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Álvaro Figueredo: caminos abiertos a golpes de luz 
Álvaro Miranda Buranelli
alvaro@alvaromiranda.com 

El Uruguay no suele ser generoso con sus poetas, con sus escritores, con sus artistas. Si se hace excepción de algunos -pocos- nombres repetidos hasta el cansancio y el aburrimiento, es escaso lo que se conoce de los escritores nacionales. Me atrevo a contradecir una opinión generalizada pero sin fundamento en los hechos: que el uruguayo es culto. Sólo si se entiende por Cultura las expresiones de una nacionalidad más allá de la obra de sus artistas, esto puede admitirse. Pero si hoy, en cualquier punto de la República preguntáramos quién fue -y es y será- Alvaro Figueredo ¿cuántas personas sabrían responder?. Y el desconocimiento -injusto como el de tantos creadores que esperan una hora que no llega- deviene en ignorancia de artistas que dedicaron su vida al ejercicio pleno de su arte y se fueron con más pena que alguna gloria. Como escribe Esther de Cáceres, hacia 1968: "la indiferencia y el olvido que hacen un muro de sombra alrededor de nuestros artistas...". El deber es, entonces, insoslayable: rescatar, del olvido o del desconocimiento, figuras capitales del quehacer artístico del país. Una de ellas es la de Alvaro Figueredo. Durante un corto tiempo el programa de Literatura lo incluyó, pero los permanentes cambios impidieron su continuidad. Adiós, pues, al breve recuerdo de Figueredo y todos sus compatriotas desplazados al territorio del desconocimiento. La realidad se nos impone, con crudeza.

El 6 de setiembre de 1907 Alvaro Figueredo nace en Pan de Azúcar. Ciudad a la que permaneció fiel y de la que sólo salió para realizar la carrera de Maestro. Dedicado a la docencia, a la enseñanza de Literatura, a la tarea creadora, fue transcurriendo su vida. Sumó la actividad periodística al fundar Mástil, periódico iniciado en 1936, principal impulsor del Primer Congreso de Escritores del Interior, debido a la iniciativa del propio Figueredo y realizado en el Ateneo de Montevideo hacia 1937.

Su primer libro es de esos años: Desvío de la estrella (1936). Luego vendrían los premios que, como se sabe, no agregan ni quitan nada al auténtico talento creador. Su prosa, sus ensayos, se desarrollan paralelamente con su actividad poética. En 1956 publica Mundo a la vez, segundo libro de poesía. Colaboró con la revista escolar El Grillo durante años; escribió romances y literatura infantil. Fue, en Maldonado, un permanente animador cultural, modesto, sencillo y culto. Dictó conferencias, trabajando sobre sus pares -Sara de Ibáñez, Parra del Riego, Paco Espínola, María Eugenia Vaz Ferreira, entre otros-. A su muerte, permanecían inéditos algunos ensayos sobre Cervantes y Martí. Colaboró en publicaciones argentinas, mexicanas, venezolanas. Su vida fue para la Literatura y la docencia. Y realizó una de las creaciones poéticas más singulares de nuestra breve pero copiosa historia literaria.

Quizás el mayor reconocimiento que Alvaro Figueredo obtuviera en vida haya sido la traducción y publicación de sus poemas en New World writing de E.E.U.U.. No por la traducción al inglés sino por la dimensión creadora del traductor. Se trataba del poeta norteamericano William Carlos Williams quien, como Alvaro Figueredo, vivió toda su vida en su pueblo natal de Rutherford, New Jersey, trabajando como médico; había nacido un 17 de setiembre de 1883, recibió la influencia de Ezra Pound y escribió parte de su poesía en el marco del Imagismo, constituyéndose, a través de su obra, en uno de los poetas de mayor proyección e influencia sobre las nuevas generaciones. Ambos poetas habían nacido en setiembre, ambos radicados en la tierra que los vio nacer, vidas paralelas en la escritura de la poesía, ambos generadores de una poética singular, propia, específica.

"Alvaro Figueredo -recuerda Esther de Cáceres- quiso siempre vivir en su pueblo de origen. Ningún halago, ninguna perspectiva, ninguna posibilidad; ni las insistentes voces de los amigos fueron para él tentación vencedora". ¿Quién ha dicho que es necesario recorrer mundo para ser un gran poeta?. Para ser un poeta famoso, quizás. Para canjear lo esencial del espíritu, la riqueza del mundo interior, por las relaciones públicas, los pasos de adulonería y las palmas de amistades sospechosas. Pero el auténtico talento de un creador se revela más allá del espacio y el tiempo. Y una mirada poética que ahonda en el ser de las cosas, una mirada profunda que accede al centro nuclear de las esencias, un ser poético lúcido y exacto en el lenguaje y en la sensibilidad más pura, un poeta grande, en suma, no nace de la espuria trama de relaciones superficiales e interesadas sino de la conformación de una personalidad creadora donde inteligencia y sensibilidad han dado marco a una aprehensión de lo esencial.

"La soledad -dice Tomás G. Brena en acotación a carta de Figueredo- es la amiga de los poetas... Los demás hombres se morirían sin la sociabilidad, los poetas sin la soledad... Es la soledad creadora. Calla todo en el alma del poeta para que todo cante". "Fue un creador solitario -agrega Esther de Cáceres- intensamente capaz de soledad, fiel a su concepción estética, sin declinaciones hacia el falso diálogo, hacia el "arte comprometido", hacia la moda frívola". El propio Figueredo percibe en sus poemas cierto aire de Parra del Riego, cierta "menuda herencia de Jorge Luis Borges a través de las "viarazas" uruguayas de Ipuche". Pero quien observa bien es Tomás Brena cuando señala -y aquí está una de las claves de acceso a su poesía- que Emilio Oribe y Alvaro Figueredo "no siguen rumbos marcados, abren sus caminos a golpes de luz...".

Alvaro Figueredo abre sus propios caminos en la poesía. Y aunque la apariencia del texto semeje oscuridad, es "aquella consustancial a la poesía, sin la cual no hay poesía auténtica", escribirá Arturo S. Visca. Escuchemos al propio autor diciendo que aspira "a una poesía adicta, al mismo tiempo, al orden y al delirio, a la coherencia del núcleo temático y a la irracionalidad del discurso, a un equilibrio entre la efusión y el efugio". El orden y el caos. El lenguaje poético procura el equilibrio desde la antinomia, la síntesis de los opuestos. Como anota José María Carreño, en su análisis del cine de Alfred Hitchcock: "... ese conflicto latente y constante entre el orden y el caos -orden y delirio, coherencia e irracionalidad, dice Hitchcock- no sólo tiene lugar en el laberíntico universo que nos rodea, sino también en los invisibles recovecos de nuestra mente y nuestro corazón...". *

Examinemos, a título de ejemplo, uno de los poemas más representativos de Figueredo: Yo le decía a Alvaro, poema único en nuestra poesía:

Alvaro ¿quién es Alvaro

qué turno

qué delirio qué número qué dulce

vez qué agria vez qué un

transformándose en él

en este en otro en ambos

sí pero no y mi mundo

mi alvaridad fluyendo

de calle en calle usándome

sobre mi voz girando su hoja turbia

de grada en grada el eco

invadiendo mis hábitos mi oficio

mis trajes mi alimento

mis retratos mi caja de cerillas

* Carreño, José María: Alfred Hitchcock. Ediciones JC, Madrid, 2ª. ed. 1984.

la piedra vitalicia donde escribo

silbando refugiándose en el único

señalando mi puerta designándome

abrilísimo pobre o desposando

jóvenes de oro de jacinto asiéndolas

alvarísimamente o extraviándome

circularmente azul como un insecto

como un rollo sin nombre

blancamente

como un plato de sopa atribulado

como el roído eco

quién es Alvaro?.

de Mundo a la vez.

Después de la lectura parece redundante destacar su singularidad, su modernidad. Conocedor de los avances vanguardistas de la hora, Figueredo se muestra receptivo, en forma y contenido, a las propuestas de las corrientes de principios de siglo. La supresión de los signos de puntuación, por ejemplo, intensifica el dramatismo por la continuidad del discurso. Alvaro Figueredo sabe muy bien que la textura poética es inherente al entramado del lenguaje. Utiliza recursos de las vanguardias, como la disposición tipográfica alternante o la utilización de abundantes neologismos ( alvaridad, abrilísimo, alvarísimamente ) en los que el superlativo, el gerundio, la perífrasis verbal, constituyen eje formal de la construcción lingüística del poema. "Aspiro -decía Figueredo- a que el poema más que como un producto, logre consumarse, paradójicamente, como un producirse". Crear "una ilusión dramática de temporalidad". De ahí la frecuente utilización del gerundio en su matiz procesual.

Pero la originalidad del poema trasciende los modos y modas vanguardistas y la creación se elabora sobre una concepción particular y un ritmo sincopado y constante que brinda la armonía de un crescendo orgánico. La sustantivación de los artículos mediante sustitución (ej. qué un ), el encabalgamiento de los versos, la anáfora iterativa como un compás sistémico y el polisíndeton de los primeros versos en su sumatoria interrogativa, son formas de expresión auténticamente personales. De Walt Whitman, acaso la alternancia de versos largos con versos breves, la enumeración que produce un efecto creciente y culmina en la interrogación retórica final que, repitiendo la inicial, cierra circularmente el poema. Toda la elaboración formal nos habla de un autor exactamente personal, cuya creatividad trasciende esbozos de influencias y se expande en expresión original, desinencias provocativas y alarde de lenguaje. Si la forma nos revela un poeta dueño de sus instrumentos expresivos, no menos interesantes resultan los contenidos. Una aproximación semántica al texto deslinda, por lo menos, tres motivos temáticos o sub-temáticos desprendidos de uno central : la identidad. Este tema construye la arquitectura toda del texto y sostiene, como ramas de frondoso árbol, ciertas variables sub-temáticas: la dualidad humana, la oposición, los contrarios que operan en el interior del ser, la contradicción humana. Ese sí pero no de Alvaro Figueredo nos recuerda el sí pero no de otro grande y único poeta: Fernando Pessoa.

Sí, está todo bien.

Está todo perfectamente bien.

Lo peor es que está todo mal.

Fernando Pessoa.

En el fondo, el desconocimiento del ser. Porque no es posible conocer cabalmente a un individuo. Conocemos la multiplicidad de su apariencia pero la esencia permanece inasible. Conocemos sus máscaras pero acaso nunca lleguemos a su rostro verdadero. Nos guiamos por la apariencia sin llegar a los resortes interiores, a su ser real, a la oscura motivación de las conductas, al oscuro interior que late debajo de multicolores envolturas. Nos guiamos, en nuestras relaciones, por percepciones parciales, meramente exteriores. Una cobertura de superficies cubre una zona desconocida. Una trama de actos y palabras, gestos y sucesos, nos aproxima un rostro final siempre esquivo del que conocemos, apenas, ciertos rasgos nebulosos, opacos o engañosos. ¿Quién es Alvaro? pregunta el poeta y la interrogación se cierne en una serie de interrogantes, porque equivale a preguntarnos cada uno de nosotros ¿quién soy? y no conocer la respuesta última. ¿Quién es Alvaro? pregunta el poeta y obliga al balbuceo ininteligible del otro que también somos nosotros. ¿Quién es Alvaro? pregunta y nos enfrenta al otro lado del espejo, donde la razón y la lógica patinan y se desmenuzan, donde la incertidumbre induce al desasosiego, donde suman las preguntas y restan las respuestas, donde el misterio fragiliza la palabra y se conocen los límites.

Creemos, como Tomás G. Brena, como Esther de Cáceres, como aquellos escritores que descubrieron en Figueredo una indiscutible calidad poética, que "su obra debe ser analizada y extendida, que su poesía reclama críticos que amen los nuevos impulsos creadores y que el homenaje más grato estará en el recitado y comentario de sus versos para que todos sepan cuánto representó en la cultura nacional" (Palabras del Dr. Tomás G. Brena a la muerte de Alvaro Figueredo).

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA

Figueredo, Alvaro: Poesía. Selección de poemas. Prólogo de Arturo S. Visca. Ed. del Centenario de la ciudad de Pan de Azúcar. 1975.

Revista La ballena de papel. No.3. Especial dedicado a Alvaro Figueredo. Incluye ensayos, semblanzas, retratos, etc. del poeta a cargo de Tomás G. Brena, Esther de Cáceres, Juvenal Ortiz Saralegui, Arturo Visca y otros. Escritos en prosa y verso de Alvaro Figueredo. Maldonado, 1968.

Brena, Tomás: Exploración estética. Estudio de 8 poetas uruguayos. Tomo I. Montevideo, 1974.

Bordoli, Domingo Luis: Antología de la poesía uruguaya contem poránea. Introducción, selección, notas y epílogo. Tomo II. Ed. de la Universidad de la República, Montevideo, 1966.

Paternain, Alejandro: 36 años de poesía uruguaya. Prólogo, selección e introducción. Alfa, Montevideo, 1967.

Rela, Walter : Diccionario de escritores uruguayos. Ed. de la Plaza Montevideo, 1986.

Vs. autores: Diccionario de literatura uruguaya. 3 Tomos. Arca- Credisol. Montevideo, 1987.

 

Piedra de toque

Álvaro Miranda Buranelli
alvaro@alvaromiranda.com

 

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