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Razón
Álvaro Miranda Buranelli
alvaro@alvaromiranda.com

los viejos senadores romanos abrían sus venas
y se recostaban a morir con serenidad mezclando
el agua y la sangre
el rojo se diluía en el líquido transparente
y ellos entraban en trance de sueño
la barca los llevaba río abajo
hacia la espejada noche cerrada
a veces percibían titilantes estrellas pequeñas
que se desvanecían en espesa atmósfera
y el sonido de la cascada iba languideciendo
mientras llegaba el silencio duro como mármol
y un filo frío recorría las arterias
así se limpiaba el interior de los seres
así se llegaba al fondo del polvo
así se firmaba la última página
y toda la infatigable fauna de los orígenes
toda la triste historia de esa fauna
frangosa de la humanidad
la irresistible historia de los errores humanos
cada pieza movida inestable o firme
cada leve movimiento sugerido por el viento
un terciopelo fino que se eriza
la piel de la mano
cada partícula de polvo suspendida en el aire
cada gota de rocío suspendida en su caída
cada movimiento de la glotis en la articulación
cada sombra pasajera en la luna del espejo
el humor acuoso en las fosas nasales
el instante de la caída de la cabeza
la mueca inmóvil en la curvatura de la boca
los párpados cayendo como un leve manto
sobre los ojos para siempre ocultos
se iba el ser que nunca fueron
y la vida que fue desconocido tiempo
y el breve espacio que les fue otorgado
en la evanescente isla final
del agua y la sangre.

Los lentos remeros sobre espesas aguas
Álvaro Miranda
Buranelli
alvaro@alvaromiranda.com

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