Reconozcamos que los periodistas somos un poco burros
Julio César Parissi

Antes de que saliera el primer número de una revista de humor que dirigía, recibimos una carta de un lector preocupado por las faltas e incorrecciones en los textos periodísticos. Si bien no soy un dechado de virtudes en esto de escribir, y debo tener varios errores de los cuales todavía no me di cuenta, jamás cometí ni cometeré los horrores que algunos colegas perpetran.

No se trata de un gusto personal en cuanto a los términos empleados en la redacción periodística, que los tengo. Por ejemplo, odio los neologismos al cuete y no me desagrada tanto la inclusión de nuestro entrañable lunfardo en el idioma español académico. No se trata, tampoco, de las palabras inglesas que terminan siendo verbos en nuestro lenguaje diario (“seteá todo de nuevo” o “cliqueá en el icono”), que se emplean por comodidad. Se trata de las barbaridades que se cometen en diarios, en  revistas, en radio y en televisión, en detrimento del idioma, disparates que en otras épocas estaban reservados para los escolares vagonetas o para alumnos con coeficiente diferente al normal. Hay errores que pasaron al lenguaje cotidiano y nadie se siente molesto al escucharlos; al contrario, cada vez se los usa con más frecuencia. En ese caso se encuentran los sustantivos que se utilizan como verbos, cuando nuestra lengua tiene verbos a patadas para indicar cualquier acción.  Lo terrible es que están haciendo escuela de la burrada porque, como se creía antes y como se cree también hoy, la gente acepta como bueno lo que sale en los diarios. Una cosa es que se diga o se escriba mal en el ámbito escolar en donde se supone que uno está ahí para aprender, a que se escriba en un diario en donde se supone que uno está ahí para enseñar.

Aparte de las faltas de ortografía, con las cuales se llenarían varias canastas, hay un error reiterado y cada vez más frecuente debido al desconocimiento del cambio de género del artículo en algunos sustantivos para evitar la cacofonía. ¿Me sigue? En el singular, los sustantivos de género femeninos que comienzan con a acentuada (con o sin tilde) cambian el artículo femenino al masculino. Ala, águila, arma, agua, hambre, hacha, etcétera, salvo si se interpone una palabra entre el articulo y el sustantivo. Tiene sus excepciones, como agria o árida, o si se quiere designar el sexo (la árabe) o letras (la hache). En el plural, mantienen su género natural porque la s de los artículos evita el mal sonido. Pero, encontramos que nuestros periodistas —un número grande, no se crea— escriben o dicen por radio: los armas, los hachas, los alas, los águilas o los aguas. ¿Se imagina a la película de Hugo del Carril con el nombre cambiado: “Los aguas bajan turbios”?

Y el colofón, la perla negra, la vi en un titular catástrofe de hace un tiempo en nuestro conocido diario “Crónica”, de Buenos Aires. Letras amarillas sobre fondo negro, cuerpo 240, en dos líneas: “Mucho hambre”.

Y, si lo dice el diario, se debe escribir así...

¿Sabe porque pasa esto? Porque el periodista, en general, lee poco y nada, y para ejercer la tarea de juntar letras e hilvanar frases con cierto criterio hay que ser un buen lector. A pesar de esto, tengo miedo que me digan: “¿Qué querés que lea? ¿No viste lo mal que escriben...?”.

Julio César Parissi
De "
El Club de los Ghost Writers"

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