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La traición
Verónica Noya 

No sé si el tiempo- en su devenir incansable- me absolverá, sólo sé con certeza que las enciclopedias, las notas a pie de página y los prólogos, repetirán una y otra vez mi infamia para perpetuarla. Fue una decisión terrible y no es que mi arrepienta, no, es mucho más complejo que eso; a veces me asalta la duda y trato de escarbar en mis porqués más íntimos, entonces -como ahora- la inquietud y el desasosiego se hacen insoportables. Yo falté a mi palabra, yo juré no una, sino varias veces no hacer lo que finalmente hice. ¿Era mi deber en este mundo, mi destino?. Sería demasiado pretencioso de mi parte pensarlo, pero debo admitir que no fue nada fácil y ahora tengo que convivir con la traición a un amigo.

Todavía puedo recordar su rostro turbado, ya afectado por la enfermedad y sus manos temblorosas... suplicantes. Yo era un crítico; pero además un artista... un artista falto de fe, quizá algo mediocre -dirán algunos- pero él, él sí era un gran artista puro talento, y también éramos amigos. ¿Cómo podía ser yo el responsable de privar a la humanidad de su obra?. ¡Que bendición hubiera sido la ignorancia, la incapacidad de valorar aquellas simples hojas escritas!. Todo habría sido tan fácil entonces,

simplemente hubiera seguido su voluntad sin conflictos ni fisuras, hubiera hecho lo que cualquier amigo hace en una circunstancia parecida. Tal vez me ganó la soberbia, quería perdurar y ser reconocido por mi descubrimiento,... tal vez. 

 

No sé si el tiempo- en su devenir incansable- me absolverá, sólo sé con certeza que las enciclopedias, las notas a pie de página y los prólogos, repetirán una y otra vez mi infamia para perpetuarla. Fue una decisión terrible y no es que mi arrepienta, no, es mucho más complejo que eso; a veces me asalta la duda y trato de escarbar en mis porqués más íntimos, entonces -como ahora- la inquietud y el desasosiego se hacen insoportables. Yo falté a mi palabra, yo juré no una, sino varias veces no hacer lo que finalmente hice. ¿Era mi deber en este mundo, mi destino?. Sería demasiado pretencioso de mi parte pensarlo, pero debo admitir que no fue nada fácil y ahora tengo que convivir con la traición a un amigo.

Todavía puedo recordar su rostro turbado, ya afectado por la enfermedad y sus manos temblorosas... suplicantes. Yo era un crítico; pero además un artista... un artista falto de fe, quizá algo mediocre -dirán algunos- pero él, él sí era un gran artista puro talento, y también éramos amigos. ¿Cómo podía ser yo el responsable de privar a la humanidad de su obra?. ¡Que bendición hubiera sido la ignorancia, la incapacidad de valorar aquellas simples hojas escritas!. Todo habría sido tan fácil entonces, simplemente hubiera seguido su voluntad sin conflictos ni fisuras, hubiera hecho lo que cualquier amigo hace en una circunstancia parecida. Tal vez me ganó la soberbia, quería perdurar y ser reconocido por mi descubrimiento,... tal vez. 

Aún me queda el consuelo incierto y vago de haberlo sorprendido más de una vez corrigiendo aquellos mismos manuscritos que me había pedido tan encarecidamente que quemase; pero ¿porqué no lo hizo él mismo?.

Lo cierto es aquí estoy en uno de esos momentos sombríos en que solamente soy el hombre que publicó las obras de Kafka sin respetar su voluntad y no puedo evitar sentirme ínfimo y oprimido en el caparazón oscuro de mis días. Soy, nada más que otro personaje suyo: el personaje de un relato póstumo interminable.

Verónica Noya
Taller de Escritura y Estilo "Atrapasueños" de la Biblioteca "Carlos Roxlo", barrio La Teja (Montevideo) Año 2006
Juan Ramón Cabrera - Coordinador

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