Intensidad y altura
por
Aurelio Pastori

Del libro "Asuntos personales"
margara.ramos@gmail.com

Fue un día largo y que no olvidaremos.

Tomamos el tren "de los turistas" en el Cuzco y a través de la Pampa de Anta primero y del valle del Urubamba después, llegamos a Machu-Picchu. Ahí teníamos una estratégica reserva en el único y sencillo hotel que existía por aquel entonces junto a las ruinas. Como la multitud las inundaba en la tarde, resolvimos dejar muestra visita para la mañana siguiente y dedicarnos a escalar en solitario el Huayna Picchu. Es éste el cerro en forma de dedo que se ve, atrás del todo, en la mayoría de las fotos que promocionaban el lugar.

Para ir hacia él hay que caminar por una especie de caballete, dejando a la derecha la garganta del Urubamba (que desde allá abajo se hace oír y cómo) y luego iniciar una subida primero suave después abrupta, casi vertical. Hay escalones tallados en la resbalosa roca, hechos para pies bastante más cortos que los nuestros, hay paredes altas y oscuras que se deben bordear con un poco de instinto y otro poco de obediencia, y por supuesto, hay precipicios que más vale no mirar. La vegetación hace lo suyo, ayudando o dificultando los pasos y la visibilidad.

El tramo final es desnudo y duro, con escalones como para pies de niño, pero lo que se empieza a ver y a sentir compensa todo. El Urubamba se ha perdido en la profundidad, a nuestra altura están los otros cerros empinadísimos y cubiertos por la selva y lejos, los nevados. En todo el trayecto y la subida no vimos un solo ser humano. Cuando alcanzamos la cima, sí. Estaba sentado con las piernas cruzadas y la frente dirigida hacia el sol. Nos oyó llegar y abrió los ojos. Éramos tres: mi mujer, mi hijo de 12 años y yo. El hombre nos dijo simplemente: "Hola". Catalán, vivía en Barcelona, estaba en viaje de negocios. Resultó fácil simpatizar a esas alturas.

En la cumbre del Huayna hay un pequeño espacio bastante llano, salpicado por grandes bloques de granito, y hay un triángulo, marcado en la piedra, que "apunta" hacia Machu Picchu. La ciudadela se despliega allá abajo, la visibilidad es magnífica, y resulta fácil imaginar el pie de un vigía inmóvil apoyado en el triángulo. Nada importante escaparía a su atención.

Sobre las borradas huellas de aquellos vigías nos fotografiamos varias veces. Colaboró el catalán y fue fotografiado a su vez.

Nos costó mucho decidirnos a emprender el regreso. En la altura había una perfección sosegada. Nunca pude recordar si había viento, o frío o calor, ni siquiera si el sol deslumbraba. Las fotos muestran nuestros rostros de entonces, la claridad del día, por supuesto la cordillera, y Machu Picchu, digamos, a nuestros pies.

Pero el catalán y nosotros iniciamos el descenso seguros de llevarnos otras cosas. Y el descenso fue fácil. Los angostos escalones y las murallas de piedra significaban ahora algo más. Y lo mismo el rumor del Urubamba, cuando lo volvimos a oír.

por Aurelio Pastori 
Del libro "Asuntos personales" (oct. 2010, Bs.As.)
margara.ramos@gmail.com
 

Ver, además:

 

              Aurelio Pastori en Letras Uruguay

 

Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce   

Email: echinope@gmail.com

Twitter: https://twitter.com/echinope

facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce

instagram: https://www.instagram.com/cechinope/

Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/ 

 

Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay

Ir a página inicio

Ir a índice de crónica

Ir a índice de Pastori, Aurelio

Ir a índice de autores