Campanas al vuelo

 
Finalizada la etapa terrorista en el comienzo del siglo, los núcleos anarquistas vieron mermar su vigor y dinamismo. Tomados por una hábil política gubernamental que suavizó sus rebeliones, fueron neutralizados poco a poco, perdiendo gravitación e identidad. Algunos agotaron sus energías en el camino, en tanto, otros, fueron asimilados por los nuevos movimientos sociales que se mostraban en el escenario nacional.
El hecho, no obstante, no basta para minimizar la importancia que alcanzaron en las primeras décadas la participación de figuras, en el ámbito local, como la de Leoncio Lasso de la Vega, Angel Falco y Froilán Vázquez Ledesma, por citar algunos.
Falco, fue ganado por la Diplomacia; Vázquez Ledesma, fallecido en 1926, rindió sus rebeldías a la tranquilidad en una posición burocrática y el poeta andaluz, un 23 de diciembre de 1915 dejó su bohemia existencia en un hospital montevideano, confesando nostálgicamente:

"Dichosos fuimos, pues nos dio la suerte, 
ruidosa vida y silenciosa muerte..."

Pero Canelones fue lugar de disputas, reyertas y memorables asambleas de exaltación anarquista las que no siempre tenían un fin de fiesta feliz.
La demolición de la represa del "Molino Storace" que aprovechaba las aguas del Canelón Chico para generar energía motriz para su industria, pretextando que se anegaba un barrio pobre de la ciudad, se inscribe dentro de las más resonantes y publicitadas victorias del grupo inconformista.
La fundación por la década del veinte de un equipo de fútbol -el Bristol- con los colores rojo y negro, santo y seña del anarquismo, habla del aval de un considerable grupo de jóvenes alineados y es acaso, sugestiva respuesta para la actitud pacifista y conciliadora que, años antes, había dado lugar a que distinguieran al Club A. Libertad el blanco y colorado de los partidos tradicionales, enfrentados, hasta entonces, en las cuchillas patrias.
Los anarquistas identificaban a los enemigos del pueblo en tres rubros perfectamente definidos: milicia, capitalismo e iglesia.
Froilán había cargado contra los curas con unos versos que sirvieron para escandalizar y dividir la tranquilidad aldeana de aquella sociedad. Estimaba, el vate canario, que a los curas debían todos los males del mundo, tanto terrenos como celestiales.
Entre otras cosas, agredía a sus enemigos irreconciliables:

"¿Quién es el enemigo de la vida, 
del amor, del placer y la ternura,
del hogar que el cariño consolida?
El Cura.
¿Quién es el enemigo del trabajo, 
que enaltece a la humana criatura, 
y de ajeno sudor vive a destajo?
El Cura."

Y así continuaba planteándose un sin fin de calamidades que, en cada cuarteta, encontraban en el hombre de la sotana, la respuesta común.
Sabida, en consecuencia, la tremenda pasión anticlerical que alentaba tanto al poeta vernáculo como al maestro andaluz, eran de esperarse, de sus partes, además de estos dardos poéticos, todo tipo de travesura y tropelías en detrimento de la iglesia.
El padre Borzone no les concedía ventajas y, frecuentemente les seguía los pasos, por los cafés del pueblo donde solían encontrar público adepto para sus peculiares arengas y allí les controvertía, apasionadamente.
Una vez en que Lasso de la Vega y Vázquez Ledesma se atrevieron a entrar en la iglesia, bajó desde el púlpito y los sacó de un brazo recordándoles que se trataba de sus dominios y de que allí no cabía otra autoridad que la del Señor Cura.
Dicen que en ocasión de los discursos de estos personajes, en la plaza pública, pero frente a la parroquia, el cura echaba las campanas al vuelo para acallar sus voces, mientras el pueblo disfrutaba de la original contienda.
Se nos ocurre que esto que sucedía por los primeros años del siglo bien pudo ser la fuente inspiradora del italiano Giovanni Guareschi creador, treinta y pico de años después de "El pequeño mundo de don Camilo" que mostraba la eterna rivalidad entre un cura campesino y el Alcalde comunista de la parroquia.
¡¡ Nada nuevo, bajo el sol !!

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