Walt Whitman |
Es la voz enorme de la Naturaleza proclamando la alegría del vivir. Es el tremolar de una bandera llamando a todas las naciones del mundo para la acción noble y fecunda. Es la conciencia de sí mismo; la fuerza sana y libre; el orgullo de ser útil a los demás; la moral sin trabas y sin máscara; el pensamiento que ha sabido desentrañar la belleza del trabajo y la poesía de la utilidad. Plantado él mismo en la tierra, tal que un árbol; hundidos sus dos pies en el limo, firme, robusto, sano, recoge todas las corrientes de las innumeras vidas que pueblan el planeta, se nutre con su savia, absorbe sus jugos, y haciéndolos ascender por su tronco, los transforma por milagrosa alquimia de su corazón en sustancia suya, y cuando todas aquellas energías de los múltiples seres —aves y peces, reptiles y mamíferos, vegetales y minerales, substancias químicas y elementos misteriosos e imponderables— alcanzan su testa, coronada de largos cabellos, lo mismo que un árbol florece en miríadas de luminosas corolas, cuyos perfumes da a los vientos que pasan, para que los vientos, mensajeros de su dádiva, lleven a todos los pueblos del orbe, a todos los seres, a la luz y a la sombra, al bien y al mal, a lo creado y a lo que se cela más allá de la Naturaleza, su amor, su alegría, su esperanza —su fe en el Hombre, constructor del porvenir—. Nunca una voz más viril y tonante ha cantado la belleza y armonía del cosmos; jamás un soplo de mayor bondad ha corrido sobre las frentes de todos los seres que penan sobre el surco con tal entono de gracia y de redención. Walt Whitman es el poeta que hace poesía sin escribir versos, sin tomar posturas románticas o melancólicas, sin buscar imágenes iridiscentes o metáforas deslumbradoras —la hace hurgando tan sólo en la realidad, penetrando en la entraña de la materia animada, sorprendiendo el secreto y el destino de los seres, cantando la fuerza, la voluntad, la salud del cuerpo, la claridad del alma—. Walt Whitman es el predicador que dicta su curso de moral sin libros y sin pulpito, sin normas preestablecidas ni códigos religiosos, sin afán de hacer prosélitos ni propósito de adoctrinamiento: es el alma toda luz que comunica su luz porque sí, naturalmente, en una expansión de su vitalidad; es el corazón bueno que con el juego normal de la sístole y la diástole, vierte por todo el organismo del universo el líquido rojo de su ternura, de su alegría comunicativa, de su virtud emancipadora. Su moral no está en los filósofos ni en los credos; no es la moral establecida y aceptada; no es la que rige las sociedades cimentadas en la rutina, en el prejuicio, en el |
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prejuicio, en
el interés, en la hipocresía: es, sencillamente, la moral del hombre,
del hombre natural y libre, justo y bueno. Su metafísica, clara,
ingenua, sin sorites ni premisas, sin abstracciones ni nebulosidades,
busca el ser y la verdad en la realidad que nos circunda y en lo que
pueda caber fuera de nuestra realidad conocida; y por tal modo,
igualitario e inmanente, abarcándolo todo en un abrazo de amor, porque
todo lo que es y todo lo que concibe el entendimiento, por el solo hecho
de existir o de ser concebido, es digno de amor, canta a Dios y a Satán,
la luz y la tiniebla, la vida y la muerte, el bien y el mal, la virtud y
el crimen, el gesto de piedad y el zarpazo victorioso. Walt Whitman es
el hombre, todo el hombre; el orgullo del ser vertical; la dignidad del
ser pensante; el "pionner" que abre en las selvas las amplias avenidas
de las orgullosas capitales; el obrero que cifra en la fuerza y
habilidad de sus músculos más que en las bielas y ruedas de las
máquinas; la hormiga de gestos minúsculos laborando incansablemente
hasta horadar montañas, hasta detener torrentes, hasta construir su país
robándole al océano su comarca submarina. Es el hombre completo, el
hombre integral, con su entendimiento de luces conquistadoras y su
cuerpo de barro uncido a los bajos menesteres; con sus altiveces y
cobardías; con sus gestos de nobleza y heroísmo, y sus vicios, sus
pasiones y sus ignominias. Y es el vidente, la milagrosa mirada que
penetra los seres y las cosas, el tiempo y las razas, para descubrir su
destino, y dictarle un consejo, y anunciarle la buena nueva. Orgulloso
de ser americano y ciudadano del mundo, diverso y el mismo bajo todas
las banderas, múltiple y único bajo todos los climas, proclama "la
libertad que nunca muere, y la igualdad que no tiene retorno"; celebra
los animales "que no se arrodillan los unos ante los otros"; advierte
que la gran ciudad "es aquella que posee los más grandes hombres y las
más grandes mujeres"; afirma que "una brizna de hierba no vale menos que
la vida de las estrellas"; canta el hacha, el arma "bella, desnuda y
pálida", que creó las ciudades de los tiempos pretéritos, que ha
construido las ciudades que son hoy nuestro orgullo, que en el más
remoto porvenir seguirá mordiendo los árboles enormes para edificar las
ciudades de nuestros descendientes. Hermano de Emerson, por el genio
especulativo, y hermano de Poe, por la vena artística, Walt Whitman es
una de las glorias yanquis ante la cual la humanidad entera debe
descubrirse reverente. Cuando alguien que estaba al lado del presidente
Lincoln, junto a la vidriera de un balcón, le mostró la recia y
simpática figura del poeta que cruzaba allá abajo por la calle, el gran
hombre de Estado, que no le conocía, pero que conocía en cambio a los
hombres por su sola apostura, exclamó: "En verdad, tiene todo el aspecto
de un hombre". |
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Y con ese amor, sincero y profundo a los hombres, su amor y veneración por el grande país que es su patria —que llega en él a ser el único orgullo de su vida, es decir, el único orgullo de sentirse ciudadano de la más vigorosa democracia del mundo—; su amor por todas las otras patrias del planeta, ya que al par de norteamericano, se siente el corazón fraterno para las demás nacionalidades, sean las más contrapuestas y antagónicas. Y su amor, en fin, por todos los seres, grandes y chicos, nobles y protervos, sean águilas caudales, sean ínfimos gusanos que se arrastran entre las hierbas; por todas las vidas de la creación, respetables y dignas de cuenta, aunque más no sea por el solo hecho de ser expresiones de vida; por las hierbas, por las flores, por los árboles, por las aguas que surcan las tierras como una sangre fecunda, por la luz que viste los prados proclamando la belleza de la existencia. Es una especie de panteísmo, de amor patético a semejanza del que asistió al humilde hermanito de Asís. Es un impulso íntimo de todo su ser que le conduce a compenetrarse, a fundirse con la Naturaleza entera. Leed su formidable canto "Salut au Monde"; escuchadle recitar su credo en la augural composición "Partiendo del Paumanok": "Yo tomaré conocimiento de las naciones extranjeras —trazaré la geografía entera del globo y saludaré certeramente cada ciudad, grande o chica—. Y vosotras, ocupaciones humanas! Diré en mis poemas que, sobre la tierra y el mar, el heroísmo está en vosotras —y contemplaré el heroísmo desde un punto de vista americano". Y luego: "Yo soy el hombre que cree en la calidad, en los siglos, en las razas. Yo procedo del pueblo en su espíritu. — Aquí está el que canta la libre fe. — Omnes! Omnes! Que otros ignoren lo que ellos pueden. — Yo hago hasta el poema del mal, aun conmemoro esta parte. — Yo mismo soy tan bueno como malo; y así es mi Nación; y afirmo en verdad que el mal no existe". Y luego, todavía: "Sabed que por hacer llover sobre la tierra el germen de una más grande religión —yo canto los siguientes cantos ... " |
Esa voz cíclica, enorme, arrolladora, llena y colma el ámbito. Cantando al mundo, a los hombres, a la existencia, Walt Whitman es un verdadero Dios primitivo. Tiene acentos tan poderosos, que no parece sino que todos los vientos de la mitología hincharan sus pulmones: ruge tal que los volcanes en erupción. Es proteico e intrincado como una selva tropical: su pensamiento se expande en laberínticos ramajes de incisos, derivaciones y cláusulas secundarias, y se corona en una floración de ideas maravillosas. Dijérase una nueva Biblia —más poética y amorosa, desde luego, que la guerrera y cargada de odios del pueblo de Jehová —una nueva e iluminada Biblia, con sus secuencias líricas, sus cláusulas palpitantes de una cadencia interior, más serena y grave que la de los versos medidos por el cartabón métrico. Oíd ese sobrenatural "Canto del Vidente", en el que el "paralelismo hebraico" de la forma rememora la dicción del milenario libro tan caro a los pastores de las antiguas religiones, pero en el que se enciende una idea moderna, promisora, recargada de fecunda fe y de verdadero amor: "Él es el Vidente —el que puede ser vaticinado es vaticinado por sí mismo, y el que puede ser vaticinado comprueba cómo no puede ser vaticinado—. Un hombre es una admonición y un desafío —(es en vano reunirse en conjura — ¿oyes tú la risa burlona?, ¿ves los ojos irónicos?)—. Libros, amigos, filósofos, sacerdotes, acciones, placer, orgullo, se esfuerzan para dar satisfacción —y es Él quien indica la satisfacción y muestra con el dedo a los que se esfuerzan—. Sea el que fuere el sentido, cualquiera la estación o el lugar, Él puede caminar siempre, alegre, cortés, seguro, de día y de noche. — Él tiene la llave de los corazones; Él posee el don del oráculo para escrutar con sus manos los tumores". Y prosigue, amorosamente: "Él es bienvenido cerca de todos; el fluido de la belleza no es más bienvenido y universal que él. — La persona que escoge durante el día y con la que duerme por la noche, es bendita. — Cada ser tiene su idioma, cada cosa un idioma y una lengua. — Él funde todas las lenguas en la suya, y la devuelve a los hombres, y cada hombre la traduce y aun se traduce a sí mismo".
Después, universalizando la
representación:
"Los mecánicos lo toman por un mecánico
—los soldados creen que es un soldado y los marinos que tiene el hábito
del mar—, y los artistas que es un artista, y los autores que es un
autor—, y los obreros comprenden que podría trabajar y amarles. .. Para llegar, al fin, a estas afirmaciones, que encierran la esencia del Poeta y la santidad de sus Cantos
"El creador de poemas planta la justicia,
la realidad, la inmortalidad —su penetración y pujanza circundan cosas y
hombres— y ésa es la gloria y la esencia de los hombres y de las
cosas...
¿Y qué es lo que canta el Vidente? Canta a
todos los pueblos, a todos los hombres de la tierra, porque a todos, sin
distinciones, los ama por igual, con un amor verdaderamente fraterno;
canta a todas las cosas y fenómenos de la Naturaleza, porque a todas las
siente y a todos los admira por su belleza y su vida, su fuerza y
significación. Oídle en ese "Salut au Monde", de una grandeza épica
sobrenatural. "¿Qué oyes tú, Walt Whitman? —pregunta, tendiendo el
oído—. Y como una resonancia de órgano, su corazón contesta: —Oigo los
gritos del australiano domando el caballo salvaje; la danza española que
ritma el compás de una guitarra; los rumores incesantes del Támesis; los
fieros cantos franceses de libertad; las canciones del gondolero
italiano; el ritornello del muezzin árabe; las voces de bajo y soprano
en las cantatas cristianas; el grito del cosaco y las voces del marinero
que desde Okotsk empuja su barca hacia el mar; la afanosa respiración
del esclavo; el rítmico silabear de los versos griegos, las arrogantes
leyendas romanas, la historia conmovedora del Dios hermoso, el Cristo.
—¿Qué ves tú, oh Walt Whitman? —continúa—. Y como en una vorágine de
anunciaciones, sus ojos ven: —El globo enorme que gira en el vacío; los
continentes y las aguas prendidos a sus flancos; el Himalaya, el Altai,
el Kasbock, los Pirineos, los Balcanes, los Cárpatos; el Vesubio y el
Etna; los desiertos de Libia y de la Arabia; las moles de hielo del
Ártico y del Antártico; las masas líquidas enormes del Atlántico y el
Pacífico; las aguas del Indostán, del mar de China y del Golfo de
Guinea; el Mediterráneo luciente de sol y el mar que baña las aguas
heladas de Groenlandia; y ve los milenarios asientos del imperio Asirio,
de la antigua Persia, de la fantástica India; ve los hombres que
encendieron una luz en su comarca; ve los campos de batalla y crecer
sobre ellos hierbas, flores y frutos; ve las estepas del Asia, y las
altiplanicies de Abisinia, y las regiones de la nieve y del hielo. Y a
todos, en nombre de América, alta, perpendicularmente la mano, saluda al
mundo entero, sin distinciones de pueblos ni razas, porque todos, dentro
de Whitman, son un ser y una bandera".
"Las gotas que sobre vos destilo,
resurgirán en gallardos y atléticos muchachos, en nuevos artistas,
músicos y cantores; — los niños que de vos genero, engendrarán niños a
su turno; — de mis efusiones de amor yo pido hombres y mujeres
perfectas; — espero que éstos se compenetren entre sí como yo y vos nos
compenetramos ahora. — Haré cesión sobre los frutos de las ondas que se
desbordarán de ellos, como hago cesión de las ondas que de mí desbordan.
— Y es para ver el amoroso renacimiento de la vida, de la muerte, de la
inmortalidad, que yo planto ahora con tanto amor".
"Cesan mis cantos; yo los abandono. —
Detrás del reparo, tras el cual me escondo, personalmente, solo, avanzo
hacia ti. |
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Víctor Pérez Petit
Los modernistas - Tomo II
Biblioteca Artigas
Colección de clásicos uruguayos
- Volumen 90
Ministerio de Instrucción Pública
Montevideo 1965
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