Reflexiones a propósito de la ficción
Julio César Parissi

Siempre me preocupó saber cómo se encara de la mejor manera la escritura de ficción. Por lo general comenzamos —yo, usted, él y casi todos—con el error habitual que consiste en tratar de transformar un recuerdo real en una página de ficción. Y la cosa está por otro lado, justamente por el lado opuesto a ése.

Tengo algunas ideas particulares, que considero originales y que deseo compartir con el lector, lo cual indica una de estas dos cosas: que no soy nada egoísta o que sí lo soy y supongo que esto no lo lee nadie.

En primer lugar, la ficción debe asumirse como lo que es: fábula, fantasía, imaginación, invención, fingimiento y, agreguemos, hipocresía. En criollo podemos decir que todo lo que hagamos en el terreno de la ficción deberá ser, sin ninguna duda, falso o mentiroso. Esa es la verdad y la razón de la ficción. Por lo tanto en la ficción lo falso es la verdad, y la verdad, en la ficción, se transforma en mentira.

¿Cuántas veces escuchamos decir: “Escribí una novela basada en un hecho real”, con lo cual el autor trata de hacernos ver que su texto es importante porque narra hechos sucedidos? Quizá la falla de su trabajo, si la hubiera, será ésa: todo aquello que sea tomado de la realidad jugará en contra, si es que estos datos reales no están al servicio de la ficción. Serán buenos elementos cuando estén puestos para dar credibilidad a un relato inventado. Están para ser distorsionados, falseados y cambiados en función de una narración imaginada y no como una crónica de la realidad.

¿Dónde está la razón de ser de un escritor de ficción? Está en el trabajo de inventar. Haciendo la crónica de hechos ya sucedidos está cercenando esa posibilidad y le quita fundamento. Lo pone como mentiroso en relación a su labor, que es la de imaginar. No está imaginando sino copiando. Porque, reitero, en la ficción lo verdadero siempre es falso.

Si esto es así, ¿alcanza con inventar una historia para que el trabajo tenga valor? Entiendo que no, porque el trabajo de ficción realmente acabado necesita de dos mentiras sucesivas o en conjunción. En primer término, el lector debe creer que lo que inventamos es real, que no es fruto de nuestra imaginación sino que somos cronistas de hechos que se produjeron ajenos a nuestra voluntad. Y en segundo término, el lector debe creer que lo único que nos interesa es contarle esa historia cuando en realidad lo que nos mueve a escribir es hacer literatura, ejercitar un arte, para nuestro regocijo o para nuestras búsquedas espirituales. Sin esta segunda intención el texto que elucubremos será irremediablemente pobre, playo y olvidable. Como lo son las malas novelitas policiales y románticas que se venden en las terminales de transportes.

Por otro lado, si el lector descubre una de estas mentiras, o las dos, la labor será un fracaso. Hay que recordar y tratar de imitar a esos sujetos que andan por la vida dedicándose a hacer el cuento del tío. Sus mentiras deben ser tomadas por verdades por la víctima si es que quiere tener éxito con su trampa. El autor debe usar la misma técnica —con otros fines, se entiende— pero que lo llevan a un mismo lugar: obtener la credibilidad del lector, aun en el caso de que la narración sea una sucesión de los mayores disparates que puedan desafiar la lógica conocida del tiempo o la materia.

El relato de ficción ha teñido tanto a la palabra escrita que, salvo algunos textos, todo debería ser tomado como ficción. Incluso las explicaciones sobre los textos de ficción deberían catalogarse como ficticios. Por supuesto, menos éste que estoy escribiendo con total seriedad, con la intención de que usted tenga alguna respuesta para sus dudas.

Y si miento, que me quede mud

Julio César Parissi
De "
El Club de los Ghost Writers"

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