Participación en el Homenaje a la poeta Nancy Bacelo.

Viernes 5 de octubre de 2007. Feria del Libro organizada por la Intendencia Municipal de Montevideo. 

Nancy Bacelo. In Memoriam
Lic. Claudia Pérez 

El aire se serena

y viste de hermosura y luz no usada,

Salinas, cuando suena

la música extremada

por vuestra sabia mano gobernada.[1]

Con estas palabras rindió homenaje  Fray Luis de León  al músico Salinas, organista ciego que fuera su amigo entre 1567 y 1572. Esa “música extremada” que serena el aire pude escuchar aquel 30 de noviembre del año 2003, de la voz de Nancy Bacelo, en la Jornada dedicada a la poesía (organizada por la poeta Silvia Guerra) del cierre del Primer Encuentro de Literatura Uruguaya de Mujeres.  Allí Nancy Bacelo leyó unos pocos poemas de sus libros Hay otros mundos pero vivo en éste (1993) y De sortilegios (2002). El espectáculo de su sobriedad me provocó esa “experiencia refinada e intensa” de la que hablaba Dewey.  La calidad de su poesía le aseguraba, a mi criterio, un lugar canónico en el pensamiento poético uruguayo, ganado por su excelencia estética, más que por la participación en la complicada pugna de poderes en un campo literario del que progresivamente se había retirado, en su rigor o en la “inquietud de sí” que puso en práctica en los últimos tiempos.

 

Al hablar de recepción ponemos a la luz que la completitud de la obra de arte se realiza en la  actualización que el receptor pone en juego, con su participación imaginativa. Así no me referiré a una pugna entre lo críptico y lo visible, sino a la conjugación entre forma, intensidad y contacto con el misterio, la capacidad de rozar la provisoria universalidad de nuestro dolor.

 

Con su partida  queda su obra librada a la plenitud de la polisemia; al decir de Sartre, “da la victoria final al punto de vista de otro”.[2] Así las futuras generaciones, libro en mano, otorgarán  multiplicidad de sentidos a las referencias a su gato Manú Kamal (“Perdí Kamal/qué mal perdí/perdí Manú Kamal/qué Pérdika perdí”) que, según dicen,  la llamaba en los últimos días de su enfermedad.

 

Especificidad poética

 

Volviendo a su lectura de aquel día,  me sorprendió el encantamiento, sortilegio de su mesura, el estilo moderado y sobrio, la fuerza depositada en la profundidad paradigmática más que en el eje de la extensión sintagmática, si bien proyectada en él, como señala Jakobson. La oralidad inherente al fenómeno poético me hacía comprender que la contundencia y las pausas de su poesía se correspondían con el tono, la melodía, el ritmo profundo y sentencioso de su voz. Al leerla, vuelve a sonar el recuerdo de esa su voz, especialmente al escucharla por teléfono: los tonos sombríos, los puntos, el sonido que salía de la garganta, la emisión de sus observaciones precisas. Su poesía es efecto de esa voz que era, además, voz de sabiduría del mundo. El ritmo se presenta como elemento altamente estetizante, como señala Derrida: “le coeur te bat, naissance du rythme”, y es operación de economía e intensidad estructurante de la poesía, la escucha del corazón, tanto en la expresión como en el contenido, y dentro de ellos: la sustancia como la realidad, la forma como la relación con el sistema de la lengua.

 

Dos operaciones se ponen en práctica en el lenguaje,[3] el movimiento de las cosas a las palabras, y de las palabra a la cosas, pero agrego, no como mera instrumentalidad, sino como construcción de la referencialidad.   

El lenguaje poético llama la atención sobre sí mismo, como una forma, no una sustancia, no remite a los objetos del mundo sino que los construye. “Los versos no se hacen con ideas, se hacen con palabras”, decía Mallarmé. El hecho poético comienza a partir del momento en que el mar se llama tejado, y paloma a los navíos, cuando se produce desviación lingüística, una figura, y es lo único que ofrece a la poética su verdadero objeto. Pero no debemos descartar que el pensamiento poético habilita una puerta hacia el misterio y el conocimiento no logocéntrico. Una forma simbólica intensa que por suerte escapa a la codificación de cualquier disciplina que quiera significarla. Ni el psicoanálisis, ni la filosofía, ni la sociología pueden explicar per se la complejidad del impacto del fenómeno estético. Para abordarlo Derrida incita a  “saber renunciar al saber” y a recordar que “En el deseo de la inseparación absoluta, en el no-absoluto absoluto respiramos el origen de lo poético”.[4] El fenómeno poético implica esa experiencia profunda del deseo de lo no-revelado totalmente, pero a la vez de la transformación en búsqueda de un nuevo equilibrio: “De dejarte atravesar el corazón por el dictado. De un solo trazo, y es lo imposible, y es la experiencia poemática”. “No hay poema que no se abra como una herida”, carácter de encantamiento de y por la palabra que interpela una zona interna de nuestro pensamiento simbólico y místico. La metáfora, su gran figura, que pretende hacernos llegar a lo desconocido, a lo oculto, levanta un sistema de proliferaciones complejizadoras, nos transporta en ese su traslado etimológico. Y entonces, el carácter epigramático de la poesía de Bacelo, la condensación,  no excusa sino concentra la función poética, dejando lugar a la musicalidad, con la estructura paralela de los versos, la disposición de los acentos, los puntos centradores:  

Deja caer despacio 
pendiendo así del hilo la estrategia 
y aguántate de toda pequeñez 
la noche pasa.

Así la poesía de Nancy Bacelo expresa y a la vez construye su saber de la experiencia vivida en reiteraciones, sentencias, por medio de la concentración de figuras en el poema, breve, inscripto en el espacio-soporte de la hoja cuidadosamente elegida, espacio que lo rodea sin ahogarlo, como la nada al ser frente a la fluidez del tiempo, como la probabilidad del olvido al poeta.

 

Forma de reflexión sobre la existencia

 

El carácter sentencioso emana de su poesía, especialmente en la última etapa. La preocupación por transmitir un saber se relaciona con ese fenómeno posterior al hiperindividualismo posmoderno, que trae una nueva preocupación por la ética. Su poesía, entiendo, moralista, a la usanza latina, influida por la literatura española, se orienta hacia la  búsqueda de la vida buena, en el sentido aristotélico, y a la práctica de la “inquietud de sí”: "Deja caer despacio/ pendiendo así del hilo la estrategia/ y aguántate de toda pequeñez/ la noche pasa." (11), advertencia contra la ansiedad en el juego con los otros y el pensamiento mezquino.  La poesía se entronca nuevamente con la reflexión y la transmisión de ideales, el aprendizaje de lo trascendente se cumple por medio del dolor, como la pérdida que hoy sentimos:

Las secretas ilusiones de la mano no iban

se había roto el efímero contacto

y no quedaba más que contar

(sólo un par de antifaces sobre las medias blancas

y el hilo de los zapatos que no era un cordón).

No quería llorar aunque algunos aconsejan llorar.

Fantasías de otros. No quería llorar pero los ojos me quemaban

por ardor natural cuando no querés llorar.

Pero lloré. Qué muerte no te hace llorar si querés la vida del otro que se va. De

otro que no está. Que no va a estar más.[5]

Esa aceptación sufrida del dolor, la preocupación  por "la estatura", la decepción, son temas que recorren  De sortilegios premonitoriamente. Siempre lo leí como su último libro, como epitafio. Se preconiza en él una cierta conducta en la acción, externa e interna, una postulación ética, vinculada a mi criterio con los términos: areté y eudaimonía, virtud y felicidad.  La areté es atributo de los seres y de las cosas, no comprende solamente las cualidades morales, incluye habilidades como el ingenio, capacidad para discurrir y parece sintetizarse en sabiduría, justicia, coraje y moderación, a las que se añade la piedad vinculada a la conducta correcta hacia la divinidad. Dice Bacelo modulando el tópico de la cena-vida:

En algunos festivales ves sentados

en la misma mesa

a señoras y señores que la historia

se encargará de vestir o desvestir sin lástima.

No verás la verdad con tanta claridad

como después que el tiempo afina los clarines

en los campos de lucha.

Poco importa. El apuro en quedar

no cuenta en los relojes

sino en el silencio del que atraviesa

desnudo con su luz en medio la multitud

y se escabulle para que el ruido

no estorbe la maravilla de su música

que maneja como un astronauta

empecinado en subsistir.[6]

Ajustado imperativo de autocontrol y dignidad, guiado por una potestad que parece ser la razón, la mejor de las areté, fin supremo, no sólo un bien del solitario sino especialmente del individuo público guiado por una actividad racional, conquistable día a día mediante ejercicio penoso, en la corriente del mundo, o en el equilibrio entre el mundo y la "vida retirada"; conforme a la naturaleza propia, implicando deliberación y elección según la recta razón de cada uno, el medio entre dos extremos. Y Bacelo instruye desde el final de su vida, vida pública como gestora cultural, vida íntima como poeta:

Verás la espléndida tersura 
verás las ignominias y la dicha. 
verás la vida
que es lo mismo verse 
la simple vida
la preciosa vida. (25).
Esa valoración de la vida multifacética que se abre entre los vaivenes opuestos apela a establecer espiritualmente una distancia  y también dirigirse hacia lo bueno: "como arqueros que saben también a dónde dirigen sus flechas ¿no dirigiremos las nuestras hacia donde debemos?.31 Así  Bacelo: "(...) pero haz que me ajuste a los principios de la búsqueda. No a la Búsqueda de/ los principios que han sido mi sostén32." Y es decisiva la forma en que recorre la flecha su camino, no sólo el punto adonde debe llegar.   En este sentido la areté es "la posibilidad de dominar ese disperso tejido de tensiones que configuran el espacio de la psyché".    No basta con construir un sistema teórico sino contar con las pasiones, con “la fragilidad del bien”.  Dice Bacelo: "Invéntale un lenguaje sin diccionarios académicos / y rastrea el final de cada cosa sin lastimar /sin hacer que la mano corte y mate / y después no haya guante que la cubra." La dialéctica de Bacelo es de "esto o lo otro", pero la conclusión preconiza la mesura, el punto medio que: "no es simplemente el medio de la cosa misma, es el medio con relación a nosotros", la forma de hacer las cosas del mundo sin que el daño opaque lo obtenido.   La deliberación se realiza sobre las cosas posibles, que están sometidas a nuestro poder pero que son oscuras en su desenlace, y la pregunta sobreviene frente a una íntima e insospechada derrota:

  Alguien me pregunta

 detrás del vano de una puerta fija

qué hice con los guantes

que tuve entre mis manos

qué hice que no pude

contarme y recontarme la escritura

pendiente

cómo no esquivé la prueba

de esa careta inerte que diera

con la imagen que algunos

reclamaban?

Y miro y digo y digo

esta vida no ha sido

de armarse el plano adjunto?

Qué boletín de marcha

denegué a los ejércitos

enfilados en línea contra la misma suerte? (DS 26).

Como dije al comienzo, su obra se abre a la polisemia, y con ella a todos los estudios perspectivizados que la crítica literaria no dejará de hacer. Sus libros pasarán por las manos de generaciones que se preguntarán  sobre el tránsito, el eros, las raíces,  la estrategia, el sortilegio, la pérdida, el pasaje. Investigarán sobre  esa “vida retirada”, de autoconocimiento,  de búsqueda, resguardada de la tentación de la “gloriola” como decía Nancy, refiriéndose a la vanidad del ego autoproclamado. Figura dominante, generosamente promotora de muchos poetas que hoy transitan el campo literario, se estudiará como constructora de cincuenta años de cultura uruguaya,  desafiante figura femenina de autoridad que podrán asimismo, inevitablemente, tomar los estudios de género.

 

La íntima relación entre la musicalidad del verso y el pensamiento metafórico seguirá vigente, cada vez, de aquí en más, que un estudiante tenga un libro en su mano y descubra “la maravilla de su música”. No me queda sino desear seguir conservando el sonido de su voz y vuelvo, para terminar,  al poeta elegido como portavoz de este breve homenaje,  Fray Luis de León, celebrando la vida retirada:

Y mientras miserable-
mente se están los otros abrasando
en sed insacïable
del no durable mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.            

A la sombra tendido
de yedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,

del plectro sabiamente meneado

Referencias:

[1] Don Francisco Salinas, organista ciego. Amistad de Fray Luis entre 1567 y 1572., antes de ser F. Luis encarcelado.

[2] Sartre, Jean-Paul. El ser y la nada. TIII. Pág.170.

[3] Cohen, Jean. Estructura del lenguaje poético. Madrid: Gredos, 1977.

[4] “¿Qué es la poesía?” (1988).

[5] Bacelo, Nancy. Hay otros mundos pero vivo en éste. Montevideo: Edición siete poetas hispanoamericanos, 1993.P.13.

[6] Bacelo, Nancy. De sortilegios. “Comen/sales”. Pág.15.

Lic. Claudia Pérez

Profesora de Literatura de la Escuela Municipal de Arte Dramático "Margarita Xirgú".

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