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En defensa del marido
"Felisberto Hernández en el mundo musulmán"
Hilia Moreira
hiliamoreira5@gmail.com

 

Curiosamente, algunas ideas de intelectuales musulmanes más o menos contemporáneos de Felisberto Hernández despliegan un pensamiento similar al suyo, planteando representaciones no tradicionales del hombre y la mujer."

 

En defensa del marido

A lo largo del siglo XIX, en diversas sociedades islámicas, políticos e intelectuales son sensibles al avance de Occidente. En consecuencia, quieren persuadir a los musulmanes para que adopten algunos signos venidos del Oeste. Uno de los caminos para lograrlo es que, casadas o solteras, las damas abandonen el velo.

No obstante, muchos consideran al manto como un símbolo de la religión, la moral y la familia de aquella que lo porta. La que no lo usa, elige andar desamparada.

Por lo tanto, entre ciertos musulmanes (hombres y mujeres), como entre miembros de otras culturas, una mujer que no se viste según las convenciones, invita a la violencia. (También un hombre. Por ejemplo, en sociedades en que la homosexualidad se condena, el uso de un signo vestimentario no tradicional puede llevar al exilio y hasta a la muerte a un varón, sea o no sea gay.)

En defensa del hombre

En 2009, el periodismo electrónico cuenta la historia de unas mujeres que pasean por Sydney, Australia, con la cabeza, los brazos y las piernas al aire. Varios varones, pertenecientes a la población autraliana islámica, las toman por la fuerza.

Tanto las autoridades no musulmanas como las musulmanas, piden un severo castigo para esos hombres, a quienes, unos y otros, califican de criminales. No obstante, ciertos ortodoxos no opinan del mismo modo. A ese propósito, los periodistas interrogan a un mufti (o jerarca islámico tradicional), quien se expresa así:

Tomas un pedazo de carne sin envolver y lo pones en medio de la calle, en el parque, el jardín o el patio tracero. Los gatos vienen y se lo comen ¿Es culpa de los gatos o de la carne sin envolver? Si  la mujer permanece en su  hogar y bajo su velo, nadie puede violentarla.

Sin embargo, desde el inicio del siglo XX, varios feministas  piensan que, destapándose, no sólo la mujer adquiere mayor libertad. También el hombre tiene mucho para ganar. De ese modo, en 1899, un abogado egipcio cuyo nombre es Qasim Amin, publica un libro titulado La liberación de la mujer. En ese texto, humorísticamente, señala:

Con la ley del velo, por atractivo que sea un hombre, una mujer no intenta forzarlo. En cambio, se espera que un varón se lance sobre toda mujer que lleva la cabeza descubierta, aunque no la conozca y hasta le produzca repulsión.

Si bien el tono es jocoso, connota una angustia que comparten muchos varones. Las sociedades donde el velo femenino es obligatorio (y otras), significan al macho humano como alguien inferior

a los machos bestiales. Sólo excepcionalmente éstos últimos se largan sobre la primer venida y copulan con ella por medio de la violencia.

Por el contrario, en gran variedad de especies, el macho corteja a aquella fémina a la que, primero, escoge con cuidado. Si ella acepta, el cortejo puede durar semanas. Los observadores del comportamiento animal señalan que, al menos mientras dura tal galanteo, la pareja intercambia signos de cariño. Durante (y, a veces, después) del agazajo, entre ellos se establece una relación que puede extenderse durante todo el período de celo. O a través de toda la vida.

En cambio, ciertas culturas musulmanas (y otras), exigen al hombre que, ante un mero signo, se arroje sobre la mujer, pisoteando su propio pudor viril. Conforme con  Amin, la sexualidad es algo demasiado íntimo. Por lo tanto, la sociedad no puede imponer  al varón que quede a merced del traje femenino.

También la médica y escritora bengalí Taslima Nasrin interpreta el tapado de la mujer como una humillación para el hombre:

La sociedad enseña que, si ve a una hembra descubierta, el hombre tiene que perder toda moral. En cambio, aunque las mujeres también tengan  deseos corporales, no se exige de ellas que se lancen sobre un macho, sólo porque muestra la cara. Ya que a las damas se les inculca un mayor control de sí, habría que dejarlas vestirse como quieran.

No obstante,  según Taslima, el cautiverio que los islamitas imponen a las damas es aun peor. Para describirlo, la escritora emplea las mismas palabras que el ya mencionado mufti. Sólo que les da un significado opuesto:

Mi madre usaba velo. Iba completamente cubierta, con una red delante de la cara. Me hacía acordar a las fiambreras que había en la casa de mi abuela. Una tenía una puerta con una red hecha de hilo, la otra de metal. Las dos servían para mantener protegida la carne.

Así, a través de su texto, Nasrin defiende  los derechos del hombre, tanto como los de la mujer. En su cruzada por la aparición de nuevos seres humanos, dice así:

Para amante, esposa o concubina, un varón necesita de alguien afín, no de un pedazo de carne. Muchos dicen disfrutar con una mujer que perciben como exclusivamente carnal. Pero, a la larga, los que así alardean ¿no se sienten frustrados? Sobre todo, ¿no surgen hombres a los que ofende, y hasta repugna, semejante contacto?

¿Y qué pasa con los que son vegetarianos?

En defensa del hombre uruguayo

Musulmanes o no, algunos machos manifiestan rechazo hacia un encuentro únicamente sexual. La vergüenza aumenta si, basándose en que un hombre no puede negarse, una desconocida busca avasallarlo. Signos de tal pudor aparecen, reiteradamente, en la literatura de Felisberto Hernández.

En 19,  Hernández publica en Montevideo su cuento “El comedor oscuro”. El protagonista es un compositor tan pobre que, para mantenerse, tiene que tocar el piano en un sombrío comedor. La habitación pertenece a una vieja señora, que se queda dormida apenas lo escucha. Mientras toca, la empleada doméstica lo mira.

Una noche, cuando el pianista se retira, la empleada lo acompaña hasta la puerta. Inopinadamente, se sienta en un sofá, se saca los zapatos, abre los dedos de los pies y le dice:

-Tengo lechón adobado en mi dormitorio.

El músico la mira indignado y le contesta:

-¡Señora! No voy a perder mi música por un pedazo de chancho.

Así, con sus palabras, el pianista no sólo frustra el deseo de esa fémina. También transgrede una doxa que la empleada nunca cuestionó. Según la misma, el hombre que se niega no merece mayor respeto. Por eso, la doméstica lo despide  con estas palabras:

- Andá, andá, pobre pianista.

En lo que respecta a su concepción del hombre y la mujer, este cuento pasó desapercibido en el ámbito de las investigaciones de literatura y género de la academia uruguaya.

Sin embargo, tanto en Uruguay como en otros lugares, hasta hoy, aquellos que controvierten la idea tradicional de las identidades sexuales, suelen provocar indignación. Por eso, entre las personas que no meditan en lo que creen, los signos (femeninos y masculinos) no habituales, producen chismes. En otros casos, la sociedad protesta públicamente cuando percibe propuestas que se desvían de las ideas ya hechas. Por consiguiente, en Egipto, a comienzos del siglo pasado, cuando Amin publica sus dos ensayos contra el velo (La nueva mujer y La liberación de la mujer), en sólo un año aparecen treinta libros en contra de los suyos.

Pero, en 1999, en Bangladesh, cuando Taslima Nasrin presenta su artículo “¡Quememos el velo!”, algunos grupos de fanáticos la sentencian a morir. Hoy, Nasrin vive, por el momento sin marido, exiliada en Suecia. En su cabeza al aire, la escritora simboliza su libertad. Esa feminista ha recibido varias distinciones internacionales por su lucha en favor de las mujeres. Sin embargo, hasta ahora, nadie la ha recompensado por su batalla en bien del varón.

Velo y engaño

Ciertos feministas no asocian al velo sólo con imágenes de servidumbre mutua entre machos y hembras. Así, además, humorísticamente, Qasim Amin afirma que el tapado puede volverse un signo de la falta de moral matrimonial: 

Quien da la cara se hace responsable de sus actos. Pero quien va emboscada puede traspasar cualquier prohibición. ¿Cómo sabe un padre, o un marido, que no es su propia hija o su propia  esposa, velada, la que mueve las caderas delante de otros?

De ese modo, según Amin, el manto es cómplice de la dama dispuesta a engañar al marido, presente o futuro.

Por otra parte, embaucado por la penumbra del hijab, el hombre que busca mujer puede creer que se casa con una bella joven.  Pero, en la noche de bodas, cuando  retira el velo, se encuentra con que la juventud y la belleza de la  esposa se han fugado.

Vale subrayar que el manto femenino suele asociarse con ideas de fascinación y estafa en las culturas más dispares. Así, de nuevo, en Uruguay, Felisberto Hernández significa el velo de modo similar. En 1942, en su relato Por los tiempos de Clemente Colling, recuerda que, cuando niño, visitaba con su madre a una familia compuesta por un loco y tres longevas:

Encima de la cabeza, las longevas llevaban un sombrero, generalmente inmenso. Desde el ala del sombrero hasta el cuello, y a manera de mosquitero, había un tul muy estirado, que dejaba tras él, en penumbra provocadora y atrayente, la cara de las mujeres. Esos rostros velados eran capaces de encantar hasta a un niño y de sumirlo en una fascinada contemplación.

En consecuencia, según estos escritores, el manto provoca la ilusión. Y las ilusiones suelen contribuir a la mentira, que puede transformarse en traición. Por eso, para tranquilidad de novios y maridos, es mejor que la dama vaya sin tapar.

Insistimos en que los textos citados parecen únicamente humorísticos. Pero no lo son.  En 1900, en La nueva mujer, Amin invita a la sociedad a que mire qué esconde la mujer emboscada.

Amin pertenece a la alta clase egipcia. Así, a través de su madre y de su esposa,  está familiarizado con las penurias que pasan las mujeres aristocráticas. Según él, aunque vivan en la abundancia, bajo sus tapados, esas damas a menudo se encuentran enfermas, siempre embarazadas e ignorantes. Entre las paredes y los velos, la inteligencia femenina permanece cautiva. No obstante, es a esas esposas a quienes los varones entregan la educación de sus propios hijos. Pero, mantenidas en tal estado: ¿cómo pueden desarrollar el pensamiento y la imaginación de los niños? En vez de esconderse, las cónyuges deberían recibir cultura académica, tanto como islámica.

De ese modo, Amin continúa con la visión de la mujer que se dedica únicamente al hogar. Pero, su concepción de la relación  matrimonial despierta interés hasta hoy. Para ese abogado, si la mujer se cultiva, en el lugar del la antigua esclava, el marido encontrará a una amiga, a una consejera. Y a alguien cuya compañía siempre resulta grata.

Referencias

Amin, Qasim The liberation of women. The new woman. Two documents  in the history of  egyptian feminism. University of Texas at  Austin, 2009

Badinter, Elizabeth XY. La identidad masculina.  Op.cit.

Bukhari Hadith Op.cit.

Hernández, Felisberto “Por los tiempos de Clemente Colling” Obras completas de Felisberto Hernández. Montevideo: Arca, 1967

Hernández, Felisberto “El comedor obscuro” Obras completas de Felisberto Hernández. Op.cit.

Nasrin, Taslima ”Let’s burn the burqa!” www.islamreview.com/articles/letsburnthe burqa.shtml

The glorious Qur’an Op.cit.

 

Hilia Moreira
hiliamoreira5@gmail.com

 

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