33 orientales para Juan Carlos Onetti
Álvaro Ojeda

I

La ciudad que no existe
propone cierto absurdo
problema con las cosas:
no hay consuelo en la fuga
no aparecen la luna o el sol
o algún puerto propicio
la tráquea se achicharra
los bronquios se conmueven
y el mundo parece estar allí
consolidado 
en su esfera de nada;
que brote en la maceta
el malvón de la noche
que nunca vio la luz
(la luz no es la verdad)
que su color magenta
invada las encías
de algún patio cerrado
que ocurra un manantial
un grifo
una cisterna
un túmulo que albergue
la forma primigenia
la rosa inclaudicable
que el vano de una puerta
deje pasar el viento
y con él la ovalada
sinrazón de la dicha
que es el amor debido
al que ha perdido todo
porque no hay bulevares
ni canteros
ni buques
(una máquina hay)
con tipos de obsidiana
con albergues de cielo
y novelas de Marlowe
una máquina cruda
que sabe leer sonetos
sobre infiernos temidos
nacidos de la ubre
de cuatro obscenas fotos
del tedio de los techos
de la artera saciedad de los hombres
sin precisas pasiones:
la fauna del amor que finge serlo;
por eso no hay ciudad
en los ojos bizqueando
permanentes y hastiados
de nostalgia furiosa.

II

Desvalido, de pie, fragmento y pena, 
de borsalino gris, acongojado,
parece que algún sueño le han robado
del balcón del vacío, sur condena

III

Yo 
que no tengo dios
creo en la pluma
creo en la sombra que deja
antes de morir
y creo en la cola larga
que dejaré
creo en una cuaresma de pobrecitos
que dejan sus olvidos
a las puertas de un diario
yo creo en la tinta
como si fuera posible
hablarle al corazón a Santa Teresa
así
de empecinado gaucho
creo

Álvaro Ojeda

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