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Elizabeth Oliver 

Los dos autos estacionaron en la puerta del boliche. El lugar era ideal: vereda de la sombra, salón casi vacío, ventanal a la calle desde donde ver los coches, y un ambiente que  ―desde afuera―  aparentaba ser bastante confortable. Los tipos entraron. Eran dos, de corbata.

 

―Parece buen lugar, che... y en esta zona no andan jodiendo los periodistas.

 

―Sí, tenemos que agendarlo.  

El gallego salió de atrás del mostrador secándose las manos con una rejilla impecable y se acercó a la mesa:

 

―Buenas tardes, ¿qué se van a servir?

 

―Traenos dos whiskycitos con hielo, gaita... importado, del mejor que tengas... Y algo para picar.

 

Volvió con la botella de Ballantines en la bandeja, una picada como para almuerzo, y les sirvió.

 

―Ustedes disculpen, ¿no?... pero me parece que los conozco... ¿Puede ser que ustedes sean los que yo creo?

 

―Sí, gaita, no aclaraste mucho pero te entendimos... Nosotros somos los que vos creés.

 

―Pues entonces es un honor que hayan venido a mi humilde comercio, señores... la segunda vuelta va por la casa.

 

Con lo dicho, sonriente y orgulloso, el bolichero volvió a su sitio, atrás del mostrador.

 

―Este gallego es un zapato, che... Sabe quiénes somos y nos paga una vuelta a los dos. Cualquiera habría elegido a uno solo de nosotros.

 

―No te creas, mirá que ahora estos boludos nos están empardando... Ya no nos ven como agua y aceite.

 

―Puede ser que tengas razón. En otro momento eso habría sido nefasto, pero ahora nos viene bien.

 

―¿Y...?, ¿Cómo la ves?

 

―¿Yo...?, ¡color de rosa! Nos están abriendo el camino...

 

―Muy sutil lo de "color de rosa"...

 

―Fue una frase hecha, che... No me vengas con susceptibilidades a esta altura...

 

―El hombre quiere que empecemos a atacar, no está de acuerdo con dejar que el trabajo se haga solo.

 

―Nunca estuve muy de acuerdo con "tu hombre", piensa bien pero se va de boca, y en cualquier momento escupe para arriba. Quiere estar siempre en escena y no se fija en que algunas cosas hay que hacerlas pero no decirlas... es contraproducente.

 

―¡Qué descubrimiento hacés! ¡Pero él es el que manda!

 

―¡A vos, te manda...!

 

―¿Acaso vos no tenés patrón?

 

―Sí, querido, pero el mío es mucho más discreto.

 

―Dejalo así... ¿Qué vas a hacer con la jodita de mañana?

 

―Apoyar, por supuesto.

 

―¿Apoyar...? Pero eso va en contra de lo que siempre ha sido lo nuestro...

 

―Claro, va en contra de lo nuestro y de lo de ellos, también. Pero como no se han dado cuenta, si apoyamos damos otro pasito adelante. Cuando sea el momento de que la gente opine, nadie se va a acordar de quién levantó la mano en este asunto...

 

―El hombre quiere que me abstenga, y ya me dio el libreto para explicar el por qué.

 

―Pues andá avisándole que así, marcharon. Aunque creo que él lo sabe bien. Debe ser una estratagema para que esto salga sin tener unanimidad... Al fin y al cabo, no puedo negar que es un artista... ¿Y qué libreto te dio?

 

Le leía el texto de la que sería su intervención, cuando vio venir al gallego con la botella y más hielo en la bandeja.

 

―Gracias, gaita, nos vamos a hacer parroquianos de tu boliche. 

 

Le palmeó el hombro al bolichero y siguió con lo suyo, opinando sobre lo que había escuchado. 

 

―Mirá, che... yo le limaría las puntas. Sin cambiar el sentido, claro, pero menos agresivo. Tenés que cuidar tu imagen, no te olvides que él te manda, pero la cara la ponés vos.

 

―Estoy donde estoy gracias a él.

 

―Sí, papito... pero cuando él no esté, si seguís así vas a estar más quemado que el cuero del asado... Pensá un poquito a largo plazo... en lo personal es imprescindible.

 

―Tenés razón... al fin y al cabo ¡qué me importa! ¡Tengo que hacer la mía!

 

―¡Bien, ahí...! Ya estás entendiendo cómo son las cosas... En esto el asunto es llegar, mantenerse, y dar un pasito más todos los días... No importa cómo lo consigas, siempre el fin va a justificar los medios.

 

―Bueno, macho, tenemos que volver...

 

―Sí, ¿qué más remedio? Hay que cubrir las apariencias... Lindo boliche, tranquilo, me gustó, tenemos que venir más seguido...

 

―Y ya sabemos que este gaita pelotudo nos deja chupar doble y pagar sencillo. Lo voy a llamar y le pagamos, hay que ir a apoyar la democracia...

 

―Lo mejor es tener que hacer tan poco para conseguir tanto... ¿Quién lo hubiera dicho? Tienen la papa en la boca, no la saben morder... y todavía la dejan en nuestro plato... El futuro es nuestro, che, levantá el vaso y ¡brindemos! Ah... ¡Pero qué macana...!, no traje cambio. Arreglá vos, que la próxima te invito.

 

Y volvieron, a sentarse en los cómodos sillones celestes del Parlamento, para "representar" a sus respectivos electores... haciendo la digestión. Pero no nos quejemos, porque la culpa de que existan todos estos elementos multicolores... siempre es nuestra.

Elizabeth Oliver de Abalos

Gentileza de http://blogs.montevideo.com.uy/elizaymiguel
eliza@montevideo.com.uy
laquincena@montevideo.com.uy

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