Cosas del fútbol

 
Ya hemos visto cómo la actividad futbolística organizada se inicia en la primer década del siglo. Canelones, como todo el territorio nacional confía a este deporte su mayor adhesión y entusiasmo.
Pero no fue sólo el fútbol local el que campeó en la preferencia popular. El que se jugaba en Montevideo y aquel que, por ser nacional era común al Uruguay todo, tuvo su gravitación en el sentimiento colectivo.
No resultó ajena la comunidad a la primer conquista internacional que se lograra en Colombes y, cuando los Campeones Olímpicos se dignaron a llegar a Canelones, el 10 de agosto de 1924, todo el pueblo se congregó en la estación del ferrocarril para testimoniarle su homenaje.
La prensa decía cosas como éstas:
"Canelones, esta tierruca de trigales áureos y de mieses rubias, vibró el domingo 10 del corriente como un arpa prodigiosa de acordes resonantes, en un arpegio cálido, ebrio de triunfales alegros.
¿Y cómo no serlo así?, si acogía entre su seno a los valientes hijos de la patria, a los gloriosos soldados de las palestras del músculo -mitad quijotes y mitad charrúas- que revestidos con la maravillosa armadura de un corazón estupendo y ostentando en su casco de combate el lema dictado por la sabiduría helénica "mens sana in corpore sano" habían hecho tremolar, triunfante y gallarda, bajo el palio propicio de la comba de Francia, la bandera que ostenta en sus colores el blanco de las alboradas reverentes y el azul de los cielos adorables".
¡Vaya crónica!
Los campeones y delegados llegaron siendo calurosamente saludados por la multitud. Luego, en la plaza principal, subió a la tribuna el poeta Eudoro Melo quien, con la galanura y el bien decir habitual, brindó la bienvenida a los gratos visitantes.
La delegación concurrió después al "Parque Artigas" donde le fue ofrecido un banquete en el que primó "el tradicional asado y el puchero gaucho" que los futbolistas, lejos de los rigores de la concentración, cumplimentaron en forma.
Hicieron uso de la palabra, Don Eduardo Martínez Monegal, Batlle Pacheco, Martínez Laguarda y el poeta Luis Onetti Lima. Finalmente, por la noche, en el Casino, se improvisó animado baile que duró hasta entrada la madrugada, lográndose, en aquel elegante marco, como diría Rubén: "que la más hermosa sonriera al más fiero de los vencedores..."
Al día siguiente, en el Hotel Hardoy, los directivos y allegados del Club Libertad, tributaron homenaje al olímpico Zoilo Saldombide, figura de gloria, hijo pródigo de Canelones.
Así conmemoró nuestro pueblo la gesta histórica de aquellos futbolistas.
No resultó menos esplendorosa la que correspondió a la segunda conquista olímpica. "Una vez conocido el resultado del match -dice la crónica- todo nuestro pueblo se lanzó a la calle a exteriorizar su alegría por el hermoso triunfo de los uruguayos, organizándose una entusiasta manifestación que recorrió las calles de la ciudad. Por la noche, una inmensa concurrencia desbordaba la "Plaza 18 de Julio". Al llegar la columna, usaron de la palabra el Presidente de la Liga, Don Alberto L. Freyre, los neutrales; Pedro A. Pérez, Eudoro Melo, Carlos Ma. Del Cioppo, Julio C. Castromán y el Presidente de Darling, Don Mario Borbonet. "Una vez más la vida aldeana del Canelones de entonces se sentía sacudida por un acontecimiento emotivo. Y, en el centro de la plaza, nervio y corazón de la ciudad, los deportistas se unían con los poetas para evocar los triunfos de la patria.
Canelones vivió asimismo, como no podría ser de otra forma la consagración deportiva de 1930, la tercera en apenas poco más de un lustro.
Pese a que sólo distaba de la ciudad capital "nueve leguas" no era común, ni accesible a todos, la aventura de llegar a Montevideo. Un público no menor de 1.000 personas se ubicó frente a la casa "Espiga Hnos." para escuchar las incidencias de los diversos partidos del Campeonato Mundial de Football las que llegaban por un potente parlante instalado en el comercio.
Es de hacer notar que, en aquellos años, no todos poseían un aparato radiotelefónico.
Por la noche, conocido el resultado, el entusiasmo no tuvo decaimiento y mientras la plaza principal era iluminada como en sus grandes días festivos, una compacta columna que encabezaban nuestras principales instituciones deportivas, con sus banderas sociales y nacionales, recorrió a los acordes de marchas triunfales, varias calles de la ciudad, llegando a la plaza donde los señores -Francisco Bastón-, ¡nuestro querido Francisco!-, Julio C. Castromán y Juan T. Quílici, cumplieron la parte oratoria con improvisaciones elocuentes, cosechando prolongados aplausos.
La hazaña de Maracaná, de 1950, generó también una gran fiesta popular, aunque la presencia de otros medios de comunicación masiva y la facilidad de integrarse diariamente con la capital del país, conspiraron un poco contra el carácter local y autóctono de los primeros acontecimientos.
En resumen:
El Canelones de hoy y de siempre vibró ante las grandes conquistas del fútbol; desarrolló una práctica entusiasta y valiosa del deporte y aportó figuras excepcionales que pasearon su prestigio dentro y fuera del país.
Sin embargo, esa rivalidad que acicatean los localismos exacerbados, siguen asociándonos al hecho de ser la tierra en que un comisario no muy sagaz en esos menesteres, dio la orden de llevar "al gol preso" como intento para concluir con los incidentes de una cancha.
¡¡ Cosas del fútbol !!

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