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El sátiro verde


poema César Miranda

del libro "Las Leyendas del Alma"

 

El viejo sátiro de mármol está verde.
Entre sus cuernos rígidos, una mata de helecho

puebla de cabellera asiría

su testa calva de dios decrépito.

El sátiro está verde, verde

de los pies a los cuernos divergentes;

el musgo ha puesto un velo púdico

a su franqueza insolente de dios galante.

El sátiro está verde
entre la fronda verde,
en la humedad del parque envejecido
de años y de recuerdos.

 

—Habla, sátiro verde;

cuenta tu historia;

estoy triste y ansioso

por saber tu secreto.

 

He aquí lo que dijo el sátiro verde:

 

En mármol de Himeto fui tallado

por mano de artista excelso.
Fui tallado al amparo

de Venus, de Cupido y Minerva;

 

y de informe mármol frió y rebelde

salí, con mis dos cuernos,
sencillamente, como

el pájaro del huevo.

 

Salí desnudo, libidinoso, sátiro

en fin. Sólo mi alma era verde.

Destináronme a un prado

donde las ninfas iban,

por las tardes, desnudas,

a llenarme de fuego

de pasión con sus besos...

 

Yo despertaba, entonces,

las furias de las Venus,

y las bacantes crespas

mesaban sus cabellos

al auspicio virtuoso

de mis filosos cuernos.

 

Una tarde, el ocaso
llenaba mis pupilas de violetas;

Favonio divulgaba secretos;

y Baco, allá, en las viñas,

su dulce humor vertía

en las bocas perversas.

 

Esa tarde una niña

me demandó un consejo,

y junto a la piscina,

abandonando el plinto,

la volqué como un ánfora

sobre la hierba.


La volqué y en mi afán

de pecados y besos

olvidé que Diana,

la núbil cazadora,

prohibía esos excesos.


Llegó la deidad pálida;
vio unidos nuestros cuerpos,

y con un dardo frío

apaciguó mi fiebre

y otro dardo clavó

de la niña en el seno.


Al otro día los pastores y ninfas
y sátiros vieron
a la niña muerta,
muerta de frío sobre el césped.


"He ahí el influjo malo,

dijeron, ese sátiro blanco

está encantado; abandonémosle.
Hijo maldito del Silencio y de Hécate

 

Desde ese día siniestro,

abandonado sátiro en el paisaje verde,

lloré, lloré; a lo lejos
me respondían las deidades faunescas:

 

“Llora, llora, sátiro viejo,
hijo maldito del Silencio y de Hécate”.


Pasaron lunas, nieves,

noches profundas y sin estrellas;

oyeron mis oídos caramillos lejanos,

ecos de gratas fiestas...
Envejeció mi alma.
Y la injuria de Cronos puso

el primer lunar sobre mi frente.


Llovió, llovió, y el parque

trocóse en lago.
Pobre sátiro viejo!
De mirarme en la linfa

tuve miedo;
mas me miré ¡oh dolor!
mi frente y mis dos cuernos,
mi barba y mi cabello
y mis muslos viriles y mis bíceps robustos
y mis ojos y hasta
mi flauta pánida
estaban verdes...


“Llora, llora sátiro viejo,
hijo maldito del Silencio y de Hécate”


Y lloré mucho, mucho,
y el lago se hizo eterno,
el lago que duplica mi silueta ...


Ahora ve, peregrino,
donde tu amada sueña,
dile lo que supiste de mis labios
y nunca vuelvas...


Cuida de Diana,

la cazadora celeste.
Teme sus flechas blancas

que dan el olvido y la muerte..

 

poema de César Miranda
del libro "Las Leyendas del Alma"

Bertani editor - Montevideo 1907

 

Texto digitalizado y editado por mi, Carlos Echinope, editor de Letras Uruguay. Se agrega imagen.  echinope@gmail.com - https://twitter.com/echinope fb https://www.facebook.com/carlos.echinopearce

Inédito en el cyber espacio mundial al 9 de enero de 2017.

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