Presentación del libro Sincronías y celebraciones en el MEC el 18 /2/ 2006

Sincronías/Celebraciones. Sylvia Riestra. 
Claudia Pérez

Algunos aspectos queremos destacar en este último trabajo de Sylvia Riestra, que plantearemos como puertas de acceso al discurso complejo y entramado que hace a las relaciones de una escritora entendida como sujeto fragmentado de vocación escritural, con un yo lírico, un mensaje artístico y una recepción estética.   Estos puntos de nuestro interés y nuestro efecto de lectura se definen en la expresión temática del duelo o la pérdida, la constitución de un espacio escritural atravesado por una construcción genérica en el lenguaje poético, y la preocupación ética.  Estas reflexiones nos suscita la poesía compleja de Sylvia Riestra, de contundente economía e iluminación no críptica, dotada no obstante de dobleces  que querríamos esclarecer.

 

Una conciencia de temporalidad emerge en este libro que aúna sincronías y celebraciones, que atiende al pasado y al presente percibidos por un yo en mutación y no auto-regulado, como dice en leit motiv: “Casi simultáneo fragmentario/ yuxtapuesto incompleto/ como instantáneas/ instantáneas en serie(...)” (“Comienzos, finales”) o más adelante : “Casi simultánea/ fragmentaria yuxtapuesta incompleta / como recuerdos/ como imágenes/ disparadas instantáneas sucesivas”.

 

La pérdida, o duelo por los hechos cronológicos y la vivencia personal de los mismos se manifiesta en expresiones del texto recurrentes a la temporalidad irremisiblemente perdida: “Tiraron el Muro de Berlín (...)/ Cayó, lo vencieron.”, “Nombres resignificados”, “Son Ahora” (“Territorios”), “Como cuando éramos niños” (“Guerras”), y remiten a una resignificación que atañe fenomenológicamente a una cierta construcción del yo en tránsito y en proceso. Esa fragmentación de la percepción temporal por un yo lírico que toma la palabra, podemos  leerla desde el análisis de un cierto espacio autobiográfico.

 

La escritura autobiográfica está ligada a la memoria y puede considerarse como un tropo que se presenta en la novela, la poesía, el ensayo. Seguimos el pensamiento de  Arriaga Flórez,  dejamos momentáneamente de lado la categoría de identidad femenina, siempre definida por otros,  para dar paso a la de alteridad como principio teórico, genérico-literario y de construcción de figura de autor: “la escritura autobiográfica femenina nace precisamente de un encuentro-enfrentamiento dialógico cuyo primer interlocutor es la cultura patriarcal, y se coloca, además, en un proceso de semiosis abierto, que rechaza la reificación de lo ya dicho y busca nuevas formas de decir”.[1] Figura que atañe al otro y al yo, que admite una sujeción pero a la vez un quiebre. Doble alteridad: un discurso diferente frente a la cultura patriarcal de la que surge, dedicado a un interlocutor imaginado  muchas veces en figura de hombre, una  alteridad amorosa dedicada al  lector privilegiado.

 

Referirnos a la alteridad o identidad femenina nos lleva a partir de un  marco teórico que responde al tema de una escritura femenina y  nos parece pertinente y complejizador en un contexto donde la poesía escrita por mujeres ha estado sometida a varias configuraciones más o menos románticas desde el canon patriarcal con su código de apreciación estética.  Desde este punto queremos leer la poesía de Sylvia Riestra bajo la mirada teórica de la crítica literaria feminista, feminista en voluntad de desentrañar aquellos recursos discursivos y temáticos que hacen al habla del otro. 

 

Si pensamos la construcción de los géneros como un proceso histórico conformado por la interacción y la internalización de las prácticas del habitus, hay un espacio que ha quedado ausente o vacío en la crítica y en la atención que la teoría brinda al corte de género. Los estudios literarios se han descentrado ya de la especificidad de la concepción de la literaturidad para reinsertarse en los estudios culturales desde otra perspectiva, la dicotomía de especificidad y extra-literario se desterritorializa en pro de una concepción más atravesada por otros cortes disciplinarios.   “Literatura de mujeres designa un conjunto de obras literarias cuya firma tiene valencia sexuada” dice Nelly Richard,[2] armándose así en un corpus sociocultural. Presenta  caracterizaciones rastreables a nivel simbólico-expresivo y temático sin caer en un esencialismo que obvie la complejidad de mediaciones. Constituye, entonces, una categorización válida.

 

La neutralización de la cuestión, como sostiene Richard es sospechosa: “decir que el lenguaje y la escritura son indiferentes a la diferencia genérico-sexual refuerza el poder establecido al seguir encubriendo las técnicas mediante las cuales la masculinidad hegemónica disfraza con lo neutro – lo im/personal- su manía de personalizar lo universal”.

 

Pueden distinguirse algunas fases en el desarrollo de las llamadas sub-culturas marginales: 1.- La fase de imitación de la tradición dominante e interiorización de sus modelos: coincide con la creación, en este caso,  de modelos femeninos, imágenes de la mujer; 2.- La fase de protesta y defensa de la minoría, de reivindicación de acceso al orden simbólico,  es la fase feminista, que dará lugar al feminismo de la igualdad; 3.- La fase de auto-descubrimiento, diferencia reivindicada, exaltación de un espacio femenino;  4.- La negación de la dicotomía masculino-femenino, la identidad amenazada, liberándose de la dependencia de la oposición: la fase de las mujeres. 

En este proceso de devenir histórico, “El concepto de écriture féminine, la inscripción del cuerpo femenino y la diferencia femenina en el lenguaje y el texto, es una formulación teórica significativa de la crítica feminista francesa” de los 70. Con el concepto de écriture féminine de Cixous, relacionado con el concepto de différance de Derrida y el planteo de una “divergencia delicada”, en definitiva, se subraya una naturaleza especial de la práctica literaria femenina que incluye considerar un sujeto femenino,  asociado con un canon y un criterio de recepción atravesado por el género.   Los textos femeninos, que no implican sujeto necesariamente femenino, están orientados hacia esa diferencia que pugna por visibilizarse contra la lógica falogocéntrica.  El espacio lingüístico remite a un espacio cultural que posee una concatenación de constructos que implican también a una genealogía femenina.

 

Los modelos de la diferencia que pueden ayudarnos a desagregar esa supuesta identidad femenina de la escritura son habilitados por teorías que toman el modelo biológico, lingüístico, psicoanalítico y cultural. Nos importa aquí señalar el empleo del lenguaje de manera distinta, la inserción en un canon cultural de escritura femenina en el que una poeta está encriptada.   Tal vez debamos priorizar el lenguaje como constructor de mundos, como mediación entre las cosas y nosotros, por medio de él categorizamos la semejanza y la diferencia. Desde ese punto de vista es la toma de la palabra que sigue a la toma de conciencia lo que hace que un grupo subalternizado históricamente, es decir, imposibilitado de acceder a determinados juegos sociales, acceda a la visibilidad.

 

Una cuestión se plantea llegado este punto y es el habla del otro, la sospecha de la lengua como extranjera y dominante.  Hay una forma de apropiarse de esa lengua en una construcción provisionalmente femenina, “esencialismo estratégico” de Gayatri Spivak, o en esa estabilidad provisional de Judith Butler que surge como necesidad de negociación, desde las ruinas del logos. Siempre será posible pensar que esa escritura ha estado ya quebrada por una estrategia elaborada por el débil, o por la llamada “maniobra estoica”, un “gesto de resignificación valorativa y voluntarística de los topos tradicionales”.[3] Es aquí donde la poesía de Sylvia Riestra, a menudo caracterizada como emocional, descriptora de espacios familiares y cotidianos, deja ver el sesgo del doble, la pugna dentro de la identidad sacralizada y canónica frente a otras que aparecen: “Pero otras veces una doble faz/ Empieza a insinuarse a contraluz/ La filigrana la transparencia de un deseo(...)/Me parezco demasiado a todos pienso,/Mientras fantaseo con una cirugía reparadora(...)/Para la recaptación cordial de la especie.” (“Filigranas”); o en la resistencia a la identidad, potentemente señalada, en uno de los poemas más reveladores del libro “Identificación civil”: “Mi cédula de identidad se venció(...)/-aquello sigue pendiente-(...)/Renovar la cédula de identidad/ Para que para quién(...)/Mientras tanto/ Me darán por no existente/ Estaré dada de baja/ En una lista de muertos/ En suspenso?”.

 

Si el lenguaje se ha constituido como una estructura opresora que condiciona/construye la forma del pensar y los discursos rigen las prácticas, la deconstrucción de una escritura masculina dada por una escritura femenina que escape a lo que visiblemente está autorizado surge mediante estrategias  de  desempeño lingüístico, en una suerte de literatura de colonizados. En este sentido es dable profundizar tanto en la especificidad  como en  la diferencia, ya que “una teoría de la cultura reconoce que existen diferencias importantes entre las mujeres como escritoras. Clase social, raza, nacionalidad e historia” y pone especial énfasis en el corte de género como principio constructor. Asimismo si las mujeres ha quedado fuera de un discurso histórico androcéntrico y  durante un tiempo, la investigación centrada en las mujeres constituirá una actividad de reparación histórica. Esta escritura de mujeres  se ha gestado en formas reestructuradas de los grupos dominantes, en entretelas del dominio.   Existe una zona desierta en la cultura femenina, resultado de esa intersección, que debe ser examinada con crítica y teoría centradas en las mujeres en su diferencia. Una poeta lesbiana negra estadounidense, por ejemplo, constituirá su identidad literaria a partir de la tradición dominante (heterosexual, blanca ,masculina, de una cultura femenina, lesbiana y negra silenciadas y  constituirá, de algún modo, y por medio de un “moderado nominalismo”, como dice Celia Amorós,  un tradición literaria identificable.

 

La literatura femenina puede leerse como un discurso dos voces: una dominante y otra invisible, según Gilbert y Gubar, como un  palimpsesto.[4] “Una descripción de la escritura femenina genuinamente “densa” insistiría en el género y en la tradición literaria femenina, en  los múltiples estratos que conforman la fuerza del significado en un texto”, no en la universalidad serena e indiferenciada de los textos, sino en el tumultuoso e intrigante desierto de la diferencia misma”. (Showalter 111). La escritura pone en movimiento el cruce de varias fuerzas de subjetivación, lo semiótico pulsional y lo racional conceptualizante, según Julia Kristeva. En ese sentido una posibilidad es esa bisexualidad de la escritura, esa salida al cruce del logos, esa fuerza disolutoria y a la vez constructora, adscripta a los constructos masculino-femenino. Para Richard conviene hablar, entonces,  de feminización de la escritura, como disidencia de identidad. 

 

Este poder deconstructor de la poeta canónica, de la poeta críptica, del encuentro de un margen revulsivo emergente se asocia a la preocupación ética en el texto de Riestra, una ética que, supuesta y necesariamente basada en universales, se enfrenta a la fragmentación y globalización postmoderna y así es vista en la textualidad de este libro. Constituye una ética literaria.  Martha Nussbaum  se refiere al texto literario como elemento de reflexión crítica y revela su potencialidad para cambiar ideas públicas, teoría colectiva, señalando la lectura como proceso activo y crítico.[5]  Entre la mutación histórica y la sensación de pérdida, entre la fragmentación y los restos de los grandes relatos  se yergue una expresión de deseo de trama y vuelo, y el recorrido poético de Sylvia Riestra en este libro que parece ansiar esa paz conclusiva:  “Formar una trama un poncho un ala”, y “como se teje un poncho ancho alado definitivo/ y cómo se anda esta historia/ sin perder los puntos las marcas el rumbo” (“Celebraciones”).

 

Referencias:

[1] Arriaga Flórez, Mercedes. Mi amor, mi juez. Alteridad autobiográfica femenina. Barcelona: Anthropos, 2001. Pág. 10.

 

[2] Richard, Nelly. Masculino/femenino. Prácticas de la diferencia y cultura democrática. Chile: Fco. Zegers, 1993.

 

[3] Femenías, María Luisa. Sobre sujeto y género. Bs. As.: Catálogos, 2000.  Pág. 81.

 

[4] Elaine Showalter, 109.

 

[5] Ricardo Miguel Alfonso. “Estudios literarios y compromiso ético. Dos perspectivas modernas”. En Alvarez Amorós et al. Teoría literaria y enseñanza de la literatura. Barcelona: Ariel, 2004.

Lic. Claudia Pérez

Profesora de Literatura de la Escuela Municipal de Arte Dramático "Margarita Xirgú".

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