Mentira edificante

 
El tres de mayo de mil novecientos veintiuno, en el Café que Francisco Bastón tenía en sociedad con Antonio Monserrat, en la calle República Francesa a unos metros de la "De los Treinta y Tres", pegado al recientemente inaugurado "Teatro Politeama", se reunía un grupo de vecinos con el propósito de constituir una sociedad que nucleara a "comerciantes e industriales de la localidad". Integraban la reunión, Bartolo Machín; Ramón Fernández; Francisco Florit; Héctor Scarsi y José Sala, todos comerciantes. El quince de mayo del mismo año -fecha auténtica de fundación- en sesión que fuera presidida por el citado José Sala se cuenta con la presencia de otras personas que no habían estado en la reunión anterior pero que conformaron el cuadro de fundadores de la institución: A. Clapés; Francisco Mestre; Gerónimo Oliver; Francisco Cava; Leopoldo Fontán; Juan Morena; Domingo Alberti; José Testa; C.Azzanelli; S.Bianchino; J. Volonté; Enrique Eissele y Antonio Guerra. Son también, todos comerciantes, integrantes de los más variados rubros, desde bodegueros a tenderos, pasando por peluqueros, herreros de obras, licoreros, panaderos, etc.
La Asamblea acuerda la constitución del Centro Unión Comercial e Industrial y que se le pida a la Sociedad Española de Socorros Mutuos, propietaria del "Teatro Colón" fijar las condiciones en que alquilaría esa sala para instalar en ella la nueva institución gremial y social. 
Se llevan a cabo reuniones en algunas casas de familia hasta que, en mil novecientos veinticuatro el Centro se instala en el local de la Sociedad Española permaneciendo hasta junio de mil novecientos cincuenta y uno en que pasa a ocupar casa propia frente a la "Plaza 18 de Julio".
Culmina una de las más caras aspiraciones de la gente comandada por la perseverancia y espíritu emprendedor de Don Nicolás González, y los que le acompañaban: Juan M. Riestra; José Angione; Ernesto Lumaca; Carlos Dogliotti; Antonio Raúl Alonso; Gilberto Vidal; Julio César Lapeyre y Francisco Bastón, el mismo que treinta años antes fuera testigo del nacimiento y que en el momento de la nueva etapa actuaba como Secretario de la entidad.
Don Nicolás González, a quien evocamos en esta semblanza, fue presidente del Centro Comercial y Social durante mucho tiempo. Hombre dinámico, hábil empresario y trabajador incansable, a él se debe mucho de los logros alcanzados por el Club, entre ellos, la conquista de su local actual. 
Lo que no todo el mundo sabe es como Don Nicolás logró superar un escollo que, para hacerse de la casa nueva, parecía insalvable.
Vale la anécdota y vale asimismo para agregar al curriculum que hemos señalado este rasgo de hombre eminentemente práctico, dotado de esa chispa de ingenio, condición natural de toda gente que realmente sirve.
La instancia de la nueva sede fue viable mediante el auxilio del Banco Hipotecario. Para contratar el préstamo y otorgar la hipoteca correspondiente el estatuto del Centro preveía la autorización de su Asamblea General, dada por la presencia de sus asociados en número mayor que el común.
Como el Club vivía una situación estable, económicamente consolidada y no existían problemas de especie alguna, el asociado, como es costumbre, no se interesaba por la marcha de la institución.
A los llamados por la Asamblea concurrían ocho o diez personas no pudiendo sesionar válidamente, obligando a nuevas citaciones, retrasando la decisión definitiva y, por tanto, el comienzo de la obra.
Al Presidente se le ocurrió la idea salvadora. En algunas zonas estratégicas del pueblo lanzó, como al descuido, sabiendo que iban a dar buena cuenta del rumor, que el Tesorero del Club se había llevado el dinero de las arcas sociales, Motivados por la novedad e incentivados por el escándalo a la siguiente sesión de la Asamblea General no faltó un socio, el local resultó chico para albergar a toda la concurrencia.
Cuando dio por abierta la sesión Don Nicolás confesó su proceder presentando al Tesorero -un honrado vecino de conducta cristalina- las excusas del caso. "De los dineros del Centro, no falta un céntimo."
Si no procedo así - dijo el directivo- tardaríamos años para que nos autorizaran a contratar la hipoteca. Y ya que estamos todos, ¿qué les parece si damos aprobación a este dilatado asunto?".
El aplauso cerrado de los asistentes sirvió para aprobar el trámite y arreglar la situación. Pero sirvió también, para premiar el ingenio y astucia de su inolvidable presidente.

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