicialmente unas sesenta familias a las que se les facilito fracciones pequeñas de tierra y conocimiento industrial para su labor. Años mas tarde poblaban la colonia unos 14.000 habitantes y la principal avenida se denominaba "Barón Hirsch". El Fondo Hirsch creó también en el país sociedades solidarias que guiaban la instalación de los inmigrantes en distintos puntos del territorio evitando la alta concentración en las ciudades mas populosas, a fin de alejar una medida oficial de cierre de fronteras. En Canadá se instala en 1891 el Instituto Barón Hirsch que gestiona la creación de escuelas y colonias agrícolas, un año después nace la primer colonia del país en la provincia de Saskatchewan.

 

Su pensamiento le motivó ciertas diferencias con Teodor Hertzl con quien compartía la solución al problema en un concepto: los judíos deben irse de Europa, sin embargo no había coincidencia en el destino final. El fundador del sionismo que tuvo un encuentro fugaz con el filántropo, se refería a el días después del fallecimiento, "Su participación hubiera podido contribuir enormemente al éxito de nuestra causa. Su desaparición física es una gran perdida......Entre los judíos ricos el fue el único que quiso realizar algo verdaderamente grande para los pobres, ahora nuestra causa parece haberse empobrecido........El corazón del Barón se volcó hacia sus hermanos indigentes por ello su figura nunca desaparecerá de la memoria del pueblo judío".

 

Hoy a mas de un siglo de la llegada al continente del primer grupo colonizador vale el reconocimiento para quien a través de su preclara concepción de vida logró salvar la llama del judaísmo y permitió a través de su obra -y no de su nombre- la dignidad del trabajo humano en tierras de respeto y tolerancia.

José Luis Piczenik
piczenik@hotmail.com

Publicado en medios impresos s/d
Autorizado por el autor

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