Luce Fabbri: libertaria; humanista
por Carlos Novello

Luce Fabbri

Luce Fabbri nació el 25 de julio de 1908 en la romanísima vía Nomentana de la capital italiana, que se une a la simbólica XX Settembre a través de la famosa Porta Pia, creada según diseño de Miguel Ángel.

Por la brecha abierta a un costado de esta hermosa puerta, entraron las tropas que, en nombre del pueblo de Italia, hicieron de Roma la capital de su país unificado, recordándole al papado que su reino es el de los cielos.

Sus gustos literarios nos dan una idea cabal de la personalidad de Luce y constituyen su retrato espiritual.

Fóscolo, Leopardi, Montale, eran sus preferidos, aunque no los únicos, Dante, el fundamental por muchos motivos, y Machiavelli, ya entrando en clave política e ideológica.

En su excelente libro sobre Machiavelli, "El Príncipe", Luce hizo un profundo y lúcido análisis de la obra fundamental de este político y autor del siglo XVI.

Comienza su estudio remarcando que "sentimos a Maquiavelo como un contemporáneo porque estamos viviendo una crisis en cierto modo homóloga a la del siglo XVI, y porque él nos proporciona los elementos para juzgarla y es el único que lo ha hecho con tan implacable claridad".

Este libro, que nos orienta acerca de la ideología y el sentir social de Luce Fabbri, es muy importante dentro de su bibliografía, que podemos reseñar: "I canti dell’attesa" ("Los cantos de la espera"), de 1932. Una espera que se prolongaría hasta su arraigo definitivo en el Uruguay. Le sigue la importante "Camisas Negras", como ella misma lo define: un "estudio histórico del origen y evolución del fascismo, sus hechos y sus ideas", que sigue teniendo más allá de los hechos históricos concretos de la época, una vigencia plena. Este libro se editó en Buenos Aires, en 1935. Con Argentina gobernada por Agustín P. Justo, continuador de Uriburu y Uruguay, con Terra como dictador.

"Los anarquistas y la revolución española", escrito conjuntamente con De Santillán, publicado en Ginebra en 1938.

"La libertà nelle crisi rivoluzionarie", Montevideo, 1947.

"Sotto la minaccia totalitaria", Nápoles, 1955.

En 1963 publicó en Montevideo "El fascismo". En el ’66, "Influenza della letteratura italiana sulla cultura rioplatense", que se editó en Montevideo; "La poesía de Leopardi", editado en Montevideo, en 1971, por el Instituto Italiano de Cultura del Uruguay, y que está entre los estudios más serios y profundos realizados sobre la obra del poeta de Recanati a nivel mundial.

En 1983 publica en Buenos Aires "El anarquismo, más allá de la democracia".

Finalmente, "El camino hacia el socialismo sin Estado; en cada paso la realidad de la meta" publicado en Montevideo en el año 2000.

A esto hay que agregar los abundantes estudios sobre Dante Alighieri, sobre Fóscolo, Montale, etc. , así como los escritos sobre temas marcados por su ideología libertaria, en "Studi Sociali", luego de la muerte de su padre, y, posteriormente, en "Opción libertaria", en Montevideo, a lo que hay que agregar las colaboraciones que escribió para la prensa libertaria italiana, española y latinoamericana.

Existen, además, numerosos trabajos inéditos de Luce Fabbri que seguramente serán publicados por la Universidad de la República, bajo la dirección del Dr. Pablo Rocca, de la Facultad de Humanidades, quien está a cargo de la biblioteca que Luce donó a esa Facultad, en la que fue docente durante más de cuarenta años y con la cual se sintió siempre tan consustanciada.

Luce se doctoró en Letras en la Universidad de Bolonia (Italia), en 1928.

En nuestro país, luego que Grompone creara el Instituto de Profesores Artigas, la llamó para dictar clases allí, para la formación de profesores. Fue profesora en la Enseñanza Secundaria durante muchos años.

Desde 1949 ocupó la cátedra de Literatura Italiana en la Facultad de Humanidades.

Luce amaba a Dante, seguramente por su carácter, tan similar al suyo y al de su padre Luigi.

El carácter altivo de quien sabe que fue tratado injustamente por el "poder", se evidencia en Dante a través de esta anécdota que cuenta su contemporáneo Boccaccio: Dante había debido exiliarse de su amada Florencia por problemas políticos.

Un amigo suyo hacía gestiones ante el gobierno florentino para hacer posible el retorno del poeta - político a su patria de origen.

Finalmente, entre el amigo de Dante y los gobernantes llegaron a un acuerdo: Dante retornaría y sería hecho prisionero después de lo cual, mostrando la "misericordia" de los que detentaban el poder, en ocasión de alguna solemnidad pública, ellos ofrecerían el prisionero a la Iglesia, con lo cual quedaría libre, prescribiendo toda condena que contra él hubiera sido pronunciada anteriormente.

Dante consideró que este procedimiento era usual respecto a gente que hubiera cometido algún delito o algún acto reprobable e infame, lo cual no era su caso, por lo tanto, rechazó el acuerdo, a pesar de que nada deseaba tanto como volver a su querida ciudad para convivir con quienes amaba y odiaba con igual intensidad.

¡Claro que Luce no podía más que identificarse con un carácter así, más allá de la admiración por su arte: en Italia su padre había perdido su cargo de maestro de escuela por haberse negado a firmar una adhesión al régimen fascista, porque él no era ni se sentía fascista; posteriormente, en nuestro país, fue expulsado de la Scuola Italiana, de la cual era Director, por la misma razón.

También Luce sufrió similares persecusiones en el Uruguay, durante la dictadura de Terra de 1933, y durante la del nixon - kissingeriano "Plan Cóndor", entre 1973 y 1985.

La misma identidad de caracteres, producía idénticos resultados.

En la precoz escuela paterna, que daba lecciones con su ejemplo, aprendió que "la tendencia a la rebelión y la sed de libertad, se aliaban, sin contradicciones, con un carácter esencialmente pacífico, no en el sentido del quietismo, sino en el del respeto celoso por la vida y por la independencia espiritual de los demás, en el sentido del amor por sus semejantes".

Aquellos eran los tiempos de la reacción del gobierno de Crispi, dice Luce, refiriéndose al final de la década de los 90 del siglo XIX.

El Resurgimiento, que había sido una cadena de revoluciones, guerras y guerrillas, se había cerrado de un modo frustrante para la mayoría de quienes, de alguna manera, habían combatido.

Mazzini había muerto en 1872, "exiliado en su propia patria".

Diez años después, moría Garibaldi, que había marcado en repetidas oportunidades sus diferencias con los gobiernos post unitarios, las que llegaron a ser abismales.

Algunos de sus ex "Camisas rojas" habían escalado posiciones de poder transformando en permanente y fructífera, en el plano personal, la adhesión a la monarquía que, para Garibaldi, había sido solamente una posición táctica.

En ese ambiente se formó ideológicamente Luigi Fabbri y junto a él, iba desarrollando Luce sus propias convicciones esencialmente coincidentes.

"La libertad -decía- presupone una justicia basada en la responsabilidad de cada uno y sobre el amor por los demás".

Ya desarrollando sus estudios en Bolonia, recuerda: "El espíritu republicano del Resurgimiento que, entre la generación de mi padre era todavía tan vivo, en la mía, en aquel ámbito, -se refiere al ambiente estudiantil y universitario- había casi desaparecido.

Prevalecía, en esos ambientes, en Bolonia, tanto el entusiasmo por la Revolución Rusa y sus derivaciones, como el entusiasmo por la victoria de Italia sobre los austrogermanos, dentro del alivio general por la finalización de aquella pesadilla de muerte.

En los primeros días de enero de 1929, Luce llegó a Francia como María Lépori, "mujer de Peretti", un compañero que acababa de conocer.

Este Peretti, un suizo antifascista, que era un buen alpinista, ayudó a pasar la frontera suiza a muchos perseguidos y perseguidas. Luce recuerda con humor que en su pasaporte figuraron más mujeres que las que hubiera podido declarar el "Gran Pasciá".

Esto sucedía dos meses después de haber obtenido el título de Doctora en Letras, en la Universidad de Bolonia.

Después de esta estadía en Francia, vigilada y apremiada por la policía francesa de un gobierno supuestamente de izquierda, la historia continuará en nuestro país.

En 1927, estando el fascismo en Italia completamente afianzado, su padre, al igual que muchos otros antifascistas, debió exiliarse.

La primera etapa de esa emigración forzada, solamente por razones políticas, fue París que entonces acogía a gran cantidad de "fuorusciti", de expulsados por la dictadura.

Su padre y, posteriormente, su madre, pasaron en la capital francesa dos años, hasta 1929.

Durante esos dos años, el gobierno italiano, a través de su embajada, y utilizando una extensa y capilar red de espionaje con numerosos "infiltrados"entre los exiliados, presionaba cada vez más al gobierno francés de entonces que, aunque con ministros declarados de izquierda en su gabinete, era de franca tendencia derechista y colaboraba eficazmente con el régimen italiano.

En 1929 la orden de expulsión de Francia para los Fabbri -ya Luce se había unido a su familia, como vimos, luego de finalizar sus estudios- después de algunas postergaciones, se hizo efectiva.

El segundo refugio fue Bélgica, adonde les facilitó la entrada la propia policía francesa.

Allí, como antes en París, continuaron con la lucha ideológica a través de publicaciones, pero ya con la idea, que iban concretando en los preparativos, de su venida a Sudamérica.

El destino sudamericano de los Fabbri era nuestro país.

No tenían pasaportes, la documentación que exigían todas las compañías de navegación.

Únicamente contaban con un documento de llamada que les habían enviado sus amigos ya radicados en el Uruguay, lo cual era insuficiente para las empresas navieras, salvo para una: la Lloyd Royal Belga que, en sus pequeños buques de carga, tenía algunos camarotes para eventuales pasajeros.

En esos barcos, la "primera" costaba lo que se cobraba la tercera de los grandes transatlánticos y no era mejor.

Viajaron en el "Indier", cuya única cabina de "primera" ya estaba ocupada, por lo cual debieron contentarse con una de "tercera especial".

En eso, que Luce describe como "una cáscara de nuez" que el mar agitado "barría de proa a popa", viajaron durante 26 días, en compañía de un médico de abordo "quemado por el alcohol -continúo citando- de una pareja de ancianos belgas, que "no hacían más que comer", y de "Madame la Baronne", una prostituta francesa que mantenía en continua agitación al Primer Oficial, al Segundo y al Tercero, del piróscafo y que conducía para los prostíbulos de Buenos Aires -fingiendo no tener nada que ver con ellas- a una veintena de muchachas polacas, amontonadas en un dormitorio común, en la estiba, donde permanecieron durante los 26 días del viaje, sin subir jamás a cubierta.

Llegados a Montevideo, como el barcucho no tenía mercaderías para descargar en este puerto y para evitar tener que pagar la "entrada a puerto", tuvieron que desembarcar en el antepuerto, donde había echado el ancla el "Indier", a un bote con el que algunos compañeros ya residentes en Montevideo, habían ido a buscarlos.

Llegaron a nuestra ciudad en mayo de 1929.

Un día luminoso los acogió en Montevideo; "un cielo claro como el de Roma", recuerda Luce, así como los colores del otoño montevideano:"los rosales florecidos y los mandarinos cargados con sus frutos", contrastaban con el invierno europeo, ese año especialmente crudo.

Pero eso sólo pareció un símbolo de la realidad, porque había otros contrastes mucho más importantes: el desembarco tuvo lugar prácticamente sin formalidades y, al fin, "se podía respirar libremente".

En los días siguientes al desembarco se tramitaron los documentos de identidad y, transitando libremente por las calles, nadie los detenía para exigirles "les papiers".

El Uruguay, dice Luce, era para nosotros un país extraño y fascinante.

"Desde el desembarco habíamos respirado una libertad intrínseca de la gente y de las cosas, una aspiración natural del espíritu público, que se reflejaba aun en los pequeños detalles".

"Había un respeto difundido por todas las ideas".

Cuando llegamos, recuerda Luce, estaba muriendo una personalidad excepcional, que dio su nombre al primer trentenio del siglo XX en la historia del Uruguay y cuya obra, tanto su partido como el partido adversario, emplearon el resto del siglo para lograr su destrucción.

Se llamaba José Batlle y Ordóñez.

Fue director del principal diario del país, "El Día", y dos veces Presidente de la República.

En una época en la que todavía ningún partido socialista del mundo había accedido al poder, Batlle, en nombre de una fracción del Partido Colorado, había aplicado una política socialdemócrata de leyes sociales y de nacionalizaciones.

Algunos notorios anarquistas, como fue el caso de Orsini Bertani, habían sido amigos y/o admiradores de Batlle. En el caso de Bertani, todo su sistema mental había cambiado, sin que él dejara de considerarse anarquista.

Luce consideraba que con tales estructuras, habría bastado que los Entes estatales hubieran sido puestos en manos de sus trabajadores y del pueblo que los utilizaba, para tener tres cuartas partes de la revolución realizada.

Sus compañeros la advirtieron sobre peligrosas ilusiones: "el Batllismo, me dijeron, ha adormentado a una parte del anarquismo en este país".

Ella mantuvo su opinión. Lo que le decían sus compañeros era verdad, pero no constituía, según ella, una objeción.

"Se adormece sólo quien se deja adormecer".

Pero, agrega, al no producirse esa evolución, los Entes cayeron en manos de los partidos y, por lo tanto, de la corrupción.

Esa fue una de las utopías que abrazó Luce, creyendo firmemente en el valor positivo del ser humano.

Muchos sueños y muchas utopías cayeron y, seguramente, muchos otros caerán.

Pero no hay dudas acerca de que, después de cada tropiezo, algo quedó en ganancia para la Humanidad.

Se supone que las utopías, tan necesarias, tan imprescindibles, surgen de la constatación de que la realidad que nos circunda está mal, o tiene algo o muchas cosas que están mal.

A partir de esa constatación, se trata de imaginar los cambios que sería necesario efectuar a esa realidad.

En general, se piensa en un cuerpo de cambios que abarque el mayor espectro posible.

Hay dos posibilidades de efectuar esos cambios desde el momento en que vaya siendo posible hacerlos.

Una, en forma total e inmediata. La otra, de manera gradual, persistente, sostenida, permanente, corrigiendo sobre la marcha los inevitables errores que se cometen.

Teoría, pero, también, práctica, que puede ir modificando la teoría. Porque, en definitiva, los cambios se llevan a cabo para mejorar material y espiritualmente una sociedad y a cada uno de sus integrantes.

Ello debe hacerse en un ambiente de libertad irrestricta, discutiendo, aportando ideas y posibles soluciones. Trabajando, trabajando siempre; arremangados y con los pies en el barro.

Algo de cada utopía es realizable y ello significará un avance.

Las utopías de Moro o de Campanella, sin posibilidad práctica de aplicación, quedaron sólo como ideales irrealizables, porque no tuvieron en cuenta la idiosincrasia del ser humano y no se parte de una entelequia inexistente sino de hombres y mujeres reales y que se diferencian entre sí en cada estado de evolución, y en cada cultura.

Estas utopías que ya son clásicas por su falta de practicidad, por lo cual los conservadores, quienes sacan partido de situaciones actuales injustas, que agreden a las mayorías, las sacralizaron por su inoperancia, pretendiendo convencer con ellas a quienes queremos cambios, de que, así como están las cosas, están lo mejor que puedan estar.

Inútil pensamiento panglossiano.

El anarquismo de Luce, que recibió lúcidamente de su padre, es el anarquismo malatestiano, que coloca al hombre, al ser humano, como centro de la concepción ideal.

Cito: "El hombre con todas sus contradicciones que, ubicándose en la medida de las cosas, las relativiza, el hombre con su voluntad, tan débil, tan dominable por los factores externos, pero insuprimible, volvía a ocupar el centro de la historia.

Agotadas las explicaciones mecanicistas: "la culpa es de la sociedad", "cambiando las cosas, se cambia a los hombres. . . ", resurgía la idea de la responsabilidad, base de la conciencia moral".

Porque "la libertad presupone una justicia basada no en pesas y medidas, sino sobre la responsabilidad de cada uno y sobre el amor por los demás".

Éste es el concepto central del anarquismo de Luce Fabbri.

En base a esta concepción, se hace necesario, entonces, actuar sobre y con cada individuo; por el razonamiento, por la convicción y, sobre todo, a través del ejemplo.

Siempre en la búsqueda constante de la verdad (il vero y Vero era el nombre de su hermano) y de la luz del intelecto (la luce, que era su nombre).

Estos nombres de los hermanos, seguramente idea de Luigi Fabbri, son, junto al ejemplo de su vida, junto a las ideas compartidas y también discutidas, la herencia que les dejó a sus hijos.

Herencia más preciada y apreciada, que si les hubiera dejado una fortuna, que nunca tuvo.

El avance continuo hacia esta utopía, que era una meta, fue lo que impulsó la vida de Luce hasta el último día de su vida, que duró 92 fructíferos años.

Ese amor por la libertad la acercó a la Asociación Cultural Garibaldina de Montevideo desde sus inicios, luego de la dictadura.

También coincidiría, habrá coincidido, con las permanentes actitudes libertarias de Garibaldi y con su tendencia anárquica, que muchas veces debió sofrenar -no extinguir -para lograr objetivos políticos para él fundamentales, en una época muy difícil en Europa.

Eran pasos que, sin abdicar de sus principios, se debían dar para seguir avanzando, ideológica y políticamente, en favor del pueblo. De los pueblos.

Luce, naturalmente, marcaba las diferencias que tenía , puntualmente, con la acción de Garibaldi porque, era claro, su concepción global de la sociedad no coincidía con la concepción garibaldina, muy apegada a la realidad circundante, pero que podía hacer pensar en una vida organizada según una concepción anarquista, como en una utopía sana y vivificante.

Por último, quisiera hacer algunas reflexiones acerca de Luce como escritora, con un estilo literario que se inserta naturalmente en la mejor tradición de la gran literatura italiana.

A los 87 años publicó su libro, "LUIGI FABBRI, storia d’un uomo libero", en cuyas páginas hace alarde de una utilización magistral de su lengua natal, que se nota especialmente cuando se refiere a sus seres más queridos. Los del ámbito familiar, en primer lugar y los del ámbito fraterno de quienes profesaban la misma fe, laica y humanitaria.

En el número 11 de nuestra revista de historia "GARIBALDI", correspondiente al año 1996, publicamos su primer capítulo, traducido, pero no pudimos evadir la necesidad de publicar en la versión original, para así poderlo disfrutar cabalmente, el inicio del mismo.

Describe el lugar donde nació Luigi Fabbri:

"Fabriano è una piccola città delle Marche, non lontana da Ancona. Nell’ultimo quarto del secolo scorso era poco più di quello ch’è oggi il suo centro storico, raccolto sulla parte alta d’una collina; ancora non s’era estesa come ora per la verde pianura circostante. Consisteva come quasi tutti i borghi d’origine medievale che coronano tante cime minori della zona preappenninica d’Italia, d’un mucchio compatto di case grigie, così vicine che sembrano coperte da un solo tetto molto accidentato, rotto sporadicamente dai buchi verdi degli orti, appena rigato dalle viuzze in salita. Verso l’alto, la piazza, che a Fabriano è monumentale: un lungo porticato, il teatro, il Palazzo del Podestà e quello del Comune, la Biblioteca, la fontana, l’arco grande da cui parte il Corso. . . quasi tutte costruzioni medievali, modificate variamente attraverso i secoli.

Nell’anno in cui nacque il figlio maggiore del farmacista del paese, Curzio Fabbri, le carceri, con cui il neonato Luigi doveva fare più tardi conoscenza, erano nel palazzo del Podestà e le loro finestre davano sulla Piazza proprio sopra il grande arco ogivale, rappresentando un punto di riferimento abituale e quasi domestico per tutti i fabrianesi".

Como ven, esta es una verdadera obertura en la que ya se escuchan las notas que van a ser desarrolladas a lo largo de la obra: el lugar, que no será el único, caro a los sentidos y a los sentimientos; el padre, a quien Luigi será tan diferente, y la presencia imponente del edificio de la cárcel, que haría reafirmar en el joven su amor imperecedero por quien habrá de ser su eterna novia: la libertad.

Hace luego una magistral descripción de la pareja constituida por los padres de Luigi.

Con una ejemplar economía de palabras hace este retrato físico y espiritual, con una pizca de humor: "Una coppia male assortita, quella dei genitori di mio padre: lui, alto, magro, severo; lei piccola e dolce, con gli occhi pieni d’una mansuetudine rassegnata, retaggio della lunga educazione conventuale. Tra l’autorità inflessibile e spesso arbitraria del padre e la tenerezza infinita della madre, che per i suoi figlioli ritrovava a volte un’energia che sembrava impossibile in lei, crebbero i quattro figli del farmacista Curzio Fabbri. "

Se notará que las palabras elegidas para definir a cada uno de los personajes están de acuerdo con su carácter: ásperas y cortantes, las que corresponden al padre; suaves, acunadas en vocales y consonantes afelpadas, para la pequeña madre. Toda una lección de literatura de primera calidad.

No es casualidad que Luce amara tanto a Dante.

En el gran adelantado de su época, que tanto influyó en la consolidación del idioma italiano y que, por sus conocimientos generales, ya se había introducido en el Renacimiento italiano, que aunó arte y ciencia, creo que Luce encontraba a un referente que coincidía con su propio carácter.

El poeta capaz de las más fuertes pasiones, que poseía un claro concepto de la belleza y la sensibilidad necesaria para apreciarla a través de la mujer ideal, que hacía alarde de sus buenos sentimientos hacia el ser humano; que sentía admiración por el misterioso y, al mismo tiempo, simple funcionamiento de la Naturaleza, en la Tierra y en el Universo, del que la primera es, sólo, una mínima parte; su concepción de la divinidad como una luz enceguecedora, porque es nada menos que lo que todavía desconocemos.

¡Qué lejos de la visión antropomorfa que describe a un Señor y Padre al que se debe adorar, obedecer y aceptar sin protesta todo lo que provenga de él, o cuya proveniencia se le atribuya, que tanto beneficio causó a quienes medraron y medran con la creencia de la gente, a los verdaderos señores de acá abajo, que usaron y usan esa concepción errónea como instrumento eficaz para ejercer su poder y llevar a cabo sus abusos!

Por eso Dante llamó a su obra magna "La commedia", refiriéndose al devenir de la humanidad, sin darle en ningún momento el carácter de "divino", como si se tratara de un libro sagrado.

Ese agregado fue obra de quienes pretendieron que ese magno estudio del hombre y de la sociedad humana, se transformara en un simple acto de pleitesía hacia una divinidad que estaba muy lejos de la concebida por aquel espíritu investigador, capaz de amar y capaz de odiar; de premiar y de castigar. Él, no otro. No olvidemos que su maestro era Virgilio.

Para terminar estas reflexiones, que tienen relación con la identificación de Luce Fabbri con estos autores que ella consideraba de fundamental importancia, es bueno releer, íntegra, la "Conclusión" con que termina su estudio sobre "El Príncipe" de Machiavelli: "Considerado en su conjunto, "El Príncipe" tiene para nosotros un doble interés:como documento psicológico del choque entre dos épocas en un espíritu excepcionalmente lúcido, aunque acomodaticio y siempre en busca del mal menor, y como análisis de la técnica del poder. Desde este segundo punto de vista, El Príncipe, leido sobre el trasfondo de los Discursos sobre la Primera Década de Tito Livio, es un libro objetivamente anarquista, pues se caracteriza por lo fundamental de la posición libertaria, ya que ve la historia como una tensión continua provocada por la lucha por el poder(entre rivales) y entre el poder y la libertad (entre príncipe y pueblo), a la vez que hace coincidir el bien común con la libertad y demuestra, como nadie antes lo había hecho, la fundamental inhumanidad del poder. De ahí a la negación del poder no hay más que un paso, que el autor no da, porque piensa que la libertad fatalmente degenera: "Del mal procede el bien (del despotismo, a través de la rebelión popular, la libertad), del bien, el mal (de la libertad, ya que el hombre no sabe autodisciplinarse, resurge el despotismo)". Cada uno de los dos términos, piensa, contiene el germen del otro. Nosotros diríamos que la libertad es una conquista continua, en lo íntimo de cada uno y en la acción colectiva, y que, en cuanto individuos y colectividades bajan la guardia, pierden posiciones".

Su vida, a pesar de los golpes recibidos, fue un canto a la libertad.

Por eso, en su "Camisas Negras", dice: "La libertad, por más heridas que tenga, no llegará nunca a ser un cadáver, porque representa un principio elemental y eterno".

De su libro de poemas "I canti dell’attesa", editado en nuestra ciudad en 1932, extraemos el que tituló "Montevideo".

En él, la esperanza sigue viva, porque es su fe, pero ya va vislumbrando que el día del retorno está cada vez más lejano y se deja mecer por esta nueva patria porque, en definitiva, el mundo todo, es patria.

MONTEVIDEO (1)

Y la espera fue larga.

Ti voglio bene, terra degli incontri, 
cerulea terra della nostra attesa.
Il vento che ti muove gli orizzonti
la nostra rispettò lampada accesa.

Chi dirà le tristezze dello sbarco
nel tuo gran porto dalle braccia aperte,
e la quiete ansiosa nel profumo
degli eucaliptus sulla sabbia inerte?

C'incontriam nel tuo sole, pellegrini 
di libertà, dal multiple linguaggio;
le man che sanno i rovi dell'esiglio 
nella stretta si scambiano il coraggio, 
e si toccan gli sguardi adamantini. 

Viva ci trema ancor fra ciglio e ciglio 
l’ampia vision dei nostri dì marini, 
quando la lenta nave dell’esiglio 
tacita proseguiva il gran viaggio 
che cominciammo in sogno da bambini. 

E’ morto il sogno azzurro e il suo dolore. 
Tu, dolce patria della nostra attesa, 
giovane terra nel doman protesa, 
regali la speranza al nostro cuore. 

Montevideo, 21 febbraio 1932 

La exiliada se convirtió, como en un sueño, en emigrante y, como sucedió a lo largo de la historia de la inmigración italiana en el Uruguay, se insertó, natural y profundamente en la vida nacional.

Pacifista por plena convicción, vivió en Europa la primera Guerra Mundial; a ésta siguió la guerra civil española que pasó, sin solución de continuidad, al desastre de la segunda Guerra Mundial, que dejó millones de muertos y una destrucción de la que no se salvaron monumentos históricos y artísticos que sufrieron los "errores" de los bombardeos que, en realidad, lo que buscaban era quebrar la moral de los pueblos, que debieron enfrentar el fascismo y el nazismo, que se extendió por toda Europa y luego, la destrucción causada por los "libertadores".

Los pueblos respondieron con la lucha guerrillera, para rescatar su libertad y sus naciones.

En el interín, grandes empresas de ambos lados de los frentes: del nazi. fascismo y del capitalismo de las "democracias", hacían grandes negocios que eran la frutilla de la torta con la que culminaban el negociado de la muerte de los fabricantes de armas de uno y otro lado.

Se destruyeron iglesias y monasterios que era jalones de la cultura del continente.

Se salvaron, éstas sí, "milagrosamente", grandes fábricas que habían sido vendidas al "enemigo", durante el conflicto.

Nuevamente, los enemigos eran los pueblos, no las grandes empresas que habían organizado la matanza.

Luce, sin dejar de ser ni de sentirse italiana, luchando siempre por la paz y el entendimiento entre los pueblos, se hizo uruguaya, manteniéndose como parte del pueblo del mundo, como lo concebía Garibaldi.

La antorcha libertaria es la única que no quema; es fuego sagrado que los pueblos tenemos la obligación de mantener siempre encendido y romper las cadenas si, como puede volver a suceder siempre, nos pasa lo que a Prometeo.

(1) MONTEVIDEO

 

Te quiero, tierra de los encuentros

celeste tierra de nuestra espera.

El viento que mueve tus horizontes

respetó nuestra lámpara encendida.

¿Quién narrará las tristezas del desembarco

en tu gran puerto con sus brazos abiertos,

y la calma ansiosa en el perfume

de los eucaliptus sobre la quieta arena?

Vibra, viva aun en nuestros ojos,

la amplia visión de nuestros días marinos,

cuando la lenta nave del exilio

callada continuaba el gran viaje

que comenzamos en sueños desde niños.

Nos encontramos en tu sol, peregrinos

de libertad, de variadas lenguas;

las manos que conocen los amargos frutos del exilio

estrechándose se comunican el valor,

y se tocan las miradas adamantinas.

Ha muerto el sueño azul y su dolor.

Tù, dulce patria de nuestra espera,

joven tierra que hacia el mañana avanza,

regalas la esperanza a nuestro corazón.

Traducción libre: C. N.

por Carlos Novello

De "Garibaldi"
Publicación anual de la Asociación Cultural Garibaldina de Montevideo
Año 23 - Montevideo - 2008
Gentileza del Sr. Carlos Novello y de Imprenta cba - Juan Carlos Gómez 1461
Montevideo

 

Ver, además:

 

                       Luce Fabbri Cressatti en Letras Uruguay

 

Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce   

Email: echinope@gmail.com

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