Marcos Velásquez
por Lucio Muniz

El 7 del mes en curso falleció en Montevideo, Marcos Velásquez. Había nacido en la misma ciudad el 3 de junio de 1939. La temprana cercanía con amigos de su padre cultores del "Canto Criollo" lo influenció para ser un digno representante de esa zona nuestra que el tiempo ha ido opacando por la invasión constante de otros géneros que poco tienen que ver con nosotros, y que pese a ello se van imponiendo por razones comerciales y de difusión, sin propósitos de resaltar lo que nos identifica, sino de cimentar ganancias e imponer en cierta forma una sensibilidad de lo insensible, de lo que no conmueve y se solaza en los decibeles, gritos, saltos y bebida en exceso. Lo dicho no podrá sorprender a los que observan un mundo de peligros en el que se ayuda a crecer con los oídos y los ojos apuntando a los cuatro puntos cardinales, alejados cada vez más de los latidos y sabores de la propia tierra, y la mentira canallesca de que con la chatarra que se ofrece y propagandea, vamos a ser felices. Ya ni el pan conserva el sabor que le daba el horno de leña, porque al otro día de hecho, parece plastificado.

Con la gente que se va, se pierde una enorme fuente de riqueza, y, en su caso, además de las experiencias humanas que tiene cada ser, se pierde "eso" que Marcos ha cultivado, el sabor de lo autóctono que se lleva, con la esperanza del retorno en la obra que deja como legado y testimonio de su paso, y que en la audición de sus canciones lo hará revivir y permanecer.

Ví a Marcos por vez primera en la "Librería Claridad" de la Ciudad de Treinta Y Tres, cuyo dueño era el maestro Adhemar Gómez. Pero en esa oportunidad apenas intercambiamos unas palabras. El reencuentro fue alrededor del ’87 en la Galería Prevosti que impulsaba Antonio Lista, donde asistimos a una exposición colectiva en la que participé con un cuadro. Desde esa noche nos hicimos buenos amigos con el cimiento de la guitarra, el gusto común por la milonga, el estilo y otras formas que nos representan. Tengo vivo el recuerdo de noches de canto transcurridas en una vineria de Lindoro Forteza, en su casa de la calle Asamblea, en la casa de Tony Dibán, (a dos cuadras de la Facultad de Veterinaria), en la de Eustaquio Sosa de la calle Mac Coll, y en muchas noches en Elcano y Centenario, domicilio de Nell Silva, donde compartíamos asados y vino con el dueño de casa, Marcos, Walter Seruga y el enorme payador Carlos Molina. Ello, con la intención de disfrutar del canto y la amistad que nos unía. Compartimos también audiciones radiales, y de T.V. en el espacio de Teresita Minetti de CANAL 5, SODRE; sobre todo, en un programa que le propuse a ella, en carácter de homenaje a Marcos, luego del primer infarto sufrido, y que sin previa preparación improvisamos -bajo mi responsabilidad- con Walter Seruga, Eustaquio Sosa, Julio Conde, "Pepe" Guerra, Braulio López, el dúo Candiles (que integraban los hermanos Alba y Heber Marco). En ese programa le entregué un documento que conservaba, por el que, preguntado por los hacedores del canto uruguayo, yo destacaba a Marcos como autor. Ese documento era una extensa encuesta que recibí de manos de Juan Peyrou, venida del Diario Excelsior de México, que pese a lo comprometedora, en aquel momento, contesté en su totalidad. Lo recuerdo también del Festival que en la plaza Vidiella de Colón, realizó Eustaquio Sosa durante varios años. En el desarrollo de uno de ellos, actuamos juntos en carácter de jurados. Son incontables los encuentros programados y casuales que tuvimos, las convesaciones en que se manifestaba admirador a la vez que compañero de ruta de Lauro Ayestarán en la investigación; y en el canto, de Alberto Moreno (en realidad Garategui), el "Cieguito" Basso y De Sanctis entre tantos otros. La última vez que lo ví fue en el homenaje que en el Club "La Granja" se le tributó el 5 de junio del año en curso, en el que participé junto con amigos comunes: el payador Luceno, Seruga, Conde, Laporte, Los Caminantes y otros artistas que le expresaron su admiración. Marcos, es para mí, uno de los mayores representantes del canto nuestro. Hay en sus canciones rescate de gente, pasión terruñera, acidez crítica, humor fino, reflexión y sabiduría. También hay espíritu de justicia expresada en infinidad de escenarios del mundo, como aporte y forma de lucha en tiempos duros. Sea este un adiós personal con pretensión colectiva, porque yo sé que hay mucha gente que lo admiró y le tuvo afecto, y que quisiera tener un medio como este para poder expresarse. 

por Lucio Muniz
22 de setiembre de 2010

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