Las falsas atribuciones a Florencio Sánchez
por Nicasio Perera San Martín
n.perera@wanadoo.fr

Como este asunto generó una polémica en la prensa uruguaya, y el trabajo que la ocasionó sigue inédito, optamos por hacerlo público por Internet, tal como lo enviamos en enero a la Biblioteca Nacional de Montevideo y como una investigadora argentina lo hizo llegar al Instituto de Estudios Teatrales de Buenos Aires poco tiempo después. Hoy habría, tal vez, algunos detalles que corregir, pero ese es casi siempre el caso cuando uno cierra una investigación. Pero nos parece preferible que el público que siguió la polémica disponga del elemento central.

Lo acompañamos con una Cronología de las principales intervenciones en el tema, arriesgando ciertas repeticiones.

 

Saint-Herblain, 30 de agosto de 2012.

Nicasio Perera San Martín

 

Rastreando una pifia

    Al César, lo que es de césar…

 

Para Danilo Rodríguez Silva, en cuya casa de Atacames (Provincia de Esmeraldas, Ecuador), puse término a este trabajo.

 

En una publicación reciente, Florencio Sánchez. El escritor en su centenario[1]cometimos un error importante: le atribuimos a Florencio el pseudónimo “Jack the Ripper” que, en realidad, el autor nunca utilizó, y por lo tanto los textos publicados en la revista LA ALBORADA de Montevideo entre abril de 1900 y diciembre de 1903, bajo dicho pseudónimo.

Dábamos crédito así, a la biografía de Julio Imbert[2], a la 3ª edición de Teatro completo de Dardo Cúneo[3], a la antología de E. M. S. Danero[4], a las bibliografías de Walter Rela[5] y a la edición de Jorge Lafforgue[6].

Cabe recalcar el hecho de que, a nuestro leal saber y entender, nadie había cuestionado nunca la autoría de los textos incluidos en las ediciones argentinas. El problema remontaba pues a 1954, cuando hacía ya más de cuarenta años de la muerte de Florencio, y ningún investigador había percibido el error.

Nosotros también incurrimos en él, repitiendo, “por boca de ganso”, lo que afirmaban tan ilustrados especialistas. Pero, en el segundo capítulo de la primera parte de nuestro libro (“Las máscaras de Florencio”, p. 53-62), nos interrogábamos minuciosamente sobre las motivaciones y la intencionalidad de la profusión de pseudónimos utilizados por Florencio, y en particular sobre el hecho de que, en ese recuento, aparecía como incoherencia mayor el uso simultáneo de varios, en particular entre 1900 y 1903.

Todo ello nos llevó a una larga investigación, en la que queda demostrado que Florencio nunca firmó “Jack the Ripper” y que los textos en cuestión pertenecen a otro escritor.

La resumimos aquí, para restablecer la verdad, y para edificación de futuros investigadores.

LA ALBORADA

En primer lugar, la compulsa de los textos aparecidos en LA ALBORADA[7], y que pretendíamos editar, nos permitió comprender muy rápidamente que dichos textos no eran, NO PODIAN SER de Florencio Sánchez. E incluso que dicha atribución no resiste ni siquiera una lectura somera.

Tomando pues, cierta distancia, en primer término, resulta sospechoso que LA ALBORADA, fundada por Constancio C. Vigil[8], publicara a Florencio Sánchez en 1900, año en que éste publica en Buenos Aires Cartas de un flojo, y las lee en Montevideo, en el Centro Internacional de Estudios Sociales.

En segundo lugar, para un conocedor de la obra y de la modalidad creativa de Florencio, la regularidad de dichas colaboraciones (34 en poco más de 3 años y medio) es, simplemente, inverosímil. Florencio nunca colaboró de manera tan asidua con ninguna publicación, y no era hombre de ocuparse de varias cosas al mismo tiempo. Resulta pues inimaginable que hubiera podido hacerlo, contemporáneamente a la publicación de Cartas de un flojo, El caudillaje criminal en Sudamérica y sus primeras piezas teatrales: La gente honesta, Canillita, M’hijo el dotor.

Por fin, los títulos de las series, así como los de algunos textos, también resultan sospechosos. Veamos algún ejemplo: “Rayos catódicos”, que figura como título principal, seguido de un subtítulo, en siete de los treinta y cuatro artículos de LA ALBORADA, como segundo título (precedido de “Tertulias de botica”) en otros cuatro y, según Rela, como título único en dos, no fue nunca una expresión corriente en el Río de la Plata. Su naturaleza técnica, totalmente alejada del léxico habitual de Sánchez, lo hace sospechoso.

“Chavalongo”, título del artículo aparecido el 22 de junio de 1902, es una voz de origen araucano, que remite a una forma de dolor de cabeza, o remite a otras dolencias, en Chile, y que nunca se empleó en nuestra región.

“Rayos catódicos. Todos a vacaciones”, publicado el 15 de marzo de 1903, también está mostrando su origen extranjero. Parece casi innecesario decirlo: en el Río de la Plata vamos de vacaciones y no a vacaciones.

Si entramos ahora en los textos propiamente dichos, no se sabe por dónde empezar. Ya que vamos historiando nuestra investigación, empecemos por la anécdota. El primer texto que nos dio un sobresalto en el Museo de la Biblioteca Nacional de Montevideo, y la íntima convicción de estar ante un error de atribución fue “Oros son triunfos”, publicado el 2 de diciembre de 1900. Se trata de un diálogo entre un negro y una mujer blanca. Empieza con un piropo, sigue con requiebros y argumentos diversos. La mujer, que al principio responde airada, e incluso insulta al negro, se va con él, cuando descubre un grueso fajo de billetes en su bolsillo. Es un texto racista, misógino, machista, que hoy, bajo el reino del feminismo, sería impublicable. Ahora bien, Florencio nunca fue ni racista, ni misógino, ni machista. Por otra parte, la caricatura del habla del negro es totalmente extraña a la codificación rioplatense de dichas formas de oralidad. A partir de ese solo texto, la atribución es indefendible.

Si por algo brilló Florencio, de manera indiscutible, es por la reproducción de la fonética, el léxico y la sintaxis de los sociolectos gauchesco y cocoliche. Nunca intentó reproducir el habla de los negros (incluso Mama Rita, la negra curandera de M’hijo el dotor, se caracteriza por su sociolecto gauchesco, pero no vehicula ningún rasgo “negro”). Por su parte, el habla del negro de “Oros son triunfos” tiene algunas características de la codificación del habla negra del Caribe, lo que nos sitúa ya bastante lejos del Río de la Plata.

Si consideramos ahora otro texto, “Tertulias de botica. Cencerrada candilesca”, (LA ALBORADA, 08.02.03), las conclusiones a que nos va a llevar son similares. Se trata de un artículo polémico, de materia poética, que contiene un violento ataque al crítico y escritor cubano Fray Candil[9], y una vigorosa defensa de algunos de “nuestros mejores poetas”, señalando los nombres de tres o cuatro escritores ecuatorianos, perfectamente desconocidos en el Río de la Plata. Huelga subrayar que Florencio no participó nunca en ninguna polémica literaria, no se ocupó jamás de poesía, y probablemente nunca oyó hablar ni de Fray Candil, ni de los poetas de marras. Tiene sin embargo el artículo la virtud de orientarnos, a través del posesivo, hacia el Ecuador.

Orientación coincidente con la que aportan distintas referencias a la ciudad de Guayaquil, diseminadas en diferentes textos, y que confortan la hipótesis de que “Jack the Ripper” sería un escritor ecuatoriano. (No se lo vayan a decir a Scotland Yard, que todavía lo está buscando).

En todo caso, y dejando de lado otras muchas consideraciones que harían este artículo muy farragoso, partimos de la convicción de que esos textos no son de Florencio Sánchez, y de la idea de que Walter Rela, autor de la atribución, quien sin embargo restituyó minuciosamente la paginación, esporádica e irregular en LA ALBORADA, no los leyó, o quiso hacer una broma.

Como varios de los textos recogidos en Buenos Aires aparecen también en LA ALBORADA, la incriminación de la autoría pone en tela de juicio el conjunto. “Ciencia política” aparece primero en LA ALBORADA, bajo el título “Rayos catódicos. Ciencia política. Examen de incorporación” (02.11.900) y luego en EL SOL de Buenos Aires (01.03.901). Otro tanto cabe decir de “Los cachalotes” (LA ALBORADA, 02.12.900) y CARAS Y CARETAS, Bs. As., 16.11.901 y de “El mundo elegante” (LA ALBORADA, 07.01.901) y CARAS Y CARETAS, Bs. As., 02.11.901.

Es obvio que ninguno de esos periódicos hubiera publicado al mismo tiempo artículos de diferentes autores bajo el mismo pseudónimo. Conclusión lógica: Florencio nunca publicó nada ni en LA ALBORADA[10], ni en  CARAS Y CARETAS.[11] En cuanto a EL SOL, Florencio firmaba con su nombre (Cartas de un flojo, setiembre y octubre de 1900) o con el pseudónimo “Luciano Stein” (“La nena y el juez”, 24.04.900; “Las señoras de P. y X.”, 01.10.900; “El nuevo affiche”, 08.10.900 y “Pedro y Juan”, 24.10.900).

Dada la circulación entre las dos capitales, en esa época, tanto de las publicaciones, como de los intelectuales, es evidente que tanto en LA ALBORADA, como en EL SOL y en CARAS Y CARETAS, sabían quién era “Jack the Ripper”, y que no era Florencio Sánchez.

Desembarazados de “Jack the Ripper”, la imagen de Florencio, el transcurso y desarrollo de su obra, adquieren una coherencia que las falsas atribuciones desdibujaban.

INTERMEDIO IBAŇESCO

Estábamos en esas perplejidades, cuando “descubrimos”, por cierto muy tardíamente[12], un artículo de Roberto Ibáñez, publicado en la Revista de la Biblioteca Nacional[13], que refuta, con cierta soberbia, las atribuciones en cuestión. Y hablamos de su soberbia, porque Ibáñez no se digna siquiera citar a Rela, a quien a todas luces responde, desdeña los procedimientos del análisis estilístico y descalifica groseramente al autor de los textos aludidos (“ignorado periodista”, “borrajeador”, “pagado de purismo” p. 14).

Ibáñez discute las alegaciones de Federico Mertens[14], de Rodolfo Giusti, de Vicente Martínez Cuitiño, de Julio Imbert, y niega enfáticamente que Florencio haya usado nunca el pseudónimo “Jack the Ripper”.

En cuanto a los textos de LA ALBORADA, recoge la mayoría de los indicios que llevan a la hipótesis de un autor ecuatoriano.

No parece, en cambio, inquietarse por el hecho de que cinco textos de “Jack the Ripper” circulen en antologías y en ediciones de obras completas de Sánchez desde 1954.

“JACK THE RIPPER”: JOSE ANTONIO CAMPOS

La búsqueda en la documentación idónea sobre la literatura ecuatoriana nos llevó rápidamente al nombre de José Antonio Campos (Guayaquil, 1868-1939).

Este periodista se hizo célebre en Ecuador por la publicación, en los periódicos guayaquileños, de sus “Rayos catódicos”, recogidos parcialmente en un volumen, en 1906, con tanto éxito, que en 1907 apareció un segundo volumen, y que, en 1911, ambos fueron reunidos en una nueva edición.

Eminentes escritores y críticos ecuatorianos han ensalzado su obra. José de la Cuadra recoge el juicio de Francisco Huerta Bendón, que le llama “abuelo espiritual de la novela vernácula ecuatoriana” y nada menos que don Benjamín Carrión, le dedica varias páginas y numerosas referencias.[15], Otro recuerda que, en su infancia, él y su familia esperaban con ansiedad, los días lunes, la aparición de una nueva entrega de “Rayos catódicos”.

No habiendo encontrado en Francia ningún ejemplar de obras de José Antonio Campos, la búsqueda en Internet nos llevó a la Biblioteca Nacional de Madrid, donde encontramos los dos volúmenes de una edición de 1911 de Rayos catódicos y fuegos fatuos.[16]

En el primer volumen aparecen “El lenguaje de las frutas” (p. 70-72), “El gallo del moribundo” (p. 107-110) y “El original y la copia” (p. 203-205), o sea tres textos publicados en LA ALBORADA; en el segundo aparecen “Buscando espuelas” (p. 17-20), “El triunfo del negro” (p. 104-107),  “El talón de Aquiles” (p. 114-117), “Carta canta” (p. 156-159), “Ciencia política” (p.212-214) y “Bitter con sifón” (p. 274-276), o sea seis textos publicados en LA ALBORADA, uno de los cuales (“Ciencia política”) fue editado sucesivamente por Imbert, por Cúneo, por Danero, y por Lafforgue, como de Sánchez.

En total, nueve textos de los treinta y cuatro repertoriados por Rela, y uno de los cinco editados en Argentina presentan serias presunciones de ser falsas atribuciones.

Entre ellos, “El triunfo del negro” no es sino, con variantes, el “Oros son triunfos” de LA ALBORADA. Esto plantea una nueva serie de problemas: los cambios de títulos y la expurgación, en las versiones rioplatenses, de las peculiaridades lingüísticas ecuatorianas más marcadas, dos rasgos que obstaculizan seriamente la identificación de los textos.

Pero, por otra parte, la existencia de un “Jack the Ripper” ecuatoriano, no impide la existencia de otro rioplatense, ni excluye la posibilidad de que se plagiaran el uno al otro. Era pues necesario compulsar las fuentes de las publicaciones originales.

EN ECUADOR

La consulta de las colecciones de la Biblioteca Municipal de Guayaquil[17] nos permitió formarnos una idea mucho más precisa y cabal de la personalidad literaria de José Antonio Campos.

Este escritor –obsérvense las sorprendentes coincidencias con Florencio– comenzó publicando artículos políticos, de tono satírico, sólo que él lo hacía en una revista humorística, EL MARRANILLO, que él mismo había fundado, a los veinte años. Poco después publicó su primer libro, una novela, Dos amores, en 1899. Por entonces, como muchos escritores de la época, vivía ya del periodismo, aunque también fue, andando el tiempo, profesor de literatura en un prestigioso instituto de Guayaquil y ocupó importantes cargos en el sistema educativo.

En el terreno estrictamente literario, aparte de la novela ya citada, publicó: en 1906, 1907 y 1911, sus Rayos catódicos y fuegos fatuos[18]; en 1919, Cintas alegres (Proyecciones cómicas de la vida culta y de la vida rústica); en 1929, Cosas de mi tierra; y aún después de muerto el autor, en 1944, la Sociedad Filantrópica del Guayas hizo aparecer Linterna mágica y en 1960, la “Biblioteca ecuatoriana mínima” le incluyó entre los mejores narradores ecuatorianos.

Cabe agregar que, como periodista, se hizo célebre en todo el país con su Crónica del Gran Incendio de Guayaquil en 1896 y con Los crímenes de Galápagos. El Pirata del Guayas. Ambos trabajos fueron publicados bajo forma de volúmenes de gran circulación, como los que, hoy por hoy, publican con frecuencia periodistas franceses, italianos o uruguayos, por citar ejemplos que conocemos bien, o como el estilizado Relato de un náufrago de Gabriel García Márquez.

Aunque hayamos resumido brevemente una obra extremadamente dispersa y versátil, creemos poder afirmar que estamos lejos de la imagen de un escritor oscuro.

La crítica literaria ha valorado particularmente su tarea de costumbrista, a través de la reproducción de tradiciones, costumbres, formas de vida y habla de los campesinos de la costa de la cuenca del Guayas, los “montuvios".[19] En este terreno, se le considera como un pionero con una influencia determinante en el devenir de la narrativa ecuatoriana, cuyas series fueron siempre aún más tardías que las rioplatenses, lo que ya es decir.

El otro rasgo que se ha destacado es su humor, instrumentado, fundamentalmente, por una tonalidad satírica. Un rasgo del cual José Antonio Campos se ha mostrado muy orgulloso, al explicar su pseudónimo por el hecho de que sus lectores “se destripaban de risa”.

Desde nuestro punto de vista, cabe por fin subrayar que, aunque sus Rayos catódicos asumen formas muy variadas (los hay en verso, los hay que alinean, uno tras otro, innumerables refranes), la forma predominante es el diálogo, de gran vivacidad y soltura.

Huelga destacar que estos dos últimos rasgos –nuevas coincidencias con Florencio– han favorecido tal vez las atribuciones erróneas.

Por su parte, la consulta de las colecciones de la Hemeroteca de la Biblioteca de Autores ecuatorianos “Carlos A. Rolando”, también de Guayaquil, nos permitió identificar numerosos textos en su publicación original.[20]

En realidad, hicimos más bien  amplios sondeos, puesto que José Antonio Campos fue simple reportero, Director de página literaria, Secretario de Redacción, Director o Fundador de tantos periódicos que, aún ciñéndose al período 1898-1903, que habíamos determinado de antemano por razones obvias, una búsqueda exhaustiva hubiera insumido meses de trabajo.

El nuestro se limitó, fundamentalmente, a EL GRITO DEL PUEBLO y DIARIO DE AVISOS, dos diarios importantes y perdurables en Guayaquil, con algún sondeo en EL TIEMPO, en EL GLOBO LITERARIO y en otros periódicos regionales, si bien la totalidad de los textos identificados provienen del  primero. A ellos nos guió la excelente biografía de Rodolfo Pérez Pimentel.[21]

Antes de repertoriarlos, corresponde señalar dos escollos insalvables: 1) la falta de años enteros, o de ciertos números de los años existentes, o el muy precario estado de conservación de las colecciones; 2) las condiciones de trabajo en la Hemeroteca no nos permitían consultar a la vez los documentos y confrontarlos con libros, CD u otras fuentes, de modo que la similitud de títulos (a veces cambiados) o de temas, puede habernos llevado a pasar por alto alguno de los textos que buscábamos.

Calculamos, a ojo de buen cubero, que José Antonio Campos debe de haber escrito entre doscientos y trescientos Rayos catódicos. Pero antes de que Campos comenzara a firmarlos “Jack the Ripper” y obtuviera, por así decirlo, la exclusividad de la especie, Rayos catódicos era una sección permanente de EL GRITO DEL PUEBLO (c. 1896), tal vez creada por el propio Campos (a la sazón Secretario de Redacción), cuyos textos aparecían sin firma, o con las firmas y pseudónimos más diversos (el más frecuente: “El amigo Fritz”). Buena parte de esos textos son de Campos, pero algunos de ellos, sobre todo al principio, pueden ser de otros autores.

Retendremos, pues, sólo los textos que aparecen firmados “Jack the Ripper” y consideraremos su publicación anterior en Guayaquil como la prueba fehaciente de la autoría de José Antonio Campos. 

1) “La justicia en China” aparece, bajo el título “Cosas de la China”, en EL GRITO DEL PUEBLO, Guayaquil, 14.08.99. Cambio de título y pequeñas modificaciones en el texto en EL SOL. El motivo temático utilizado debería haber inspirado suspicacias, pues Florencio nunca sucumbió al exotismo de moda entre sus contemporáneos modernistas. Ese tipo de motivos es relativamente frecuente en Campos.

 

2) “Ciencia política” aparece, con el título completo como en LA ALBORADA (02.12.900) en EL GRITO DEL PUEBLO del 20.08.900.

 

3) “Los cachalotes” sale a la luz el 05.11.900, en el mismo diario.

Como vemos, tres de los cinco títulos publicados en Argentina (dos en EL SOL y uno en CARAS Y CARETAS) son manifiestamente de José Antonio Campos. Los que aparecen exclusivamente en LA ALBORADA son más numerosos.

4)”La trompa sensible” – EL GRITO DEL PUEBLO – 18.09.99. 

5)”Tauromaquia” – Idem – 06.11.99.

6)”Rayos catódicos. El talón de Aquiles” – Idem – 18.06.900.

7)”Rayos catódicos. Una mala noche” – Idem – 09.07.900.

8)”Rayos catódicos. Fama barata” – Idem – 30.07.900.

9)”Oros son triunfos”, bajo el título “El triunfo del negro”, el 28.11.98.

10)”Tertulias de botica. Bitter con sifón” el 19.11.900.

11)”Carta canta” el 08.09.900.

12)”La misma polca” el 28.08.99.

Si a esos doce textos, les agregamos los tres que figuran desde 1911 en el Tomo I de Rayos catódicos y Fuegos fatuos y los dos que figuran en el Tomo II, cuyas publicaciones originales no encontramos, llegamos a un total de diecisiete textos: 

13) ”El lenguaje de las frutas” (I, p. 70-72).

14) ”El gallo del moribundo” (I, p. 107-110).

15) ”El original y la copia” (I, p. 203-205).

16) ”Buscando las espuelas” (II, p. 17-20).

17) ”Blanco y negro” (II, p. 335-338).

Para abonar la buena fe de José Antonio Campos (pretensión que escandalizaría a medio Ecuador), señalemos que sí encontramos las versiones originales de otros siete textos del Tomo I y de otros veintitrés del Tomo II. Con lo cual creemos que no cabe la menor duda ni reserva en cuanto a la identidad de “Jack the Ripper”.

Una identidad que los uruguayos podrán constatar (como podrían haberlo hecho Walter Rela o Roberto Ibáñez) en los ficheros de la Biblioteca Nacional (Planta Baja), donde las fichas a nombre de Jack the Ripper remiten a José Antonio Campos, y viceversa, como fraternalmente lo confirmaron manos amigas, ya que otra vez estábamos lejos del Uruguay.

VOLVIENDO SOBRE LOS PASOS

Los problemas en torno al pseudónimo “Jack the Ripper” comienzan muy temprano. En 1913, Federico Mertens publica el artículo ya citado y se establece la costumbre de atribuirle dicha firma a los artículos publicados por el joven Sánchez en Minas (Giusti, 1920; Martínez Cuitiño, 1933, por ejemplo).

En 1937, Fernando García Esteban, que parece haber sido el primero en consultar la colección de LA VOZ DEL PUEBLO, intenta restablecer la verdad: en Minas, Florencio firmó “Jack”, “Jack (sin destripador)”, “el mismo Jack”, pero nunca “Jack el destripador”.

Pero la especie se sobrevive. Arturo Scarone, en su Diccionario de pseudónimos, Montevideo, Claudio García, 1941, p. 182-183, cita copiosamente a Giusti y a Martínez Cuitiño, pero no a García Esteban.[22]

Hasta entonces, sólo se trata del uso del pseudónimo y de los artículos de Minas.

Como ya lo vimos, en 1954, Julio Imbert, aunque conoce las puntualizaciones de García Esteban,  profundiza y agrava el problema, sosteniendo el uso del pseudónimo y publicando los textos de EL SOL y CARAS Y CARETAS, como de Sánchez.

El crédito que se le presta hace el resto, en las futuras ediciones ya citadas. 

Si retomamos por fin los trabajos en entredicho, las bibliografías de Rela y el artículo de Ibáñez, recogeremos nuevos motivos de reflexión.

Por dos veces,[23] Rela titula el texto aparecido en LA ALBORADA el 01.11.903 “Juegos fatuos” en lugar de “Fuegos fatuos”. Ese pequeño error subsume toda la personalidad literaria de Campos, quien busca afanosamente plasmar una imagen, como lo indican claramente los títulos de sus libros: Rayos catódicos y Fuegos fatuos, Cintas alegres, Linterna mágica. Algunos de los títulos que Florencio publica por esa época en EL SOL, bajo el pseudónimo de Luciano Stein, vienen también mostrando la tensión de la escritura, que apunta al hallazgo de la formulación verbal: “Las señoras de P. y X. Diálogo”, “Pedro y Juan. Diálogo”. Ese solo rasgo permitiría trazar una línea divisoria entre ambos escritores, aun cuando practican el mismo género, como actividad principal el uno, y como ocupación accesoria el otro.

Pero la confusión entre ambos no deja de ser un dislate. 

El artículo de Roberto Ibáñez, por su parte, tiene el mérito singular de rechazar de plano las atribuciones de Rela, pero se queda a mitad de camino, porque si bien discute las alegaciones de Imbert, no evoca siquiera las ediciones de Cúneo, de Danero, de Lafforgue, de difusión mucho más amplia que la biografía de Imbert, ni intenta establecer la identidad de “Jack the Ripper”.

Además, Roberto Ibáñez sucumbe lamentablemente a lo que podríamos llamar “el síndrome del aniversario”: marcar la fecha –en este caso el centenario del nacimiento– con “revelaciones” inéditas y más o menos asombrosas.

Si dejamos de lado cuestiones accesorias (el número de hermanos de Sánchez, o la fábula de la amistad con Rubén Darío), sobre las cuales tiene probablemente razón, debemos señalar que Ibáñez desarrolla dos o tres afirmaciones temerarias:

1) Florencio era sifilítico, que no otra cosa quiere decir el eufemismo “específico”.[24]

¿La fuente? Un Sr. Lisandro Ibargoyen, que conoció a Florencio durante su estadía en Mercedes (tres meses y medio, en 1898), y que a la sazón, según los datos que aporta Ibáñez y lo que él mismo dice (“Yo era apenas un muchachito cuando lo conocí”), debía tener catorce o quince años.

¿Las pruebas? … Y… por algo no tuvo hijos…

¿Cómo es posible revelar treinta y un años después de recogerlo (1944-1975), un chisme de pueblo (no creemos que Florencio le hiciera confidencias al joven Ibargoyen) transmitido cuarenta y seis años después (1898-1944) y pretender abonarlo con semejantes argumentos?

2) Florencio no tuvo relaciones con el Centro Internacional de Estudios Sociales de Montevideo antes de febrero de 1899 y por lo tanto, su primera pieza es “Los curdas”.

 

¿La fuente? Deducciones del propio Roberto Ibáñez.

 

¿Las pruebas? En 1898 dirigió durante tres meses y medio un periódico del Partido Nacional y en 1899 intentó sin éxito estrenar en Buenos Aires “Los curdas”.

 

Más allá de la endeblez del razonamiento de base, Roberto Ibáñez contradice así toda la tradición crítica, basada en testimonios de la época, que muestra a Florencio actuando (ya lo había hecho en Minas) en el cuadro filo-dramático del Centro, en español y en italiano, presentando “Puertas adentro” y ganando un concurso con “Canillita” en 1897.[25]

 

Cualquiera que sea el crédito que se preste a todo esto, el análisis interno de las obras vuelve insostenible la tesis de Ibáñez (que ya sostuviera García Esteban[26]). “Los curdas”, tal como la conocemos (estreno de 1907), es, sin lugar a dudas, por razones estéticas, estilísticas y lingüísticas, posterior a “La gente honesta” (Perera, 1975). ¿Cabe suponer que hubo una versión anterior de “Los curdas”, que nadie ha visto? Supongamos, si se quiere, pero “Puertas adentro” y el primer “Canillita”, obras incipientes, son, por las mismas razones, estéticas, estilísticas y lingüísticas, sin lugar a dudas, anteriores al ciclo sainetero, anteriores a “La gente honesta”, muy anteriores a “Los curdas” de 1907. Tal el resultado del estudio de la obra, despojado de consideraciones subjetivas.  

 

Esta cuestión de las estrepitosas “revelaciones” de aniversario se ha convertido en una tradición del discurso crítico sobre Sánchez. Con motivo del centenario de su muerte, Antonio L. Turnes “revela” que Florencio era masón.[27]

 

Dicha afirmación está basada en una fuente única, pero que reviste cierto carácter oficial, al aparecer en el sitio Web de una logia masónica.[28]

 

Sin embargo, no vemos su interés, desde el punto de vista literario. Y nos preguntamos cuándo nos van a “revelar” que Florencio era rosacruz, o que tenía marcadas tendencias homosexuales, o que, según testimonio recogido en Valle Edén, en la década del sesenta, de una venerable anciana, nieta de un zapatero de Minas, su abuelo le habría dicho que Florencio tenía la pierna derecha más larga que la izquierda, o al revés, pero, en todo caso, por eso rengueaba a la izquierda.

Un poco más seriamente (apenas): ¿cuándo dejaremos de manosear a la persona y la obra del mayor dramaturgo del Río de la Plata?

CONCLUSIONES

Mal que nos pese, y duela a quien duela, debemos sacar ciertas conclusiones. El principal responsable de la cadena de errores editoriales es Julio Imbert.

Inspirado por Mertens, Imbert fabuló, como lo hizo con respecto a un supuesto “Canillita” rosarino (Perera, Op. cit. p. 84). Como en muchos otros casos, el origen de la fábula son las “revelaciones” de aniversario.

En segundo lugar somos responsables todos los críticos que creímos la fábula y la difundimos, sin tratar de verificar sus fundamentos. Mención especial para los editores (Cúneo, Danero, Lafforgue) que, en general, se limitaron a copiar a Imbert.

Como las versiones de los artículos de “Jack the Ripper” publicadas en Buenos Aires estaban exentas de peculiaridades lingüísticas ecuatorianas, e independientemente de las analogías, de género (“artículo de costumbres”), de forma (predominancia del diálogo), de tonalidad estilística (humor sarcástico), es probable que la familiaridad con esos textos, leídos “como de Sánchez”, haya banalizado la confusión al punto de que ninguno de ellos (de nosotros) se planteara la cuestión.

La responsabilidad de Walter Rela, en cambio, no tiene –no merece– ningún atenuante. Su falta de discernimiento prolongó –agravó – el error inicial de Imbert durante décadas.

Ibáñez, que dice haber leído cuarenta artículos (Rela cuenta treinta y cuatro), sin resolver la cuestión, aprovecha la ocasión para hacer afirmaciones que parecen tener muy poco fundamento.

En el estudio de la obra de Sánchez aun hay “mucho paño para cortar”. Pero, ¡por favor!, que alguien les inspire a nuestros críticos mayor modestia.

Nicasio PERERA SAN MARTIN

(CRLA – U. de Poitiers)


 

PRINCIPALES HITOS EN LA CRONOLOGÍA DE LAS FALSAS ATRIBUCIONES A FLORENCIO SANCHEZ

 

1913: Federico Mertens, escritor y crítico argentino publica, en el tercer aniversario de la muerte de Florencio, un artículo en el que, por primera vez, se le atribuye al autor el pseudónimo “Jack the Ripper” (Mertens, (Federico) – “Florencio Sánchez. El 3er. aniversario de su muerte”, FRAY MOCHO, II, 80, Buenos Aires, 07.11.13).

1920: Roberto F. Giusti atribuye el pseudónimo “Jack the Ripper” a las colaboraciones de Sánchez en LA VOZ DEL PUEBLO, sin detallarlas ni cuantificarlas, y remite al artículo de Mertens (Giusti (Roberto F.) – Florencio Sánchez. Su vida y su obra, Buenos Aires, Agencia Sudamericana de Libros, 1920, p. 27). También se interroga sobre la autoría de “La Justicia en China” y “Ciencia política” (Op. cit. p. 36), dando a entender que podrían atribuírsele a Sánchez.

1939: La editorial Ercilla, de Santiago de Chile, publica la única obra presentada a un concurso llamado en 1937: Vida de Florencio Sánchez, del arquitecto uruguayo Fernando García Esteban. La edición agotada, y la editorial cerrada, hoy conocemos la obra, generalmente, a través de la edición corregida publicada en Montevideo, en 1970. Allí, García Esteban niega enfáticamente que Florencio haya usado nunca el pseudónimo “Jack the Ripper”. En su haber: García Esteban parece ser el primero en haber consultado las colecciones de LA VOZ DEL PUEBLO, de Minas. También pone en tela de juicio la autoría de los artículos publicados en LA ALBORADA, de Montevideo y EL SOL de Buenos Aires. (García Esteban, (Fernando) – Vida de Florencio Sánchez [1939], 2ª edición, Montevideo, Alfa, 1970, p. 26-27).

1941: Arturo Scarone, en su Diccionario de pseudónimos, Montevideo, Claudio García, 1941, le atribuye a su vez el pseudónimo “Jack the Ripper”, a Florencio (Ficha   413, p. 182-183). Cita, en su abono, y entre otros, a Roberto Giusti, a Vicente Martínez Cuitiño (“Florencio Sánchez y su obra”, artículo reproducido en LA LECTURA, Montevideo, 01.11.33, p. 26-30, que no hemos consultado), pero no menciona a Fernando García Esteban.

1954: Julio Imbert, aunque cita varias veces a García Esteban, hace caso omiso de sus alegaciones en torno a “Jack the Ripper”, y no sólo reitera el error, sino que le confiere un carácter emblemático. Es el primero en publicar “La justicia en China”, “Ciencia política”, “El hombre de la situación”, “El mundo elegante” y “Los cachalotes” bajo la firma de Florencio Sánchez. (Imbert, (Julio) – Florencio Sánchez. Vida y creación, Buenos Aires, Schapire, 1954 – Apéndice, p. 309-311, 312-313, 313-315, 316-318 y 318-320, respectivamente).

1962: Dardo Cúneo, en su tercera edición de Teatro completo de Florencio Sánchez [1941], incluye un apartado intitulado “Jack the Ripper”, en el que reproduce los textos publicados por Imbert. (Cúneo – Dardo, Teatro completo de Florencio Sánchez, 3ª ed., Buenos Aires, Claridad, 1964, p. 490-498).

1966: E. M. S. Danero reproduce también los cinco textos publicados por Imbert (Sánchez (Florencio) – El caudillaje criminal en Sud América y otras páginas, Selección, presentación y notas por E. M. S. Danero, Buenos Aires, Eudeba, 1966).

1967: Walter Rela le atribuye a Florencio el conjunto de los textos publicados en el Río de la Plata bajo el pseudónimo “Jack the Ripper”, en EL SOL (2) y en CARAS Y CARETAS (3) de Buenos Aires, y en LA ALBORADA (34) de Montevideo (estos últimos incluyen los cinco publicados en Buenos Aires, que LA ALBORADA también publicó, aunque con variantes en los títulos en varios casos). (Rela (Walter) – Florencio Sánchez. Guía Bibliográfica, Montevideo, Ulises (o Delta), 1967, p. 44-50).

1968: Jorge Lafforgue incluye, a su vez, en su edición de obras completas, los cinco textos exhumados por Imbert. (Sánchez (Florencio) – Obras completas, Introducción, compilación y notas de Jorge Lafforgue, Buenos Aires, Schapire (“Tatú” 24), T. I).

1973: Walter Rela reitera sus falsas atribuciones a Florencio, aunque en algunos casos las notas especifican “Se le atribuye a F. S.” (p. 22) o “Atribuido a F. S.” (idem). (Rela (Walter) – Repertorio bibliográfico anotado sobre Florencio Sánchez (1891-1971) (I), Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Literatura Argentina “Ricardo Rojas”, 1973).

1975: Roberto Ibáñez publica un artículo en el que, sin citar ni a García Esteban, ni a Walter Rela, niega de plano todo uso del pseudónimo “Jack the Ripper” por parte de Florencio y, por tanto, las atribuciones de Julio Imbert (e, implícitamente, las de Rela). A continuación analiza algunos elementos de ciertos textos de LA ALBORADA. Critica la “jerga oblicua” (?!) del negro de “Oros son triunfos”, recoge diversas referencias a Guayaquil y a distintos personajes ecuatorianos y hace un breve inventario de locuciones ajenas al habla rioplatense. Según él, “Jack the Ripper” era “un borrajeador del Pacífico, (…) un cronista guayaquileño, en definitiva”. (Ibáñez (Roberto) – “Florencio Sánchez. Aportes y enmiendas a su biografía”, Montevideo, REVISTA DE LA BIBLIOTECA NACIONAL, 11, 1975, p. 9-27). (El volumen contiene además un interesante aporte de Milton Fornaro sobre otros pseudónimos de Florencio).

2010: Nicasio Perera San Martín, citando varios antecedentes, atribuye a Florencio el uso del pseudónimo y los textos atribuidos por Imbert y por Rela, aunque se interroga sobre la profusión de pseudónimos entre 1900 y 1903. (Perera San Martín (Nicasio) – Florencio Sánchez. El escritor en su centenario, Buenos Aires, Simurg, 2010).

2011: Daniel Vidal es el primer uruguayo en editar textos de Jack the Ripper bajo la firma de Florencio Sánchez. Y lo hace en una edición oficial. En su prólogo, parece adherir a la tesis de Ibáñez (p. LIII-LIV), pero incluye en su edición los textos atribuidos por Imbert. (Sánchez (Florencio) – Prosa urgente – Prólogo y selección de Daniel Vidal, Montevideo, Ministerio de Educación y Cultura (Biblioteca Artigas, “Clásicos uruguayos” 185), 2011).

2012: Nicasio Perera San Martín hace público, en una conferencia, el resultado de una investigación de más de un año, realizada en Paris, Madrid y Guayaquil, y que tiene como punto de partida los textos de LA ALBORADA. Comienza poniendo en tela de juicio, por razones ideológicas, la presunta colaboración de Florencio en dicha revista, creada y dirigida por Constancio C. Vigil. Señala luego la incompatibilidad de la modalidad creativa de Florencio con una colaboración tan sostenida, prolongada y regular (treinta y cuatro textos en tres años). Rechaza, como no pertenecientes al habla común rioplatense, los títulos seriales (“Rayos catódicos”) y los de algunos textos (“Chavalongo”, “Todos a vacaciones”). Rechaza “Oros son triunfos” por ser un texto racista, machista y misógino, características ajenas a Florencio, y caracteriza la representación del habla del negro como de tipo caribeño. Rechaza “Cencerrada candilesca” por su asunto, ajeno a las preocupaciones de Sánchez, pero retiene el posesivo “nuestros”, referido a poetas ecuatorianos. Entonces revela que “Jack the Ripper” es José Antonio Campos, y da las fechas de la publicación original, en Guayaquil, de doce de los treinta y cuatro artículos atribuidos por Rela (incluyendo tres de los cinco publicados en Argentina). El error parece definitivamente destruido, casi un siglo después del artículo de Mertens.

Nicasio PERERA SAN MARTIN

Referencias:

[1] Perera San Martin (Nicasio) – Florencio Sánchez. El escritor en su centenario, Buenos Aires, Simurg, 2010.

[2] Imbert (Julio) – Florencio Sánchez. Vida y creación, Buenos Aires, Schapire, 1954. Imbert no sólo afirma que Florencio utilizó dicho pseudónimo, sino que lo convierte en una especie de representación emblemática de la personalidad de Sánchez. En un Apéndice publica “La justicia en China” (p. 309-311), “Ciencia política” (p.312-313), “El hombre de la situación” (p.313-315), “El mundo elegante” (p. 316-318) y “Los cachalotes” (p. 318-320), todos ellos firmados “Jack the Ripper”.

[3] Sánchez (Florencio) – Teatro completo – Edición de Dardo Cúneo [1941], Buenos Aires, Claridad. 2ª edición, 1952. 3ª edición, 1964. Esta última contiene una sección intitulada “Jack the Ripper” y los cinco textos publicados por Imbert (p. 490-498).

[4] Sánchez (Florencio) – El caudillaje criminal en Sud América y otras páginas, Buenos Aires, Eudeba, 1966. Selección, presentación y notas de E. M. S. Danero, que contiene los mismos textos que la biografía de Imbert, todos ellos igualmente firmados “Jack the Ripper”. 

[5] Rela (Walter) – Florencio Sánchez. Guía bibliográfica, Montevideo, Ulises, 1967 y Repertorio bibliográfico anotado sobre Florencio Sánchez (1891 – 1971 (I), Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Instituto de Literatura Argentina “Ricardo Rojas”, 1973 (“Guías bibliográficas II”). A los cinco textos publicados en Buenos Aires, y recogidos por los editores argentinos,  Rela les agrega más de treinta publicados sólo en Montevideo, en LA ALBORADA.

[6] Sánchez (Florencio) – Obras completas, Buenos Aires, Schapire, 1968. El tomo I contiene los mismos textos firmados “Jack the Ripper”: “La justicia en China” (p.98-101); “Ciencia política” (p. 109-110); “El hombre de la situación” (p.110-113); “El mundo elegante” (p. 114-116) y “Los cachalotes” (p. 117-120).

[7] Nos complacemos en destacar aquí la inapreciable colaboración de Ana Inés Larre Borges y de Graciela Guffanti, de la Biblioteca Nacional de Montevideo.

[8] Constancio C. Vigil (Rocha, 1876 – Buenos Aires, 1954). El futuro fundador de BILLIKEN (1919), en Buenos Aires, era un hombre de derecha, a quien se podría definir, en su obra, como un moralista cristiano. No acertamos a imaginar qué relación hubiera podido tener con el sulfuroso anarquista que era Florencio en 1900.

[9] Bobadilla (Emilio) – “Fray Candil” (1862-1921).

[10] Confirmación de la incongruencia señalada más arriba.

[11] El detalle arroja nueva luz sobre El desalojo. La aparición allí de los periodistas de CARAS Y CARETAS, su deslucido papel, lejos de ser una broma entre amigos, como suponíamos nosotros (Perera, Op. cit., p. 116), implica una crítica sarcástica profundamente acerba.

[12] Justo es reconocer que,  por la época de su publicación, otras eran las noticias de Uruguay que acaparaban  nuestra atención.

[13] Ibáñez (Roberto) – “Florencio Sánchez. Aportes y enmiendas a su biografía” en REVISTA DE LA BIBLIOTECA NACIONAL, 11, Montevideo, 1975, p. 9- 27.

[14] Mertens (Federico) – “Florencio Sánchez. El tercer aniversario de su muerte”, Buenos Aires, FRAY MOCHO, 07.11.13. Este artículo parece ser el origen de la falsa identificación y forma parte de la bibliografía que fustigamos en nuestro capítulo “Hagiografía y leyenda” (Op. cit., p. 75-79).

[15] V. Carrión (Benjamín) – El nuevo relato ecuatoriano, Quito, Casa de la cultura ecuatoriana, 1951. 

[16] Jack the Ripper – Rayos catódicos y fuegos fatuos por José Antonio  Campos, Guayaquil, 1911, T. I, Imprenta La Reforma, 342 p. (HA 2635) y T. II, 343 p. (HA 2636).

[17] Dejamos aquí expresa constancia de la invalorable colaboración de María Isabel Alvarado S..

[18] Aún circula profusamente en Ecuador la edición de la colección de “Clásicos Ariel”, n° 84.

[19] Calificar de “casticismos” las peculiaridades lingüísticas del habla montuvia indica una marcada ignorancia de una característica fundamental de las hablas rurales americanas: sus numerosos arcaísmos.

[20] Queremos destacar la idoneidad y la paciente colaboración de Esther Calderón Marcillo.

[21] www.diccionariobiograficoecuador.com – José Antonio Campos Maingón.

[22] Debemos la reproducción de esas  páginas  a la inapreciable colaboración, espontánea esta vez, de Graciela Guffanti, de la Biblioteca Nacional de Montevideo.

[23] Rela – 1967, p. 49 y 1973, p.12.

[24] Tal vez quepa recordar –las generaciones jóvenes no tienen razón de saberlo– que la tuberculosis y la sífilis, consideradas incurables hasta la aparición de las sulfamidas y los antibióticos, causaron estragos, en particular a partir del desarrollo de la sociedad industrial, y eran –al menos entre nosotros–  “secretos de familia” a los que se aludía con los eufemismos “pulmonar” y “específico”, respectivamente.

[25] La «Versión Maestrini» y el testimonio de Bianchi, que participó en el mismo concurso, parecen probarlo.

[26] García Esteban (Fernando) – Vida de Florencio Sánchez [1937], Montevideo, Alfa, 1970.

[27] Turnes (Antonio L.) – Florencio  Sánchez. Los misterios de su vida, pasión y muerte, Montevideo, Granada, 2010.

[28] www.logiamazzini.org.ar

 

Nicasio PERERA SAN MARTÍN

n.perera@wanadoo.fr  

 

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