Notas bibliográficas
 

Carlos Sabat Ercasty. — Sinfonía del Río Uruguay. (Poemas del Hombre)

por Celia Mieres

Carlos Sabat Ercasty. — Sinfonía del Río Uruguay. (Poemas del Hombre) Montevideo, 1937. — El Poeta, en plena madurez de su genio, cuando serenas coronas de nieve encumbran su presencia, ha sido invitado a participar en una excursión científica al Río de los Pájaros. Viaje ideal, ensueño de partida; para la nave que enfila su intención, este río es juego inagotable de paralelos y sugerencias, constituye el vivo nervio cuya excitación abre las puertas de la apasionada meditación, preside la fiesta de las creaciones y anima el goce en las corporizaciones vitales de los más íntimos sondeos. El río es un pretexto y el río es una realidad; su lontananza es el mismo rojo corazón del poeta a cuyo encuentro lanza con voluntariosa alegría la proa de su esquife. La partida culmina su gráfica en ansiedad dichosa, la expectativa no comulga con la reflexión, y, en el crecido desborde del instante inicial no se admiten respuestas, “se han despedazado todas las preguntas”. Sin embargo, corre bajo la expresión del deliquio augural una contenida vena de cristales antiguos: toda partida nace de la angustia. todo viaje es un levantado clamor hacia el destino.

 

"Una alegría inmortal, barrenando la incredulidad con el vértigo,

alzando la zarpa entre los bosques enloquecidos,

puesta contra la corriente sobre las aguas inmortales,

barrenando furiosamente las tinieblas de los destinos,

en este instante, Hombres, en que el mundo se derrumba,

barrenando las cenizas con el ansia de las resurrecciones...

Ah, una alegría de partir, de poner la proa divinamente luminosa

en una ruta sublime a fuerza de esperanzas y peligros!

Imaginadlos hasta dónde queráis, hasta dónde podáis!

Una alegría!...

Así el viajero ha ocupado su sitio en la nave.'’

En sostenido vuelo lírico ha llegado el poeta a una isla profunda de la tierra y la noche. Impregnación de soledad. En la sombra, en el apogeo de las innominadas corrientes que apresuran las horas o inmovilizan el curso del tiempo, y nos rozan, unas veces con delicioso estimulo, otras con aniquilador anonadamiento, ésta, nuestra isla de carne, totalizada como una raíz de lejanísima floración, íntegra y sangrante como espantoso muñón, agujerea sin piedad sus cristales humanos para que el jugo más íntimo halle, por las órbitas martirizadas, el camino de la integración absoluta. Si ésta fuera posible; porque de este instante el estupor y la expectación escancian, vinateros de angustia, la mortal negación, el irreductible empecinamiento por una afirmación. Mágica viña de diversa vendimia. Baco sonríe mientras Puck trueca los incitantes racimos en graves decorados funerarios. Del infinito misterio la razón extrae despreciables formulaciones, cede en su retroceso al aumento geométrico del ritmo vital desbordado en su ansia por vencer ese eco de campanas sin campana, que está midiendo el tiempo de la desgracia y la duda. Pleamar de soledad y sangre en pugna. En el último instante. en el más congelado aislamiento, cuando hasta la última fibra se ha hecho ausencia, la propia impavidez de! dolor quiebra los últimos límites y el ser se vuelca en el torrente dionisíaco de la tragedia. ¡Universalidad del espanto! ¿Quién osará oponerle su frente como dique? ¿Quién soñará el vuelo de palomas, y, aunque lo intentara, quién se atrevería a develar su mensaje? La apoteosis de la nada desmaya la tierra sobre la tierra, en ese estrechamiento que tiene lo entrañable de lo idéntico y lo opuesto; cuando se apura hasta el último horror del espanto, el oído sensible, bebiendo la música que hace ascender la savia, adquiere la evidencia de la fraternidad cósmica en el espanto. Un Eros negro abate el muro donde el viento desmenuzaba cenizas.

En la orilla del río, el amor y la voluntad poética engendran el dardo que herirá a la esfinge. Ahora, el hombre es un doloroso arco, tenso por la fe en las adorables apariencias que están aguardando e! necesario conjuro para revelarse triunfalmente, dominadoras del caos de dentro y del caos de fuera. Las primeras líneas del canto estremecen de apresuramiento un ala pequeña, pero el avance en crecimiento arrollador, esplendiendo orgullo, señala el rumbo de la inmensa aventura. “El canto es la victoria del mundo interior sobre todos los infinitos.’’ Maravillados asistimos al desafío titánico: en la concitación augural invoca el poeta a cada uno de los seres y de las cosas que vendrán en esta sinfonía, a decir su caución. Sobre lentas procesiones sonámbulas fulgura el canto en llamas: “Lo que ha penetrado en el Verbo no muere jamás".

Afirmación del Destino, confianza que llega a la locura, la recobrada mirada antigua del Poeta, engendra el parto de la luz. Por influjo del milagro celeste una atmósfera vital circunda el astro, crecen en miriádico espejismo, los horizontes del hombre. Fuga total de las sombras, el ser irradia deseo y potencia en medio de los espacios incendiados. En la mañana, Apolo ordena los arquetipos; la Voluntad magistralmente metaforizada en la proa, constituye el motivo del himno. Un soplo de primitiva alegría robustece con su perfume natural, impetuoso y violento, la faena divina. A la pasión con que lo hiere la nave, contesta el río con el gotear irisado, la risa de la espuma y la dulzura del surco. En vital crecimiento de la imagen, ve el Poeta al espacio total como un gran surco donde germinan las voluntades astros, rotundas con sus velámenes de eternidad. Se funden en este instante delicioso en que la actividad y el esfuerzo van en creciente impulsión integrando una ruta, la frescura de las primicias y la anunciación de la madurez meridiana, mientras un interminable rapto de logradas palomas por el urgido dardo del exacto demiurgo, acrece la potencia del canto. ‘‘Ningún destino más bello que mantener la ruta de los grandes sueños mientras el huracán y la muerte arañan los costados de la nave.”

"En un tiempo que parece soñado”. En la vorágine de la inmovilidad. presciencia arrebatadora. El instante máximo de la contemplación esta coronado por la loca danza vital con que se desintegra para “la fiesta de la participación”, el hombre de la tierra. El pensamiento como crítica ha sido abandonado, el delirio culmina en la formulación mística de las triunfantes revelaciones conquistadas por los sentidos, radiantes argonautas, únicos posibles en la ebriedad de la plena comunión.

¡Circulo de la posesión! Los activos enjambres melifican las simples palabras de la carne hasta hacer subir por ellas la voz de la victoria sobre las esfinges. En apasionado retorno de conciencia, la memoria yergue todas las formas de la vida. Ya no hay separación, el universo es una inmensa frente, donde vibra el polvo, arden y llamean los metales, levantaba en la luz de la suprema afirmación, urgida por la revelación de tanta energía.

Por la naturaleza violentamente sentida, llega el poeta al centro de la corola de donde las energías parten hacia el sueño de las formas y hacia donde se encaminan en callado retorno, los ángeles de la forma.

El espectáculo de la vida recreándose a sí misma, arranca un magnífico desborde lírico. La música eleva la alegoría, la profusa enumeración es caricia sobre las cosas, lo que es decir en su estética: conocimiento.

"Era la atracción amorosa, la fuerza que sustentaba el cosmos entero.

Del latido del amor emanaban las olas acordes y discordes

que estremecían en vibraciones incesantes las distancias poderosas

y los breves puntos de vida donde arden las llamas invisibles.

Así como el río que te acaricia, oh joven de la isla,

fluye sin descanso y siempre es nuevo y distinto en su propio fluir,

así cada ser, y todos los seres y el ser infinito

avanzan en la ola de las creaciones en un tránsito incontenible.

Todo está en la vida del universo renovándose en su forma y en su esencia.

Las ideas más puras y más altas vuelan hacia inesperadas superaciones.

La creación se piensa a sí misma como en un esfuerzo gigantesco,

puesto el destino de la materia en el arco de su propia inteligencia

y arrojándose hacia el infinito de la perfección,

cuyos divinos arquetipos crecen y transitan más alto cada ciclo

por el mismo movimiento que impulsa las alas desesperadas de la vida.’’

Sobre la vida inmortal, las cosas, los seres y los sueños de éstos son fugas perennemente reveladas.

Trascendido de sublime alegría, el Poeta recoge el fruto de la realidad absorbida: la sensación intensa de fraternidad humana se desposa en su verbo con la clara noción doctrinaria del canto, mientras, bajo su mirada profética, vienen a agruparse las construcciones de tiempos aún no llegados.

El canto pide al corazón del hombre, que como sobre una fragua, tienda su sed de belleza hacia el porvenir, desde la hora enrojecida del presente cuyo dolor es preciso no ignorar ni esquivar.

Es preciso purificarse, dar la espalda al pesimismo y sobre las mismas llagas maceradas encender la simiente del verdadero destino.

E! universo de la voluntad procura su altísima afirmación en el hombre, vértice de ¡a creación por su capacidad de idea.

Sublimado por la posesión de la llama sacra el profeta se curva hacia las venideras edades para afirmar la esperanza, vital al sostenimiento de lo humano.

La catarsis ha cerrado su circulo, la anunciación es repetida por coros de ciudades que yerguen sus músicas desde lejanas orillas del tiempo.

Las fuerzas que encrespan la naturaleza americana recogen con hambre y celeste sed la misión de sustentar ese futuro.

La predestinada estirpe brotará del sueño de la tierra al conjuro del Fiat amorosamente trasmitido por los aislados faros que bebieron la sombra y la trasmutaron en luz, y quebrando el curso del tiempo hacia la desgracia, divinos flecheros, lo lanzaron hacia los orígenes, en procura de un cauce más exacto.

E! sol se ha llevado la tarde, el río guarda sus imágenes, rumorea otra vez en la isla un aura interrogante. Sube nuevamente la soledad, poro ahora en milagro, sin angustia, asciende en la medida de un tiempo mortal, en el ámbito de una historia; pero el corazón llameante de luz y de forma, desafía a la tiniebla, va en su busca, gravitando hacia la tierra en mentida apariencia de osario y cenizas, en vuelo de segura simiente. Ardor de estrella en el pecho del astro!, a influjo de su luz se reconoce el palpitar del ritmo vital. Amanece, el hombre se abraza a su esperanza, a su única posible esperanza!: “es preciso no preguntar demasiado cuando el corazón tiene sed'’. Y en este filo crucial lo sostendrá, doloroso, magnífico de titanismo, la consigna: ‘‘Cread como si la eternidad y la vida fuesen un abrazo”.

 

Celia Mieres

Revista Ensayos Año II Nº 15

Montevideo, Setiembre de 1937

 

Carlos Sabat Ercasty en Letras Uruguay

 

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