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Ecólogos, pacifistas, feministas
 

Shelley y Mary
Hilia Moreira
hiliamoreira5@gmail.com

 
 

Shelley, el mayor poeta inglés, Mary, la autora de "Frankenstein", son, además, feministas, pacifistas, ecólogos. Ellos advierten sobre la expansión de la industria, el peligro de la ciencia irresponsable y la necesidad de utilizar esa ciencia para mejorar las condiciones del planeta. Sus obras y sus propias vidas constituyen hoy un vigoroso llamado por una vida alternativa y mejor.

 

Percy Bysshe Shelley nace el 4 de agosto de 1792 en Fleld Place, Sussex. Es el hijo mayor de una poderosa familia de la aristocracia rtxrál inglesa y tiene derecho a heredar el título de barón, un lugar en el parlamento y una gran fortuna.

Shelley es un niño de imaginación, inteligencia y belleza excepcionales. Tempranamente escribe cuentos, puebla el vasto jardín de Field Place con fantásticos personajes e intenta experiencias científicas. Durante las vacaciones escolares, una corte de hermanitas y primas lo escucha con admiración, participa en sus búsquedas de figuras inventadas y se somete alegremente a sus primeros experimentos científicos.

Asiste a dos aristocráticos colegios: Sion House y, posteriormente, Eton. En ambos rige un sistema cuya primera meta (como ocurre en muchos costosos colegios de hoy) no es la educación sino el aprendizaje de un código y una jerarquía que permitan el buen funcionamiento en determinados círculos sociales. Para promover dicha jerarquía, los alumnos más jóvenes de Sion House y de Eton deben servir a los mayores y obedecerlos estrictamente. Shelley se niega a someterse y por esa causa sufre brutales castigos físicos. Pero el sistema no logra recuperarlo. De esa época data su juramento: Seré sabio, libre y humilde; consagraré mi vida a la justicia y a la belleza. A él permanecerá fiel toda la vida.

Percy Bysshe Shelley

La sociedad de los poetas muertos

Su refugio es la dedicación, o mejor, la vivencia apasionada de obras literarias y de las ideas de los filósofos de la revolución francesa, más o menos prohibidos en la Inglaterra de la época. En muchos sentidos, el film de Peter Weir La sociedad de los poetas muertos constituye un homenaje a Shelley. No sólo el profesor de literatura habla a sus estudiantes con exaltación de la poesía de Shelley. Su nombre, John Keating, recuerda el de John Keats, otro gran poeta inglés y amigo personal de Shelley. El profesor de esta película inculca a sus estudiantes la concepción que Shelley tiene de lo poético. La misma está expresada en su ensayo Defensa de la poesía y sostiene que la literatura no es un montón de bonitas palabras sino un modo de vivir, actuar, ser y amar, un camino privilegiado para llegar hasta el corazón mismo de las cosas, hasta el iridiscente secreto de la experiencia humana.

En la biografía del poeta que escribe Ruth Bailey, se registran escapadas que Shelley, adolescente, hacía en la noche, para convocar espíritus misteriosos y nutrir una especie de impulso hacia el infinito (impulso que se muestra, en escenas por cierto bastante trivializadas, del film de Weir). Finalmente, como el profesor de La sociedad de los poetas muertos, Shelley es expulsado de la Universidad de Oxford y, así, pierde el derecho de acceso a todas las universidades inglesas.

Liberado de la tiranía de los colegios, tiene la posibilidad de dedicarse por entero a los estudios poéticos, político-filosóficos y a las investigaciones científicas. Pero el joven Shelley cree que los intelectuales, por estar en permanente contacto con disciplinas relativas a la estética, la ética, y la verdad, se caracterizan por el pensamiento y la conducta generosas. Publica un ensayo, La necesidad del ateísmo, donde cuestiona el dogma cristiano tal como es oficialmente expuesto por la religión institucionalizada. Dicho ensayo no tiene un carácter dogmático; expone dudas razonadas e invita al diálogo.

Por otra parte, la conducta de Shelley, a lo largo de toda su vida, se atiene en aspectos esenciales a la moral cristiana. En la biografía que escribe su amigo Hogg, se relata, por ejemplo, que en cierta oportunidad en que los dos compañeros paseaban por los alrededores de Oxford, se encontraron con una niña "de aspecto esmirriado, inexpresivo y al parecer de entendimiento deficiente". Shelley se dirigió a grandes pasos hacia una casa, compró leche, se arrodilló delante de la niña y le dio de beber. Todos los biógrafos que fueron testigos de su vida coinciden en señalar "la ardiente filantropía de Shelley, el amor apasionado, devoto e infatigable que profesaba hacia sus semejantes". En sus obras La Reina Mab y Prometeo liberado, sostiene la moral del perdón, la defensa pasiva y la lucha por la justicia social que no suponga violencia contra la autoridad.

Pero lo que requieren las autoridades de Oxford no es una coherencia de conducta y de sentimiento con el cristianismo; mucho menos una discusión enriquecedora. Lo qué sé éxige es obediencia formal. Por lo tanto, la respuesta que recibe el ensayo de Shelley es la expulsión. Así, Oxford se queda sin el mayor poeta inglés; cuyas Obras completas reeditará periódicamente hasta hoy. Shelley se vincula cada vez más con él pensamiento socialista y anárquico de su época. Cree en una sociedad que evolucione gradualmente hacia la eliminación de clases, de las órdenes policial y militar, en la reorganización de la familia (que supone la eliminación de la jerarquía paterna) y en la igualdad de los sexos. Sin consultar a nadie, el heredero al título de barón se casa, a los 18 años, con la bella Harriet Westbrook, hija de un cafetero, que es maltratada por su padre. Como contrapartida, el padre de Shelley lo expulsa del espacio familiar. A partir de ese momento, queda privado de ver a su madre y hermanas, con quienes había mantenido un lazo excepcionalmente matizado por la imaginación y la inventiva.

Shelley renuncia a su titulo de barón y a su fortuna, que contradicen sus ideas igualitarias en el plano social y en el económico. Mediante una negociación epistolar con el padre, se acuerda que recibirá una mensualidad de por vida y que su hermano menor heredará todos sus privilegios. Desde entonces lleva una vida relativamente pobre, pues con esa mensualidad no sólo debe sustentar a su familia; asiste a amigos y a escritores encarcelados por sus ideas y sostiene proyectos de comunidades socialistas.

El Híppy

Por ese tiempo, Shelley viaja a Irlanda para distribuir panfletos por la paz. Es convencido partidario de la emancipación de los irlandeses y quiere luchar junto a ellos contra los ingleses. Pero la lucha que propone (brazos caídos no consumo y no colaboración) enfurece tanto a los unos como a los otros. Shelley debe irse, pues sus ideas de resistencia pacífica amenazan con acarrearle la muerte.

Poco después de su regreso a Inglaterra, conoce al filósofo racionalista William Godwin, autor de la Justicia política y uno de los fundadores del pensamiento anarquista. Shelley lo admira desde la adolescencia. También ha leído, fervorosamente, los escritos de la primera esposa de Godwin, Mary Wollstonecraft, fundadora de la lucha feminista. Mary Wollstonecraft había muerto al dar a luz a la única hija de Godwin, Mary. El filósofo vive ahora en medio de una copiosa familia: su propia hija Mary, una primera hija de Mary Wollstonecraft, Fanny Imlay; su segunda esposa y la hija de ésta, Claire Clairmont.

Mary Wollstonecraft

Cuando Shelley llega al hogar del filósofo, tiene veinte años y está en el esplendor de su genio literario y de su belleza física. En torno a él se suscita una admiración entusiasta. Mary, de 14 años, se encuentra en Escocia a causa de una conflictiva relación con la madrastra. Pero su medio hermana Fanny y su hermanastra Claire le escriben cartas, empapadas de admiración, sobre el joven poeta. Shelley, por su parte, brinda ayuda financiera a Godwin (la que continuará de por vida). Su matrimonio con Harriet no es feliz.

Mary regresa de Escocia y se inicia una amistad apasionada y cimentada en la ferviente admiración que los dos sienten por los padres de ella. El 18 de julio de 1814 se escapan juntos. Godwin, el anarquista que estuvo casado con la primera feminista de Inglaterra, no perdona a su hija de 16 años el unirse libremente con un joven que no está divorciado porque en su país no existe el divorcio. Epistolarmente cubre de insultos a ambos (aunque continúa recibiendo dinero del poeta). Posteriormente, cuando Shelley queda viudo, se casa con Mary. Ésta no es sólo esposa sino compañera intelectual; a los 17 años, escribe la pesadilla acaso más famosa de la historia: Frankenstein.

Apoyados en las teorías de Godwin-Wollstonecraft, los Shelley creen en la pareja abierta. Esta creencia ha parecido tan escandalosa que ha sido escondida o señalada

con fulminantes acusaciones por los biógrafos (aun después que Simone de Beauvoir y Sartre defendieron, en medio de una gran admiración pública, la permisividad en las relaciones de pareja; después, también, que François Truffaut llevó al cine Jules ET Jim y Las dos inglesas, películas que han relatado historias de amor compartido entre varios amigos.)

A la luz de sus ideas de paz, de comunidad de bienes y afectos y de libre unión, Shelley, con sus largos cabellos al viento, aparece como un precursor del movimiento hippy, aquella gran cruzada por la utopía que recorre el mundo contemporáneo en la década de los 60.

Sostenedor invicto de la libertad

Los Shelley huyen al continente, luego regresan a las Islas Británicas. Sin embargo, la persecución de que son objeto en Inglaterra a causa de sus ideas y de su modo de vida es tan violenta que viajan a Italia, donde Shelley muere en un accidente a los 29 años. Los periódicos conservadores saludan su muerte del siguiente modo: "Shelley, el autor de algunas piezas de poesía blasfema acaba de ahogarse. Seguramente ahora sabe si Dios existe o no." O :"Ha muerto un discípulo ejemplar de la academia de los blasfemos, los ínfleles, los seductores y los lujuriosos." Sin embargo, también hay periódicos liberales que afirman: "Mientras la libertad sea un valor en este mundo, se sentirá reverencia por el espíritu de Shelley; con reverencia pronunciarán su nombre aquellos que aun no han nacido, pero que nacerán libres".

Algunos poetas románticos conservadores, cuyos nombres hoy no significan mucho, anunciaron, por ejemplo, que "el gran Ateo se había ido por el camino del agua al fuego del infierno". Byron, en cambio, dice: "Sin excepción, el hombre mejor y menos egoísta que conocí en mi vida. Todos los demás parecían bestias al serle comparados." Tres de sus amigos (Medwin, Hogg, Trelawny) se transforman en sus biógrafos entusiastas (aunque Hogg no entiende en absoluto una de sus características más importantes: su profético interés en la ciencia).

En 26, Piazza di Spagna, en Roma, se encuentra la Keats Shelley Memorial House, un museo consagrado a Shelley, Byron y Keats, que publica periódicamente una revista dedicada a estudiar siempre nuevos y más actuales aspectos de sus obras. En la Vía del Corso, también en Roma, puede leerse, en la casa donde los Shelley vivieron, que ésa fue residencia del "Sostenedor invicto de la libertad, quien tuvo por enemigo a todas la naciones de Europa".

El ecólogo y el científico

El tema de la naturaleza es el primero en llegar, durante la infancia, en la mansión de Field Place. En el jardín de la residencia paterna crecen toda clase de plantas y árboles. Varios lagos los duplican. La campiña de Sussex y los arroyos vecinos al colegio de Eton completan la educación ecológica de Shelley. Luego, a causa de la época histórica en que vive, ama a la naturaleza a través de los poetas de su tiempo. La primera generación de románticos ingleses siente por ella una especie de adoración. Wordsworth publica La abadía de Tintern cuando Shelley tiene seis años y la Oda a la Inmortalidad cuando éste cuenta quince. Pero Shelley va más lejos que la generación anterior y crea un verdadero "estilo científico-poético".

El interés científico que Shelley manifiesta desde la adolescencia no es el de su tiempo. El siglo XIX se inicia marcado por la herencia del Siglo de la Razón, que dio escasos frutos en materia científica, porque no unió dicha razón a la imaginación; y es de esa alianza que nace el genio auténtico, el Newton o el de Einstein.

Así, la enseñanza formal que, en materia científica, recibe Shelley, es limitada y asistemática. Tanto en Sion House como en Eton, los temas relativos a la ciencia son tratados de manera extracurricular y enseñados por un profesor visitante. Pero el profesor, Adam Walker, es excelente. Tiene la capacidad de mostrar esa visión imaginaria, necesaria a tdfio gran descubrimiento. Shelley se apasiona por los estudios sobre electricidad y química y hace numerosos experimentos, algunos exitosos. Lee a Erasmus Darwin (antecesor de Charles en la teoría de la evolución de las especies) y se entusiasma con su propuesta.

Cuando llega a la Universidad piensa profundizar dichos estudios, pero la ciencia tampoco es importante en el criterio de los académicos de Oxford. Shelley asiste a todos los cursos paralelos que puede y transforma en laboratorio su propia habitación. Con visión profética, piensa que la ciencia puede darle al hombre más poderosas fuentes de energía y de transporte y fertilizar regiones estériles; que, con ayuda de la química, será posible elaborar nuevas comidas, capaces de alimentar a millones de personas de manera balanceada y a bajos costos. Finalmente, cree que la ciencia puede facilitar el trabajo humano, y asi dejar más tiempo para el desarrollo de la vida social y afectiva, para las actividades creativas y para la búsqueda desinteresada de nuevos conocimientos. Hogg, amigo y biógrafo de Shelley, describe estos anuncios como infantilismos. Sin embargo, el tiempo da la razón al poeta- profeta, quien anuncia la fabricación de naves espaciales, capaces de conducir velozmente al hombre por todos los caminos del planeta.

Las investigaciones de Shelley se interrumpen con la expulsión de Oxford, con la que pierde su pequeño laboratorio y la posibilidad de asistir a los pocos cursos científicos que allí se dictan. Sin embargo, continúa con sus experimentos. Se interesa por la astronomía, y sus estudios en ese campo se reflejan en La reina Mab y en Prometeo, en cuyos textos abundan términos provenientes de esta disciplina. Imposibilitado de desarrollar sus dones científicos, Shelley los transforma en una "ciencia-poesía", de la que es único maestro. A.N. Whitehead, el físico y matemático contemporáneo, escribe en La ciencia y el mundo moderno que "para Shelley, la actividad científica representaba alegría, paz e iluminación.... Si hubiese nacido cien años después, se hubiese transformado en un científico comparable a Newton." Sin embargo, de acuerdo a Desmond King-Here, estudioso del poeta, Shelley no hubiera continuado su carrera científica, porque no estaba en su espíritu realizar trabajo alguno sin someterlo a un cuestionamiento moral. ¿Y cómo habría podido tolerar semejante cuestionamiento la ciencia contemporánea, que está siendo utilizada para generar una tecnología aniquiladora del hombre, de las demás especies y del planeta mismo?

De todos modos, cabe señalar que son raros los escritores que figuran en la historia de la ciencia. Pero aquellos que, como Shelley, tienen el don de expresar una visión científica en términos poéticos, lo son todavía más. Es difícil transformar la ciencia en poesía, por motivos que hacen a la materia misma con la que trabaja el poeta: las palabras. La ciencia tiene su terminología especializada y el escritor que desee abordar temas científicos debe hacer comprensibles tales ideas a través de nombres accesibles y de figuras que estimulen la imaginación. A diferencia de Shakespeare, con cuya poesía la de Shelley a menudo se compara, la de éste no aspira a captar la totalidad del mundo, sino a investigar debajo de sus apariencias. Busca las relaciones causales entre uno y otro aspecto de la naturaleza y transforma esos nexos en unión metafórica. Así, la teoría científica se transforma en peldaño para al salto imaginario.

Shelley es un gran contemplador de los cielos: sus poemas Al viento del oeste, a la nube y a la alondra contienen intuiciones científicas provenientes de la aerodinámica, la astronomía, la botánica, la hidrodinámica y la meteorología. Pocos escritores tienen tantos conocimientos pero menos han pensado en transformarlos en sustancia poética, llena de un sentido reparador del universo. Poeta de los cielos y de los climas, sus metáforas muestran la secreta solidaridad del todo, anunciando la actual advertencia ecológica en textos donde el destino de las nubes, los animales y los vientos reflejan al del hombre en un decurso infinitamente transformador.

El verde

El interés que Shelley manifiesta por el cambio social se despierta muy pronto y se expresa apasionadamente. En la adolescencia se rebela abiertamente contra el sistema educativo propio de su tiempo. A partir de entonces, empieza una lucha que dura toda la vida contra el autoritarismo y la desigualdad bajo todas sus formas. Lee la Justicia política de Godwin y se siente convencido por las acusaciones del filósofo contra los privilegios de clase y el orden vigente en el gobierno, las instituciones religiosas, la legislación y el comercio. La pintura que hace Godwin de una utopía permeada por una benevolencia universal lo impresiona profundamente. A estas ideas se suman las de la importancia de una dieta vegetariana, que contribuya a mantener la armonía entre las especies y la gran atención acordada a todo lo relativo al medio ambiente. Dichas ideas, propias de un miembro del Partido Verde nacido con doscientos años de antelación, son defendidas con ardiente sinceridad en La reina Mab.

Sin embargo, cuando se publica por primera vez esta obra, Shelley comprende que el lenguaje poético no es el indicado para el combate político. Desde entonces confía en el vigoroso encanto de sus versos para despertar sentimientos libertarios en los lectores. Pero expresa sus ideas relativas a una reforma social a través de una serie de ensayos en prosa, de creciente sabiduría. Desde 1812, en que sólo cuenta 20 años, los pasajes ingenuos se eliminan de sus escritos. Lamentablemente, su Visión filosófica de la reforma permanece sin publicarse durante 100 años, aunque sus panfletos se reimprimen frecuentemente. En la Visión, Shelley propone abolir el ejército, eliminando así una importante fuente de gastos. Para pagar la deuda militar, propone confiscar tierras a los terratenientes. Desde el momento en que la guerra napoleónica no fue responsabilidad del pueblo sino de una clase privilegiada a cuyos intereses sirvió, Shelley considera justo que sea esa clase la que se responsabilice por la misma y no aquellos sectores de la población ajenos a las decisiones.

A pesar de que Shelley tiende a idealizar al hombre, a pesar de que posteriormente Marx, gran admirador suyo, lo cita frecuentemente en su correspondencia, es lo bastante realista como para percibir el peligro que implican las revoluciones. Piensa que el poder obtenido por la violencia corrompe y conduce tarde o temprano a los insurgentes a abusos que ponen en peligro los logros revolucionarios y transforman en absurdas las esperanzas puestas en ellos. Señala la probabilidad de que nuevos grupos privilegiados se formen y retengan ese poder con dictaduras tan autoritarias como las que destierran. De ese modo, parece estar anunciando el destino del socialismo real. Para evitar las consecuencias de la toma violenta del poder, llama a la defensa pasiva y a la no cooperación. Le parece importante que los grupos privilegiados desaparezcan gradualmente y sin derramamiento de sangre. En varios sentidos, sus ideas recuerdan a las de Gandhi.

Muchas de las propuestas de Shelley, como la de la reducción de las horas de trabajo o la prohibición del trabajo por debajo de determinada edad, encuentran eco en leyes promulgadas sólo en el siglo XX. Otras, en esta época de capitalismo triunfante y de pérdida (errónea) de esperanzas en una sociedad más justa, continúan siendo caminos abiertos.

Mary

Si el pensamiento del padre de Mary Godwin ejerce notable influjo en su época, el de su madre está siendo revisado por las estudiosas de la mujer hoy en día. Mary Wollstonecraft (1759-1797) nace en una familia de clase media. De niña defiende a su madre de los golpes de su padre. A los 19 años se estropea los ojos cosiendo. Así surge su lucha contra la pobreza y la violencia. Talentosa lectora, se hace maestra a los 20 años. Llega a la conclusión de que hombres y mujeres nacen iguales y la expresa en su libro Reivindicación de los derechos de la mujer (1792). Su tesis es la misma que, doscientos años después, propone Simone de Beauvoir en El segundo sexo: no se nace mujer. La mujer es hecha por la educación. Afirma la libre elección de la mujer en relación a su cuerpo y a su materidad y aboga por el divorcio. Al pedir que sean las leyes de Estado las que terminen con la subordinación femenina, Mary Wollstonecraft confiere a su feminismo un corte netamente contemporáneo. Al mismo tiempo, influida por las ideas de la revolución francesa, rechaza las jerarquías sociales y escribe La reivindicación de los derechos del hombre.

Es la primera escritora inglesa que logra vivir de su trabajo. A partir de 1790 se dedica a la causa de las mujeres pobres y escribe su novela María, donde compara las dificultades de una mujer de clase media con las de una proletaria. En 1794, fuera del matrimonio y sin culpas, nace su hija Fanny Imlay. Posteriormente se casa con William Godwin, pero mantienen viviendas separadas. Muere a los 38 años al nacer su hija Mary Godwin. La publicación póstuma de su correspondencia con Imlay, el padre de su hija Fanny, la convierte en una paria ante la opinión inglesa. La unión fuera del matrimonio es una indecencia y las penurias sufridas por Mary Wollstonecraft son el castigo que merece su espíritu innovador.

Así, desde la cuna, su hija Mary Godwin lleva una vida signada por el genio y la rebelión. Su unión, inicialmente libre, con Shelley desafía las convenciones de su tiempo y los pone a ambos al margen de la sociedad. Las características de esa unión son todavía hoy sumamente inusuales. Trabajan juntos, leen y corrigen mutuamente sus escritos y mantienen una relación abierta de amistad y compañerismo. A los 17 años, Mary escribe FRANKENSTEIN. Un tiempo después publica El último hombre, novela referida al último habitante que, después de una plaga, permanece sobre el planeta. A través de estas obras, se hace evidente que Mary tiene conciencia aguda de la situación solitaria del individuo en la sociedad industrial moderna; ésa que obsesiona los films de Antonioni y de tantos artistas de este siglo. Como su madre, se transforma en una escritora capaz de ganarse el sustento con sus novelas, aunque su obra Frankenstein sigue siendo la más recordada.

El propio nombre de Frankenstein se ha a convertido en sinónimo de monstruosidad, a través de un desplazamiento que connota una potente energía mítica. Desde los años 30, obsesiona a los cineastas, quienes han adaptado la novela con tonos ora de horror, ora de comedia. El interés suscitado por esta historia en la primera mitad del siglo XX puede depender de las investigaciones encaminadas a prolongar la vida, que estaban llevando a cabo Carrel y Lindbergh. El mismo puede justificarse también por el ascenso al poder de Hitler y la política "científica" llevada a cabo por su régimen. Pero, a parte de los anuncios, que puedan leerse retrospectivamente, hay algo más en este mito creado por una jovencita de 17 años. Ese algo es del orden de lo fáustico, sin que Frankenstein sea un equivalente del arquetipo protorenacentista: no es el afán de poder sino el afán de hacer científicamente el bien, lo que lleva al desastre la creación del Dr. Frankenstein. ¿Qué simboliza semejante monstruo ante la imaginación de nuestro tiempo? Las respuestas pueden arriesgarse cuando se consideran los efectos de algunas investigaciones científicas de estos tiempos.

No se puede comprender Frankenstein sin tener en cuenta el combate contra la tiranía y la superstición llevado adelante por los padres de Mary y por Shelley. Pero, a pesar de la admiración por las teorías de Godwin y Wollstonecraft y de la adhesión apasionada que siente hacia su marido, Mary conserva su independencia intelectual. Aunque las ideas de Shelley activen su imaginación, esta escritora adolescente es menos idealista en lo tocante al destino político de la sociedad occidental. Por eso en Frankenstein hay una advertencia contra una ciencia enceguecida, que puede transformarse en arma de regímenes irresponsables o fanatizados y en terrible instrumento de destrucción. A causa de su lucidez, de la intensidad con que plantea problemas del mundo actual, Frankenstein, el Prometeo moderno es considerado, más y más, como una obra maestra.

Rey de si mismo

Prometeo liberado, drama en cuatro actos, es el más extenso trabajo de Shelley. En un tiempo, el poeta había compartido versión del mito que cuenta Hesíodo, de acuerdo a quien el Titán trajo calamidad a la tierra cuando robó el fuego del cielo. Así, la inocencia de una edad en que el hombre no devoraría a las demás especies, habría terminado. La solidaridad apasionada de Shelley por los otros seres vivos y su preocupación por la preservación del medio le hizo escoger esta versión como la mejor. Pero en 1819 prefiere la propuesta de Esquilo, de acuerdo a la cual Prometeo aparece como benefactor de la humanidad. La generosidad del Titán enfurece a Zeus y Prometeo es encadenado. Sin embargo, en la tortura, no dice su secreto: si el soberano de los dioses se une a Tetis, engendrará un hijo más poderoso que él y capaz de derribarlo.

Shelley crea un nuevo mito. En su versión, Prometeo permanece en el tormento hasta la caída del tirano, pero también hasta que él mismo llega a ser "su propio rey": hasta que logra las cualidades que, en la opinión de Shelley, acompañan la verdadera libertad. Prometeo consigue absoluto control sobre su propio odio y "no desea el dolor de ningún viviente", ni siquiera el de su opresor. Shelley cree en un "centro luminoso de bondad" detrás de toda forma, por cruel o amarga que sea. En ese sentido, Prometeo puede ser considerado una óptima exposición de los ideales éticos del cristianismo. El Titán adquiere también la capacidad de amar en un plano de igualdad a los demás y, especialmente, a su compañera, Asia. En el mundo que surge a partir de su liberación, las mujeres "hablarán con la sabiduría de los pensamientos que una vez se les prohibió pensar, enfrentarán las emociones que antes se les prohibió sentir y se transformaran en lo que en un tiempo temían ser, haciendo de la tierra un cielo con su metamorfosis."

De este modo, de acuerdo a Shelley, la auténtica revolución no viene sólo del cambio de sistema. Éste será eficaz únicamente si el hombre ha pasado por una "revolución" interior, que lo habilite para el control de sus emociones, la tolerancia hacia sus semejantes y la capacidad de amar igualitariamente en el marco de la pareja; en que adquiera, también, la capacidad de respetar y preservar el plantea que habita. Surge así un estado anárquico en el que no se reconocen clases sociales ni naciones y donde el hombre siente pasiones, pero se ha liberado de dos de las más amargas: la culpa y el dolor.

El acto IV de Prometeo a la vez anuncia el mundo esperado y describe los mecanismos de la Naturaleza con una precisión sin paralelo. Shelley se siente atraído por la idea de que la vida se extiende hasta las menores partículas y tiene un sentimiento intuitivo de las teorías físicas del siglo XX. Su visión de miles de esferas en movimiento se parece a la descripción científica de los átomos y de la danza de los electrones. Así, como han señalado lectores provenientes del área de las ciencias tanto como del de las letras, la idea de materia=energía atraviesa su obra como una luminosa intuición.

Contemporáneamente, hay un saludo multidisciplinario al Prometeo de Shelley. El experto el culturas clásicas Maurice Bowra observa que "nos permite explorar regiones de las que Shelley es el descubridor y conocer en su compañía una condición en la cual queda sellada la vieja guerra entre poesía y filosofía. De ese modo, las pálidas abstracciones del pensamiento analítico se revisten del resplandor de las entidades visibles." El poeta W.B. Yeats señala a Prometeo como "uno de los libros sagrados de la humanidad". El historiador del arte Herbert Read ve en él "la mayor expresión de deseo de luz intelectual y de libertad espiritual que le haya sido jamás ofrecida a la humanidad."

Sin embargo, tal vez Prometeo liberado necesite de tiempos en que se vivan más altos valores para despertar todo el entusiasmo que merece su canto de alegría y esperanza. Los tiempos que el propio Shelley anuncia en la Oda al Viento del Oeste: los que siguen al invierno, los de "la esplendorosa Primavera".

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mes agosto 1992

 

Hilia Moreira
hiliamoreira5@gmail.com

 

Artículo publicado, originalmente, en papel en la revista "Relaciones" Separata Nº 2 agosto 1992

 

Escaneado e incorporado a Letras Uruguay, por su editor, Carlos Echinope @echinope , el día 27 de mayo de 2015.
 

 

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