Escape
cuento de Lucio Muniz

A ambos lados, veo el verde subir y bajar, ancho y variado.  Adelante, la carretera parece corcovear, gris y estirada.  El ómnibus, completo de pasaje, se desliza desde hace media hora. Salir de la ciudad ha sido penetrar en un mundo distinto y abierto, bajo el azul insistente que no profanan nubes. Sólo la fijación de frases en páginas recién leídas, me distrae del instante que vivo.

 

 

Leopardi dice que no se es consciente de la felicidad cuando ésta se produce, a la espera siempre de mejores momentos.  Intento contrariar esa sentencia y para ello busco apresar la que tengo, aquí y ahora. Quedo en blanco; al borde, casi, instalado en el límite ideal de la realidad. Estoy entre el punto exacto entre la memoria y el olvido. No deseo recordar el pasado ni el presente, ni pretendo anticipar el futuro. Sin más ambición que la de disfrutar del paisaje y de la infrecuente laxitud que experimento. No existe en mí otro propósito que el de borrarlo todo, teniendo de las cosas una presencia ausente. Esto, simplemente, Es.

 

 

Si no fuera por el cordón del zapato atado demasiado fuerte y por una repentina comezón en la espalda, sería perfecto. Las manos, cumpliendo mis órdenes de mando eliminan las dos molestias. Sin el calor que me invade súbitamente, también sería perfecto. Con un simple movimiento, muevo una perilla y al entrar aire fresco logro una temperatura agradable y vuelvo a la laxitud de antes.

 

 

De pronto y por un buen rato, llora un niño en finísimas agujas. Sin demasiado espacio temporal, otro  niño vomita y el aire se enrarece. Momentáneamente, por un accidente en el suelo, el ómnibus se hamaca pero la suspensión y el pullman del asiento asimilan el desnivel del suelo y siento en el estómago una sensación casi agradable. Con mucho esfuerzo trato de superar molestias y elimino el oído y el olfato. Me abandono cómodamente y casi borrado del mundo. Pero mi vecino de asiento me vuelve a instalar en él, al abrir un diario en el que leo en grandes titulares :

 

                                  TERRORISMO:  MAS DE CIEN MUERTOS POR EXPLOSIÓN.

 

    (Del otro lado del vidrio, el verde baja y sube bajo el azul intenso). 

 

       Cierro los ojos fuertemente. No huelo, no escucho, ni miro, ni pienso.  Estoy feliz.

 

              Soy feliz.

 

                  Feliz. Feliz.  Feliz.

 

cuento de Lucio Muniz

 

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