—Comienza la naturaleza a hacer cosas en la madera y las termina Díaz
Valdez.
—Y mi cerámica, como Díaz Valdez, la termino yo. Yo me encontré con ese
hermano haciendo las mismas cosas.
—Yo pensaba lo mismo y lo dije en el texto de tu catálogo.
—Cuando hablás de Díaz Valdez al final.
—Cierto. Una pregunta que no tiene nada que ver con esto: ¿nunca se te
ocurrió que el director del Museo de Treinta y Tres tendrías que haber
sido vos?
—Bueno, cuando yo estaba en el liceo, en Cine Club, en la actividad del
Teatro, pensé que podía estar ahí pero no me encontré con... vi que no
tenía condiciones de administrador, porque hay una parte administrativa
que hacer, hay horarios que cumplir.
—La parte administrativa se puede delegar, en cambio la que respecta a
la cultura para que sea tal y se manifieste en los demás precisa de
alguien que sea conocedor de lo cultural.
—Puede ser que sí; casi acepto que sí, que lo hubiera deseado, que me
hubiera gustado estar allí, pero comprobé por ejemplo en mi trabajo de
Cine Club que soy un poco sanguíneo, que cuando una cosa me parece que
está mal soy algo porfiado y a veces me equivoco y procedo mal por
ponerme porfiado al defender cosas en las que no siempre tengo razón, y
son cargos en que hay que ser muy diplomático para mantener, porque
implica tolerancia con muchas formas culturales y sus representantes, y
Treinta y Tres en aquel momento estaba muy nervioso... nervioso y
conservador, y en el plano político, ¡ni qué hablar! era reaccionario.
—Sigue siendo conservador.
—Sigue siendo conservador pero se han abierto muchas cosas, grupos de
teatro, de...
—Siempre hubo...
—Llegó a haber tres grupos teatrales. Cine Club, tres grupos corales,
actividad de investigación indigenista por parte de Prieto, muy buena.
—Un equipo...
—Un equipo. Prieto y Álvarez, y otros más, este... actividad cultural
sostenida en el liceo. Allí se nos había comprometido a que se hiciera
una charla semanal, bien o mal o regular interveníamos y por mal que
estuviéramos siempre algo decíamos... eso viene un poco a responder la
pregunta que me hacías al principio: cuál fue la influencia en el arte.
Fue ésa.
—¿Consideras que tu trabajo no es solamente artístico sino también
artesa nal? ¿Cómo es esto?
—Yo creo que todo trabajo artístico exige una técnica, exige tener un
oficio, en eso no hay levante.
—Porque hay una división por ahí entre lo artesanal y lo artístico, hay
artesanías que no llegan a ser consideradas arte.
—Esa frontera es muy difícil de ubicar. Yo creo que muchas veces se
confunde una buena manualidad con una buena artesanía. Se puede tener
mucha habilidad manual y no ser un buen artesano. Para mí la artesanía
es una forma de expresión de las artes y no tiene por qué ser menor; el
pintor es un artesano: ¿y el escultor? Díaz Valdez, por ejemplo: vamos a
volver al ejemplo de Díaz Valdez. Fue primero un buen carpintero antes
de ser un buen escultor. Y el gaucho Almada, por qué cuando íbamos al
Taller Sur, gente vinculada a la madera, al cobre, al cobre-esmalte, a
la cerámica, ¿por qué este gaucho Almada decía las mejores cosas? Porque
era herrero, porque tenía una herrería, es decir, que conocía el
espíritu del material que trabajaba y nosotros veníamos a encajarle -se
puede decir- al material, una preparación abstracta, demasiado
intelectual, que muchas veces no se casaba con él. Eso fue lo que a mí
más me costó en la cerámica: relacionar mi modo de expresión con un
oficio que yo tenía que adquirir, y que me costó tiempo adquirir para
decir lo que yo quería en colores, en formas, porque al principio
titubeaba mucho, no relacionaba lo que quena decir con el oficio que
tenía: uno de los dos quedaba por el camino y la pieza era falsa. Creo
que ahora he logrado vincular más las partes porque le doy más soltura
al barro, y lo que la mano hace creo que es lo que el rio hace
desgastando, amasando, y no digo esto por ponerme original, sino porque
creo es así.
—Una pregunta: vos fuiste destituido en los tiempos duros de Secundaria.
¿Sentiste mucho esa destitución y la sentiste porque te importaba la
docencia o moralmente porque se te corría de un lugar?
—No, en lo moral no lo sentí para nada porque estaba muy claro en lo
mío. Absolutamente nada. Sentí la falta de la presencia de los
muchachos.
—Contame.
—Quedé medio somnámbulo. A mí me pasaba en muchas cosas que la clase me
enriquecía y comprobé que el tener que dictar una clase no es lo mismo
que saber la lección, porque en el momento de decir las cosas, las cosas
cambian.
—No se trata de preparar la lección el día anterior para ir a darla.
—¡Nooo! señor. Se trata de comunicar, que no se puede hacer tampoco sin
esa base, sin eso no se puede hacer. Y me encontraba con que había cosas
que yo las creía bien sabidas y no estaban bien sabidas. Y me encontraba
que había cosas en que yo tenía mis dudas y en el momento de
comunicarlas vi que las sabía. Una clase es un imprevisto permanente, y
el que da la clase ya con la seguridad de la clase que tiene que dar,
ese no es un docente, es un enseñador y nada más. Muchas veces la clase
me cambiaba el tema... recuerdo lo que me decía Bergamín; dice... una
vez conversando -nos visitó mucho acá y nos enseñó muchísimo ese
viejo...
—Te habló mucho de los toros, de la tauromaquia.
—Me aclaró todo eso, bueno, y decía: "usted tiene un programa de
literatura para dar donde están los clásicos y los modernos y antiguos
de la literatura, bueno, usted sabe más de uno que de otro; usted dé el
que sabe y si no da el otro paciencia. Si usted da bien el Dante, si da
bien Petrarca, usted prepara un alumno para la literatura, porque lo
importante no es prepararlo bien en Petrarca ni en Dante, es prepararlo
en la literatura. Usted dé lo autores que a usted están más cerca y a su
manera de sentir las cosas, que va a preparar un alumno para el
conocimiento de esa forma del arte: literatura, pintura, escultura, lo
que fuere". Y yo seguí esa línea de Bergamín y me sirvió
de mucho. Había autores que el programa me marcaba y yo no los di y
otros que yo incluí porque comunicaba mi pasión, porque al final ayudaba
al aprendizaje del alumno.
—¿Y la vida docente tuvo ascendiente en la vida artística? ¿O no...?
—Tal vez inconscientemente. Había una relación afectiva muy grande con
la materia y con el alumno. Nunca tuve problemas de conducta con los
estudiantes e hice una experiencia aquí en los últimos años -discúlpame
que me ponga a hablar de mi...
—De eso se trata.
—Yo no pasaba lista en clase. Que fuera el que quisiera. Y al empezar el
año les decía: están todos aprobados. Ahora vamos a estudiar Historia
del arte. Porque sabés que el estudiante es muy deportista y el
deportista a veces hace sus trampas y cuando hay que ganar un examen el
estudiante busca recursos que no son los de la materia y como no tenían
nada que ganar estudiaban con absoluta libertad porque se había
despegado de la cuestión del examen y por propio gusto por la materia.
Fue una experiencia para mí muy rica que hice los dos últimos años,
cuando me dejaron por la mitad. Y los estudiantes son testigos de si es
verdad o no lo que digo. Y no me faltaba nadie a clase. Es uno de los
orgullos que tengo, y bueno, y lo tengo nomás y me lo aguanto aunque
resulte un poco vanidoso decirlo.
—Decime, ¿no te hubiera gustado ser edil, en Treinta y Tres...?
—Jamás.
—¿Por qué no?
—Noo, no.
—¿Y por qué no?
—Y... me caliento con mucha facilidad. (Risas) y además no sé organizar
un problema que esté vinculado con causas económicas y con... noo, no,
no.
—Si te pregunto esto es porque también sos un ser político,
manifiestamente.
—Un poco anárquico, pero no, no.
—Bueno, entonces vamos a hablar un poquito del barro, de la alfarería
que es lo que más te importa. Habíame de eso con toda libertad. ¿Cómo se
hace una pieza? o. ¿cómo hacés cerámica, sin recetas, no?
—¡Ah! ¡Sí! sí, sí, sin recetas... Hay piezas que repito mucho, por
ejemplo la de los toritos, y siempre las de los accidentes de las piezas
que nunca salen iguales... sí, en las proporciones, pero no en la
textura y el color; el fuego cuando lo tenés a más de mil grados está
continuamente haciendo de las suyas.
—¿Es un buen constructor?
—Y un buen destructor, también... y a veces te halaga y te descubre
cosas.
—Hablame del proceso, cuando vas a buscar la arcilla, en fin...
—Bueno, la buscada de la arcilla por ejemplo: yo antes trataba de estar
muy vinculado al río hasta en ese aspecto y sacaba la arcilla del río.
Pero me parece que en los tiempos en que estamos ahora, cuando las
barracas y los molinos te dan una arcilla pura, impalpable,
magníficamente accesible a las altas temperaturas ya que no tiene
ninguna clase de impureza... vos querés que las cosas te salgan bien en
calidad de material y no tiene sentido que te pongas a sacar la arcilla
del río, estarla tamizando, esperar tiempo para que este material se
vaya purificando, porque estás perdiendo otro tiempo que es el del
ejercicio de la técnica de la artesanía. Y yo resolví dejar eso que era
un poco folklórico porque lo encuentro demagógico. Como también cocinar
a leña, siendo que subiendo y bajando una llave tengo magnificas
temperaturas. No quiere decir que en el homo a leña no se saquen cosas
muy lindas, pero hay que juntar la leña y quemar unas cuantas toneladas
y ahí también se pierde un tiempo que ayuda a enriquecer la materia
técnicamente. Me parece que a la época hay que aprovecharle las cosas
buenas que tiene y que no son pocas. No es lo mismo leer un pirómetro
que
leer la tabla de colores y ver en qué grado está. Vos apagás un esmalte
blanco a mil cuarenta grados y sabés que ese esmalte está perfectamente
fundido, y en cambio en el horno a leña tenés que estar mirando por
agujeritos si está llegando a un amarillo que llega a los mil grados.
—¿A qué colegas de este país le tenés mucho respeto, a quiénes
consideras?
—Me atrevo a decir que en este momento me merece respeto todo lo que se
está haciendo.
—¿Y si decimos Collel, o López Lomba?
—Bueno, esos son los maestros, y tienen que haber más, no te olvides que
yo estoy muy desvinculado de los ceramistas; me veo con ellos a veces en
exposiciones brevemente, y además rehúyo un poco las reuniones que
también acepto y participo cuando estoy en ellas, y con mucha alegría...
pero eso no me permite tener una erudición como para opinar y me da
miedo de dejar gente afuera... López Lomba y Collel seguro que son
grandes maestros. También está Novinsky, Abbondanza y Silveira,
Margarita Perotti, Trelles que tiene cosas intelectualmente
trabajadas... ¿a ver? La memoria me está castigando, ¿ves? Acá me da
miedo de dejar gente sin nombrar, pero son muchos.
—Hay un grupo que tiene un nombre indígena, no recuerdo, algo así como
Carumbé.
—Ya sé, Cuarambó. Y está también Cerámica Del Carrito, que así se llama
porque la venden en un carrito y que es de alto nivel técnico. Cuarambó
es muy original, también; es gente joven a la que quiero mucho.
—¿Si tuvieras que elegir un tapicista?
—Cardozo, porque es el que está más cerca del manejo -como entiendo yo-
de la materia; considero que está muy cerca de Díaz Valdez, también. Me
gusta mucho lo que hace porque mantiene casi virgen la materia y eso es
una de las cosas más importantes que tiene la artesanía. El que trabaja
la madera y al final esa madera se parece a un hueso, ese no es un buen
artesano. No se puede deformar el material que se trabaja hasta hacerlo
desaparecer.
—Eso me hace acordar a cuando la gente hablando del sonido dice: "esa
guitarra parece un piano". A mi tampoco me gusta porque entonces no es
una guitarra, y vos sabés que a la guitarra yo la quiero mucho.
—Por eso no me gusta el esmalte en cerámica...
—¿Y un escultor?
Yepes, sin duda ninguna por la forma en que escarbaba en la materia. Con
él me pasó una cosa muy particular la primera vez que lo vi. Me invitó
Rama -casado con Judith Dellepiane- a ir al taller de Yepes porque le
estaba haciendo un retrato a Judith, y recuerdo que entré al taller y
estaba la escultura sobre el soporte en que trabajaba, y tuve -y lo que
te digo es absolutamente cierto- tuve la sensación de la presencia de
Judith; y cuando me acerqué y comencé a mirar la escultura con fijeza,
desapareció; y no te miento, ya estoy viejo para hacer biógrafo. Yepes
tenía una capacidad para cazar el duende de las cosas... yo tengo en
casa un retrato de un ángel y yo creo que los ángeles tienen ese rostro.
—Hablando de ángeles me acuerdo de uno que hizo Lucho, el de La Paloma.
¿Sabes que Martha Nieves, una pintora nacida en San Carlos pero adoptada
rochense salvó de la destrucción unos ángeles y un Cristo hechos por él?
—Sí lo conocí, era un primitivo que hacía las cosas porque le gustaba y
con elementos del mar. Al Cristo no se le daba importancia. Lucho tenía
una fonda donde vendía comidas hechas con pescado y también hacía su
artesanía. Para muchos era solamente un personaje pintoresco. Yo vi en
él otra entrega a su mundo, otra persona. Me gustaba estar con él y a
menudo iba a La Paloma y lo buscaba. Llegamos a intimar
bastante porque a mi me gustaba también la pesca y claro que la
artesanía; y recuerdo que la palabra palangre la aprendí con él y además
me enseñó cómo se pescaba... me decía: "mire, anda un cardumen" -no
recuerdo si de lisas- y yo le decía: ¿y usted cómo sabe que hay un
cardumen si no está viendo nada encima del agua? allí no hay ni salta
nada... y me dice: "Sí porque las gaviotas están bajando a comer un
pescado pequeñito que anda en la superficie, porque abajo andan pescados
grandes corriendo ese cardumen de pescados chicos... usted no ve nada en
el agua sino gaviotas que bajan, pero bajan a comer ese pescadito chico
porque abajo está el cardumen de pescado grande".
—¿Y qué pasó con Lucho?
—Pasó que hubo un tiempo en que estuvo muy publicitado; la prensa grande
le dedicó páginas, inclusive ya fotografiaban al artista en la plaza y
la gente iba a La Paloma a visitar al artista y perdió espontaneidad y
frescura... lo embromaron porque le hicieron perder eso que muchos hacen
y que es arte y que hacen sin saber que es arte. Los africanos hicieron
miles de obras maestras todas cubistas y los que después creyeron
descubrir el Cubismo fueron los franceses. Los que escribieron sobre
Cubismo fueron los franceses y descubrían un Cubismo que hacía siglos
estaban haciendo los africanos lo mismo que los precolombinos. Son
artistas intuitivos que no tienen el mote de artistas ni se sienten
engolados por ser artistas.
—Lo que pasó desde el fondo de la Historia con las pinturas rupestres y
parietales.
—Pienso que la publicidad embroma mucho al artista, a veces me joroba a
mí eso del ceramista-artista.
—Entiendo que cuando la publicidad es bien dirigida y bien intencionada
le hace bien.
—Me refiero a la valoración, como si uno fuera distinto. Yo no soy
distinto a nadie ni el artista es distinto a nadie.
—Claro, si al artista le pisan un dedo chilla como cualquiera.
—Y tiene callos y le duele la barriga como al que más...
—Y decime ¿de Cine Club qué recuerdo grato tenés?
—Bueno, Cine Club duró unos dieciocho años.
—Fuiste su presidente y fundador.
—Presidente casi vitalicio... y tengo algunos recuerdos gratos junto a
otros ingratos que es mejor no recordar... ¿un recuerdo grato? Este:
tenía con el cuartel una relación muy afectuosa y respetuosa, muy buena
relación... muy amistosa.
—¿En qué año, eso?
—Sería por el 45-50, por ahí.
—Eran otros tiempos...
—La ciudad respetaba mucho las distintas formas de vida como debe de ser
en una ciudad más o menos moderna, y recuerdo que en el cuartel se
preocupaban por la cultura de la tropa y nos pedían que las películas
que venían a Cine Club se las mandáramos para exhibirlas. Y eso no era
con la intención de controlarnos. Si hay alguna sospecha en alguno que
está escuchando o leyendo esto, que sepa que es absolutamente
equivocada.
—Recordás quién dirigía en ese momento el cuartel?
—En la comisión de Cine Club recuerdo que había un alférez Sugarramurdi,
buen compañero de Cine Club, y en ese tiempo estaba Viana en el cuartel
y había otros nombres que el tiempo me los ha borrado.
—Digo yo que la ubicación de la época y los nombres quitan suspicacias.
—Claro... y recuerdo que cuando nos llegaba imprevistamente una película
y teníamos que preparar la sala sin poder contar con la municipal porque
ya tenía fechas
comprometidas con las distribuidoras, teníamos que salir a conseguir una
sala de emergencia, que no siempre estaba adecuada a la exhibición
cinematográfica en lo que a platea se refiere, y el cuartel mandaba
personal de tropa y en cuestión de media hora teníamos una sala pronta.
Eso era magnífico. Recuerdo que una vez se exhibieron en el cuartel unas
películas de Mac Laren que es un canadiense que pinta sobre celuloide, y
la responsabilidad de esta gente del cuartel hizo que se preocuparan por
la película que estaban exhibiendo y me mandaron buscar de apuro,
creyendo que a la película la habían destrozado por el carácter de
manchas que la exhibición tenía. Y sobre todo estaban preocupados porque
sabían que era material de museo, material de cinemateca.
—¿De dónde venían las películas?
—Esa venía directamente de la Embajada de Canadá y se estaba dando en el
cuartel antes de que la diéramos nosotros porque ellos la pasaban de
mañana. Esa película estaba para ser exhibida exclusivamente por los
cine clubes y no en salas comerciales. Hubo otra que se exhibió
solamente en San Pablo, Treinta y Tres y Montevideo y que fue
"Intolerancia" de Grifflth. Ese fue el itinerario y venía del Museo de
Nueva York.
—¿Y cómo vino a Treinta y Tres?
—Bueno, porque Treinta y Tres fue el primer Cine Club del interior. Y
uno de los que funcionó con mayor regularidad. Hubo con San José una
disputa un poco deportiva de cuál fue el primero. Yo estoy seguro de que
nosotros iniciamos la actividad cineclubista del interior. Y esto
gracias a la página cultural de Marcha que fue uno de los periódicos que
se ocupó con más intensidad en valorizar el cine acá en el Uruguay... Te
dejé por la mitad lo de Mac Laren... había pasado que por un accidente
en la máquina de 16 milímetros, en el cuartel creyeron que habían
destrozado la película y me llamaron. Entonces los tranquilicé
diciéndoles que esa era una característica de la película. Esto habla de
la responsabilidad con que se hacían las cosas. Y el cuartel no ejercía
una actividad de control político. Eso vino después a ensuciar las
relaciones y no partió del cuartel sino de la Embajada de Estados Unidos
que corrompió la política nuestra.
—¿Decime, si volvieras a nacer, qué actividad repetirías de las que has
hecho? ¿Todas, algunas?
—Tal vez me concentraría más en alguna como la alfarería. Pero yo no
podría actuar hoy como en otros momentos; Treinta y Tres no tenía buen
teatro ni buen cine; las películas que veían los muchachos eran por
ejemplo "Las Cuatro Plumas" y películas con contenido imperialista y las
idioteses de las películas argentinas. Era un cine mediocre y nosotros
no podíamos estar haciendo una actividad docente en el liceo contra una
competencia como la del cine que era más poderosa para influir sobre el
alumno. Y nosotros no teníamos que prohibir ir al cine sino llevar buen
cine para que la gente se educara.
—Tenía la influencia que hoy tiene la TV que está en cada casa...
—Claro, porque se te mete puertas adentro. Es decir que todo lo que se
hacia en aquel momento era porque el pueblo lo precisaba, no era porque
fuera directamente mi vocación que yo hacía aquello, pero como docente
tenía que hacer esa actividad. Hoy tal vez no lo haría. Recuerdo que en
cuanto al teatro, venían algunas compañías dando por ejemplo "El Rosal
de la Ruina" donde el personaje central era una trapecista que estaba
tuberculosa y tenía una musculatura bárbara (risas). El teatro que
nosotros veíamos era en los circos, es decir que había que promover el
teatro, buen teatro en la medida en que nosotros podíamos. Esa
dispersión hacía que todo fuera de un nivel muy discreto, la dispersión
no hace posible que uno sea un buen elemento de teatro, un buen docente,
un buen político, un buen cineísta o cineclubista, un buen alfarero;
tanta cosa hace que ninguna salga bien, pero en aquel momento había que
hacer tanta cosa.
—¿Y esas cosas las harías de nuevo? Porque de algún modo rehuíste la
respuesta a mi pregunta...
—Pienso que no, porque hay gente que está en mejores condiciones de
elegir entre lo bueno y lo malo, y el que elige lo malo que se joda. Yo
cuando fui a Montevideo elegí el Museo Nacional... otros eligen el
estadio... bueno: jódase (risas)
—Pero en definitiva ¿qué harías entonces?
—Alfarería.
—¿Esa es la respuesta?
—Esa es la respuesta. Alfarería y docencia de Historia del arte. No
docencia de alfarería porque no sería un buen maestro de alfarería,
pienso, recordando lo que te dije de Cúneo.
—Claro, porque es muy difícil transmitir lo que está en el tacto, ¿no es
asi? Porque hay cosas que tienen que ver con las tierras, los colores,
las formas, el horno y su graduación, y todo eso se puede enseñar...
pero lo que est& en el tacto ¿cómo se transmite?
—Eso está en la artesanía, lo que hay que tener en cuenta es la mano. Es
la diferencia que hay con otras artes en que se utilizan muchas
técnicas; hoy se está utilizando la electrónica como en el caso de Le
Pare; pero yo pienso que el alfarero no puede perder su manualidad, hoy
puede haber muchos escultores y pintores sin mucha manualidad, sin
manualidad muy buena, puede haberlos, no quiero decir con esto que
necesariamente tenga que ser así.
—Si, se pinta con spray y da una cosa demasiado limpita. en cambio la
mano...
—Pinturas especiales que tienen una reacción posterior que no es lo que,
en el momento está dando el autor. Puede dar otra cosa el spray,
también. Le Pare hace un cuadro con luz eléctrica ¡y hay que joderse!
También hay esculturas móviles.
—Calder.
—Calder... y hay muchas esculturas que se manejan con máquina, "La Torre
Cibernética" por ejemplo, y no podés negar esto... El que la está
haciendo es un ingeniero; ingeniero-artista, cosa muy buena para la
ingeniería, porque es preferible eso a que diseñe submarinos atómicos...
—Pero vos a todo eso prefería la mano del río porque es natural, como un
regreso a la naturaleza.
—Sobre todo en este tiempo en el que se está destrozando el mundo, el
mundo de la naturaleza. Hay si se quiere en esto un acto de militancia.
—Y un acto ecológico, ¿también?
—Sí señor,¿cómo no? Un acto ecológico también porque quien ve la
naturaleza en esta forma respeta su equilibrio, respeta su vida, y al
respetar la vida de la naturaleza está respetando su equilibrio.
—Yo pienso que ya estamos porque se acaba la cinta. Pero ¿qué fue lo que
dijiste al principio? ¿Que accediste a la nota, por qué?
—Bueno... yo me había propuesto no intervenir más en reportajes; mi
mundo no quiero que sea más el hablado... pero hay muchas razones para
hablar con vos. |