Areté

Se ponen del lado de Aquiles porque un rey prepotente merece ganarse adversarios. La arenga de Aquiles suena bien todavía: "aunque mi parte del botín nunca iguala a la tuya yo vuelvo a las tiendas teniéndola pequeña pero grata después de haberme cansado en el combate". Le da un aire común al reclamo del semidiós que es inferior a un rey a la hora de los beneficios. Aquiles reclama su derecho al reconocimiento; el reconocimiento público del valor de cada uno es la areté. Él la defiende con el aplomo con que hoy se reclamaría, cheque en mano, un pago bancario negado. La areté es algo que se "aísla" –se comprueba que existe- en una clase de literatura, así como en la de química se aísla un elemento en el tubo de ensayo. Algo que no se olvida.

No existe otra palabra que ayude a ver qué es eso, a qué se debe eso que le venía pasando a una y que no se sabía qué era: ser defraudada por la indiferencia de los demás. Y que la indiferencia era, directamente, injusticia. Y que tres mil años atrás, era ilegal.

Tatiana Oroño
Morada móvil
Artefato, noviembre de 2004

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