Crónica de un “obeliscazo”

por Juan Miguel Petit

“No quiero morir sin libertad”, decía el cartel que sostenía un hombre canoso mientras caminaba por Bulevar Artigas hacia el obelisco el domingo pasado. Y todos los que caminaban hacia el monumento, aunque no llevaban carteles idénticos a ese, pensaban, cantaban, murmuraban o gritaban lo mismo: queremos vivir en libertad.

“Vine porque me gusta la libertad, así nomás”, nos dijo al pasar una muchacha que corría para llegar a una buena ubicación. Las demás respuestas fueron coincidentes: “Vinimos porque si no hay libertad no hay nada”, “los jóvenes estamos acá porque esperamos que nos dejen hacer lo que queremos”, “esto es una oportunidad de hacer y hay que apoyar a la unión de personas que quieren sacar el país adelante”, “contra la verdad la fuerza no puede, que salga de una vez por todas el hambre que estamos pasando”, “la gente está indignada y por eso está en la calle”.

Había algo que caracterizaba a la marea humana que avanzaba por todo lo largo de Bulevar, que invadía 18 de Julio, que se descolgaba desde 8 de Octubre y tapizaba los casi doscientos mil metros cuadrados que rodeaban el Obelisco. Había alegría. Un júbilo tan incontenible como la enorme muchedumbre que se congregaba y que invitaba a saludar, a tocar la bocina, a abrazar a un desconocido, a cantar con la música que venía desde los árboles.

Se disfrutaba cada segundo, se saboreaba cada grito y cada visión de gente libre: la tarde era un paréntesis en un país sin libertad. Tocarla y disfrutarla por unos momentos, sentir lo prohibido injustamente unos segundos, era un adelanto del futuro que queremos.

La típica tarde melancólica del domingo fue cambiada por larguísimas y multicolores caravanas de ciudadanos. En ellas se sumaba gente de todas las edades y características que se dirigía al obelisco como atraída por un gran imán.

En la plaza de la Bandera, un ciego nos dijo “Yo soy ciego, pero mi ceguera no es mella para que sienta que tenemos que liberarnos, si pudiera ver inclusive escribiría algo. Un gobierno de políticos siempre va a ser mejor, el pueblo uruguayo quiere ser libre, como lo fue siempre. Queremos liberarnos de las cadenas”.

Sobre Bulevar a la altura del túnel, un muchacho con problemas en sus piernas trataba de apurar el paso: “Cada uno tiene que hacer lo suyo. Vine porque esto va a servir mucho, si no no estaría acá. Esto es para reafirmar la democracia”.

Los jóvenes, de todas las edades, eran mayoría. Y de nuevo, al verlos dinamizando todo el acto, valía la pena preguntarse: ¿Qué pasaría en este país si la proporción de población joven fuera mayor?

“Vino todo el barrio, no quedó nadie en Capurro” nos grita al grabador una pareja. Un tercero que venía con ellos se hace unos segundos para decir: “Vine a conocer la realidad y estar cerca de lo que dicen los que saben de esto”.

El mismo entusiasmo de los jóvenes lo tenían las numerosas personas del “Uruguay que votaba”. Una jubilada de 65 años, escapándole al frío de la sombra que proyectaban los edificios, nos pidió ayuda para cruzar el cordón de seguridad. “Vine para ver si nos sacan todo esto. Tengo miedo de que no se vayan. Me levanté de la cama pero ahora estoy sintiendo frío, me voy a tener que ir. Si todos nos quedáramos en nuestras casas no se arreglaría nada”.

En medio de la muchedumbre, recostado contra un árbol, un español nacionalizado uruguayo, de 89 años de edad resumió todo lo que sentía: “Esto es divino, esta es mi patria y es un placer ver esto”.    .

Un hospital distinto

Al costado de la concentración, otra realidad: la de los hospitales. Pero el entusiasmo de 400 mil personas tiene de poco pero me voy a escapar y aunque sea unos minutitos voy a ir al acto”.

Otros enfermos, sorprendidos casi todos por nuestra presencia, nos repitieron su entusiasmo por el ruido y la música que rebotaba de cuarto en cuarto.

Los carteles y los cantos

La consigna difundida sugería llevar banderas patrias. Pero el afán de libertad y de expresión reprimido se cuela por cuanto resquicio encuentra. Así finque se entremezclaron carteles y consignas de todo tipo.

“Exiliados al paisito”, “Concertación popular”, “Amnistía irrestricta, general e inmediata”, “Madres de Uruguayos desaparecidos en Uruguay”, “Juventud a crecer en libertad”, “Por los que no están”, “Desocupados presente”, “Libertad para todos”, “Olimas de nuevo entre nosotros”, “Con libertad no ofendo ni temo”, “Fuera los yankis de América Latina”, “Madres de Uruguayos desaparecidos en Argentina”, “Amnistía”, “ASCEEP, PIT, FUCVAM”, “Democracia, libertad v amnistía” “Frente Amplio” y decenas de carteles más que se perdían entre la arboleda.

Mientras se esperaba que llegaran las 5 y 30 de la tarde, varios locutores profesionales leyeron las adhesiones del exterior. Provocaron grandes ovaciones las que mandaron el Partido Socialista Obrero Español, la de “Lula” da Silva del PT brasileño, Augusto Conte, la Juventud Intransigente de Argentina y la de Lech Walesa.

Por los altoparlantes se repitió varias veces una canción de Jarcha, ovacionada y recibida con alegría cada vez que se repetía: “Libertad libertad, sin ira libertad...guardate tu miedo y tu ira...”.

Y también con Piero “Para el pueblo lo que es del pueblo, porque el pueblo se lo ganó”. Y con el gusto de volver a escuchar a Zitarrosa, los Olimareños, para “A redoblar”, Jaime Roos y muchos más...

Y a cada momento, después de una canción o entre las frases de los locutores, surgía el ya clásico “Se va a acabar...” que copaba las gargantas por varios minutos.

El estrado

Bajo la leyenda de “Por un Uruguay Democrático Sin Exclusiones” se fueron sentando en el estrado los 124 representantes de los Partidos políticos uruguayos. Los habilitados, los no habilitados, los proscriptos y los no proscriptos. Y todos juntos, no separados en bancadas o sectores: un blanco al lado de un cívico, con un colorado, junto a alguien del Partido Demócrata Cristiano o mas acá de otro batllista, sentado junto a aquel del Frente Amplio... Todos debajo de la leyenda: por un Uruguay democrático y sin exclusiones.   

“Este acto hace años que deberíamos haberlo hecho. Si lo hubiéramos tenido a tiempo no estaría la República como ahora”, nos dijo alguien al pie del estrado.

Se trató de que estuvieran todos los partidos representados y ausencias forzosas fueron suplidas por familiares directos: estaba Marta Valentini de Masera, Matilde Rodríguez de Gutiérrez Ruiz, Silvia Ferreira de Morelli, Lily Lerena de Seregni y Elisa Dellepiane de Michelini. También había representantes del PIT, ASCEEP, FUCVAM e invitados especiales.

El himno

Antes de leerse la proclama se cantó el himno. La mayoría de la gente alzó las manos con el gesto universal de la “V” de la victoria.

Se cantó con gran emoción, acentuando la voz en el “ ¡Tiranos temblad!” Al terminar, todos se unieron en el grito de “Uruguay, Uruguay, Uruguay”. Era una muestra de patriotismo, de un auténtico amor a las bases de la nación, ni forzado ni impuesto por decisiones superiores.  

Y se gritaba Uruguay... Se pedía por Uruguay, se la llamaba, como algo que no está, que nos falta. Porque Uruguay no es lo que tenemos hoy como país: Uruguay, nuestra nación, no es otra cosa que la libertad, las urnas y la democracia que hoy no tenemos.

Candeau, la proclama y el público

Alberto Candeau, designado por los Partidos para leer la proclama, cumplió estupendamente su rol. El más natural y a la vez difícil que le ha tocado: el de uruguayo de 1983 clamando libertad en una calle llena de compatriotas.

El griterío del público se cortó cuando su voz retumbó “Ciudadanos: los partidos políticos uruguayos, todos los partidos políticos uruguayos, sin exclusión alguna, han convocado hoy al pueblo...”

La multitud acompañó el mensaje aplaudiendo cada pensamiento. E interrumpiendo muchas veces con gritos: “Libertad, libertad”, “Se va a acabar la dictadura militar”,"Uruguay, Uruguay” y “Que se vayan”.    '

Hubo un momento de rechifla: la alusión al diálogo entre políticos y militares. Y al referirse a las elecciones pre-visias para 1984. el púbiieo urgió varias .veces “Ahora, Ahora”.

La lectura de la proclama .se extendió hasta las 18 y 15. Con “Proclamemos bien alto y todos juntos para que nuestro grito raye el firmamento y resuene de un confín a otro del terruño de modo que ningún sordo de esos que no quieren oir diga que no lo escuchó” repitió dos veces Candeau en medio de una ovación y seguido por el público, “Viva la Patria, Viva la Libertad, Viva la República, Viva la Democracia”.

La Dra. Alba Róballo, ál bajar del estrado, lloró emocionada por los momentos vividos.

Ya en el pie del estrado y asediados por la prensa, algunos políticos dejaron escapar sus primeras impresiones. “Esto es como el acto constitutivo de una nación”, dijo Jorge Batlle a una radio. Alembert Vaz dijo que habla sido el acto más grande de la historia del país. Manuel Flores Silva expresó que “la voz popular ha mejorado la proclama coreando permanentemente ahora, ahora”.

Por su parte Luis Pérez Aguirre señalaba que este podía ser el inicio de una patria nueva, mientras que José Pedro Ciganda ponía énfasis en que “la democracia tiene que ser ahora, sí, ahora”.

El final

Una larga hilera de gente continuó manifestando por 18 de Julio hasta la Plaza Independencia. Un momento de tensión se vivió cuando los manifestantes se enfrentaron a la guardia de coraceros del mausoleo. Todo terminó sin mayores problemas en medio de un “Se siente, se siente, con esto es suficiente”.

Mientras se dispersaba, la gente comentaba su alegría. Había participado de la mayor concentración cívica de nuestra historia: se estima que había más de 400 mil personas —según las agencias internacionales— semiocultas por los árboles del Parque Batlle y dispersas por todas las calles laterales.

Palpamos un sentimiento generalizado: era el de haber sido protagonistas, no sólo espectadores, de un acto. Se había hecho algo, se había dado un paso: era un empujón que abría las puertas hacia algo nuevo.

“Esto ya no tiene reversión, estaba todo el mundo en la calle, vamos a una democracia total”. “El gobierno tiene que sentir esto, tiene que darse cuenta...” nos dijo un padre de familia que esperaba el ómnibus para volver a su casa. Y una mujer agregó: “Si esto no sirve para que vuelva la democracia, bueno, será para no creerlo...”

La noche llegó mientras la sensación generalizada era que la democracia debe venir ya, total, sin restricciones.

Que hay un país real que empuja por nacer. Que insiste, golpea, repite, canta, grita y escribe que el gobierno debe entender que la nación, el pueblo, no quiere seguir así ni un día más.

El pasado domingo, la mayor muchedumbre jamás reunida en Montevideo y muchos miles más en el interior del país lo volvieron a repetir. Como lo harán seguramente todas las veces y domingos, con cacerolas o con urnas, que sea necesario.

Ver, además:

  La tarde en que Candeau fue el pueblo uruguayo y después paciente coronario y Sir Thomas, de Harwood, y Rey Lear, de Shakespeare, y amenazado de muerte por teléfono, murió al final del segundo acto c/video

 

Juan Miguel Petit
"Jaque" Revista Semanario - Año I Nº 3

Montevideo, del 2 al 8 de diciembre de 1983

 

Editado por el editor de Letras Uruguay

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