Horacio Quiroga

Cincuentenario del suicida genial (1937 - 1987)

por Rubinstein Moreira

Un libro primigenio

LOS ARRECIFES DE CORAL (1901) constituye una premonición por lo que tiene el arrecife de intrincado, de misterioso, de vivo, de taimado. El título del primer libro de Horacio Quiroga, publicado a los 23 años, en plena juventud creadora, tiene una clara estirpe simbolista-parnasiana. El color, la forma y el movimiento, están sugeridos en él: " Los arrecifes de coral ". Combinación de prosa y verso, muy a la usanza de la época, es un libro inicial cargado de presagios: presenta ya la " lucha del hombre con la naturaIeza o con otros hombres ". Pero todavía sus criaturas son fantasmas, se ensayan en un vuelo que ha de ser definitivo en obras posteriores; en este sentido es que sostenemos que Los arrecifes de coral es premonitorio, pues desde esta obra inicial el escritor se maneja en un mundo de fantasmas, de juegos voraces y fatales.

Presenta este primer volumen la falla natural del aprendizaje pero resume al mismo tiempo el clima literario del momento. Es un libro modernista; se impregna del color y del calor de la hora intelectual de la época. En cierta manera representa una manifestación de arte nuevo, cuya raíz encaja en el movimiento modernista de Uruguay, que surge alrededor de 1895. Su raíz está en el Modernismo porque como éste es una quintaesencia del Romanticismo, del Parnaso del Simbolismo, del Realismo y del Decandentismo, su temática se impregna y de cada tendencia toma algo para sí. Ya de uno el ritmo melancólico y quejumbroso; del Parnaso el color y el movimiento; del Simbolismo las sugerencias y significados poéticos; del Realismo la inquietud y la actividad de espíritu. la contemplación de la naturaleza; del Decadentismo asimila la sugestión y la atracción por la rebeldía. De todos adquiere un poco pero de ninguna escuela es presa definitiva. En Quiroga - dice su amigo Antonio Grompone - toda la actividad del espíritu estaba encauzada por el ansia de la aventura.

Los arrecifes de coral consta de veinte composiciones en verso y treinta y cuatro en prosa. Estas últimas, a menudo, son pantallazos; leves pulsaciones de la intuición, que bien pueden estar representadas por la que titula con un nombre de mujer, que años después habría de pronunciarlo muchas veces " María Elena tocaba siempre...... ". Su estilo es marcadamente periodístico.

La agilidad de la frase la ha venido practicando a través de sus escritos en los periódicos "La Reforma", "La Revista Social", "Gil Blás" y la propia "Revista de Salto" que funda y dirige hacia 1899 y que interrumpe al comenzar el siglo con motivo de su viaje a París.

La poesía es género que lo llama también poderosamente y escribe algunas decenas de poemas que publica en forma incidental y que reúne, asimismo, en este primer volumen que comentamos. Incursiona en el soneto (endecasílabo y alejandrino), en el romance octosilábico, en el heptasílabo y en el verso libre. Su lira es fina y sensible, pero el gran narrador que hay en Quiroga ahoga al poeta, lo aniquila por el deseo de contar, lo destroza con la fuerza del personaje.   

Obras sucesivas

EL CRIMEN DEL OTRO se publica en 1904, en Buenos Aires, donde Horacio Quiroga se ha radicado desde hace dos años, luego del accidente fatal en el cual mata a su entrañable amigo Federico Ferrando. Es este también un libro de tránsito moderno, pero distinto. Quiroga ya ha visitado las Misiones y el Chaco junto al poeta cordobés Leopoldo Lugones; Quiroga sufre la pesadilla terrible por el afecto perdido, sus " nervios están doloridos y a flor de piel"; Quiroga, finalmente, descubre, del punto de vista intelectual, a dos escritores a los que se vinculará en forma definitiva: el norteamericano Edgar Allan Poe y el francés Guy Maupassant.

Alguien ha dicho con acierto que "a medida que Quiroga descubre la realidad y se sumerge gozosa y paulatinamente en ella, deja caer algunas obras con las que liquida su deuda con el Modernismo, muda de piel". Y entendemos que es a partir de "El crimen del otro" que comienza ya este cambio. Y éste ha venido sobre todo por la vía del dolor. El cuento que da el título a la obra presenta francas similitudes con otro de Edgar Allan Poe titulado "El barril de amontillado", aunque el verdadero motor que lo impulsa está en el fatalismo real y alucinante de la muerte que afronta el propio Quiroga-hombre. Pues él jamás pudo desencajar su vida en ese estado abrumador de conciencia. El cargó por siempre la "culpa inocente de ese asesinato".

"El crimen del otro" es un cuento formalmente flojo y temáticamente poco novedoso; no obstante se deslindan en él algunos aspectos estilísticos que habrían de ser constantes lineales en la narrativa quiroguiana. Es un cuento extenso y a menudo discursivo en demasía. Los períodos de la frase se alternan, y la presentación de la pieza - en sí - constituye un llamado al "yo" directo, conversacional, psicológico.

La narración, escrita en esta primera persona punzante y entusiasta a la vez, combina perfectamente un estilo dramático intenso con la frase breve, instigadora, nerviosa. Un doble juego de ficción y realidad se apodera del narrador pero éste no deja de ser objetivo y la objetividad ha de ser una de las coordenadas literarias de su obra, en general.

A medida que el protagonista cae en el desatino y en la locura, el ojo del narrador lo desenmascara y lo apunta. Y para ello se sirve del lector atento, agudizándole los sentidos y haciéndole partícipe de la peripecia del personaje. Quiroga en este cuento no maneja un lenguaje rico, variado, pero sí eficaz. Y esto es lo que importa en este tipo de composición. Con frecuencia las impresiones sensoriales se entremezclan en grupos sintácticos vehementes y la frase adquiere un ritmo ágil y ardoroso.

El cuento crece a medida que se aproxima su desenlace: las situaciones dramáticas entran en un juego casi cósmico donde la muerte y las sombras reinan. El escritor está aprendiendo lo que muy luego había de sintetizarlo en la octava premisa del "decálogo del perfecto cuentista": "toma a tus personajes de la mano y llévalos hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten eso por una verdad absoluta aunque no lo sea".

Al finalizar el cuento pues, Quiroga resume estos aspectos que aun son para él una suerte de aprendizaje.

"Caminaba con la cabeza alta, dejándome ir a ensueños en que Fortunato lograba salir de su escondrijo y me perseguía con iguales asechanzas … ( … ). Eran las cuatro. En el centro barrían aún las últimas máquinas. Sobre las calles claras la muerta descendía. De las casas dormidas quien sabe por qué tiempo, de las ventanas cerradas, caía un vasto silencio. Y continué mi marcha gozando las últimas aventuras con una fruición tal que no sería extraño que yo a mi vez estuviera un poco loco".

Cuando en 1917 Quiroga publica un nuevo volumen de cuentos, ya había incursionado en la novela con un título de escaso aliento, en 1908, " Historia de un amor turbio " y años después " Pasando amor ". " Pero el género en que descuella Quiroga, por haber sido su forma favorita de expresión y por lo directo y vivo hasta la violencia de su manera de decir las cosas, es la narración breve ". El cuentista también llega a ahogar al novelista; el creador de mundos que debe ser un novelista en el caso de Quiroga se reduce a un genial creador de situaciones.

Con estos "Cuentos de amor, de locura y de muerte" el autor llega a la cima de su talento y de la síntesis narrativa. Quiroga se ha convertido en un enorme maestro del género; ha hecho de él el vehículo directo de comunicación. Quienes fueron a su vez sus maestros: Poe, Maupassant. Dostoievsky, Chejov, Kipling, Conrad, Wells, son ahora sus competidores, pero en la más leal de las competencias: la que se da por medio del talento y la genialidad.

John Crow (el fino quiroguiano de la Universidad de California), en su ya clásica clasificación de los cuentos del autor encuentra que pueden ser agrupados en tres unidades perfectamente perceptibles: a) cuentos psicológicos; b) cuentos de animales; c) cuentos misioneros.

Y en este libro se presentan claramente definidas, todas y cada una de estas tendencias. Predominan los cuentos misioneros con piezas universalmente válidas como "Los Mensú", "La insolación", "Yaguaí", "A la deriva", "El alambre de púa" y hasta por momentos se entrecruzan el mundo animal, psíquico. Ejemplos elocuentes son "La gallina degollada", "Los pescadores de vigas", "El almohadón de plumas", para citar solo una trilogía esencial. Son Quince cuentos; cada uno una pieza monolítica de saber estilístico, de hondura sensible donde todas las manifestaciones humanas se desencadenan con un medio expresivo fatalista, misterioso, violento, exótico. Sus personajes son marcadamente trágicos, de vidas y desalentadoras, hipersensibles y esquizofrénicas.

A menudo Quiroga presenta como cinematográficamente cuadros de horror y de crueldad junto a un realismo patético y preciso, con una " penetración honda y trágica del destino humano". Esto, por ejemplo, se presenta claramente en sus cuentos "La gallina degollada" o "A la deriva", cuyas sumas de elementos estéticos se dan a través de un tremendo fatalismo.

El clima de sus cuentos es a menudo mórbido y apasionado, pero no obstante el horror es manejado con una difícil y equilibrada sobriedad, porque en sus personajes, estos están ya condenados y él asiste a sus peripecias y padecimientos. Aunque en algunos de sus cuentos, como "El almohadón de Plumas" (incluido en su libro de 1917 pero publicado diez años antes por vez primera en las páginas de la revista " Caras y Caretas", queda latente en el lector la posibilidad de verismo que existe entre los límites de lo ficticio o irreal y la realidad diaria y cotidiana, como apunta el crítico Alfredo Veiravé, en un interesante artículo aparecido en el suplemento de "La Prensa" de Buenos Aires, el 18 de setiembre de 1966. El destacado crítico argentino reproduce la siguiente nota periodística, que le llega - a su vez - por el poeta chaqueño Alfredo Luis Meloni, aparecida en el diario "La Prensa" en su edición del 7 de noviembre de 1880 (dos años después del nacimiento de Horacio Quiroga), con el título "Un caso raro" y que bien pudo haber sido fuente de referencia, más tarde, para el escritor ya que coincide asombrosamente con el cuento: "Es una niña de seis años, perteneciente a una familia conocida en esta ciudad, se ha palpado antes de ayer un caso raro.   

Hacía algunos meses que a la niña se la veía siempre pálida y cada día más delgada, no obstante sentir buen apetito y alimentarse convenientemente.

En la creencia de que tuviese alguna enfermedad desconocida, fueron llamados varios médicos para que la reconocieran, pero todos opinaron de acuerdo en el sentido de que la niña no padecía de ningún mal; sin embargo, aconsejaron a los padres que la llevases al campo.

Así lo hicieron.

A los pocos días de estar la niña en el campo, empezó a engrosar y una vez restablecida fue traída a la ciudad nuevamente.

Después de una corta permanencia aquí, comenzó otra vez a adelgazarse, con el asombro de toda la familia, y de los mismos médicos.

La palidez cadavérico volvió a su rostro, y su espíritu se sumergía en una tristeza inexplicable.

Antes de ayer, la niña iba a ser llevada por segunda vez al campo.

Por la mañana, la mucama se ocupaba de acomodarle la cama, cuando notó entre el forro de la almohada un movimiento como si un cuerpo se deslizara interiormente.

Sorprendida por este suceso, llamó a la señora, quien con una tijera cortó el forro de la almohada resueltamente para descifrar el misterio, y retrocedieron aterrorizadas en presencia de su hallazgo, que consistía en un bicho, cuyo nombre ignoramos, color negro y de grandes dimensiones, de forma redonda y con varias y largas patas.

El bicho fue muerto en el acto y del examen que se hizo de él, resultó comprobado que era éste el que absorbía la sangre del cuerpo de la niña".

El propio Alfredo Veiravé extrae algunas conclusiones, que compartimos, en el sentido que deben descartarse las coincidencias inmediatas, pero abren otros caminos que hacen al estudio de su técnica narrativa, ya que podemos suponer con evidencias que el tema no responde sólo a la imaginación de su creador sino que de alguna manera está en el terreno más cierto de lo acontecido. Por estas razones la nota periodística no puede tenerse en cuenta como un antecedente directo del cuento, pero permite adentrarnos aun más en la estructura de aquel y separar lo ficticio de lo real. Yendo todavía más lejos y suponiendo que ese hecho (un ser humano cuya sangre es consumida por un bicho que lo succiona lentamente, noche a noche, desde su atenta ubicación en un almohadón de plumas) u otro similar, llegó a conocimiento de Quiroga como hace suponer la observación final del cuento, veremos que las modificaciones sustanciales de los protagonistas se mueven, como es lógico, en ámbitos diferentes.

"Más allá" (1935, su decimocuarto y último libro), es también un libro premonitorio. Y volvemos entonces al tema de la premonición que advertíamos al principio. En estos cuentos predominan la muerte, el misterio, el clima ideal del protagonista. Asimismo, en uno de los cuentos más perfectos escritos en lengua española, que es de este libro, y se titula "El hijo", Quiroga trasciende lo trágico por medio del amor; de un amor paternal ejemplar y puro; dramático y desgarrador.

El autor juega con los tiempos cronológicos y psíquicos, pero siempre los reconstruye por el doloroso camino del afecto. Este cuento - en definitiva - es una pieza de antología trascendente y constituye, sin duda, un punto de partida esencial para el "Realismo mágico" que, a partir de la década del 40, invade magistralmente la literaria iberoamericana.

por Rubinstein Moreira
Suplemento dominical de EL DIA
31 de mayo de 1987    

Ver, además:

                      Horacio Quiroga en Letras Uruguay

Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce

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