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El paseo de Amaral
Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 

A Juan Carlos Marichal, allí donde esté..

 

“Uno, busca lleno de esperanza
el camino que los sueños
prometieron a sus ansias...”

 
UNO   -  Mariano Mores

 

Era apenas uno más en la multitud indiferenciada, y lo sabía. No obstante, trataba de engañar y de engañarse vistiendo a lo que entendía era la moda. Su rostro, con algo de mascarilla africana, lo ayudaba en su propósito de distinción.

La tarde se insinuaba triste, y los relámpagos danzaban entre los nubarrones. Amaral salió, como todos los domingos, caminando a paso de ballet, luciendo sus recién estrenados pantalones estilo italiano y saquito de dos cortes y tres botones. Había almorzado en la pensión y buscaba un lugar donde sentarse a tomar el té y mira pasar la gente. Ahora que ganaba algo más podía darse ciertos lujos. El trabajo era siempre el mismo: empaquetar -en un sótano del Once- esa asquerosa yerba medicinal, que no se desprendía del cuerpo con nada y dejaba un halo inconfundible que ningún perfume lograba disimular. Pero era dinero seguro, y bien valía el sacrificio de pasar diez horas de pie en un lugar mal ventilado.

Los típicos parroquianos del célebre Petit Café, de avenida Santa Fe y Callao en Buenos Aires, en los años 50.

 

Después de pararse en casi todas las vidrieras de Santa Fe hacia Callao y observar los detalles sin mucho interés, entró al Petit Café. Se moría de curiosidad  por probar lo confortable de sus sillas y la buena atención; experimentar “el inmenso placer de que el mozo tenga la amabilidad de encenderme el cigarrillo...”  Sentir la plenitud de estar un rato entre gente que él suponía de “roce social”. Tener algo para comentar al día siguiente a los compañeros de trabajo y poder henchirse de orgullo al verlos tan ignorantes...Al fin y al cabo, estaba entre ellos sólo por accidente. Le había confesado su madrina que era hijo natural de un médico eminente de Florencio Varela. ¡Si supiera su nombre, si lograra encontrarlo, entonces sí que las cosas cambiarían!

Mientras aguardaba a que lo atendieran, con su tensa paciencia habitual, trató de pensara dónde ir cuando se aburriera de contemplar el fragor elegante que lo rodeaba. El cine de estreno lo había visto todo, y el teatro lo cansaba cada vez más. Esto último era algo que no se explicaba: por un lado creía tener condiciones y vocación de actor–aunque había perdido dos veces el examen de ingreso a la Escuela de Arte Dramático– y también pretendió en un tiempo ser dramaturgo. Toda su vida, eso al menos le parecía, giraba alrededor de esas dos aspiraciones insatisfechas. Por eso no comprendía el inmenso hastío que le venía produciendo el teatro desde un tiempo atrás.

Se sintió algo nervioso. Intentó levantarse. El mozo le sonrió y él musitó alguna vaguedad. Al rato pidió chocolate con masitas, que saboreó lenta y parsimoniosamente. Después fumó mirando los fantasmas callejeros. Más tarde concurrió al baño y defecó sin ganas.

 

No pudo evitar el enfrentamiento con la calle. El pozo crepuscular envuelto enluces y poblado por monigotes endomingados, donde para colmo se asomaban tímidamente algunos "cabecitas negras". Dio algunas vueltas, arrastrando ese par de animales callosos que camuflaba muy bien con los mocasines con hebilla. Trató de liberarse de la inercia, pero no pudo.

Ya era tarde y  al otro día tenía que madrugar. Casi sin darse cuenta llegó a la puerta de la pensión de la calle Ayacucho. La casera gritó, con su voz cascada: “¿Amaral, es usted?”  . Él murmuró sin ganas las Buenas Noches, mientras buscaba a tientas –era norma de la casa el ahorro de luz– el camino a la habitación.

Antes de dormirse escuchó atentamente el desconcierto de ronquidos de los otros ocupantes de esa triste pieza colectiva. Entonces se tranquilizó; pensó, entre brumas y confusas imágenes, que a pesar de las apariencias iba a destacarse en la vida, pues –como le había asegurado tiempo atrás una curandera de Zárate– en él eran evidentes “la fineza, la elegancia, la condición de Niño Bien”.

 

Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com

 

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