Entrevista con el poeta y crítico Luis Bravo.

1.¿Cómo valoras a tu promoción con relación al pasado inmediato?

En un reciente ensayo (http://www.paginadepoesia.com.ar/p_revista.html), he planteado a conciencia, la existencia de una Generación poética de los ´80, en la que me inscribo. La misma se articularía en dos camadas: “la de la resistencia” (1980-1986), y la de la “movida contracultural” (1987-1993).

La utilización de nuevos soportes para el envío poético (puesta oral, performance, libros-objeto, instalaciones, video, CD-ROM, multimedia) y sus correlativas intersecciones de lenguajes artísticos (transtextualidad, interdisciplinariedad) es una de sus características más señaladas. Otras podrían ser una deriva intertextual que va desde lo hiperculto a lo paródico pero conteniendo, en la mayoría de sus mejores voces, una reflexividad en torno al lenguaje en su proceso creativo. De ahí una impronta de cuestionamiento del sujeto que  alcanzó a ser una crítica de las identidades fijas (maniqueísmos ideológicos mediante), y de la “uruguayidad” en sí.

La ampliación de los registros lingüísticos y la variedad de estilos hizo que se visualizara una pluralidad discursiva que, si bien ya existía en nuestra poesía, ciertos cánones (el coloquialismo comunicante, por ejemplo) la hacían parecer más homogénea, y sin duda más amortiguada en una “seguridad” ideológica esclerosada en lo formal. Esa pluralidad también está en la mixtura genérica, y se hace patente en una notoria recuperación de la experimentación en la puesta oral de lo poético.

En lo temático se desafían tabúes en torno a lo sexual, el homoerotismo, los alucinógenos, la mirada de género, y se producen polémicas públicas con relación a ciertos modelos estéticos e ideológicos de la generación del 45 y, en parte, de los 60. Sin embargo, ese rasgo “irreverente” no fue solo crítico sino también constructivo (fue designado con humor como “abuelicidio”, en referencia a la orfandad en la que había surgido la generación en plena dictadura de 1973-1984).

Se fundaron varias editoriales de poesía (Ediciones de Uno, Vintén Editor, Imaginaria, Ediciones de la crítica, Civiles iletrados), se gestaron recitales colectivos removedores (“Arte en la lona” en el Boxing Club, “Arte de marte” en el Cabildo de Montevideo, hasta entonces cerrado a ese tipo de eventos), se consolidaron los primeros ciclos de lectura, generadores de su propio público y se realizó un Primer Festival Internacional de Poesía en Uruguay (36 poetas de diez países y 118 uruguayos, en lecturas, perfomance, videos y debates, durante diez días en veinte espacios de Montevideo y del Departamento de Maldonado).

En resumen: la generación imprimió una “intensidad” que insertó el discurso poético

más allá de los habituales circuitos, renovó sus formas de emisión y creó una agitación artística removedora. Hace veinte años, cuando recién se ventilaba el ambiente posdictadura, provocó  revuelo pero hoy es posible comprobar que colaboró mucho en ciertas aperturas del conservador imaginario cultural uruguayo.  

2) ¿La inter y transtextualidad darán lugar a una lírica "globalizada"?

La poesía en sus orígenes -durante siglos y aun hoy en muchas culturas- ha sido una manifestación oral dirigida a una audiencia, en cuya ejecución pueden intervenir la música y la danza, como en los “melos” griegos. Simónides repudió la escritura de su discípulo Baquílides, acusándolo de “traición a la musa”, pero de hecho es la escritura la que produce la primera gran “globalización”, luego reimpulsada por la era tipográfica -desde Gutenberg hasta la era electrónica-. Durante esa “modernidad” la poesía fue trasladando su soporte de emisión desde la “voz” a la página, concibiéndose como un arte eminentemente escritural.

El romanticismo  reabre un cauce espiritual y mítico que enarbola la figura del poeta y tiñe de “poesía” a todo género y a otros lenguajes artísticos. En tal sentido colabora a la transperceptiva sinestésica del Simbolismo. Con los ismos del siglo XX la hibridación de lenguajes, la asimilación tecnológica y la reflexividad del signo, alcanzan lo transtextual y demarcan su irreverente autotelia definitiva. Entonces, la era electrónica de los años `50 -globalizadora en especial de la música llamada popular- y ahora la revolución cibernética (aun en pleno desarrollo) no están inaugurando la globalización ni la transtextualidad, en todo caso están mutando sus resultados y sus parámetros. En principio tales cambios atañen más que nada a los soportes de emisión y recepción, los que con gran celeridad se desplazan entre sí estableciendo “la permanencia del cambio”, de ahí que nada pueda preverse. Es un hecho que ya existe, lo que podría denominarse el lectonauta: lector-escucha-espectador-navegante operativo en simultáneo.

La pregunta es ¿hasta qué punto el emisor poeta es consciente de la ampliación expresiva a que su arte se enfrenta? Dicho de otra forma, los poetas se encuentran ante la paradójica situación de que mediante las últimas tecnologías están doblemente desafiados (por los soportes y por los receptores) a replantearse su arte “escritural” -ya sea desde la “antigua puesta oral”, como desde la vanguardista transtextualidad de hace un siglo-. ¿Qué poetas están dispuestos a reconocer que en la “puesta oral”, por ejemplo, hay un trabajo creativo de composición tan relevante como el de la escritura? Me temo que algunos lo toman como una “regresión” o como una molesta obligación, mientras que otros reconocen en esto algo que por naturaleza y antigua tradición pertenece al oficio mismo del poeta. De ahí surge una cada vez más evidente brecha entre los poetas que incursionan en las vías de composición que trascienden la escritura verbal en página -no solamente con sus formas híbridas sino simplemente con una elaborada forma de exposición verbal- y quienes permanecen “fieles” a la poesía como escritura, desconfiando severamente de cualquier tipo de labor agregada a la palabra inscripta. En lo personal, entiendo que estas vías no sólo son complementarias sino que ha llegado el momento de evaluar la “resistencia” de lo poético en sí, tanto desde la escritura como desde la puesta oral, en tanto el “arte poético” no se remite ni se agota en la letra escrita. Sobre estos aspectos he reflexionado en los últimos años, en artículos (Revista Fractal http://www.fractal.com.mx/F41Bravo.htm) y conferencias (“La puesta oral de la poesía: la antigüedad multimedial” en Poesía en Voz Alta, Casa del Lago, U.N.A.M., México, 07).

¿Estamos ante un borramiento de fronteras entre los lenguajes artísticos que desafía a una capacitación mayor del artista en más de un lenguaje a la vez?, ¿estamos ante la aparición de “artistas-mutantes” que sin dominar ningún arte específicamente incursionan mediante la tecnología en lenguajes antes específicos?, ¿o estamos ante oportunistas que, tecnología y marketing mediante producen una disolución de lo artístico en virtud de un banal mega-global-espectáculo? La masiva producción transtextual de la red cibernética ¿es tanto una “democratización” de la expresión creativa como una depreciación generalizada de los paradigmas estéticos? Posiblemente todo esto a la vez, y mucho más.

Pero el poeta, cuando lo es, sabe que las vías no se excluyen y cultiva todos los planos de la composición. Su arte puede apuntar tanto a una audiencia como a un lector. Es cierto, al presente -que ya parece ser el futuro- está más desafiado a trabajar para una audiencia. O la pequeña y fiel audiencia de las lecturas en vivo, o la más planetaria audiencia de los lectonautas cibernéticos, pues esa es al presente su recepción contante y sonante. Por el lado del libro hace ya más de una década (hacia 1994 en nuestro país) las megaeditoriales han exiliado a la poesía de sus catálogos y escaparates, siendo éste sí un fenómeno de globalización: tras un aparente “libre” mercado los resultados tienden más bien a la estandarización de fórmulas que hacen “vendibles” (y de ahí a la homogenización) a los productos culturales, incluida la literatura.

Desde 1998, cuando la publicación de mi obra Árbol Veloz en CD-ROM(con la participación de 20 artistas), he venido realizando recitales multimediales en muy diferentes países y culturas. He constatado que la poesía apenas si se “lee” pero sí se recepciona con entusiasmo en “la puesta oral” y en las pantallas telemáticas. El hecho es que aun no existe la implementación educativa ni la calificación crítico literaria -hay honrosas excepciones- suficientes como para evaluar las estéticas de estas formas de composición.

Por todo lo dicho, este es un período de transición e incertidumbre pero a la vez es un momento de transformaciones y desafíos para el arte poético que, por naturaleza (tanto en el mito como en la historia) ha sido el género gestante de los más relevantes cambios estéticos del arte literario. 

3) ¿De qué manera las TICs y el "tiempo real" harán impacto en la poesía?

Como bien lo ha señalado el especialista Roger Chartier, la forma en que se imprimen y se leen los textos incide en la significación. El pasaje de los rollos a los códices, de estos al libro y del libro a la pantalla, implica cambios determinantes en la recepción y en la composición. En los textos leídos en pantalla la variación sustancial es la estructura arborescente de una "representación” que no es solo verbal y que el lector puede operar. La multilinealidad es su característica esencial. El lectonauta realiza una serie complejísima de operaciones. Puede optar por lo gráfico, lo escrito, lo sonoro, por las imágenes en movimiento. Se puede accionar más de una de estas variantes al mismo tiempo, haciendo de la "lectura" un espectáculo sinestésico.

Por un lado cabe subrayar que, bien mirado, el libro desde sus orígenes se postuló como un objeto multimediático, con sus ilustraciones, sus pictogramas, sus hipertextos. Las actuales tecnologías agregan una dimensión móvil y sonora, cuya “simultaneidad” parece anular las distancias al instante. Esto genera un uso, y acaso una concepción del tiempo, que parece competir con la magia del mero “nombrar” y tener la certeza que lo “dicho o escrito” ya está en otro lado. Tanto el enunciador como el receptor se habitúan a una velocidad y a una ansiedad de realización que no parecen compatibles con los tiempos de sedimentación que requiere hacer y recepcionar poesía, o cualquier otro arte. Creo que aún hay mucho para investigar sobre qué es leer y escribir en estos soportes.

Digámoslo así: en el mejor de los casos la poesía puede asimilar estas tecnologías y reencontrarse con su más antigua forma de exposición oral multimedial en una histórica ampliación planetizada de su audiencia. En el peor de los casos, si se trata de vivir en una suerte de hipermercado hipnótico de hipertextos publicitarios en pantallas hipervigilantes que liquidan al individuo el tiempo de reflexión (o de silencio o de conversación), entonces la poesía dará un paso al costado para salirse del automatismo sicolingüístico que sustenta la mass mediática  en una “nada eficaz”, como hace tiempo lo expone el arte europeo. La poesía entonces no será la afectada sino que afectará al sistema que la intenta expulsar y, como lo ha hecho siempre, se pondrá a decir como si aun fuera humano (o sobrehumano) hacerlo, desde otro margen imaginario, desde el epicentro del lenguaje y hacia lo esencial de cada otro.

4) ¿Qué papel está reservado a la poesía en un mundo analfabeto en el que se profundiza la brecha digital?

La era cibernética no amplía en sí misma la brecha ya existente entre alfabetización y analfabetismo que, por otra parte, no debe seguir “confundiéndose” con el arrasamiento de las culturas ágrafas, como ha ocurrido históricamente.

En su aspecto positivo la comunicación cibernética puede ser un instrumento útil para avanzar en ese campo si se usa con criterios educativos. Es un medio en el que se está obligado a leer (incluso en varios idiomas) y a responder por escrito. En tal sentido, motiva el aprendizaje de la lecto-escritura, lejos de inhibirlo. Es, por tanto, muchísimo más potencialmente “alfabetizador” que la t.v. cuyo daño ha sido tremendo en relación al desarrollo de los procesos de lectura y escritura.

En otro sentido, hoy en día es altísima la probabilidad de encontrar miles de obras literarias completas en la gran biblioteca universal que es la red (a pesar de que justamente en estos días el proyecto “book” de Microsoft parece estar en un impasse, porque no está dando todos los réditos que se esperaba). De todas maneras es evidente que la accesibilidad  a la lectura tiene en la red una posibilidad  como nunca antes sucedió en la historia. Lo que cambia es el soporte-libro, pero ese es otro aspecto. Es necesario educar para elegir, para saber discriminar qué productos de la red son valiosos y cuáles no; pero esto lo veo más relacionado con la brecha de las oportunidades educativas que con la brecha digital.         

Muestra de la poesía uruguaya actual (2009).  
Ricardo Pallares Jorge Arbeleche   
Academia Nacional de Letras 
Dep. de Lengua y Literatura 
Sección Literatura

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