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"Teatro Maipo, 100 años de historia entre bambalinas", libro de Carlos Szwarcer
 
 
 

Un libro sobre el Maipo y la revista porteña [1]
Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 
 

 

El libro de Carlos Szwarcer –investigador e historiador argentino en temas de identidad urbana- que evoca la extensa peripecia del Maipo de Buenos Aires, no es uno más sobre el teatro popular. Es de los trabajos más serios y documentados que han aparecido sobre el mundo del espectáculo en el Río de la Plata. Pero además, con buen estilo y cualidades narrativas, recrea lo que fue la intensa vida del recinto más célebre y emblemático de la noche porteña.

El Maipo ha sido por décadas el templo mayor del teatro de revistas. Abrió sus puertas en 1922 y marcó con sus espectáculos y estrellas rutilantes la noche porteña. Pero el autor pesquisó además en las etapas anteriores del teatro; cuando se llamó Scala desde 1908, y Esmeralda desde 1915. En esta segunda etapa debutó el dúo Gardel-Razzano, en el que fuera el bautismo artístico de Carlos Gardel en el lejano año 1916.

Ubicado en pleno corazón de Buenos Aires, en la calle Esmeralda, se transformó –como bien lo explica Szwarcer- en el epicentro de la fiesta nocturna, ésa que tuvo como columna vertebral la legendaria Corrientes, que en sus años de mayor esplendor fue conocida como “la calle que nunca duerme”.

Teatro Maipo, 100 años de historia entre bambalinas (Editorial Corregidor, Buenos Aires, 2010), es un libro que se lee con sostenido interés. La enorme información que su autor ha reunido es dosificada con el jugoso anecdotario generado a través de las décadas. Las figuras que van haciendo su aparición –a través de testimonio personal en algunos casos, y en muchos otros mediante evocaciones- dan al lector una dimensión de lo que era este gran teatro y su evolución. Desfilan en el texto ese gran actor que fue Pepe Arias, famoso por sus monólogos; Lola Membrives, que actuara en las primeras etapas del Maipo, antes de transformarse en una de las actrices preferidas de Federico García Lorca; ese histrión fenomenal que se llamó Florencio Parravicini; Luis César Amadori –uno de los directores fundamentales del cine argentino de la época de oro- que llegó a ser director artístico y propietario del teatro. Y no faltan los humoristas,  maestros en la  picardía y las segundas intenciones, como Gogo Andreu, Dringue Farías, Carlos Castro “Castrito”, Jorge Marrone, Luis Verdaguer, Jorge Porcel, Don  Pelele, Alberto Olmedo. Y como no podía ser de otro modo, las vedettes también se asoman: Ethel y Gogo Rojo, Nélida Lobato, Norma y Mimí Pons, Susana Giménez.

A partir de 1994, y luego de una etapa de cierta decadencia, de la mano de Lino Patalano y el gran bailarín Julio Bocca –como bien lo explica el autor- el Maipo experimentó una renovación y recuperó su esplendor. Actuaron en su escenario, como capo cómicos, artistas que se habían formado en el ámbito más intelectual y transgresor del café concert de los años sesenta, como Carlos Perciavalle, Antonio Gasalla y Enrique Pinti. Sin dejar su perfil popular y revisteril, abrió sus puertas al teatro con mayúscula; de esa forma actúan en allí figuras consagradas como Norma Aleandro, Alfredo Alcón, Marilú Marini y Miguel Angel Solá. Y cantaron allí esas grandes señores del tango que son Amelita Baltar y Susana Rinaldi.

 

Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

[1] Comentario crítico publicado, originalmente, en "La Jornada Semanal", suplemento cultural del diario La Jornada de México.
 

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