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Perlas ciudadanas 
Alejandro Michelena

La calle de los tilos

 

Casi nadie la conoce, aunque sí saben de ella los montevideanos muy veteranos, que pueden recordar que por los años treinta los vecinos de Palmar entre Duvimioso Terra y Joaquín de Salterain debían hacer guardia en la época en que los tilos que adornaban la calle, todavía jóvenes, eran muy visitados por vendedores de yuyos en busca de mercancía gratuita... En la actualidad los tilos han crecido de tal forma que Palmar parece en las tardes soleadas un túnel, y los días de lluvia mansa se puede caminar más de una cuadra por allí sin mojarse. Un atractivo más, al fin de la primavera, es el aroma que al atardecer (si hay viento mejor) producen los tilos en flor.

 

Monumento al maestro

 

En un costado del Parque Batlle (o de los Aliados, que era su antiguo nombre), a la altura de Ricaldoni y Avenida Italia, se encuentra este interesante conjunto escultórico, obra de Bernabé Michelena. Está ubicado en los altos de la ya tradicional placita con juegos infantiles y se integra al pasaje y al espacio como pocos monumentos de nuestra ciudad. La figura central es la maestra, con los brazos abiertos, realizada en gran tamaño para que se destaque entre los árboles y se vea desde lejos. Por detrás, en un friso que se va escalonando en distintos tamaños –acompañando la pendiente del terreno– se ven bajorrelieves que ilustran diversas instancias de la tarea docente, en el aspecto humanístico y científico. La obra es de granito, material que armoniza perfectamente con la concepción monumental del conjunto.

 

Canteras del Parque Rodó

 

Un poco más al centro, donde está el Teatro de Verano, nos encontramos con una zona menos bucólica que Plaza Virgilio, pero que significa para los habitantes de los aledaños del parque y del Barrio Sur un cercano rincón oxigenante. Por delante está el río, por detrás la enorme extensión verde del Parque de Golf. Hay rocas y barrancas donde, sobre todo en días de otoño o de verano algo fresco, se puede tomar mate tranquilo haciéndose la ilusión de estar en pleno campo (con el agregado del mar).

Alejandro Michelena

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