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Mitoanálisis

Antiguas historias de amor

                                                                                                        Ishtar y Tamuz                                Isis y Osiris

por Leopoldo Müller

 

Ishtar y Tamuz

Concebidas en el neolítico, (s.IV a.C.) por sociedades en pleno período de urbanización, de economía agraria y pastoril, de Ishtar y Tamuz, son las más arcaicas que poseemos. Su éxito no ha sido igualado por el de ningún otro ciclo mítico, como lo prueba su difusión por la cuenca mediterránea. Sus variaciones y huellas las encontramos prácticamente en todas las culturas (que han legado sus mitos reelaborándolos mediante mutaciones apropiadas para cada una de ellas). Es así que figuran ideas de estos relatos en mitos egipcios, acadios, asirio-babilónicos, fenicios, cananeos y por supuesto helénicos. Sus influencias llegan hasta las mucho más tardías mitologías célticas y sajonas.

Una vez más, la historia comienza en Sumer, ya que los protagonistas del drama, Tamuz e Ishtar, nombres de origen semita, tienen sus antecesores en poemas sumerios, no semíticos. Figuran en varias tabletas cuyos textos complementan otros más deteriorados, de todos los cuales se puede reconstruir un poema, casi en forma íntegra. El título podría ser Descenso de Inanna al Mundo Inferior.

Inanna es la diosa del amor, voluble, agresiva y ambiciosa. Se transformará en Ishtar, la diosa acadia; en la Ashtarté cananea y fenicia. Tendrá su paralelo en algunos aspectos en la Isis egipcia, en la Afrodita-Artemisa-Venus heleno-latina y también será asimilada a la figura de Perséfone-Proserpina. Mientras que su amante Dumuzi será modelo de otras encarnaciones, con marcada similitud con el Osiris egipcio, las variantes del Tamuz semita y bíblico, el Atis fenicio y el Adonis helénico.

Estos poemas parecen haber formado parte de rituales y cultos consagrados a estos dioses agrarios (que suceden a las diosas madres desde el comienzo del IV siglo a.C.) Poseían templos en los cuales representaban estos dramas los monarcas regionales de las primeras dinastías. Si bien nunca figuraron sus nombres en el panteón, alcanzaron sin embargo una popularidad tan grande en los cultos como ningún otro dios del panteón logró. Ni siquiera los profetas bíblicos, 2.500 años después, pudieron desterrar su culto del templo de Jerusalem, como se desprende claramente del profeta Ezequiel:‘‘Me llevó a la entrada del pórtico de la Casa de Yahvé que mira al norte y vi que allí estaban sentadas las mujeres, plañendo a Tamuz. Me dijo:“¿has visto, hijo de hombre? Todavía verás abominaciones mayores que estas”. (Cap.VIII, 14-15).

El personaje del que derivan los siguientes, se llamaba en sumerio Dumuzi: era un dios-rey pastor; su nombre Dumuzi significa “hijo de la vida”, también “hijo legítimo”, “hijo único” y en algunas versiones Dumuzi-apsu “hijo verdadero del abismo”, hijo de la diosa Ea, la moradora de las profundidades del mar. Era Señor y Esposo de Inanna, Señora de la Tierra y del Cielo. Mas ella ambicionaba también el mundo inferior, donde reinaba su hermana Ereskigal, rival y enemiga suya.

Himnos y cánticos narran las peripecias de los esposos-amantes: las nupcias sagradas, sus amores, luchas, envidias y discordias. Algunos de inspirada alegría y júbilo, de exaltación amorosa, se han transformado en modelo literario (seguramente sirvieron de prototipo en el “Cantar de los Cantares”). Hay poemas en los cuales el cantor-pastor monologa y habla con su hermana amante. Interviene un coro y la amante lleva a su amado al campo, al vergel, al jardín a casa de su madre, etc., tropos comunes a creaciones de la época.

En la versión del descenso al infierno, se narra otro aspecto de Inanna y Dumuzi. Este es un dios que muere y resucita; mientras que Inanna, modelo de las similares en otros pueblos, será una diosa del amor, voluble, pasional, cruel, (prototipo de la “mujer” vista con la mirada ambivalente del varón); pero también amante fiel abnegada, que languidece por su amado perdido, resuelta a penetrar al mismo infierno para rescatarlo.

Como ocurre con los mitos, hay marcadas diferencias sobre los mismos personajes en lugares distintos, al igual que en las religiones actuales, en las cuales las apariciones de la misma diosa o santa, con elementos de veneración comunes, ilustran aspectos diferentes, los que condensados al modo de un “collage” nos da las más variadas creencias sobre el perfil de esa figura.

En la versión súmera, Inanna, no conforme con el reino del cielo y el de la tierra, diosa del amor y de la guerra, deja a su esposo Dumuzi, rey pastor de la ciudad de Erej, quien la ama y a quien ama. En una versión anterior un dios agrícola la pretende y tras disputas y amenazas de violencia, Dumuzi es el preferido. No obstante ello, la diosa movida por sus ambiciones pretende también el reino inferior de su hermana. Tras atravesar las “siete puertas del mundo inferior” en cada una de las cuales es despojada de alguna de las ricas prendas que vestía, queda desnuda e inerme en manos de su enemiga hermana Ereskigal que la mata. Pero Inanna, con la ayuda del dios de la sabiduría Enld, retorna a la vida al cabo de tres días y tres noches, con la asistencia de dos criaturas asexuadas. Estas acuden al mundo inferior donde la reina Ereskigal “la madre del nacimiento” yace enferma “por causa de sus hijos” y gimiente, les entrega el cadáver de su hermana muerta. Los protectores auxiliares frotan su cuerpo con “el pan y el agua de la vida” que el dios Enki les había entregado. Inanna se dispone a retornar a la tierra, pero debe cumplir con una regla inflexible del mundo inferior,' del cual ni los dioses pueden escapar. Podrá salir con la condición de proveer un sustituto que ocupe su lugar. Sale, pero acompañada de ciertos demonios que la devolverán de inmediato si ella no cumple con la inexorable ley.

Inanna vuelve a su ciudad de Erej. Encuentra que su marido Dumuzi, el rey pastor en vez de llorar y lamentar el descenso de su mujer al infierno, está vestido con sus mejores galas, sobre una tarima, sentado al lado de un elevado árbol de manzanas. Inanna, furiosa, lo mira con “el ojo de la muerte” y lo entrega a los demonios acompañantes.

Dumuzi comprende su implacable destino y suplica en medio de su llanto desesperado, al dios sol Utu, hermano de Inanna, que lo salve de las garras de los demonios:“Estaba su corazón lleno de lágrimas,/ fue directamente a la llanura./ El pastor, de corazón lleno de lágrimas,/fue directamente a la llanura./ Dumuzi, con el corazón lleno de lágrimas,/fue directamente a la llanura”. Se trata de los más antiguos poemas, que se recitarían como lamentaciones y letanías que han llegado a nosotros. Se narran las peripecias del dios-pastor, cuyo nombre figura entre los míticos reyes de Sumer, junto al de Guilgamesh, pero a diferencia de éste, no se halla vinculado a hazañas épicas ni a actos heroicos, sino a este género poéticolírico. Se narran sus intentos de eludir su destino, escondiéndose en los cañaverales, transformado en gacela, pero los demonios lo apresan. En otro poema suplica a una diosa “/Prudente dama antigua, yo no soy un hombre,/ porque soy el marido de una diosa./ Déjame beber del agua fragante./ y de la harina cernida déjame comer un poco”. Pero todo es inútil, víctima del amor y luego el odio de Inanna, Dumuzi convertido en gacela es apresado y muerto: “El quinto (demonio) entró en el aprisco/ y la parte sacra conmovió y ya no salía leche alguna./ Yacía la copa deshecha y Dumuzi ya no vivía./ Y el rebaño se dispersó en el viento”. Dumuzi es llevado al país sin retorno. Pero Inanna se deja conmover por los ruegos y llantos de las dolientes (la enlutada madre y hermana) y consciente en cambiar la sentencia: Dumuzi permanecerá por seis meses en el infierno y su hermana lo sustituirá por seis meses.

En conmemoración de estos trágicos é inexorables hechos, se han creado numerosos himnos en recuerdo "del niño” “del heroico Señor”, “El centinela”, “Dumuzi de los abismos” que es rehén de los dioses.

Así nace el culto de Dumuzi-Tamuz, el nombre acadio con el cual se popularizará en el ritual semita y que le da el nombre tal mes del verano (boreal) Tamuz, correspondiente al 20 de junio-iulio, cuando el estío, caluroso y seco, hace aflorar todo el hedor de los demonios de la pestilencia. Durante ese mes tenían lugar las procesiones dramáticas en las que se cantaba y lloraba la muerte del bienamado Dumuzi-Tamuz. “Se ha ido. Partió al seno de la tierra,/ Son numerosos los muertos sobre la tierra/ los hombres están llenos de aflicción/ tambaleantes de tristeza en el día./ Has partido en el mes de tu año que no trae paz./ Te has ido en viaje que traerá el fin a tu gente”/.

Estos cultos populares fueron devotamente celebrados por mujeres y no formaban parte del ceremonial “oficial”. Se realizaban en procesiones en campos y en plazas públicas y en “los jardines de Adonis” plantándose flores de rápido crecimiento en su memoria. Hay referencias en Isaías (XVII, 10-11) y Jeremías (XXII, 18).

Los cultos luctuosos del mes de Tamuz incluían ceremonias de curación de enfermos, en “el lecho de Tamuz-Dumuzi” a cuyos pies se prendía incienso “por mandato de Inanna-Ishtar que decretó el luto sobre la tierra por su amado Tamuz”. También en el poema de Guilgamesh hay referencias claras sobre: “Tamuz, tu amante juvenil, por quien decretaste luto año tras año”. Pero mientras las versiones súmeras culpan a Inanna, en las ulteriores mutaciones del mito, Ishtar es la amante luctuosa que llora la muerte de su amado Tanjuz.

Hay variedad de himnos y lamentos que, personificados por estos seres míticos, representan el duelo humano en el declinar del verano. “El duelo es por el pasto que no crece, el grano que cesa, las manadas que languidecen”. La fértil diosa tierra ha perdido su brioso amante juvenil que solo regresará del mundo inferior al final del invierno, rejuvenecido, para regocijo de su languideciente amada, con su hijo amante y para beneficio de todos los hombres.

Isis y Osiris

La difusión de los mitos y su adaptación a otras culturas forma parte del intercambio entre los pueblos. El sincretismo es crucial en la inserción de los motivos mitológicos y obra de modo que resulten
floraciones naturales de cada cultura. En el ciclo de los amores de Ishtar y Tamuz hay ejemplos en abundancia, en los que los elementos comunes y los singulares a cada cultura se equilibran. Un notable ejemplo lo constituye el ciclo de Isis y Osiris. Se compone de varios estratos correspondientes a distintos períodos, generados en lugares diferentes. Aquí nos referiremos a los amores de Isis y Osiris dentro de las variaciones del ciclo de “grandes amantes” vinculados a la vida agrícola. En los niveles más profundos asoman otros temas complementarios, referidos a las emociones que el misterio sexual genera en la imaginación de los hombres.

Isis y Osiris eran amantes, lo eran antes de nacer. Se amaban ya en el vientre de su madre ya que eran hermanos mellizos.

La genealogía de Osiris no podía ser más noble, ya que era hijo de la diosa cielo Nut, que se unió con el dios tierra Geb, pero ¡Ay! en unión ilegítima, tal cual supo su esposo verdadero Ra. Este era el gran creador de todo pero el secreto de esos prodigios nos desviarían de la historia que estamos siguiendo. Legítima o no, la unión fue muy fructífera, varios hermanos nacieron de la adúltera relación. Osiris fue el primero y cuando nació una voz proclamó estentóreamente “ha nacido el Señor de toda la Tierra”. Cada día nacía otro hijo. Set fue el siguiente y por ende su hermano gemelo, luego Isis y por último Neftis. Isis y Osiris se casaron y lo mismo hicieron Set y Neftis.

Osiris, cuyo nombre significa “órbita del ojo”, fue soberano de Egipto. Introdujo todos los beneficios de la civilización en su pueblo, que de caníbal pasó a ser un pueblo de artesanos y agricultores. Isis misma aprendió de su hermano-marido a domesticar y cultivar las plantas, las vides y hacer vino. Mientras Osiris viajó por todo el mundo propagando beneficios se unió “por error” con Neftis, esposa y hermana de Set, en lugar de hacerlo con su esposa-hermana Isis. Fue así que engendraron a Anubis, dios con forma canina o chacal, guardián de los muertos y de los dioses.

Set por su parte envidiaba a Osiris que heredó de su padre Amón-Ra el reino. Fue así antagonista y conspiró contra él hasta matarlo mediante artimañas. Isis, cuyo nombre significa trono y también “dama de los encantamientos” “la divina madre”, lanzóse en búsqueda del cuerpo de su amado esposo hermano, con quien no había llegado aún a engendrar descendencia. Deshecha en llanto clamó:“Ven en paz a tu mujer, cuyo corazón palpita de amor por ti,...“yo soy tu esposa, hecha para ti, hermana mayor, alma de su hermano”... “ven a nosotras, como criatura”... “Ven pues, eres el toro de dos diosas, — ven tú, niño que creces en paz, nuestro señor,...“Ea, pues, toro concebido de dos vacas, Isis y Neftis”... “Ven hacia las dos diosas enviudadas” ‘‘Oh, hijo, Señor, primer creador del cuerpo,... padre Osiris”.

Set era pues el que encarnaba el mal, y mal nacido él mismo, ya que nació desgarrando a su madre al salir por uno de sus costados. Si Osiris mereció el sobrenombre de Unofris, el Ser Bueno; Set era la personificación de la esterilidad, el desierto árido, las tinieblas. Se le representaba por figuras de animales aborrecidos, el jabalí y el cerdo, paradigmas de lo inmundo y odiado.

Tras su crimen, fue abandonado por su mujer Neftis, que se unió a Isis en busca del amado Osiris, para el cual llega a ser otra fiel consorte.

Enterada Isis de que el sarcófago fue arrastrado por las aguas, se lanzó en su búsqueda pero fue enterada de que el cuerpo había sido despedazado a lo largo del río. Localizó distintas partes de él y conforme iba localizando los restos, les iba dando sepultura. Es así como las distintas ciudades llegaron a tener el privilegio de ser guardianas del cuerpo sagrado. En uno de sus peregrinajes se entera que el tronco de su amado fue llevado por las olas hasta Biblos donde fue a dar contra un arbusto que lo cubrió y creció de él un hermoso y gran tamarisco. Allí acude Isis y tras prestarle servicios en la crianza de su hijo, a la reina Astarté, se le recompensa entregándole el cuerpo con el portentoso arbusto. Isis se hace cargo de lo que resta del cuerpo y por medio de sus artes de encantamiento logra revivir a Osiris y engendrar un hijo que se llamará Horus.

Pero en el viaje de retorno vuelve a ser despojada del regio cuerpo, y nunca más pudo recuperar su miembro viril, que una vez separado del resto cayó al río y fue devorado por ciertos peces, que por esa razón no pueden ser comidos hasta el día de hoy. Isis consagra un culto al Falo que sigue conmemorándose.

Tras estos acontecimientos, Osiris vuelve a este mundo para hablar con su legítimo hijo Horus, a quien encomienda vengarle de Set, además de nombrarlo heredero de su reino Osiris será el rey del submundo soberano de los muertos. De este modo la importancia de Osiris se ha acrecentado en el tiempo y llega a ser la figura suprema en la teología egipcia alrededor de la XVIII dinastía, en el siglo XVI a.c. en la “trinidad de las trinidades” del (viejo) Amón-Ra, Osiris-Horus.

La figura de Osiris cautivó por cinco milenios a muchas culturas por cuanto ha sido portador de la idea de muerte y resurrección, de vida eterna y paradigma del concepto de trinidad en sus mitemas. Los cristianos egipcios hallaron en ese prototipo la figura de Cristo. La iconografía de Isis amamantando a su hijo Horus sirvió de modelo para la Madona y el niño.

Estos mitos admiten múltiples niveles de interpretación. Guardan semejanza con los de Tamuz-Ishtar, Dumuzi-Inana y por ende con los significados de los ciclos de fertilidad y esterilidad agrarios. Representan pues la dramatización del crecimiento, maduración y muerte de cereales, granos, vides y árboles. Osiris es aquí un dios de la fertilidad, mientras su antagonista Set, representa la aborrecida aridez y esterilidad. Sólo Osiris fertiliza a sus hermanas mujeres (Isis y Neftis). Siendo él, hijo del cielo y de la tierra representa el vínculo entre los dos elementos. Tras su muerte, la magia de la mujer Isis, hace concebir al vástago (Horus) que será su esposo hijo en un ciclo eterno. Osiris también es personificado como espíritu de los árboles (tamarisco que crece hinchándose de agua y se reseca), se le solía representar con uvas y vino. Como dios de la fertilidad era muy popular en las conmemoraciones de las mujeres que con cánticos y toscas imágenes suyas, movidas por cuerdas, hacían aparecer su miembro perdido como inductor para el crecimiento de los granos. Rito afín a las de las plañideras de Tamuz.

En la isla de Filae, se le representa en su sepulcro, con la intención de mostrar que sus propiedades viriles no estaban extintas y que las’ recuperaría al presentarse la oportunidad. Los otros mitos de Osiris como dios y juez de los muertos, derivan de la religión egipcia en la cual la obsesión por la muerte y los recursos para evadirla, no tienen paralelo en ninguna otra cultura. La figura de Osiris condensa funciones teológicas y escatológicas separables de su significado como deidad agrícola.

La lucha y venganza de Horus contra su malvado tío Set, por su resolución, difiere de la del príncipe de Dinamarca. Pero no puede ser desglosado de estas historias de contenido agrario, de sucesión de estaciones de primavera y otoño, de muerte y resurrección. La lucha antagónica del día y la noche, del bien contra el mal, de la vida en el valle del Nilo y de lo que esta fuente de vida vegetal representó para la población contra la aridez desértica, el viento asolador del estío (representado por Set) y toda una cadena simbólica creada para inspirar la expectativa de una vida en el “más allá’’.

Horus, vengador de su padre Osiris, engendrado por una madre que lo concibió tras la muerte de su marido mediante la magia que solo la mujer posee, lucha en fiera batalla contra el malvado jabalí-cerdo Set. En esta lucha incesante, día tras día, estación tras estación, año tras año, vence Horus, el amado hijo de Isis, expresión del eterno renacimiento de la vida tras la muerte del padre. La lucha entre padre e hijo queda desplazada por esta otra que protagonizan el tío y el sobrino. Aún así los mitos registran una precisión anatómica: Horus pierde un ojo y Set los testículos. ¿Se trata de una advertencia?

 

Leopoldo Müller
"Jaque" Revista Semanario - Año II Nº 82

Montevideo, del 12 al 19 de julio 1985

Digitalizado y editado por el editor de Letras Uruguay el día 22 de mayo de 2017, se agrega foto

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