Todo pronto y sin la orquesta

 
No sorprenderá a nadie señalar, lisa y llanamente, que la música en función del baile, constituyó factor importantísimo en las actividades recreativas de la población local. El baile ha sido, es y será, lugar de encuentro, esparcimiento y oportunidad para compartir sana alegría para la gente joven y la que no es tanto.
¿Dónde se bailaba?
En los más variados lugares. En los primeros tiempos en los salones de la Jefatura y en el "Teatro Colón", propiedad de la "Asociación Española de Socorros Mutuos de Canelones" creada en 1885 y que se bautizara con su nombre actual en 1892 al conmemorarse el cuarto centenario de la conquista del Nuevo Mundo. Y se danzaba, incluso, cuando, andando el tiempo, este local fue asiento de la "Junta Económico-Administrativa" Eran asimismo, lugar de exitosas reuniones, los Clubes sociales: el "Club Unión y Progreso" que tomara luego la denominación de "Casino y Biblioteca Popular" desapareciendo por los años treinta. El "Centro Comercial y Social de Canelones" fundado el 15 de mayo de 1921, que en 1924 pasara a ocupar el ya recordado Teatro Colón y en el cual se mantuviera hasta 1951 en que fuera emplazado en su actual ubicación. En el "Club Social Canelones" surgido a la vida el 25 de agosto de 1936 que ocupara distintas sedes. En el "Club Unión y Nacional", en los clubes de barrio, en la plaza y hasta en las calles cuando las fiestas populares lo demandaban.
En la Sociedad "Chez Nous" surgida en 1913 y con actividad hasta 1937 que fue propulsora de un sin fin de actividades bailables aunque no organizó ninguna directamente pues, según crónicas de la época, contaba con la originalidad de ser la única institución en el mundo que no tenía local.
Se rendía también culto a Terpsícore -como decían los cronistas cultos de entonces- en las casas de familia, principalmente en tiempos de Carnaval en que las populares comparsas y "asaltos", hacían época.
¿Qué se bailaba?
Mazurcas, polkas, valses y otros ritmos europeos, en los primeros tiempos. Luego, el público fue conformando su gusto particular cediendo cauteloso espacio a los bailes de moda los que una vez probados y aprobados por la capital nacional, se alistaban en el gusto lugareño alternando con la música típica, donde campeaba altaneramente el ritmo inconfundible del tango. Fox-trots, charlestons, rumbas, bugui-buguis, congas, boleros, sambas, cumbias, y mil ritmos más reinaron en la preferencia de los jóvenes por temporadas de vida dispar. Algunos exponentes, como "La Raspa" surgido de la banda sonora de un exitoso film comercial, fue delirio colectivo aunque, felizmente, acusó vida efímera.
Los nombres de los conjuntos orquestales informaban sobre el tipos de música que ejecutaban. Mientras las orquestas típicas se denominaban "Juventud", "Pampero", "Del 900", "Armonía", etc. la de los ritmos modernos indicaban una preferencia foránea: "Shimy", "Waya Wais", "The Stars", "Cubana", etc. Es de señalar que, tanto en una y otra preferencia, Canelones contó con destacados conjuntos los que prolongaron lucida actuación algunos, por varias décadas.
Demás está decir la importancia que tenía el contar con una o más orquestas de jerarquía las que, alternando dentro de los rubros clásicos, -típica o jazz, como a grandes rasgos se clasificaba entonces- permitieran el desarrollo de una velada exitosa acorde con las expectativas creadas.
Una anécdota de aquellos años:
Alfonso Pandolfo fue un muchacho de Canelones; tenía el mérito, para aquella época, de saber tocar el piano. Era el que alegraba las noches de invierno en el Casino y Biblioteca Popular. Después vino Nicanor Zeballos y más tarde Lucho Brunereau des Houillers que tocaba de oído, pero muy bien. Cierta vez la directiva del Casino había organizado un baile para determinada fecha. Cuarenta y ocho horas antes recibe un comunicado diciendo que la orquesta contratada no podía venir. Designan a Pandolfo para que fuera a Montevideo a contratar otra, cosa difícil porque se estaba sobre las fechas de fin de año. Llegaban los trenes, los pocos trenes de antes y Pandolfo no aparecía. En el último tren de la víspera del baile aparece. La Comisión en pleno presidida por el Dr. Cendán se puso de pie ¿Y? preguntaron al unísono. "Todo arreglado -contestó Pandolfo- pero la orquesta no viene...". Desde ese día, Alfonso Pandolfo pasó a la posteridad: lo que no había logrado tocando el piano, con su hermosa caligrafía, con su condición de buen empleado de la Administración de Rentas y Correos, lo había alcanzado con su original respuesta.
Ha pasado el tiempo y aún se sigue diciendo cada vez que se asiste a una inquietante espera frente a un acontecimiento deseado: "Todo arreglado pero la orquesta no viene..."
Muy pocos saben, por cierto, que se está rememorando la chispeante ocurrencia de un joven músico de Canelones llamado, involuntariamente, a constituirse en parte de su historia.
La del humor. La que siempre perdura...

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