La vaca negra

 
Canelones nunca ha visto seriamente alterada su vida por problemas políticos, sociales o filosóficos. Y mucho menos por aspectos raciales.
La convivencia ha sido pacífica y armoniosa primando el buen sentido de una integración social del medio más allá de viejas u ocasionales divergencias de efecto totalmente negativo.
La gente de piel oscura ha alternado sin mayores dificultades y no sólo en el ambiente deportivo donde es común limar asperezas, sino en todos los órdenes, hayan sido sociales, culturales, educativos, artísticos o de cualquier índole. 
Recuerdo una sola y curiosa excepción que no hace más que confirmar lo expuesto. En una modesta peluquería de barrio, en la esquina de las calles Pando (hoy Saravia) y Héctor Miranda, lucía un cartelito, con letra de molde, que establecía a texto expreso que el peluquero no atendía "a gente de color".
Pero, más allá de esta perla, nada digno de mención.
Nacieron, vivieron y murieron en Canelones, morenos queridos y respetados de cuya memoria se tiene cariñoso recuerdo.
Sería ingenuo desconocer algunos matices o pequeñas diferencias pero las mismas se centran en aspectos intrascendentes, de corte festivo o humorístico, travieso, si se quiere, que más de segregación hablan de una afinidad plena sobre bases de amistad y civilizada tolerancia.
Dentro de estas características se inscribe una anécdota, que nos llegara de fuente fidedigna, que da razón a que un establecimiento comercial, de más de tres décadas de existencia, llevara el inusitado nombre de "La Vaca Negra".
Pero antes, es de rigor algunos detalles.
Estaba este café en la esquina de la calle "De los Treinta y Tres" y "República Francesa", la que con posterioridad fuera nominada como Tomás Berreta. Fundado allá por 1906, tuvo actividad ininterrumpida hasta 1938, aproximadamente, alternándose en la propiedad y atención del establecimiento los Runco, Gatti, Stellardo, Prato, Gallero, Carrara, etc. con las altas y bajas propias de un lugar que, por estar prácticamente abierto todo el día requería la presencia de sus principales.
"La Vaca Negra" era un establecimiento muy especial en donde se daba, junto a las características propias de su especie, un amplio patio embaldosado, aljibe, parral y macetas floridas. Ello contribuía, en un todo, a un aspecto familiar con algo de mesón español.
La vida nocturna del Canelones de aquel entonces transcurría en los cafés. Los clubes, salvo el "Unión Y Progreso" transformado luego en el " Casino y Biblioteca Popular" aparecieron mucho después. Por otra parte, ni el "Comercial" ni el "Social", de 1921 y 1936, respectivamente conformaron, en principio, una estructura democrática, abierta totalmente al sector proletario como para posibilitar el acceso de la mayor parte de la población. Guardaban cierto tufillo elitista que, andando el tiempo, perdieron.
Todo transcurría pues, en los cafés.
En la otra esquina de la plaza, rumbo al sur, (Rodó y Treinta y Tres) estaba el Café "Sportman" de Don Luis Brause. En medio del camino, en punto casi equidistante de estos establecimientos, el café "Derby" de Don Arístides Gardey proclamaba, por su nombre, una marcada afinidad por el deporte de los reyes.
Obsérvese el sentimiento anglófilo que predominaba en el nomenclator del medio con la curiosa excepción del establecimiento que nos ocupa.
Los noctámbulos de todos los niveles coincidían principalmente, en "La Vaca Negra". Lugar de estaño, naipes y billares, lo mismo que obligada platea donde convenían artistas foráneos y valores locales, el café fue testigo de la vida del pueblo en todos sus niveles sociales, económicos y culturales.
Pero, vayamos a la anécdota que dio lugar a tan inusual denominación.
Entre los parroquianos del café alternaba un morenito que "taqueaba" muy bien al casín. La presencia de un forastero con veleidades de buen jugador provocó que se pensara en hacerle mesa con chance de ganarle. La dificultad mayor estribaba en que el forastero no jugaba por menos de cinco pesos lo que, en aquella época, constituía una pequeña fortuna. Todos los morochos, compañeros del crédito local, juntaron sus capitales pero estaban muy lejos de alcanzar la cifra necesaria.
A alguien se le ocurrió hacer una "vaca" lo que en el lenguaje del juego, como el propio diccionario de la Academia lo acepta, consiste en juntar dinero para una apuesta en común. Se pensó en llevar adelante una apertura invitando a participar a alguna otra persona de la rueda. 
Recostado al mostrador, Alfredo Facundo degustaba una cañita. Cuando le invitaron se negó rotundamente, expresando, a manera de justificación: "¿Una vaca negra? ¡¡Ni loco!!".
El inocente intento de "apartheid" local pasó al olvido, En su defecto, el más importante café de Canelones, tomó, para la historia, su curioso nombre.

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