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Viejos rincones casi intemporales
Alejandro Michelena

Si nos internamos por cualquiera de las calles que mueren en el Parque Rodó. O mejor todavía: si subimos por esas clásicas escaleras –únicas en nuestra ciudad, que colaboran a otorgarle al lugar su perfil inconfundible– seguramente nos va a parecer que los años no han pasado por allí.

Los atractivos son múltiples; sobre todo para aquellos que aprecian los valores arquitectónicos y los climas ambientales del pasado. Tomando por ejemplo Luis Piera hacia arriba, veremos a un lado los jardines de la parte de atrás del ex- Parque Hotel, y en la otra acera antiguos chalets de los años veinte con sus umbrosos jardines.

Si subimos luego por la escalinata donde va a morir la calle Blanes –una de las más majestuosas de la zona, con aire parisién– caminando apenas una cuadra encontramos la calle Lauro Muller. Doblando por ella hacia la derecha, a mitad de cuadra vamos a descubrir una enorme casona poblada de bajorrelieves (cabezas de león con símbolos herméticos, grandes atlas sosteniendo pretiles, angelotes rampantes, hieráticas cabezas de Minerva). A diferencia de otras decoraciones de ese tipo que felizmente siguen a la vista del paseante en tantos lugares del tejido urbano, en el caso de la Casa Fauno (así se la conoce) su factura es de la mejor calidad tanto en los materiales como en la excelente precisión en la forma.

Las calles de la zona son muchas. Cualquiera de ellas resulta disfrutable para caminar en un fin de semana morosamente. Puede ser Pablo de María, o la ya nombrada Blanes, o Emilio Frugoni, o transversales como Durazno. Sus plátanos son ya venerables, y en el verano conforman casi un túnel verde que alivia el calor por las tardes.

En cualquier momento del año podemos apreciar las fachadas añejas con su variedad interminable de balcones –de rejas, de mármol, de argamasa– y las altas celosías de buena madera. Abundan todavía los garages bajo las ventanas o balconcitos de "falso altillo"; muchos de ellos fueron construidos bastante des­pués que las propias casas.

Esa parte de Montevideo también ha sido cambiada en gran medida por el auge del reciclaje. Al igual que Palermo o la Ciudad Vieja, una nueva generación de arquitectos “intervino” esos caserones con diversa fortuna. En las mejores soluciones se ha respetado la calidad de las fachadas, donde encontramos todavía esas cabecitas de animales fabulosos que desde balcones y pretiles largan agua por sus bocas en los días de lluvia. 

Alejandro Michelena

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