Virtudes y defectos
Julio César Parissi

El paso del tiempo y la convivencia son las formas crueles de tirar abajo cualquier ilusión. Muchas parejas, al cabo de unos años, empiezan a odiar todo aquello que fue motivo de enamoramiento. Si el tipo era un metódico, un ordenado que se destacaba de sus amigos roñosos, al final de unos años es un insufrible maniático de la limpieza. Si ella era una soñadora exquisita, hoy es una tarada que se olvida de todo. El joven que era un símbolo de la humildad hoy es un fracasado y la chica inteligente una competidora despiadada. Aquella virtud que el tipo vio en su novia y que la convertía en una chica seria, en el matrimonio resultó que eso se llama anorgasmia. El matrimonio no cambia a la gente, solamente las desenmascara. Un tipo bohemio en realidad era un vago, el ahorrativo un tacaño y la divertida un gato. Y, si por el contrario, el hombre no se casó con aquella novia porque pintaba para casquivana y la cambió por otra que era la virginidad inmaculada, ahora se lamenta de la elección cada noche que ella pretexta que le duele la cabeza. Muchos tipos tienen, desde su nacimiento, costumbres escatológicas, pero en su juventud y en el marco de un picnic o una despedida de soltero pasan como divertimentos y gracejos. Después del casamiento, ese mismo tipo pasa a ser «un cerdo que vive haciendo asquerosidades». Es que toda mujer, al principio, cree que se casa con su príncipe azul. Pero al cabo de unos años se da cuenta que el príncipe destiñe.

Un factor importante en la desilusión post casamiento tiene que ver con la guita, algo que cambia los sentimientos y las virtudes. Cuando eran novios, el joven se pasaba horas mirándole su carita de ángel mientras ella dormía. Pero hoy se vuelve loco cuando ella se duerme y pierde el premio por presentismo. Otros creen cumplido el sueño al casarse con una rubia. Al cabo de un tiempo se dan cuenta que las morochas son más económicas, por lo menos en cuanto a tinturas y peluquería. Los tipos muy locos deslumbran a las mujeres durante el noviazgo, pero son un desastre como maridos. La misma locura que admiraron la critican luego porque al hogar hay que mantenerlo y la última vez que la mujer vio un mango fue cuando agarró una olla. Y vacía. Es que las más formidables virtudes pueden terminar siendo terribles defectos. Para lograr esa mutación tan radical sólo se necesita una simple libreta de casamiento.

A pesar de todas estas calamidades, hay matrimonios que duran mucho tiempo. Y eso gracias a que están tan resignados a soportarse los mutuos defectos que, a cierta altura de la vida y como decía Borges, ya no los une el amor sino el espanto.

Julio César Parissi
De "
El Club de los Ghost Writers"

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