El viejo que se sienta en el banco
Julio César Parissi

El viejo va todas las mañanas y se sienta en el banco de la placita en donde desembocan tres calles formando cinco esquinas. Luego, como siempre lo hace, mira a su alrededor inventariando recuerdos: allá, en donde está ahora el supermercado, estaba el bar; hoy, ni el edificio es el mismo. A la derecha se encuentra el local de un almacén, pero sus cortinas no se suben desde hace una década. Al costado había un baldío tapiado, y al lado una casa con jardín y rejas, que ya no tiene jardín ni rejas sino una vereda de baldosas grises. Casi todos los que pasan a su lado son desconocidos; cada vez hay menos gente a quien saludar. Hace muchos años que no aparece por la placita la mujer que paseaba su perro. Sin duda murió y él no está enterado. Tampoco el sastre de la otra cuadra, ni la parejita del quiosco de golosinas, ni el vendedor de los diarios vespertinos. El viejo desvía la vista y busca un largo corredor de la casa de una de las esquinas. Espera que por allí salgan los pibes, sus amigos de la infancia. Esa es la razón por la cual el viejo se sienta todos los días en el banco. Espera que salgan, para juntarse a jugar o a charlar. Desde que volvió a su barrio, hace diez años, los espera. Se sienta y aguarda; algún día, tal vez, aparecerán corriendo hacia la calle.

Es así como le digo. Este viejo que se sienta en el banco vive aguardando que se le dé ese momento mágico.

Julio César Parissi
De "Breves cuentos porteños"

Ir a índice de Narrativa

Ir a índice de Parissi, Julio César

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio