De amores
Delia María Musso

-¡Vuelve a escapar la moza!

-¿Quién decís?

-¡La de Frans Hals, blanca camisa, sayo marrón!

 

En la ya alisada alfombra, se escucharon presurosos pasos de pies descalzos y un ventanal que se abría.

Apretados, zapatos y botas, botines y pantuflas, sedas y almidones, negras figuras, desnudos cuerpos, abandonaron sus marcos y se aproximaron ante los cristales de los ventanales del Louvre. La muchacha corría libremente, su piel era apenas rosada con gracia de lunas. Varios ojos la siguieron, casi con temor y comprobaron que se dirigía, a través de las Tullerías, hacia el Viejo Jeu de Pomme.

 

La joven subió un par de escaleras donde en un salón, la esperaba Armand Roulin, allí de visita. La alzó en sus brazos y giraron en una danza de gentes sencillas y enamoradas. El mismo Van Gogh y otros amigos, la mayoría maestros impresionistas, prestaron girasoles, mares de trigo, juegos de flores de todos tonos y colores, bosques y arbustos con chispazos de luz, a sus pasos. 

 

En el Louvre todos recordaron algo y algunas parejas se alejaron silenciosas, distraídas en sus miradas, hasta que el sol comenzó a levantarse y desvelados ojos miraron preocupados el marco vacío.

 

Sin embargo, pronto, se sintieron pasos en la hierba, apurados y el roce de enaguas que se sostenían sobre las redondeadas rodillas dela gitana. Regresaba, las mejillas sonrosadas, los cabellos desordenados.

 

Con cierto aire de complicidad, regocijo y respeto, los demás, se instalaron prestamente en sus lugares.

 

Los piecitos, algo sucios, treparon ya con total premura hacia la ventana que había que había dejado abierta en la noche y nuevamente estuvo ubicada en su marco, sonriendo picarescamente, mirando de soslayo. 

© Delia Ma.Musso 

de“Viajes a través del tiempo y del espacio” (Inédito)

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