La presencia del tiempo en la obra de Antonio Machado

por Celeste Iris Mouret

El poeta es sobre todo un aquí y un ahora

que se expresa por medio de la palabra.
S. Serrano Poncela.

 

La obra de Antonio Machado se caracteriza por una sencilla y tradicionalista exposición. Su lenguaje se apoya en imágenes genéricas, que no pierden su primitiva utilidad y belleza poética, sino que nos lleva directamente al ambiente anímico del poeta. En Machado lo esencial es lo humano, su temporalidad, el devenir constante de las cosas, los problemas ontológicos. Su preocupación constante es el sentirse como hombre en el mundo y con ello la meditación del sentido de vivir y de las interrogantes religiosas. Este enfrentamiento lo ubica en su tiempo vital y se llama a sí mismo "Poeta del tiempo" que como tal busca trascender en la intemporalidad de la obra artística. En Juan de Mairena define la poesía como “palabra en el tiempo”. Esta definición abarca no sólo el terreno espiritual sino también el aspecto formal: la rima y el ritmo son necesarias para él como estructuras que marcan y miden el tiempo, “cuya presencia es esencial en la poesía”. Por estas razones discrepa con el verso libre: “Conste ahora, no más, que existe —creo yo— una paloma lírica que suele eliminar el tiempo para mejor elevarse a lo eterno y que, como la kantiana, ignora la ley de su propio vuelo.”

Y prosiguiendo con “Juan de Mairena”: “¿Cantaría el poeta sin la angustia del tiempo...? etc. y “Vivir es devorar tiempo, esperar; y por muy trascendente que quiera ser nuestra espera, siempre será espera de seguir esperando.” (VII Sobre poesía.) En el mismo capítulo presenta el infierno como lugar en que no hay esperanza, pero sí espera y tiempo, coloca a Satanás bajo una imagen dantesca, en el circulo más hondo, dando cuerda a un reloj. En el capitulo XXIV, Sobre el tiempo, vuelve a relacionar al diabólico personaje con éste, afirmando que sin el ... el mundo perdería la angustia de la espera y el consuelo de la esperanza. Y el diablo ya no tendría nada, que hacer. Y los poetas tampoco.” Luego (cap. XXXIX) el tema del tiempo sirve de base a una discusión teológica en la que se exponen las posibilidades de que Dios, dotado de una conciencia humana, sufriera la angustia o la impaciencia que él llama “Tiempo psíquico”.

En el capítulo XL leemos: “El llamado homo faber no sería realmente homo si no hubiera fabricado relojes. Y en verdad, tampoco importa mucho que los fabrique; basta con que los use; menos todavía: basta con que los necesite. Porque el hombre es el animal que mide su tiempo.” Y luego refiriéndose a su maestro Martín, quien había parado su reloj antes de morir, pensando que en la Nada no habría de servirle de mucho, expresa: “Convencido también —y esto era lo que más le entristecía— de que el hombre no hubiera inventado el reloj si no creyera en la muerte”. Esto da lugar a un desarrollo retórico en el que pregunta para qué mide el hombre su tiempo y concluye dando al reloj el valor de un elemento sofístico. Como tal lo vuelve a tomar en el cap. XLII, pero no sólo en Juan de Mairena aparece esta máquina, sino en toda su obra. Desde la primera editada: Soledades, Galerías y otros poemas, se nos presenta como un objeto sonoro, monótono e inexorable, pleno de significado, por ej., en el poema I, El viajero, última estrofa:

En la tristeza del hogar, golpea

el tic-tac del reloj. Todos callamos.

Por medio de una metáfora sensorial-acústica[1], dada por una imagen directa (ya que el sonido es presentado en forma sumamente gráfica), el poeta hace participar al reloj como a un personaje dominante dentro de la escena. En la misma forma lo encontramos en el Poema de un día: Meditaciones rurales, de Campos de Castilla:

                                               Clarea
el reloj arrinconado, y su tic-tic, olvidado
por repetido, golpea.
En estos pueblos ¿Se escucha el latir del tiempo? No.
 

En el poema II del libro Del Camino:

Daba el reloj las doce...

En el mismo libro, poema VI, las campanas aparecen como sinónimo de reloj.

En Humorismos, Fantasías, Apuntes, poema X, Hastío, encontramos:

Del reloj arrinconado

que en la penumbra clarea,

el tic-tac acompasado

odiosamente golpea.

Y en el poema XI:

Sonaba el reloj la una,

En Canciones, poema V, vemos: “La vida hoy tiene el ritmo de los ríos”. Además de la analogía[2] del “pasar” entre “vida” y “río”, el substantivo “ritmo” nos recuerda al tiempo, desde el momento que no puede existir sin éste. En la misma forma, “compás”, dentro del poema I, de Humorismos... En el XII:

Hoy dista mucho de ayer.
¡Ayer es Nunca jamás!

Un “Nunca Jamás” que se trasluce a veces en la presencia de cosas viejas y gastadas, como en los poemas XI y XII de Galerías. En esta obra, la angustia del tiempo la vemos, por ej. en “¿Y ha de morir contigo el mundo mago..." (XVIII) que finaliza con la pregunta temerosa de lo pasajero que se pierde:

 

¿Los yunques y crisoles de tu alma

trabajan para el polvo y para el viento?

Y el deseo de un retroceso en el tiempo, poemas XXV y XXVII.

Hoy, en mitad de la vida,

me he parado a meditar...

¡Juventud nunca vivida,
quién te volviera a soñar!
..................................
¡Ah, volver a nacer, y andar camino,
ya recobrada la perdida senda!

Y una nostalgia (XXVI):

 

¡Oh, tiempo en que mis dolores

tenían lágrimas buenas,

Nostalgia mezclada al recuerdo (Poema III de Soledades) :

Alegría infantil en los rincones

de las ciudades muertas ...
¡Y algo nuestro de ayer, que todavía

vemos vagar por estas calles viejas!

En el poema VII, leemos:

y estoy solo, en el patio silencioso

buscando una ilusión cándida y vieja:

alguna sombra sobre el blanco muro,

algún recuerdo, en el pretil de piedra

de la fuente dormido, o, en el aire,

algún vagar de túnica ligera.

No es esto una simple búsqueda de recuerdos, es la necesidad de presentizar el pasado; porque de ser olvidado estaría definitivamente muerto, el poeta trata de recobrarlo. Hay una cierta lucha por defender la vida pasada de su temporalidad. La actitud recordante encierra un paréntesis en el tiempo, una detención de él dentro de la vida anímica del ser humano que es generada por una rebeldía frente al “nunca más”:

En el ambiente de la tarde flota
ese aroma de ausencia,

que dice al alma luminosa: nunca,

y al corazón: espera.

Lo volvemos a encontrar en el poema XII:

No te verán mis ojos, (el “nunca”)

mi corazón te aguarda.

(La imagen viva por medio del amor, que es una forma de presentizar, de apoderarse de algo mortal y escurridizo, como el recuerdo.)

En Canle hondo, la idea de lo temporal se nos aparece más indirectamente en la última estrofa:

 

Y era un plañido solitario el soplo

que el polvo barre y la ceniza avienta.

En El poeta (con una influencia de estilo bíblico), nos presenta un ciclo vital, a través de metáforas frases[3], antítesis e imágenes, con el encaramien-to de la muerte como límite del tiempo humano. Esto último se da muy claramente en el poema XVI de Del camino:

Ya nuestra vida es tiempo, y nuestra sola cuita

son las desesperantes posturas que tomamos

para aguardar... Mas Ella no faltará a la cita,

y también en el poema I de Canciones.

En Deletreos de armonía..., la brevedad de los momentos; de lo que se espera:

soñando... no sé con qué,

con algo que no llegaba,

todo lo que ya se fue.
 

Y la decadencia de las cosas que fueron:

 

Castilla miserable, ayer dominadora,

envuelta en sus andrajos desprecia cuánto ignora

¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada

recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada?

Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira;

El tiempo se presenta a menudo, como destructivo, así lo vemos el poema XI de Elogios y el XII de Nuevas Canciones (Glosando a Ronsard):

El tiempo lame y roe y pule y mancha y muerde;

Y en el segundo:

La barba que platea, y el estrago

del tiempo en la mejilla ...

Cuando el tiempo no aparece directamente en la obra de Machado, lo hace constantemente a través de los adjetivos: “nuevo” y “viejo”; de crepúsculos; del sustantivo: “hora”; de las estaciones del año; de una actitud evocativa desde una edad madura. Esto da a su poesía un carácter elegiaco y nostálgico, que trasluce la presencia de la muerte en el tiempo y la angustia de vivir consciente de esto. Poesía honda y melancólica, madurada en una actitud filosófica frente a la vida, y frente a sí mismo.
 

Notas

[1] Ver metáforas en El lenguaje poético de Federico García Lorca, de Jaroslaw Flys. Ed. Credos, Madrid.

[2] Metáfora náutica, tradicional. Ver Robert Kurtlus. Literatura europea y Edad Media Latina. Ed. Fondo de Cultura Económica.

[3] Jaroslaw Flys. Obra citada. Por antítesis, ver W. Kayser. Interpretación y análisis de la obra literaria. Ed. Gredos. Madrid.

 

Celeste Iris Mouret
Revista "Aquí Poesía"

Montevideo Nº 3 Enero / febrero 1963

 

Ver, además, Antonio Machado en Letras Uruguay

 

Texto digitalizado, y editado, con el agregado de imagen, por el editor de Letras

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Inédito en el cíber espacio al 24 de febrero de 2017.

 

 

 

 

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