Cacería para un solo enamorado
poema de Cristina Peri Rossi

 

Me pasé el día recortando palabras para ella.

No era fácil, porque había palabras duras y cortantes

que no se dejaban asir con docilidad;

las perseguía con las tijeras pero ellas fruncían el ceño

abrían las piernas, amenazaban arrojarse desde el balcón.

A veces las sorprendía distraídas,

pero cuando despertaban de su sueño de extranjeras

comenzaban a gritar y a rebelarse,

en un estallido de fricativas por el aire,

deshaciendo los espejos y los vasos.

Más fácil era atrapar a las que dormían

echadas sobre el sofá, como una playa,

pero eran palabras lúbricas y haraganas

perezosas de expresar y de pronunciarse.

Persiguiendo una palabra que tenía muchas piernas

hice tanto ruido que alguna gente se asomó por la ventana.

“Es el vecino –comentaron–

Caza palabras. Deberíamos ayudarlo”.

No sabían que era un regalo solitario.

Recorté muchas

palabras como verde

baila

          viento

álamo liviano

ven

         vamos a acostarnos

y otras palabras menudas

niñas aún

como núbil

mórbida

         caza

corza

         ánade

astil

         incensario.

Palabras maduras –muérdago

                            mármol

                            moro

                            Mauritania–

palabras estrafalarias

                            desdoro

                            pundonor

                            puericultura

y al final, separé las más queridas:

trilce – lábil – púber – araucaria.

Quería que las tocaras con los dedos

y bajo tus yemas

palpitaran

su pulpa sensible

su densidad.

Eran palabras mansas

retóricas

convencionales,

me contaste

                –la fiesta aún no había comenzado–

no sé qué cosa de un señor

llamado Jorge Luis Borges

que está de moda

y la historia de una amiga

muerta allá en el mar

en tardes lilas y lluviosas

cuando los peces bajan

a morir en la costa

y los lobos se esconden.

Fuiste a la ventana

–desde lejos pude apreciar tu desnudez

como un cuadro ocre levemente obsceno–

y me dolían las a de las sandalias

bajo tus pies.

“Hace calor afuera” dijiste

caramba, un pronóstico del tiempo,

era lo único que nos faltaba.

“Me leería un poema o estrujaría una flor”,

sin darte cuenta que entre tus dedos

estrangulabas una amaranta.

“Veremos qué pasa si las dejo caer” comunicaste

y cogiendo las palabras que yo había recortado

las lanzaste desde la ventana por el aire hasta la calle.

Por el camino se descolgó una exhalación

Lloró un gatito

Una libélula perdió las alas

Mentían los sofistas

vértigo me di

Llovían palacios

damas encerradas

princesas escarlata

fresas fucsia

y un caimán colorado.

Arca – line – fagia

leía desde la ventana

aaceldimmdoyoscolaree.

Arce – can – tttlu – che – fra – pom

“¿Has visto?” –me dijiste–

“Al final no eran tan irresistibles”

Una palabra sola

salvada del desastre

colgaba todavía del techo

como una mosca.

Me quedé pensando qué palabra sería

si no era una palabra enferma

una palabra descompuesta

una palabra que no sirve para nada.

poema de Cristina Peri Rossi
de: Diáspora (1976)

 

Ver, además:

 

            Cristina Peri Rossi en Letras Uruguay

 

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