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Se
suscitó entonces un intercambio inteligente, clarificador, bien llevado,
donde los cuatro participantes aportaron elementos válidos desde
perspectivas distintas. En principio se llegó a un tácito acuerdo en
cuanto a que la incidencia intelectual de Simone De Beauvoir no
se puede separar de la de Jean Paul Sartre, y que no se
explicaría la peripecia de una sin lo que ha significado la otra.
José Pedro Díaz ubicó la obra literaria de la homenajeada en su
contexto, explicando muy bien cómo novelas como "La invitada",
o "Los mandarines", o las "Memorias de una joven
formal", aparte de sus valores estrictamente artísticos se han
visto beneficiadas por una notoriedad en muchos casos extra literaria.
Silva García hizo referencia a la filosofía subyacente en los
escritos de Simone De Beauvoir, manifestando que la divulgación
del existencialismo por ella planteado fue más popular en última
instancia que la lograda por el propio Sartre, en cuya obra no se da la
no tan inexplicable paradoja -dijo- de que su filosofía sea realmente
conocida por medio del pequeño ensayo "El existencialismo es un
humanismo" mucho más que por su rigurosa culminación de "El
ser y la nada".
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Mientras tanto, Magdalena Gerona y la
representante de Francia destacaron la tarea de reivindicación
de la mujer que la escritora iniciara a fines de la década del
cuarenta con "El segundo sexo".
En las palabras de todos ellos estuvo presente
ese elemento de de cercanía que, como pocas figuras de la
intelectualidad europea contemporánea, tienen para la gente de
cultura del Tercer Mundo tanto Sartre como Simone De
Beauvoir, quienes supieron comprometerse primero contra el
nazi-fascismo apoyando la resistencia francesa, luego
oponiéndose a la brutalidad de su propio país en Argelia y Viet-Nam,
más tarde apoyando al Tribunal Russell en sus denuncias contra
los crímenes norteamericanos en Viet-Nam, y también
solidarizándose con la gesta revolucionaria de Cuba. |
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Jean Paul Sartre y
Simone De Beauvoir |
La
película que tuvimos posteriormente oportunidad de ver integra a un
reciente reportaje a la escritora. Un film de hace diez años o poco más,
en el cual es el propio Jean Paul Sartre quien interroga a la
Beauvoir acerca de su obra y de su vida, en una demostración valiosa
-que como documento es único- de la lucidez ejemplar que caracterizó a
estas figuras (que fueron comparadas por José Pedro Díaz, con muy
buen tino, con los filósofos de la Ilustración, por su nunca claudicante
aspiración de integrar sus reflexiones al fragor de su tiempo y lugar).
Por otra parte, se ven también en la película escenas de noticieros de
veinte o más años atrás, en los cuales aparece la famosa pareja asediada
por periodistas, saliendo o entrando a diferentes lugares, con amigos en
el Café de Flore o en aquellas legendarias "caves" donde cantaba
Juliette Greco y solía tocar Boris Vian. En una de sus
apariciones, el propio Sartre hace referencia a lo que fue aquel
furor existencialista que los hizo notorios, en el cual, como bien lo
confiesa, nada tuvieron que ver, y mucho menos la obra respectiva de
cada uno, que apunta -más allá y más acá de todas las revisiones que se
puedan hacer- a zonas más rigurosas y profundas que toda aquella
proliferación de largas melenas y barbas, rompevientos negros,
jovenzuelas pálidas, que llenaron los cafés de Saint Germain-des-Pres en
los años cincuenta.
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