El elogio a la basura
Julio César Parissi

Uno no entiende como muchos plásticos venden en miles de dólares las mismas pinturas que cuando nosotros de chicos la hacíamos en las paredes, nos ligábamos tremendas palizas.

El arte moderno no es tan complicado como parece a primera vista. Sólo hay que tener en cuenta un par de conceptos para no quedar afuera: todo lo que no se entiende, es profundo,  y todo lo que es horrible, está bien. Porque desde hace un siglo a esta parte, eso que llamamos la plástica moderna es un vale todo donde no hay pautas ni referentes. Muchos insignes estudiosos han explicado hasta el cansancio que eso es así porque debe ser así, y si no, sería de otro modo. Esta explicación me deja muy conforme porque, como dije antes, el arte moderno no tiene pautas. Es por esa causa que la mayoría no se atreve a criticar las nuevas tendencias artísticas para evitar que los tomen por ignorantes. Prefieren decir que lo que ven es bueno, con lo cual sólo se arriesgan a que los tomen por estúpidos, que es mucho mejor. Porque un estúpido es útil y un ignorante es despreciable. Hace un tiempo, un plástico yanqui hizo una instalación con pedazos de vacas, moscas y otras basuras similares —convengamos que no es el único ni el primero que perpetra instalación semejante—. Si esa misma exposición la hacían en Buenos Aires y no en Nueva York, en lugar de darle la difusión y la importancia que los medios le otorgaron, los de Bromatología la hubieran clausurado. O, en el mejor de los casos, le habría costado una buena coima al inspector. Y siguiendo con la plástica, teníamos el caso de nuestro fallecido Federico Klemm, quien recibió una distinción del gobierno de Menem como artista plástico, a pesar de que este marchand no poseía una obra pictórica importante. En el fondo, ese gobierno lo hizo para mantener una línea de conducta en todo su mandato: una enorme cantidad de sus funcionarios no hicieron más que mamarrachadas y siempre fueron premiados.

Pero la plástica no es el único lugar en donde la basura es elogiada. A mucha gente le parece genial los espectáculos con queen drags, hombres de ciento veinte kilos que se visten como ridículas mujeres y que, más que travestis, parecen camioneros protagonizando una despedida de soltero. Están los tipos que admiran la voz arenosa de Adriana Varela, porque opinan que el tango, cuanto más macho, mejor. En la televisión aparece Moria Casán haciendo talk shows de cuarta y los defiende diciendo que ella muestra su vida. Habría que pensar si realmente eso es vida. También se puso de moda llevar al cine la vida de los personajes fracasados y de trayectorias inexistentes, como es el caso de la película «Ed Wood». Pero, quizás, el éxito de estos films radica en su cuota de realidad: la mayoría de la gente se siente identificada con esos personajes.

Julio César Parissi
De "
El Club de los Ghost Writers"

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