El dirigente

 
Fue el 9 de abril de 1913, en el "Café Sportman" propiedad de Don Luis Brause, ubicado en la esquina que formaban las calles, "De los Treinta y Tres" y "Rodó", en aquel entonces "Comercio". De la firma era empleado, con sus briosos catorce años, Francisco Bastón. Conscientes de la necesidad de unificar esfuerzos en una única institución más poderosa, la gente del "Orienta" como campo deportivo en el Parque Artigas y el "Darling" de reciente formación, confiaron en el trabajo en común y en el azar, para elegir un nombre que distinguiera al nuevo elenco. En el sombrero de Don Andrés Zipitría se pusieron las cédulas señaladas como Orienta y Darling El dueño de casa, Don Luis Brause extrajo un nombre y allí quedó sellada la nominación de la nueva institución que, desde entonces se llamó: "Darling Atlético Club" El nombre de "Darling" - en inglés: querido, preferido, favorito,- había sido sugerido por el farmacéutico Don José L. Peña a quien resultara primer presidente, y prácticamente, fundador: Don Roberto Borbonet.
Ya existía en Canelones, el Club Atlético Libertad fundado en el año 1906, en la "Zapatería Pandolfo" hoy calle Florencio Sánchez casi Tomás Berreta, con los colores blanco y colorado como un tributo elocuente a la pacificación alcanzada en las cuchillas patrias por las divisas tradicionales. Luego vendrían Liverpool, y tantos otros.
El fútbol, la gran pasión ciudadana, tomaba forma institucional.
El hasta entonces esfuerzo espontáneo y emotivo demandaba la presencia de un nuevo actor: el dirigente, para cumplir esa importante e imprescindible misión de administrar los clubes y encarrilarlos en una vida permanente.
Y, en Félix Machín, identificamos la aparición primera, en el escenario local de ese dirigente deportivo.
Hay una notoria diferencia entre un dirigente y un hincha de fútbol.
Sin menoscabo para esa fuerza temperamental que éste sustenta y transmite y que, naturalmente, constituye muy buena parte de la dinámica de las instituciones, ese aspecto único no alcanza para hacer evolucionar a la entidad y que ésta se proyecte progresivamente fiel al cumplimiento de su finalidad específica.
Los clubes necesitan también de dirigentes. Y ese dirigente es aquel ciudadano que, sin perder su identidad emotiva con la institución, está asistido de la ponderación, equilibrio, dedicación y espíritu de entrega suficientes para evitar que las entidades sean organizaciones meramente competitivas y dejen de cumplir con la finalidad social, cultural y deportiva que le es propia.
De forma que, el dirigente, es un grado escalafonariamente superior a la categoría de hincha. Debemos admitir, no obstante, que este último no sustituye a aquel y que, por el contrario, se ubica en un indispensable complemento., Los clubes no son únicamente empresas -aunque tengan mucho de ello, y necesitan de esa dinámica motriz del aliento y apoyo de su masa de adherentes para desarrollarse, cabal e indefinidamente.
Como todo grado superior, el dirigente conforma una posición extremadamente difícil y sacrificada. Debe ser templado, justo, consecuente, abnegado y trabajador. Debe saber cumplir a conciencia una posición generalmente ignorada e ingrata y debe resignarse hasta no ser observador del espectáculo que le agrada por cuanto el cumplimiento de sus obligaciones le aleja del escenario. Por si ello fuera poco, la función le exige aún más tributos: es el único que no participa plenamente de la alegría del triunfo para evitar excesos o extremos contraproducentes, y es también quien, en los momentos amargos de la derrota debe sacar de donde sea, fuerza de flaquezas para reemplazar el espíritu y hacer ver que, más allá de resultados, por encima de éxitos y fracasos, el deporte es lo permanente y lo que importa.
Asimismo, en un medio tan limitado, el dirigente es delegado, administrador, boletero y hasta utilero de las instituciones. Todo ello sin más satisfacciones que las del deber cumplido y sin más reconocimiento que algún homenaje que suele llegar en forma un tanto tardía.
Todas estas características que resumimos delinearon el perfil de Don Félix y se convirtieron en la cartilla elemental de los que, andando el tiempo, le siguieron en su indiscutible maestría.
Presidente casi vitalicio del Darling A.C. y ligado a la institución desde su origen, Don Félix alma, esencia y nervio del fútbol canario fue, por sobre todo, su auténtico embajador y personero.
Pero, más allá de aquel que actúa en el ámbito cerrado y un tanto egoísta de un distintivo, fue quien supo conciliar voluntad y empeño para convertirse de hecho, más que respondiendo a una nominación formal, en el primer titular de las relaciones públicas, introductor y caballeresco anfitrión de todo aquel que, invistiendo una representación deportiva, llegara a Canelones.
Arbitros, dirigentes, futbolistas, todos los que vinieron recibieron sus atenciones.
Admiraba sinceramente al hombre de fútbol, trabajador silencioso y sacrificado, cuya acción ha servido no sólo para avalar las grandes gestas del deporte, sino también para desarrollar y consolidar el patrimonio de las instituciones.
"El dirigente hace milagros administrando los menguados recursos de las instituciones. Que gran cosa sería -acotaba con entusiasmo-- que la obra pública nacional estuviera en las manos diestras, honorables y laboriosas de los dirigentes del fútbol".
Actuó siempre en actitud humilde, rechazando los primeros planos, consciente de que lo único que realmente sirve es esa acción efectiva y un tanto anónima no por callada, menos valedera.
Cuando alguien le felicitaba por su importante misión, como restándole trascendencia recurría a la salida humorística que tan hábilmente manejaba:
"En la vida, todo es cuestión de oportunidades. Como no he asumido las obligaciones de una empresa matrimonial me he volcado a esto por contar con un poco más de tiempo. Y lo sigo haciendo -apuntaba sonriendo- hoy que no tengo derecho a aspirar otras tibiezas, que no sean las del deporte y las del mate..."

Ir a índice de narrativa

Ir a índice de Cuentos Francisco

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio