Formando lista

 
Casi siempre ha sucedido que el panorama del departamento de Canelones se encuadra, dentro de su contexto, como una muestra de la realidad de todo el país. Algo como una especie de caladura de la sandía nacional.
Queremos significar con ello, que se conjuga en Canelones una media valedera entre lo que significa la urbe capitalina y el resto de la república.
Los acontecimientos políticos nos ubican en ese plano. Hace muchos años que en Canelones sucede, electoralmente hablando, lo mismo que en todo el país y, lógicamente, por el contrario, el acontecer nacional se refleja en el pequeño mundo de Canelones.
Ello ha motivado que las actividades político-partidarias asuman en nuestro medio, vital importancia y que los orientadores de las grandes corrientes cívicas dispuestas a la consulta ciudadana observen a este departamento con mucha atención y especial cuidado.
Aunque la capital departamental no es la ciudad más populosa, tradicionalmente ha sido el lugar donde se adoptan las grandes decisiones, donde se definen programas y estrategias y se conforman y ajustan las candidaturas.
Coordinar este último aspecto en un departamento tan aparcelado, con tantos y tan variados intereses regionales, supone difícil y fatigosa tarea que, no obstante, los grupos políticos deben necesariamente enfrentar.
Para ello, generalmente, se usa el clásico sistema de congresos, asambleas, convenciones o como guste llamarse a esos cuerpos deliberativos en el que, una vez evaluado méritos y condiciones de los aspirantes adoptan las decisiones que permiten constituir las listas electorales y los acuerdos a que se someten los candidatos propuestos.
La anécdota que comentamos se ubica en la Ciudad de Canelones allá por los primeros días de octubre de 1958. Bajo un panorama muy caldeado como consecuencia del agitado clima electorero que se vivía en el país se convoca para un domingo al cuerpo electoral partidario de una colectividad que no queremos nombrar y que no interesa al caso.
El encuentro que transcurre en uno de los salones del Centro Comercial y Social de Canelones se caracteriza por su vehemencia. Todos y cada uno de los distintos cargos en disputa provocan encendidas controversias. En clima por demás enrarecido se suceden insultos y todo tipo de acusaciones. 
Los gritos desaforados parecen primar en el ambiente mientras el presidente de la asamblea hace verdadera proeza para mantener el orden.
Desde una esquina, Don Félix sigue silenciosamente las alternativas de la reunión. Ubicado sobre una puerta, en posición estratégica, mira de soslayo un receptor de televisión, de lámparas, de pantalla grande, que la institución social había adquirido para brindar entretenimiento a sus afiliados en una época en que, en Canelones, eran contadas las familias que disfrutaban de ese adelanto.
De manera que paseaba su atención entre el discurrir agitado de la asamblea partidaria y una película de Cow Boy que se ofrecía por la televisión.
Es de anotar que, en esos tiempos, todas las transmisiones estaban a cargo de "Saeta T.V. Canal 10" que, con medios un tanto precarios, con más mañas que posibilidades técnicas llevaban adelante una empresa harto dificultosa.
Aquella tarde de domingo, estaban ofreciendo un "Western". Una de esas típicas películas del oeste en la que abundaban trompadas, sillazos, botellazos y tiros. La acción transcurría en el clásico "Saloon" donde el mocito procuraba vencer a la banda de cuatreros en un accionar que no sabía de treguas ni claudicaciones.
La escena era infernal.
Con el fondo monocorde de un piano -inexplicablemente sano- que aporreaba uno de los pocos sobrevivientes se destrozó todo el mobiliario, se descolgaron del techo las arañas, se derrumbaron las escaleras de acceso a la segunda planta y se hicieron añicos los espejos del bar sobre los que se apoyaban las estanterías ya casi sin botellas.
En el medio de la batahola el mocito seguía repartiendo golpes a diestra y siniestra.
En ese momento llega al local social Humberto viejo y consecuente habitué. Al ver a Don Félix que en ese instante observaba al televisor encendido, como para ponerse al día le preguntó: 
¿Qué es lo que está pasando...?
A lo que Don Félix, con su aplomo de siempre contestó:
"Parece que están formando una lista".

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