Homero Macedo: La evocación del pago

por Lucio Muníz

Maestro y profesor de Historia. Dirigió el Liceo Departamental de Treinta y Tres durante quince años. Fue candidato a la diputación por Treinta y Tres en filas del Partido Nacional y luego por el Frente Amplio. Público “Treinta y Tres en su historia”, ed. Banda Oriental, 1985.

L. M. Homero: yo sé que usted es muy conocedor de Treinta y Tres, y que su conocimiento tiene que ver con su gusto por la Historia, digamos que sobre todo la del pago que lo ha hecho registrar lugares, hechos, nombres, etc. y que yo pretendo rescatar a través de esta nota que vamos a realizar juntos. Lo que quiero es que esto sea una charla natural que luego desgrabaré para que otra gente participe. Hable de Treinta y Tres.

 

H. M. Voy a comenzar por esta calle donde vivo que es Gregorio Sanabria. Esta era la última calle del pueblo, de la planta urbana vieja; de aquí hacia la estación eran las chacras de los Muniz y de los Latorre. Yo conocí esa esquina de Lavalleja y Sanabria, a una cuadra de aquí, que era de don Constancio Muniz; se hablaba de la pulpería de Muniz, porque era bien una pulpería. Al frente tenia un palenque para atar los caballos los paisanos que venían a hacer compras. Era un comercio con despacho de bebidas donde la gente se quedaba ratos. Había una explanada antes de la casa donde la gente se reunía, y de esa casa todavía se conservan las paredes, la casa está muy reformada, es la que vive la viuda de Mederos, Tesoro Fernández.

 

—¿Sobre Lavalleja? Usted estaba hablando del comercio que era de mi abuelo, el padre de mi padre, y esta calle en que usted vive es la que nacieron todos mis hermanos, incluso yo que soy el menor de seis hijos. Acá enfrente...

 

—Si, yo recuerdo a doña Pancha, su abuela y a sus padres, claro: su madre era hija de don Lucio Muniz a quien yo conocí mucho y que vivía a dos cuadras de acá, en la calle Freire. Bueno, esta parte de Gregorio Sanabria hacia la estación se llamaba Pueblo Nuevo porque fue la primera ampliación, y eso fue a raíz de la llegada del ferrocarril en 1911. La estación quedaba en todas esas chacras de Muniz y de Latorre y que fueron fraccionadas, amanzanadas; todavía queda allá cerca de la estación una que no está amanzanada, hay una cuadra cerrada que no se comunica con Lavalleja y que con Oribe tampoco. Yo fui nacido frente a la plaza principal en el viejo Hotel Oriental. Mi padre fue periodista toda la vida y fue también comerciante, hotelero; participó en Masoller donde fue herido. Toda mi familia tuvo actuación en filas del Partido Nacional. Cuando la paz de 1910 yo apenas caminaba y mi padre por seguridad nos había mandado con mi madre y una hermana de ella a una estancia en el Paso de la Laguna. Había habido "un barullo" como se decía antes cuando había un movimiento revolucionario que después por alguna transacción se terminaba y entonces se decía: "esto fue un barullo"; era la frase que se usaba. ¿Qué más quiere saber?

 

—Estábamos en el cambio del pueblo que usted conoció cuando era chico.

 

—Esta era la entrada al pueblo y ahí paralelamente había otra entrada en la bifurcación de esta calle y Avenida Brasil. En la vieja planta urbana todas las calles llevan nombres de los Treinta y Tres. La calle Rivera se hizo cuando fraccionaron las chacras de las que estábamos hablando, y acá más hacia el Olimar y en esa rinconada entre el Olimar y la vía, era todo barrio. Creo que ahí era la chacra de don Agustín Bilbao... ahí eran las canteras y estaban originadas porque aquí en esta calle y sobre la vía termina la Cuchilla de Dionisio, nosotros estamos en plena Cuchilla de Dionisio y hay una cosa característica: mi casa, por ejemplo, no tiene cimientos de piedra porque está sobre la piedra bruta y todo es granito. La obra la dirigió el Ingeniero Paulillo que estuvo muy poco tiempo acá en la Oficina Técnica. Todas las casas de por acá están hechas sobre la piedra natural.

 

—¿Usted es del tiempo del nacimiento del puente viejo?

 

El puente es de 1908, yo soy de 1909. Del puente le puedo decir que lo dirigió el Ingeniero Capurro, un ingeniero digamos muy clásico. El ingeniero Capurro -tengo por ahí en un boletín histórico que publicábamos en el liceo en la época en que yo era director- tengo una carta del ingeniero Capurro a quien no sé de que forma le llegó un boletín del liceo en el que yo había hecho una cosa sobre la construcción del puente. Tuve -y después lo dejé en el liceo y no sé que fin llevó porque fue en esta época tan oscura, mejor dicho sé que pasó y lo voy a decir ahora después-... el Ingeniero Capurro fue el que dirigió la construcción del puente y yo tenía entre la cantidad de mis papeles, como usted puede estar viendo, una carpeta donde estaba toda la documentación de la construcción del puente viejo del Olimar. Todo el trámite; están muy detallados los gastos, lo que se le pagaba a los carreros que hacían el acarreo de material, lo que se pagaba a los peones... todo muy bien detallado por nada menos que el Dr. Francisco Oliveres que era el secretario de la comisión.

 

—Si, el de la quinta...

 

—Palabras mayores era esa quinta, fue un crimen que esa quinta se haya hecho barrio. Barrio lindo, ¿no? pero... eso era hermoso. Bueno, yo tuve en mi poder, porque el Dr. Oliveres ya había muerto, el estudio de él, porque había sido secretario muchos años hasta que se fue de acá de Treinta y Tres, don Valentín Ferreirós, amigo mío y vecino de mi casa y cuando se iba de Treinta y Tres me dio una carpeta y me dijo: "como usted gusta de la Historia y de guardar estas cosas, en esta carpeta está toda la documentación del puente viejo de Olimar" que es el primer puente de la zona, ¿eh? de esta zona larga de Treinta y Tres, de todo el departamento.

 

—Pero usted hace un ratito me dijo que dejó todo eso en el liceo y que sabía que pasó posteriormente y que me lo iba a contar...¿qué fue de esos documentos?

 

—Siendo director yo del liceo, habíamos algunos profesores con mucha inquietud y muy buenos colaboradores como el caso del Dr. Gallardo, José Luis Acosta... bueno, y habíamos iniciado la publicación de un boletín histórico de cosas de Treinta y Tres, y yo escribí una nota bastante extensa basada en toda la documentación que había en esa carpeta... esa carpeta quedó en el liceo cuando yo me retiré el 12 de diciembre de 1970; tenía ya casi cuarenta años de trabajo... entonces dejé la carpeta en el liceo porque entendí que era mejor que estuviera allí que en mi poder.

 

—Que era patrimonio del liceo...

 

—Eso, porque además en el liceo se inició un archivo de material histórico con vistas a fundar un museo. Existe la documentación en el liceo de todo el trámite que yo hice, siendo director de Secundaria don Clemente Ruggia que venía con mucha frecuencia a Treinta y Tres, y con quien siempre mantuvimos un trato muy cordial. Un día yo le dije que en esta zona no había museo histórico y él me dijo que lo iniciara yo y me autorizó para iniciarlo en el liceo. En ese momento se estaba haciendo la ampliación del local; el liceo actual tiene tres ampliaciones, ya. Cuando yo lo recibí se estaba por hacer la segunda. La parte que da sobre Oribe se hizo toda durante mi época. Bueno... y cuando se estaban mirando los planos con los arquitectos se habló de hacer un local con una ampliación para que fuera museo histórico, pero después faltaron fondos y se hicieron las aulas, y aunque se me prometió hacerlo a la brevedad nunca se reunieron los recursos y yo creí que igual todas esas cosas que tenía en mi poder correspondía que estuvieran allí. Por eso dejé esa carpeta y algunas otras cosas que lamento porque no sé qué fin llevaron, Pero el asunto fue este: en el "proceso" -no recuerdo quién era el director, ni me interesa- hubo una venta a una fábrica que se había instalado hacía poco en el Barrio Sosa de papel o de cartón, entonces le vendieron o le dieron del liceo una cantidad de cosas, inclusive cosas que son un crimen.

 

—¿Como qué?

 

—Como expedientes del archivo, expedientes de estudiantes. Cuando volvió la vida a la normalidad se notó la falta de eso y a mi me pidió el actual director que fuera a ver... y aquello daba pena; en un archivo que hay sobre la azotea, un salón que hay aparte, allá, donde se guardaban cosas bajo llave para que no se anduviera revolviendo, como por ejemplo las libretas de profesores, y otras cosas que no se precisaban en el momento.

 

—¿Y usted piensa que eso fue vendido a la fábrica?

 

—Vendido o dado, no sé, para ser convertido en cartón... el hecho fue este: un día un camión paró enfrente de donde estaba ese archivo y de arriba comenzaron a tirar paquetes de papeles, y entre otras cosas marchó la carpeta que le decía. Pero esa carpeta se cayó al suelo y se desparramaron los papeles, por eso es que yo tengo algunos de los papeles guardados, porque un vecino los recogió y sabía algo de lo que estamos hablando y me los mandó a mi casa.

 

—¿Se puede saber quién es el vecino?

 

—No, prefiero que no.

 

—¿Y el año en que sucedió esto? porque seria fácil identificar la dirección.

 

—Fue en esa época. No recuerdo ni quiero recordar quién dirigía...

 

—Usted es maestro y profesor de Historia...

 

—Por concurso, eso debo de aclararlo bien. Ejercí poco tiempo el magisterio, yo era funcionario de la Oficina Electoral y en esos tiempos me preparé y di concurso porque me recibí de maestro y di en la nocturna y en la diurna en la escuela 1 cuando el director de todo eso era el maestro Becerra. Fueron interinatos breves, pero también estuve a cargo de la escuela 28, rural, donde yo había sido alumno, la escuela de Villa Sara. En ese tiempo me preparé para dar concurso de Historia. Los concursos no eran reglamentados en secundaria y fue justamente don Clemente Ruggia el que puso orden en el Consejo de Secundaria y en todo el funcionamiento del Ente. Solamente había concurso cuando alguna persona muy argumentadamente lo pedía, exponiendo sus razones, y no era siempre que había concurso. A mi me quisieron nombrar profesor y yo no quise porque había hecho en un periódico estudiantil una campaña en favor de los concursos y no me podía traicionar. Primaria en ese sentido estaba mejor que Secundaria. En esos tiempos yo viajé mucho a Montevideo a buscar material y me sirvieron mucho, dándome clase, un gran profesor de Historia: Bentancur Díaz; Arturo Ardao y Julio Castro. Esas tres personas me ayudaron mucho. En el liceo di Historia del 43 al 55 y de ahí en adelante sucedí en la dirección al Dr. Nilo Goyoaga, por concurso, también.

 

—¿Y la intervención de Ruggia para que se hicieran concursos fue para que estos se realizaran en Treinta y Tres, o en todo el país?

 

—En todo el país.

 

—¿Incluso en Montevideo?

 

—Incluso en Montevideo. En la organización de Secundaria hay muchas cosas que se hicieron en los tiempos de Ruggia, como el "Estatuto del profesor" en el que estaba incluido eso.

 

—Homero: para cambiar un poco la conversación... hay una Historia universal, una americana, una nacional y una lugareña... ¿cuál le importa más a usted?

 

—Bueno, mire usted, yo creo que la Historia es valiosa toda, yo tuve inclinación por la nacional y americana, de eso fui profesor en preparatorios hasta que dejé por la dirección porque lo hice simultáneamente y me desbordaba.

 

—Homero Macedo, ¿es ateo?

 

—En mi casa siempre hubo amplitud en materia ideológica. Mi madre era católica y nos mandaba a la iglesia.

 

—¿Y su padre?

 

—No, mi padre era liberal.

 

—¿Se puede ser liberal y católico, o eso está reñido?

 

—Bueno, no era católico... y yo a los quince años más o menos dejé de ir a la iglesia.

 

—¿Y hoy qué es?

 

—Ateo. Yo no tengo creencias religiosas; si eso es ser ateo, yo no tengo creencias religiosas. Estoy leyendo un libro de Pérez Aguirre, el cura de Serpaj. Yo leo algunas cosas. Mi padre me enseñó a ser tolerante con las ideas e intransigente con las conductas, y eso es un dicho de un gran español y lo interpretaba y practicaba mi padre. Para mí, mi padre era un orgullo, yo estoy muy orgulloso del padre que tuve.

 

—Saltando a otra cosa, ya que a usted le importa la Historia, ¿qué personaje le interesa mucho de la Historia Universal?

 

—Me interesa mucho Artigas.

 

—Por supuesto. ¿Y de otros siglos, qué personajes lo atrae?

 

—Históricamente me atrae mucho Cristo.

 

—Pero Cristo ¿como hombre, como ser humano?

 

—Como ser humano. Cristo hombre. Y hay tantos personajes en la Historia que es difícil elegir. A mi si algo me importa de la Historia y me absorbe es la situación de América Latina. Me atrae mucho Martí al que he leído bastante.

 

—Una pregunta que puede parecer obvia: ¿qué es la Historia? ¿Cuál es el significado, la importancia de la Historia?

 

—Se pueden emplear distintos criterios... yo entiendo que la Historia sirve como una gran lección para la vida por lo que de ella se recoge de enseñanza en todos los órdenes. Siempre me importa la realidad social. Los hechos de la Historia son concretos y no se pueden modificar. Me importan los sucesos, las formas de vida...

 

—Usted además de ser maestro y profesor y ex director del liceo, es hombre político, ha sido candidato a la diputación por el Frente...

 

—Y por el Partido Nacional en la época posterior a la dictadura de Terra; yo fui quijanista. Ahí hubo una escisión de herreristas y antiherreristas, o independientes como Carnelli y Quijano. Gente con aportes propios. Yo desde 1930 fui quijanista.

 

—¿Qué historiador uruguayo le importa?

 

—Eduardo Acevedo.

 

—¿Y de los actuales?

 

—Carlos Machado.

 

—El de Historia de los Orientales...

 

—Sí y Nahum y Barran que son cosa muy seria... Cuando yo di el concurso en el tribunal estaba Machado Rivas que era cosa muy seria; también Petit Muñoz, Elvira Vaz Ferreira...

 

—Usted sabe algo de la presencia de Florencio Sánchez, ¿en Treinta y Tres?

 

—Bueno no sé si se le puede dar crédito, pero a mí hace mucho me dijo un vasco viejo que lo había tenido de compañero en la escuela... sé que acá hay Sánchez y que son parientes de él. Sé que venia mucho a Isla Patrulla cuando era un pueblucho que se estaba formando, porque ahí tenía parientes.

 

—Y después anduvo guerreando por estas zonas, "Cartas de un flojo"...

 

—En el 97. Ya en el 4, no...

 

—¿Y a Cúneo no lo conoció?

 

—No, pero sé que venía seguido acá. El pasaba temporadas en Treinta y Tres.

 

—¿Por el molino Perinetti?

 

—El era nieto del fundador del molino; a los Perinetti los trajo Lucas Urrutia... eran gente de oficio, eran agricultores, eran mecánicos, eran albañiles, carpinteros.. eran lo que se dice "siete oficios".

 

—¿Y a Serafín?

 

—Lo conocí cuando vivía en Vergara todavía. De Vergara nos invitaron a la Asociación de Estudiantes -que inclusive teníamos local- a la inauguración del local del club nuevo de Vergara. Fuimos una delegación y ahí conocimos a Serafín...

 

—Dígame, las veces que fue candidato a la diputación, ¿no se sintió defraudado por la respuesta popular? ¿Por la votación?

 

—No, porque sabía las dos veces que éramos minoría y en las dos oportunidades acepté por pedido de amigos. Era un honor, no una pretensión.

 

—¿Y si tuviera que ser candidato otra vez, si le ofrecieran, aceptaría?

 

—No. yo ya estoy desmemoriado, ya tengo 80 años y hay que retirarse, del mismo modo que creía que los docentes a los sesenta se tienen que retirar. Hay que retirarse a tiempo... me falla la memoria.

 

—No parece, según todo lo que ha contado.

 

—Es lo que algunos me dicen, pero yo sé que antes era rápido en las respuestas y que no me hundía en estas lagunas... además yo como maestro que soy tengo mi método, otra vez para conversar tenemos que hacer esquemas y yo después los voy rellenando.

 

—Cómo no. Pero se perdería la naturalidad de la que hablé al principio.

 

—¡Ah! eso sí... pero no habría lagunas.

 

Treinta y Tres, Junio 1989

entrevista de Lucio Muniz

Treinta y Tres en quince nombres
Ediciones de la crítica
Montevideo, Uruguay, 1992

Ver, además:

                    Lucio Muniz en Letras Uruguay

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