Fernando Pessoa poblado de poetas

Alvaro Miranda Buranelli
alvaro@alvaromiranda.com 

Fernando Pessoa

Hay una ciudad llamada Fernando Pessoa. La ciudad está poblada de poetas. Hay tres asentamientos principales: la rúa natural Alberto Caeiro, la fontana medicinal Ricardo Reis y la plaza de ingeniería Alvaro de Campos. La ciudad lleva el nombre del fundador, a quien no se ve y cuya existencia es dudosa. Pero la fortaleza es sólida. Por sus calles, se encuentran y desencuentran los poetas, se asisten y se relacionan. El hacedor, como todos, se mantiene ausente. Nadie duda que la ciudad merece el honor de su nombre. Los poetas acuden y se le rinde homenaje. Hay, según se dice, una ciudad cercana que se llama César Vallejo con la cual comparte un lago de aguas claras y profundas en el que beben los ángeles cuando descienden. Se menciona una ciudad secreta y próxima de espejismos góticos y llaves subterráneas que se llama Jorge Luis Borges. Son ciudades invulnerables y los taumaturgos hablan de eternidad.

Un lago de aguas claras y profundas...

(Fernando Pessoa - César Vallejo)

Fernando Pessoa nace el trece de junio de 1888. César Vallejo cuatro años más tarde. El poeta portugués muere el treinta de noviembre de 1935, a los cuarenta y siete años. El poeta peruano, tres años después, a los cuarenta y seis. Nunca se conocieron ni se sospecharon, dice Santiago Kovladoff[1]. Trabajaron paralelamente. En ambos hubo sufrimiento, ternura y exasperación. A ambos los recorrió una crispación atormentada. Los dos se regodearon en el pesimismo. Para ambos el paradigma familiar fue arquetipo de felicidad. Hallaron en la infancia la cifra del tiempo feliz y en la figura de la madre la expresión cabal de la dicha. Para ambos la pérdida materna constituyó una tragedia de la que no volvieron jamás. El desasimiento del ser se abre como un abismo. "Hoy soy solo un suicidio tardo", escribe Pessoa. La ingestión de alcohol se intensifica. La idea suicida le ronda. Ha elegido la muerte lenta.

El padre de Pessoa muere a sus cinco años, el de Vallejo a sus treinta y dos; a los seis años Fernando pierde a su pequeño hermano Jorge; César, a su hermano Miguel, a los veintidós. Con el tiempo la infancia se vuelve un espacio mítico: el paraíso perdido, el irrecuperable ámbito de la felicidad. El desamparo, la desolación interior, el cansancio vital, acrecen la desesperación y el desasosiego. La asfixiante soledad personal los cubre como un ala maldita. La desesperanza los marca como un estigma. Los separa la disposición política pero en el fondo hay un curso de vidas paralelas.

Introvertido, tímido, reservado, niño triste y silencioso, tranquilo y melancólico. Un ser que vive hacia dentro. Habitante único de un reino interior abismático y profundo. Del mundo lo protegen las lecturas: Keats, Shelley, Poe, Wordsworth, pero también Almeida Garret, Cesário Verde, Baudelaire. Y del romanticismo a las vanguardias: los ecos de Marinetti y el Futurismo en el Ultimátum de Alvaro de Campos, la imaginería futurista con su concepto de "naturaleza urbana" más cierto aire huidobriano se integran a la presencia intermitente de Whitman en Paso de las horas, por ejemplo, -y de este último también en Alberto Caeiro, el poeta de la naturaleza-[2] la difusión del futurismo en Portugal, a través de Orpheu, la correspondencia de Fernando Pessoa él mismo con los poetas ultraístas Adriano del Valle, Rogelio Buendía, Isaac del Vando Villar. Y del romanticismo, la insatisfacción existencial, el desdoblamiento, la identidad sombría. El poeta Eugenio de Andrade declara: "Fue en la obra de Alvaro de Campos donde encontré por primera vez la subversión poética en estado puro, una poética cuya subversión subyugaba a la moral. Era lo nuevo y lo era tan ostensiblemente que cuanto de pasión o invención había en otra poesía más discreta -por ejemplo, la del Pessoa ortónimo- corría el riesgo de quedar sumergida por las aguas de la Oda Marítima o de la Oda Triunfal". Más allá de la puntual observación, la Oda Marítima fluctúa entre el sonido y la furia de la fiera que llevamos dentro, zona obscura del ser herido, resistencia del animal civilizado frente a los arrebatos de la bestia en la jungla. Los crímenes atroces del pirata frente a las nanas infantiles con que la vieja tía duerme al joven con su niño en el corazón. Entre el Bien y el Mal se mece el alma humana.

En 1912, estrenándose como crítico literario, Fernando Pessoa publica en la revista representativa del saudosismo de Teixeira de Pascoaes su Nueva Poesía Portuguesa, ensayo que despertará polémicas y agresiones intelectuales contra su persona. El saudosismo procuró aislarlo. Advino la rivalidad entre Pessoa y Pascoaes. Este procuró desmerecer la estatura poética de Pessoa: se refería a él como la versión portuguesa de Marinetti. Para Pascoaes, el verdadero poeta lusitano del futuro debía ser más emotivo que intelectual. Admitía su condición crítica pero se negaba a reconocer al Pessoa poeta. "Pascoaes era un hombre cerrado a ciertos aspectos de la modernidad", confirma Eugenio de Andrade. Su error de apreciación respecto a Pessoa fue hecho con alevosía[3]. Para Angel Crespo, Alberto Caeiro representará una "poética de oposición" a la de Teixeira. Más allá de todos los intentos de silenciamiento, la sombra de Pessoa comenzó a proyectarse, creciente. Eclipsó a Pascoaes. El maestro será, entonces, Alberto Caeiro. Una poesía y cuatro poéticas principales comenzaban a desplegarse. Era en definitiva la Poética de la Modernidad. El caudal pessoano conducía corrientes subterráneas, aguas surcadas también por Ezra Pound y T. S. Eliot, por Jorge Luis Borges y Octavio Paz y Vicente Huidobro. La creación y la crítica.

Espejismos góticos, llaves subterráneas...

(Fernando Pessoa - Jorge Luis Borges)

Marc Alyn declara que Fernando Pessoa parece ser un hombre inventado por Jorge Luis Borges. Pero podemos convenir con Vilma Arêas[4] que no se conocieron si aceptamos que "Borges no leyó a Fernando Pessoa que no leyó a Vicente Huidobro que no leyó a Oliverio Girondo que no leyó ni a Mario ni a Oswald de Andrade quienes no leyeron a César Vallejo". Y, sin embargo, Pessoa parece la imagen de un sueño borgiano. El mismo se encarga de desvanecer su corporeidad: "No soy en esta vida ni yo ni nadie / voy sin ser y sin plazo" escribe. Como Berkeley podía decir que "era porque era percibido", si cerrara los ojos dejaría de ser, desaparecería como una pompa de jabón dejando el hueco de una existencia inconsistente. El tema de la identidad está presente en Pessoa como una ausencia, una carencia de ser. Como se sabe la palabra pessoa (persona) designa la máscara de los personajes teatrales. Pero una máscara ¿sobre qué rostro que se diluye?.

El juego ha comenzado antes: cuando a falta de almas gemelas, la mente las inventa. Cuando de pronto es el Chevalier de Pas con quien juega y conversa e intercambia cartas. El juego de los espejos ha comenzado, el desdoblamiento romántico y fantástico teje su trama. Después de leer Los papeles de Pickwick aparece Alexander Search. El Sr. Fernando Pessoa, poeta, se irá poblando de poetas y prosistas: Charles Robert Anon, A.A. Cross, Antonio Mora y luego Coelho Pacheco y Bernardo Soares y ..... Ha comenzado el juego de los heterónimos. "He creado en mí varias personalidades. Creo personalidades constantemente" dice, en el Libro del desasosiego. Pero heterónima es, para Pessoa, "la obra del autor fuera de su persona, la de una personalidad completa fabricada por él, como podría serlo la de cualquiera de los personajes de cualquiera de sus dramas (...) Su personalidad debe ser considerada como diferente de la del autor. Cada una de ellas forma una especie de drama y todas juntas forman otro drama. Es un drama en gente en vez de en actos". Dramatis personae en la poesía de Pessoa.

El juego (play), la representación, ha comenzado. "Soy la escena viva por la que pasan varios actores representando varias piezas", dice Pessoa. En primer lugar, el Hacedor, el creador, el Auctor. Y su creación la obra. Y la obra son los seres creados pero, a diferencia de la creación borgiana, Pessoa crea "personalidades", trasciende la trama del texto y realiza, o sea, inviste de realidad la génesis de sus alteridades heteronímicas. Sus personalidades creadoras -y, fundamentalmente, las tres grandes: Ricardo Reis, Alberto Caeiro, Alvaro de Campos- son, a la vez, obra creada -por Pessoa él mismo- y creadores, capaces de ficción y ajenos a la conformación de caracteres o personajes. Con personalidades singulares y diferentes del Hacedor Pessoa. De ahí la insistencia en la cronología de los heterónimos: Ricardo Reis nace un año antes que Pessoa, viaja a Brasil de donde José Saramago lo hará volver para asistir al deceso de su creador. Escribirá esa poesía horaciana y epicúrea que se le conoce. Alberto Caeiro nace en la primavera del año siguiente al nacimiento de Pessoa, como conviene a un poeta de la naturaleza. Será su maestro y definirá una nueva estética contra los modelos establecidos. Alvaro de Campos nace en un 1890 otoñal; es el único que conoce a su creador, es quien avisa a Ricardo Reis para que retorne a Lisboa, quien polemiza con éste, quien conduce el Chevrolet por la carretera de Sintra, es el hombre de la tabaquería, el que obliga a su creador a una doble despersonalización, "difícil, porque son dos estilos diferentes, dos formas de entender la prosa". Si las temáticas se entrecruzan las líneas de la escritura se precisan en estilos propios.

Y las historias paralelas. Pessoa, portugués y extranjero, escribe en lengua inglesa sus primeros libros. Borges, argentino y universal, aprende el inglés antes que el castellano. En los dos, la formación británica es amor por la letra y la lectura. Y en ambos, Keats o Wordsworth. También Borges creará heterónimos pero de un modo sustancialmente diferente. El propio Pessoa establece la diferencia: "El desdoblamiento es natural a la poesía mientras que en prosa resulta provocado". La provocación proviene de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Sus criaturas creadoras, dedicadas a la narración policial y fantástica, responden a los nombres de Benito Suárez Lynch o Bustos Domecq -quizás porque en aquellos tiempos la sub-literatura policial no podía codearse con la poesía, como insinuaban el poeta inglés Cecil Day Lewis y su heterónimo Nicholas Blake-. Pero el juego continúa: Ricardo Reis se pasea con un libro borgiano que no terminará de leer: El dios del laberinto de Herbert Quain; escribe un poema cuyo motivo lírico ha sido cultivado por Borges con entusiasmo: el juego de ajedrez y la guerra.

En Lluvia oblicua, Fernando Pessoa escribe: "Todo el teatro es mi jardín". Si la heteronimia se desprende de un desdoblamiento esencial del ser, de una conciencia diluida y fragmentada y, sobre todo, de una sensible aprehensión de la inconsistencia y futilidad del propio yo, desde un punto de vista meramente formal, el procedimiento heteronímico en su faz técnica constituye un recurso dramático, de actor que cambia sus máscaras (pessoas) para ser uno y otro y otro más, cada uno de los personajes que juega (play) y actúa. El juego es barroco y se proyecta al Infinito, como lo supieron Borges y Shakespeare. En Everything and nothing, texto que analizaremos en el próximo ensayo, se traza el perfil evanescente de Shakespeare y Borges describe la oposición esencial entre el todo y la nada. Como en un palimpsesto la imagen de Pessoa parece dibujarse sobre el vago rostro del poeta inglés:

"Nadie hubo en él; detrás de su rostro (...) y de sus

palabras, que eran copiosas, fantásticas y agitadas no

había más que un poco de frío, un sueño no soñado

por alguien".

Oscar Wilde decía que "es conveniente ser un poco improbable". Fernando Pessoa se prefiere un heterónimo más. El creador y la criatura en uno. "La dimensión humana de una sola multitud" como lo define Antonio Tabucchi.[5]

La ciudad poblada de poetas...

(Ricardo Reis – Alberto Caeiro – Alvaro de Campos)

La dicotomía es un signo en Pessoa. Desdoblamiento y dualidad. Diversidad en la unidad (Platón). Escisión, multiplicación, expansión. En el arte y en la vida:

El poeta es un fingidor

Finge tan completamente

que llega a fingir que es dolor

el dolor que de veras siente.

Autopsicografía.

El sentimiento de dolor se articula sobre una dualidad artística y humana. Como un pliegue axial y refractario hay un "dolor actuado", ficcionado, arte de autor y un "dolor sentido", humano y "real". Conviene apreciar que los primeros poemas de Alberto Caeiro, de Alvaro de Campos, de Ricardo Reis, coinciden en el tiempo con el Manifiesto Non Serviam de Vicente Huidobro. Autopsicografía es una exposición estética del Pessoa ortónimo que va en igual sentido que los "desconocidos" que nombraba Vilma Arêas.

"Hacer todo y nada es todo lo mismo" dice el Tao Te King. Roman Jakobson habla de los "oxímoros dialécticos" en la obra de Pessoa. El juego de opuestos, la contradicción, la antítesis que se resuelve en síntesis, el "sí pero no", con su doble discurso como función neutra, paralizadora, que en definitiva, ni afirma ni niega:

Sí, está todo bien.

Está todo perfectamente bien.

Lo peor es que está todo mal.

Ya sé que esta casa está pintada de gris

ya sé cuál es el nombre de esta casa

no sé, pero podré saberlo, en cuánto está tasada,

en esas oficinas de impuestos que existen, que (¿)

Ya sé, ya sé.

Pero lo peor es que hay almas ahí dentro

y la Tesorería de Finanzas no consiguió librar

a la vecina de al lado de que le muriese el hijo.

El Negociado de no sé qué no pudo evitar

que el marido de la vecina del piso de arriba se le

escapase con la cuñada...

Pero, está claro, está todo bien...

Y, excepto estar mal, es así mismo, está bien...

Poema punzante, irónico, crítico, generador de una dualidad reconocible y compartible, este sí pero no de Pessoa termina afirmando con mayor fuerza que una simple enunciación. Mostración de una realidad por la paradoja intensifica el plano semántico de un modo más efectivo que el utilizado por un discurso simplemente lineal y nominalista.

Otra percepción nos dice que hasta lo real y lo irreal devienen ilusiones. La ficción se iguala a la no-ficción. Desvanecidos los límites todo es creación y todo es vacío. "Yo no soy yo ni el otro / Yo soy algo intermedio" escribe su compañero de ruta Mario de Sá Carneiro con palabras de Pessoa. Sentir-pensar, vida vivida-vida pensada, vida verdadera-vida errada, todo-nada, alegría-tristeza, naturaleza-intelecto, ejemplos, dicotomías, escisiones, de diferente calidad y calibre, temperaturas distintas, pero todas pessoanas, llámense Reis, Caeiro o de Campos. El escribirá: "Soy diversamente otro respecto a un yo que no sé si existe". Como una escritura que se re-escribe, multiplicándose. Como una catedral de transtextualidad.

"Hay poetas como ciudades -dice Saramago- que uno conoce desde hace largos años y omite reiteradamente su divulgación, excepto a los amigos, no vaya a ser que dada la voz de alarma puedan convertirse rápidamente en pasto de lo que Barthes denominaba "irresponsabilidad ética del turista". Es necesario preservar ese paisaje. Andrei Tarkovski, en Nostalgia, nos da una imagen final, última, pessoana: ese hombre sentado en el prado, cerca de su perro, la casa familiar al fondo, fijos en la fotografía, mientras la nieve cae y las columnatas y arcadas enmarcan, surrealísticamente, la escena. La nostalgia, la saudade.. El recuerdo triste y suave de personas o cosas distantes o extintas. Para los griegos, el "regreso del dolor"...

Lo que soy hoy es como la humedad en el pasillo

del fondo de la casa

enmoheciendo las paredes...

Lo que soy hoy ( y la casa de los que me amaron

tiembla a través de mis lágrimas)

lo que soy hoy es que vendieran mi casa

que todos hayan muerto

y que yo me sobreviva como un fósforo frío.

 

Fragmento de Aniversario

de Alvaro de Campos.

Notas

[1] - Kovladoff, Santiago: Vallejo y Pessoa: lo poético, lo político en Cuadernos Hispanoamericanos, No. 454-455. Abril-Mayo 1988. Págs. 87-95.

[2] - Harold Bloom lo ha señalado en su Canon Occidental. "La luz del sol vale más que los pensamientos / de todos los filósofos y de todos los poetas" escribe Alberto Caeiro. La dicotomía naturaleza-conocimiento intelectual se resuelve, como en Whitman, a favor de la primera.

[3] - Observa Pierre Hourcade que, en el año 1915, la maquinaria periodística se confabuló en el objetivo de aniquilar a los jóvenes modernistas de Orpheu. A través de la burla organizada, los principales periódicos de la capital procuraron sembrar el descrédito de los "futuristas" ante la "opinión pública". Orpheu debió detener su marcha -también por motivos económicos- a punto de publicarse el número tres. Y en ese mismo año de 1916 Mario de Sá Carneiro se suicida en París. En los años siguientes, aplastados por la crítica negativa, se produce la dispersión: Fernando Pessoa en su "modesto papel de redactor de correspondencia extranjera", Almada Negreiros "debatiéndose por mantener su obra al margen de los valores convencionales", Antonio Botto "arrojado a la execración pública", Raúl Leal "arrastrando un manto de perversión y miseria", Angelo de Lima "terminando sus días en un manicomio". Ese fue el precio que debieron pagar a la pacatería conservadora. Pero, como se sabe, el poeta constituye un molesto quiste en el organismo social; más molesto cuanto nuevas o diferentes a lo establecido sean sus propuestas.

[4] - Arêas, Vilma: Uma suave rudeza en Remate de males, No.8, 1988, UNICAMP, Campinas, Brasil.

[5] - Uno de los personajes del film Los otros es así caracterizado por Borges: "Fue el que se asombra de ser alguien (...) Dejó de ser él mismo para ser tantos. Ahora puede ser todos y ya no sabe quién es".

 

Bibliografía consultada

 

Pessoa, Fernando: Obra poética. Prólogo de Gonzalo Torrente Ballester. Carta de Fernando Pessoa a Adolfo

 

Casais Monteiro sobre la génesis de los heterónimos. Ed. bilingüe. 2 Tomos. Libros Rio Nuevo, Barcelona, 1981.

 

El primer Fausto. Todavía más allá del otro océano. Fondo de Cultura Económica, México, ed. 1984.

 

Autores varios: Fernando Pessoa en palabras e imágenes. Ed. de la revista Poesía. Ed. Siruela, Ministerio de Cultura de España, 1995. (Contiene: sobre heteronimia de José Antonio Llardent)

 

Martinho, Fernando: Pessoa e a moderna poesia portuguesa - do "Orpheu" a 1960. Instituto de Cultura e Lingua Portuguesa. Lisboa. ed.1991.

 

Matamoro, Blas: Pessoa posmoderno en Cuadernos Hispanoamericanos. No.475, Enero 1990, España.

 

Miranda, Alvaro: Con P de Poesía: Pound – Pessoa. en Atomismos y calcinaciones. Ediciones del Mirador, Montevideo, ed. 1989.

 

Perrone-Moisés, Leyla: Fernando Pessoa. Aquém do eu, além do outro. Ed. Martins Fontes, San Pablo, ed. 1982.

 

 

Fernando Pessoa - Grandes Portugueses [2007]

 

La recepción de Fernando Pessoa en España

 

Alvaro Miranda  Buranelli
alvaro@alvaromiranda.com 

Piedra de toque

 

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